Una mujer de 48 años oriunda de Pando, Canelones, pero radicada en Chuy, Rocha, recorre la ruta sola en bicicleta para concientizar y buscar el respeto y la empatía de los conductores hacia las personas que disfrutan de salir a pedalear por el país. Su nombre es Ruth Rodríguez Das Chagas y lleva el ciclismo “en la sangre”, es Instructora de Zumba en la ciudad donde vive, además, es modista y ha estudiado lenguaje de señas. Contó a Sala de Redacción que su abuelo y su tío eran ciclistas, y que su tío perdió la vida sobre una bici, cuando entrenaba en la ruta -lo embistió un camión, cayó al asfalto y tuvo fractura de cráneo-.
Unos días antes de decidir dar la vuelta en bicicleta por el contorno de Uruguay se enteró a través de los medios de prensa que otra vida se perdió sobre ruedas por falta de respeto y empatía, lo que causa en ocasiones accidentes fatales para los y las ciclistas. Rodríguez comentó que por no respetar el metro y medio de distancia como medida de prevención, suceden los accidentes. “Si pasa un camión cerquita, como ya me ha pasado, no considerando a quien va en bici, una pierde el equilibrio y puede caer hacia la ruta; así es como el vehículo te desestabiliza, te caés y pasa lo peor”, sostuvo Rodríguez. Por ese motivo, considera que es importante respetar el metro y medio de distancia, y lleva consigo su bandera que dice: “Un ciclista, una vida. Mantén distancia de 1,50 metros”.
Su primer desafío fue en febrero de 2019. Junto con su hermano hicieron el trayecto desde Chuy a Montevideo en dos días. El primer día pedalearon desde Chuy hasta San Carlos, Maldonado, donde pasaron la noche en la casa de sus amigos. El segundo día volvieron a la ruta para cumplir el objetivo de llegar a Montevideo en bicicleta, pero no pudieron regresar a Chuy, su hermano no le había hecho el service a su rodado, tuvo problemas con la cadena y la rueda de adelante y, además, le faltaba aceite. Él no había planeado hacer ese viaje, explicó Rodríguez, simplemente decidió acompañarla para que no viajara sola. Entonces, ella le dijo a su hermano: “Mejor nos volvemos en el ómnibus”, ya que la bicicleta de su compañero de viaje quizás los “dejaba tirados en cualquier parte de la ruta”.
Luego de un tiempo, en una reunión familiar, Rodríguez habló de cuando fueron a Montevideo en bicicleta, comentó que tenía ganas de hacer el regreso que quedó pendiente, y un primo de su ex marido dijo que la acompañaba. El segundo desafío fue el 4 de diciembre de 2020, época de pandemia de covid-19, cuando ella y su amigo Leonardo se trasladaron de Montevideo a Chuy en bicicleta. La idea era hacer nuevamente el viaje en dos días: salieron a las 0.00 desde el arco de la Ciudadela, en la Ciudad Vieja, descansaron en la ciudad de Rocha, y al día siguiente volvieron a la ruta. Llegaron al Chuy el 5 de diciembre: “La gente nos quería ir a recibir, pero como estábamos en pandemia les pedí que no lo hicieran, porque no se podía, pero igual algunas personas, amistades y familiares nos recibieron”, relató Rodríguez. “¡No creían que Leonardo aguantara 340 kilómetros!”, agregó.
Su amigo llevaba una vida sedentaria, siempre andaba en su camioneta. Sin embargo, al decidir acompañarla tuvo que comprarse una bicicleta y, después de tres meses de entrenamiento, pasó de ser una persona sedentaria a andar todos los días en bicicleta por distintos lugares. “Me acompañó en ese viaje y hoy en día es otro apasionado de la bicicleta, se anota en todas las competencias que hay. Llegó a la meta y actualmente es ciclista”, comentó Rodríguez. Asimismo, destacó que le “llena de satisfacción haber logrado ese cambio en él, porque a veces uno trata de entusiasmar al otro de que haga ejercicio y no lo logra”, puntualizó la ciclista.
Esos largos trayectos pedaleados fueron los que motivaron a la ciclista a emprender otros, ya que le demostraron que ella podía. Con este proyecto en mente, el día que se enteró que atropellaron a otro ciclista, miró su bicicleta, hizo su pancarta, organizó sus cosas y salió a la ruta sola, con el firme objetivo de concientizar a los conductores a respetar la vida de los y las ciclistas. “Ver esa imagen de la lona negra en la ruta y el pedacito de hierro de una bicicleta que quedó al lado me dio rabia y me indignó”, afirmó Rodríguez y, en ese sentido, cuestionó: “¡No puede ser que siga así y nadie haga algo!”. Unos días antes de salir vio en el informativo que atropellaron a otro ciclista lo atropellaron y quedó internado en CTI, entonces, al acumular esa “rabia e indignación”, decidió agarrar su bicicleta y bandera. “Hacer ruido, que la gente me vea”, resumió Ruth sobre su intención. A su vez, agregó: “En cada lugar que pare voy a hacer videos para concientizar. Si la gente que me sigue en las redes y maneja ve y comparte, van a ver diferente al ciclista, por lo menos con más respeto”.
El 30 de marzo a las 14.00 emprendió su tercer desafío, salió desde su casa, en Chuy, con el mapa trazado que indicaba las rutas que iba a pedalear, las distancias y, además, el posible tiempo que le llevaría la hazaña de recorrer el contorno de Uruguay en bicicleta. Si bien al principio estaba calculado para hacerlo en 18 días, tuvo complicaciones con su celular, por lo tanto, se retrasó su vuelta y la travesía duró 21 días.
Rodríguez contó que cuando llevaba recorridos unos 200 kilómetros, en dos lugares vio bicicletas en la ruta con carteles que decían “en memoria de”. Ese tipo de situaciones le causa angustia por las vidas perdidas y, al respecto, expresó: “Uno compra la bicicleta para ganar salud y hay gente que termina perdiendo la vida por falta de respeto”. Considera que es habitual ver en las noticias accidentes en la ruta, en los que fallecen ciclistas, “hay cosas que son evitables, y pasan por falta de respeto hacia la vida”, expresó.
Por otra parte, hizo énfasis en la importancia de no usar audífonos mientras se está circulando en bicicleta, el uso del casco, luces traseras y delanteras, y el chaleco o cintas reflectivas. “Antes de que los otros nos cuiden, tenemos que cuidarnos nosotros”, reflexionó Rodríguez. Además, destacó que no tuvo sponsors ni colaboración de ningún tipo: “Aprendí a trabajar y ganarme las cosas por mi misma, entonces, si era algo que quería hacer, soy yo la que tengo que pagarme mis cosas. No busqué nada, simplemente salí y lo hice”.
En relación a su alimentación, la ciclista mencionó que su hijo le hizo un mechero casero, en las alforjas de la bicicleta transporta alcohol, huevos, harina de mandioca y de maíz, granola para celíacos, dulce de membrillo, café, azúcar, canela y arroz. “Sé que si me agarra la noche, teniendo esas cosas básicas puedo alimentarme bien y tomar un cafecito calentito. Y si hay un pueblo cerca, puedo buscar algún lugar para comprarme algo y comer mejor”, comentó.
A su vez, contó que cuando viaja lleva su sobre de dormir, carpa, aislante, linterna, y todo lo que considera necesario.
—¿Has encontrado lugares apropiados para dormir?
—Como soy estudiante de lengua de señas y en el campamento del año pasado conté que quería dar la vuelta al Uruguay en bicicleta, algunos compañeros me dijeron “cuando andes por ahí, vení a casa y me visitás”, entonces, cuando arranqué les dije que les iba a avisar y los iba a ir visitando cuando pase por sus ciudades. En los lugares donde me quedaba preparaba mis tapiocas, que es una receta que yo inventé, que me da proteínas: la hago con huevos y para ganar energía le pongo harina de maíz. Al otro día no tenía que cocinar porque ya las tenía hechas. A veces me cocinaba un pollo y cuando salía de vuelta para la ruta ya lo tenía cocido y eso me facilitaba, porque no tenía que hacer fuego. Hubo lugares donde no tuve nada pronto y tuve que hacer fueguito y cocinar al costado de la ruta. He parado al lado de alguna garita y he cocinado; en la garitas es donde suelo parar para comer al resguardo del viento, del frío y la lluvia.
En algún lugar tuve que armar la carpa y dormir, pero no he tenido miedo, he parado en estaciones de servicio y encontré gente muy solidaria, por ejemplo, una noche paré en una y dos muchachos fueron tan amables conmigo. Yo les hablaba como si fueran mis hijos, al verlos y ver lo buenos que eran conmigo, tan solidarios, me hicieron sentir segura. Tengo cinco hijos, estos chicos tienen edades similares a los míos, a veces la gente tiene miedo, algunas personas sé que se preocupan porque yo ande sola por la ruta, pero no todo el mundo es malo, los malos son un puñadito, el resto somos buenos, y yo soy muy agradecida al universo, en algunas casas que pensé armar la carpa en el patio, familias que no conocía me invitaron a dormir dentro de sus casas, como si fuese una más, esas cosas me llenan el alma.
— ¿Qué anécdotas has vivido en esta travesía?
—Me picó una avispa en Masoller [Rivera], me dejó la pierna al doble de su tamaño normal y la noche siguiente fui a dormir a la casa de una enfermera en Artigas, que logró sacarme el aguijón y curarme. Después me caí en Paysandú, a las dos noches fui a la casa de mi compañera de lengua de señas, cuyo marido es fisioterapeuta, y me dio una pomada. También me caí en Vichadero [Rivera] y me torcí el puño, había quedado el tendón inflamado y me dieron una pomada específica para eso. Siento que las cosas se van dando tan perfectas que todo es por algo. Fui viviendo en el camino situaciones, sentimientos y emociones, me encontré con gente que no sé cómo aparece justo donde tiene que estar, personas que no me voy a olvidar nunca. Hay un señor que se llama Jesús Batalla, anda en una combi viajera, que me dijo algo que me llevo para mí: “Ruth nunca dejes que nadie cambie tu camino”. Yendo a Masoller paré en un lugar para orinar y comer y en un momento sentí un ruido como de cascabel, no vi nada, pero sentí pánico, sentí como que algo me decía que tenía que salir urgente de ahí, y salí, era un lugar donde los carteles decían “sepultura”. Después supe que era un lugar donde hay víboras de cascabel, menos mal que le hice caso a eso que sentí.
—Si algunas mujeres se sienten inspiradas en tu hazaña para salir a la ruta a pedalear solas, ¿qué les dirías?
—Que se animen, que el miedo lo dejen en la casa. Muchas personas me han dicho que es un peligro, que me he estado exponiendo por salir a la ruta sola, por dormir en una carpa, porque la abrís con un cierre. Pero salí teniendo una conexión con mi intuición y con el universo, y creo que si te tiene que pasar algo, te va a pasar igual en tu casa. Pienso que si salís confiando en que vivís en un universo lindo, que te vas a cruzar con gente linda, largás esa energía y eso vuelve. Ahora, si salís pensando que capaz te pasa algo, te va a pasar. Creo que el elemento principal es la confianza en sí mismo.
Ruth Rodríguez llegó al Chuy a los 21 días de haber salido, volvió a su ciudad con su objetivo cumplido, con anécdotas y el cariño de mucha gente que conoció durante su travesía, a través de sus transmisiones en vivo en Facebook y Youtube, y de forma presencial. En la ciudad de Rocha tuvo el reconocimiento tanto del Intendente, Alejo Umpiérrez, como de amigos, familiares y conocidos que la recibieron con aplausos y bocinazos, y la esperaron en la Barra de Chuy para escoltarla hasta Chuy. También tuvo el reconocimiento del alcalde de la ciudad de Chuy, Eduardo Calabuig. Por último, la ciclista afirmó que en cualquier momento hará otro viaje parecido, y adelantó: “El próximo puede ser por el centro del país”.