“Mis primeras semanas en la escuela, lloré todos los días. Por la paliza de los mayores, o el tirón de orejas por parte de las monjas, o mi primera presentación al director que fue una bofetada en la cabeza […] Después de esas primeras semanas, finalmente dije: no les voy a dar más esa satisfacción, y dejé de llorar. Hasta el día de hoy, no he llorado. Realmente no puedo”. Así narró Josiah Fiddler su pasaje por la escuela residencial para niños indígenas en McIntosh, Ontario, Canadá. Su relato se encuentra en el informe Los supervivientes hablan realizado en 2015 por la Comisión por la Verdad y la Reconciliación de Canadá, que se dedica a reconstruir los hechos del proceso de colonización en ese país.
El 28 de mayo de 2021 se encontraron 215 cadáveres de niños indígenas en el cementerio del internado de Kamloops, en la provincia de Columbia Británica. Desde 1883 funcionaron en Canadá las llamadas escuelas residenciales para niños indígenas que tenían el objetivo de “civilizar” y adoctrinar a los pueblos originarios. Si bien desde ese año las residenciales fueron formalmente estatales, la mayoría estuvo ligada a organismos religiosos católicos y protestantes quienes, de hecho, ya contaban con pequeños internados similares desde la creación del país, en 1867. A lo largo de la historia existieron 139 escuelas de este tipo, a las que se estima que asistieron 150.000 niños de las comunidades aborígenes: First Nations, Inuit y Métis.
Luego del primer hallazgo de cuerpos de menores en los alrededores de una de estas escuelas se sucedieron otros tres. El 24 de junio aparecieron 751 tumbas sin nombre en la escuela Marieval en la provincia de Saskatchewan, a los pocos días se encontraron 182 tumbas sin marcar cerca de la escuela St. Eugene’s Mission y el 12 de julio, en donde solía estar la escuela residencial Kuper Island se encontraron más de 160 tumbas sin marcar. Aunque las averiguaciones continúan y en tan solo cuatro escuelas residenciales de las 139 que existieron, ya se han encontrado alrededor de 1.300 tumbas de niños.
Tiempos violentos
Desde el momento en el que los niños eran arrebatados de sus familias con amenazas de cárcel a los padres que se negaran, comenzaban los malos tratos. En varias ocasiones, los menores eran trasladados en camiones a las escuelas, en grupos grandes, por lo que viajaban parados y en muy malas condiciones durante varias horas. Los distintos testimonios que recabados en el informe muestran diferentes experiencias y matices, pero, la mayoría de los relatos dejan ver un maltrato sistemático.
Al llegar a las escuelas, los hermanos eran separados y se los dividía por género. Se les cortaba el pelo, que muchas veces tenía un significado espiritual para la comunidad a la que pertenecían. Luego, la ropa tradicional indígena era cambiada por uniformes escolares o vestimenta típica europea.
Desde su ingreso a la residencia, sus nombres aborígenes eran cambiados por eurocanadienses y se les prohibía hablar su lengua materna, sólo podían hablar inglés o en el caso de la provincia de Quebec, francés. “‘Escriban sus nombres’, dijo, ‘para que no se pierdan’ -los útiles-. Pero escribí en sílabas Cree [aborígenes canadienses]. Entonces la monja enfureció […] Hasta entonces mi nombre era Ministik, desde la primera vez que escuché mi nombre, mi nombre era Ministik. Así que me azotaron de nuevo porque no sabía que mi nombre era Peter Nakogee”, él estuvo en el internado Fort Albany (Ontario) y contó que tuvo grandes problemas por no saber inglés cuando llegó.
Muchas de las escuelas eran de construcción rápida y barata, con malos sistemas de ventilación y saneamiento. Las enfermerías eran escasas por lo que la atención en salud de los menores era precaria. En muchas ocasiones, si los niños enfermaban, se escapaban o morían, no se les avisaba a los padres. Las visitas de los padres eran desalentadas constantemente y muy controladas.
La disciplina se basaba en golpes, humillaciones, restricciones de movilidad, prohibiciones, entre otras circunstancias de negligencia. Hubo muchos casos de niños que huían o se suicidaban. Sumado a eso, durante los últimos 30 años, se han conocido numerosos casos de violencia sexual, lo que, según el informe, constituyó un problema grave en estas escuelas.
“Estaban allí para disciplinarte, golpearte, violarte, abusar de ti, pero nunca obtuve una educación”, expresó Elaine Durocher sobre su experiencia en la escuela católica Kamsack. Muchos testimonios revelaron que los que se encargaban de la educación de los niños a menudo desalentaban las aspiraciones de algunos a ejercer otros oficios que no fueran agricultura y trabajo doméstico. De hecho, según el informe, el éxito académico fue esquivo para la mayoría de los estudiantes, aunque algunos sí optaron y pudieron seguir en la vida académica luego de la escuela residencial. Por otro lado, también fue difícil la reinserción de muchos de ellos en sus comunidades de origen, ya que habían perdido su idioma y no tenían conocimientos de las habilidades necesarias para adaptarse a las costumbres y modelos económicos.
Los testimonios de los ex alumnos comenzaron a surgir en la década de 1990, cuando aún funcionaban algunas escuelas. Se iniciaron demandas colectivas contra las iglesias y el gobierno federal. En 2007 entró en vigor el “Acuerdo de conciliación de escuelas residenciales indígenas” que dispuso un pago a los exalumnos, con montos adicionales para los que sufrieron daños personales graves. En junio de 2008, el primer ministro canadiense Stephen Harper pidió disculpas a las personas que residieron en estas escuelas y calificó la situación como un “triste capítulo” de la historia del país.
En 2015 la Comisión por la Verdad y la Reconciliación de Canadá definió el proceso de colonización de Canadá como un “genocidio cultural y asimilación” de los pueblos originarios. Además, reconoció las grandes consecuencias que tuvo en las comunidades aborígenes y en sus habitantes.
Según los testimonios incluidos en el informe, muchos de los que pasaron por alguna de estas escuelas tienen buenos recuerdos, reconocen algunas de las habilidades que allí aprendieron, los impactos beneficiosos de las actividades recreativas y deportivas en las que participaron y las amistades que hicieron.
El papel de la iglesia
Algunas iglesias protestantes pidieron disculpas públicas por lo sucedido con las escuelas, como la Anglicana, la Presbiteriana, la Metodista y la Iglesia Unida de Canadá. Obispos locales de la Iglesia Católica, que fue la que gestionó más residenciales, emitieron algunas disculpas, pero el Papa aún no lo ha hecho. La máxima autoridad de los cristianos se reunirá en diciembre con una delegación de líderes indígenas que esperan la disculpa correspondiente.
En el caso del catolicismo, Nicolás Iglesias, trabajador social e investigador especializado en política y religión, dijo a Sala de Redacción que la concepción de una “conversión a través de la evangelización” formó parte de la colonización territorial y económica. Consideraban que “la religión de los pueblos originarios no era válida, no era la verdadera”, manifestó. Las concepciones de las distintas iglesias en este proceso “civilizatorio” estaban atravesadas por la consideración de una supremacía racial de los blancos. Ese ideal racista aún se observa en los países anglosajones, como Estados Unidos o Canadá.
La concepción colonial, de civilización y de desconocimiento de las culturas originarias de las iglesias se pudieron ver en muchas partes del mundo, tanto por las protestantes, como las católicas. “Todos los contextos son distintos y a veces las iglesias que fueron más amigables en algunos países, fueron más cercanas a la tortura y a la violencia extrema en otros”, explicó el experto. En cada región, a lo largo de la historia, los grados de violencia en la colonización varían en gran medida, e incluso, hubo situaciones en las que la iglesia se puso de lado de los indígenas o desarrolló luchas anticoloniales. Pero Iglesias explicó que el colonialismo cristiano se vivió desde el siglo XVI al XIX, y se puede encontrar en “el presente en cierto punto, por eso estas prácticas permanecieron hasta hace un par de décadas”, expresó.
Una mirada desde Uruguay
Martín Delgado, integrante del Consejo de la Nación Charrúa (Conacha), ve grandes paralelismos entre la historia canadiense y la uruguaya, el punto común es claro, dijo en conversación con Sala de Redacción: “una sociedad que busca borrar absolutamente todo rastro de las culturas originarias y construir una sociedad blanca”. Expresó que el “tipo” de colonización que se dio en nuestra región tiene más similitudes con la que se hizo en Canadá que en Bolivia o Perú, que son del mismo continente, aunque manifestó que en ambos casos se trató de un proyecto que buscaba el “exterminio de los pueblos originarios, el blanqueamiento de la sociedad y a los sobrevivientes de las campañas militares asimilarlos a la cultura occidental”.
Delgado encontró paralelismos entre el caso canadiense y los orígenes del sistema educativo uruguayo. José Pedro Varela, impulsor del modelo escolar laico, gratuito y obligatorio en nuestro país, realizó entre 1867 y 1868 un viaje en el que incluyó a Estados Unidos como uno de sus destinos. Allí, visitó una de las escuelas residenciales para niños indígenas. Según el integrante de Conacha, Varela trajo muchas de esas ideas a Uruguay y se pueden observar en sus obras de la reforma educativa. Además, dijo que fue afín a las ideas de Domingo Faustino Sarmiento, ex presidente argentino que solía referirse a la “inferioridad” de los pueblos originarios.
La separación de la iglesia del Estado y la instauración de la educación laica es, según Delgado, la gran diferencia entre las políticas llevadas a cabo en Canadá con las que se vieron en nuestro país.
El integrante de la Conacha también encuentra paralelismos en el tardío reconocimiento del genocidio cultural. Desde hace varios años, su organización lucha por el reconocimiento de la masacre de Salsipuedes y el genocidio charrúa. También, Delgado contó que tienen la esperanza de poder conocer “exactamente el lugar de la matanza y dónde están los cuerpos de las personas asesinadas en Salsipuedes, muy similar a lo de Canadá”, expresó.
Manifestaciones
Además de los pedidos para que el Papa pida disculpas públicas por lo sucedido, una parte del pueblo canadiense salió a manifestarse cuando empezó a conocerse acerca del hallazgo de los cuerpos. Muchos mostraron su indignación y tristeza realizando intervenciones en lugares emblemáticos, como el Parlamento, y exhibieron zapatos o ropa de niños y niñas, en representación de las víctimas.
También se registraron protestas que culminaron con la quema de iglesias y el derribo de estatuas de figuras simbólicas del colonialismo, como la reina Isabel II. Para el integrante de la nación charrúa, estas manifestaciones no solo se enmarcan en el fervor de la indignación por el descubrimiento de las tumbas, sino que es una cuestión más general que se vio, también, en la destrucción de los símbolos del colonialismo en manifestaciones de países: Estados Unidos, Chile, Colombia y Brasil, entre otros. Delgado observa una actitud generalizada de “voluntad de descolonización” en la que el pueblo es el que se encarga de tomar acciones.