La generación de acuerdos electorales entre partidos políticos tiene historia en Uruguay. Sin embargo, el contexto actual parece ser poco propicio para que surjan nuevas alianzas si se tiene en cuenta que los dos bloques principales, el Frente Amplio y la Coalición Multicolor, se encuentran consolidados y abarcan a la mayoría de los partidos y sectores que hacen a la oferta electoral.

Tan es así, que una de las alianzas electorales que parecía posible, quedó en stand by, según ratificó Richard Read a Sala de Redacción. El ex dirigente del sindicato de la bebida mantuvo algunos acercamientos con el Frente Amplio con la intención de generar un acuerdo electoral, sin pedir ingreso a la coalición de izquierda. Pero Read, que lanzó su agrupación política a principios de 2022 junto a votantes de todos los partidos, le puso freno a su proyecto. 

Mucha de la gente que lo acompañaba “se fue del país, otros ingresaron a un trabajo que impide la militancia y algunos han hecho otra opción política”, explicó, en referencia a las causas que precipitaron su baja del escenario electoral. La presencia de Read en la política nacional hoy es incierta, ya que asegura que no se postularía ni a senador ni a diputado. “No tengo ambiciones de cargos”, sentenció, y agregó que su lugar es “participar desde la opinión política”. 

La experiencia histórica

“El más importante es el acuerdo entre el ruralismo y el Partido Nacional porque significó un momento de quiebre en el sistema de partidos”, señaló el politólogo Antonio Cardarello, consultado sobre los acuerdos electorales más destacados. El politólogo entiende que esa alianza significó “un triunfo muy importante” en términos de alternancia en el gobierno respecto al Partido Colorado. En la elección de 1958 el herrerismo-ruralismo obtuvo el 49,68% de los votos, mientras que el batllismo (Lista 15) consiguió el 37,70%, lo que representó un corte a la hegemonía colorada y generó el primer colegiado blanco.

La propia creación del Frente Amplio (FA), en el año 1971, como coalición de sectores y partidos que nucleaban por primera vez a la izquierda en un “frente grande”, fue todo un hito para la tradición política uruguaya. El politólogo Mauro Casa entiende que fue un “mojón importante” y que allí es cuando se sitúa “la inauguración” de los acuerdos político-electorales. En la elección que se disputó el mismo año de la fundación del FA, la izquierda logró su mejor votación hasta el momento con la adhesión del 18% del electorado.

Más tarde, la coalición volvió a estar al frente de un nuevo acuerdo y se presentó a las elecciones de 1994 con el lema Encuentro Progresista-Frente Amplio y la fórmula Tabaré Vázquez-Rodolfo Nin Novoa. La dinámica de alianzas fomentada por Vázquez se profundizó y se volvió a repetir en los comicios de 1999, que tuvieron por primera vez el sistema de balotaje, introducido tras la reforma constitucional de 1996.

Dos períodos más tarde, de cara a las elecciones de 2004, una nueva alianza integró al Nuevo Espacio, liderado por Rafael Michelini, primero a través de lo que se llamó Encuentro Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría, lo que “a posteriori terminó en que muchos de esos dirigentes se incorporaran al Frente Amplio una vez que este alcanzó el gobierno”, explicó Cardarello.

No hay dos sin tres

El sistema electoral de única vuelta se vincula directamente con la tendencia al bipartidismo, indicó Casa. “Hasta ese momento, más que hacer coaliciones, lo que había era un incentivo para competir dentro de las alas de los partidos grandes”, señaló. En 1994 la tradición bipartidista fue puesta en jaque y “se dio una elección muy curiosa porque hubo triple empate, todavía con el sistema viejo”, recordó Casa, en referencia al nivel de votación alcanzado por el FA. Los resultados de las urnas difirieron apenas en un punto entre el triunfador Julio María Sanguinetti y el nacionalista Juan Andrés Ramírez, que a su vez también se distanció en tan solo un punto del tercero más votado, obtenido por el candidato de la izquierda Tabaré Vázquez. Este escenario mostró un quiebre en el sistema de partidos que caracterizaba hasta el momento a la política uruguaya: “ya no era un bipartidismo o bipartidismo moderado, con fracciones o algunos partidos más pequeños fuera del bipartidismo, sino que había un sistema de tres tercios”, subrayó Casa.

Frente a este nuevo panorama, el Partido Colorado y el Partido Nacional buscaron “una manera de votar juntos contra el FA” con el claro objetivo, según el politólogo, de aumentar el caudal de votos y “prevenir la extinción” de uno de los partidos tradicionales. La reforma constitucional de 1996 modificó el sistema electoral e introdujo la segunda vuelta o balotaje, lo que resolvió un “peligro inminente” para los partidos tradicionales: que “uno de los dos se hundiera”. La reforma habilitó que en el balotaje compitieran juntos contra el Frente Amplio y también “atenuar el voto útil”, señaló Casa. 

Coalición de gobierno

Luego de 15 años de gobierno frenteamplista, las elecciones de 2019 se desarrollaron ante un escenario político complejizado por la participación de un bloque coalicionario compuesto por el Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto, el Partido Independiente y el Partido de la Gente. Esta estrategia electoral le dio la victoria a un gobierno de coalición múltiple por primera vez en la historia. La alianza fue encabezada por el nacionalista Luis Lacalle Pou, quien obtuvo la Presidencia de la República por una ajustada votación definida días después de la apertura de las urnas con los votos observados.

Consultado acerca de las características de esta alianza, Cardarello expresó que no se trató de un acuerdo electoral en primera vuelta, ya que cada uno de los partidos votó de forma independiente con su propio lema y candidato. Sin embargo, para la segunda vuelta, la coalición “utilizó las ventajas que le da el sistema adoptado en la reforma de 1996”, que permite que en un sistema de balotaje se puedan formar alianzas electorales para dar apoyo a uno de los candidatos, “cosa que han hecho los partidos tradicionales ya desde 1999”, afirmó. 

En ese sentido, el politólogo sostuvo que algunos dirigentes de los partidos tradicionales entienden que “el camino que debería seguirse es conformar un gran lema, un gran partido que les permita votar a todos juntos”, pero eso implicaría llevar un único candidato presidencial. Sin embargo, en un escenario como el actual sería nuevamente del Partido Nacional y eso limitaría a los demás partidos de la alianza en sus posibilidades de tener más legisladores. Para Casa, se trata de “una coalición de gobierno en torno a la figura del presidente y no mucho más”, a pesar de las negociaciones parlamentarias habituales para lograr acuerdos. “Muchas veces no parece siquiera que formen parte de un mismo gobierno. Son partidos distintos que gobiernan juntos, pero no bajo un mismo paraguas”, expresó.

Escenario a futuro

Para el politólogo Cardarello, la próxima será una elección “muy disputada”, ya que tanto el balotaje de 2019 como el referéndum de marzo de 2022 “demostraron que los bloques están muy cerca” en términos de votación. Si bien puede haber cambios, las encuestas de opinión pública “muestran ahora un escenario más favorable al FA que a los partidos de la coalición, pero en todas se prevé que va a ser una competencia reñida y difícilmente se gane con luces”, planteó.

Por su parte, Casa describe un “escenario de dos bloques, en el que uno es un poquito más grande, que es el de la coalición”. Desde su perspectiva, esa diferencia se demostró en la segunda vuelta de 2019, en las elecciones departamentales y en el referéndum contra la LUC. La definición, opinó, estará “a nivel de la campaña electoral” dentro de un “escenario donde cada voto cuenta”. El politólogo ve un Frente Amplio que tendrá candidaturas sólidas y firmes, en las que se destacan las figuras de Yamandú Orsi y de Carolina Cosse, quienes “convocan y representan cosas distintas, además de tener una evaluación positiva”. 

“De la interna del Partido Nacional saldrá el candidato a presidente por la coalición”, indicó Cardarello, y observó que el precandidato Álvaro Delgado “históricamente ha cultivado un perfil conciliador y moderado”, mientras que Laura Raffo “comunica muy bien con la opinión pública”, pero encuentra un desafío de cara a “buscar al elector moderado”.

De cualquier manera, y más allá de los acuerdos, ambos politólogos coinciden en que la conquista de aquel electorado no definido o indeciso, que cambia su voto en cada elección, puede ser definitorio, y la habilidad que tengan los candidatos será clave.

Virginia Coubrough / Ruben Ferreira

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