24 de agosto de 1994, cerca de las 20 horas. Por los intercomunicadores de la policía se escucha “clave 52”, que significa “policía en peligro de muerte”. En los alrededores del Hospital Filtro se apaga el alumbrado público y decenas de patrulleros se abren paso por Bulevar Artigas disparando balas de nueve milímetros. Los manifestantes responden con una lluvia de piedras y cócteles molotov. Entre un centenar de heridos, el uruguayo Fernando Morroni, de 24 años, cae abatido tras recibir varios disparos que le provocarán la muerte.

Pocos días antes del episodio, personas a favor de otorgar asilo político a los vascos Jesús María Goitia, Mikel Ibáñez y Luis Lizarralde, acusados por el gobierno español de pertenecer a la organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA), se congregaron en los alrededores del Hospital Filtro. La aglomeración fue en solidaridad y apoyo: los vascos habían iniciado una huelga de hambre, porque preferían morir en Uruguay antes que ser extraditados a España.

Con el correr de las horas y con el agravamiento de la salud de los vascos, la mesa política del Frente Amplio (FA) declaró su apoyo al pedido de asilo político y convocó a militantes y organizaciones sociales a una marcha desde la Plaza Fabini hasta el hospital. Asimismo, el PIT-CNT llamó a huelga general y convocó a una manifestación desde el Obelisco hasta el centro de salud. En simultáneo, el gobierno de Luis Lacalle Herrera dispuso llevar a cabo la resolución tomada por la Suprema Corte de Justicia y extraditar a los presuntos etarras.

Los primeros incidentes comenzaron a las cinco de la mañana del 24 de agosto de 1994, cuando la policía intentó ampliar el cordón policial en torno al Hospital Filtro para preparar el traslado de los ciudadanos vascos al aeropuerto de Carrasco, donde esperaba un avión de la Fuerza Aérea Española. Tabaré Vázquez y Liber Seregni -en aquel entonces referentes del FA- acudieron a la manifestación cerca del mediodía; fueron aplaudidos por unos y abucheados por otros, en medio de un tenso clima.

La represión estatal se recrudeció cuando los manifestantes optaron por quedarse en el lugar tras negociaciones frustradas y la policía ordenó despejar el espacio público, donde miles de personas acampaban desde hacía días. “A sablazo y garrote limpio”, como lo describen testigos del hecho, la Guardia de Coraceros irrumpió a caballo en la plazoleta, donde se registraron los primeros heridos de gravedad.

Los enfrentamientos duraron varias horas y continuaron hasta la madrugada del día siguiente. Se contabilizaron, además de Morroni, una veintena de heridos de bala; entre ellos, un enfermero que asistió de manera voluntaria a la policlínica de la zona para asistir a los heridos y acabó con cuatro balazos en la espalda. Durante la madrugada, se registró la segunda muerte: Roberto Facal falleció tras recibir 12 puñaladas. Al día de hoy todavía se discute si su muerte tuvo relación directa con la represión de “la masacre del Filtro”.

Por parte de la policía, unos 50 efectivos terminaron con heridas leves a causa del enfrentamiento con los manifestantes. En paralelo, los tres vascos fueron trasladados hasta el aeropuerto de Carrasco para ser juzgados en España por crímenes que incluían múltiples asesinatos. Lo ocurrido en las cercanías del Hospital Filtro a fines de agosto de 1994 es conocido como el episodio de mayor represión luego de la vuelta a la democracia.

27 años después

Como cada 24 de agosto, cientos de manifestantes y organizaciones sociales se reunieron en el Obelisco para marchar hacia el Hospital Filtro en reclamo de justicia por los asesinatos de Morroni y Facal. Norma Morroni, madre de Fernando, también estuvo presente. Se la veía conversando con un grupo de personas, entre banderas que piden la liberación de los presos políticos vascos por parte del Estado español y pancartas de corrientes marxistas-leninistas. En general, la prensa ha bautizado a la marcha como de “radicales”.

Bandera en homenaje a Fernando Morroni. Foto: Pablo Traversoni / Sala de Redacción

Con el frío natural de agosto, en vísperas de la principal fecha patria que tiene como antesala a la Noche de la Nostalgia, los manifestantes comienzan a movilizarse sobre las 19.00 por Bulevar Artigas, al ritmo de consignas contra la Ley de Urgente Consideración (LUC), la Policía y los medios de comunicación. La próxima reforma de la seguridad social, actualmente bajo estudio en una comisión de expertos, tampoco es ajena a los cánticos y a las pancartas, en las que se lee “no a la baja de la edad jubilatoria”. Entre estos reclamos del presente, el rostro de Fernando Morroni avanza plasmado en carteles y banderas.

“Bajo un sistema capitalista, la existencia de justicia es algo fantasioso. La justicia, desde el punto de vista institucional y social, vendrá después de un proceso revolucionario”, afirma a Sala de Redacción Mario, de 80 años, mientras sujeta una pancarta que exige “justicia por Morroni y Facal”. Para Mario, que en 1994 estuvo presente en “la masacre de Filtro”, la vía armada elegida por ETA estaba justificada, dado que, luego de la dictadura franquista, tanto el Partido Popular como el Socialista Obrero Español no cumplieron con sus promesas de autonomía al País Vasco y, por lo tanto, “ese pueblo eligió organizarse de forma violenta”. A pesar de su edad, no teme que la marcha de hoy se torne violenta: “Quien está en esto sabe que le puede costar la vida, la familia y la libertad”, sentencia.

En cuanto la marcha llega a la esquina de Monte Caseros, los cánticos adquieren un tono más agresivo contra la Policía y un grupo de jóvenes manifestantes encapuchados rocía de combustible una placa conmemorativa en recuerdo del comisario Luis Pardeiro y su chofer, José Seluja, ambos asesinados por anarquistas en una emboscada en 1932. El monumento se enciende y arde en una viva llama que poco llama la atención de los manifestantes. El mismo grupo de jóvenes posteriormente pintará grafitis en muros y fachadas de instituciones bancarias con reivindicaciones de índole clasista, en los cuales no faltará la clásica letra “A”, símbolo de la corriente anarquista.

En conversación con Sala de Redacción, Laura, de la misma edad que Mario, comparte sus recuerdos de aquel trágico día de 1994. “Al principio, al ver los fogonazos salir de las ventanillas de los patrulleros, pensábamos que eran balas de salva”, cuenta, en referencia a los disparos que la policía descargó sobre los manifestantes. También admite, con desazón, que no cree que los culpables de los asesinatos vayan a ser juzgados, ya que los mismos responsables del operativo policial e incluso “los que tiraron y mataron”, siguieron en actividad y fueron ascendidos durante los gobiernos que le siguieron al de Lacalle Herrera.

La marcha continúa por Bulevar Artigas y culmina en el Hospital Filtro. Allí se lee una proclama que remarca el hecho de que la represión fue ejecutada en democracia, con Lacalle Herrera, Ángel María Gianola -ministro del Interior de la época- y el Estado español como principales culpables. Además, se reivindica “el derecho a la ocupación de tierras, la defensa del agua y la unificación de las luchas obreras”.

Pancarta que exige justicia por Fernando Morroni y Roberto Facal. Foto: Pablo Traversoni / Sala de Redacción

Derecho al asilo

En diálogo con Sala de Redacción, Irma Leites, fundadora de la organización Plenaria Memoria y Justicia, destacó la importancia de seguir marchando 27 años después de los hechos del Hospital Filtro. “Todas las personas que habíamos estado presas, torturadas y en el exilio, teníamos como muy reciente esa necesidad del derecho al asilo. Y cada 24 de agosto, entre la previa y todo lo que sucede aquí, es como que se remueve todo eso. No hay que olvidar la cantidad de vidas uruguayas que se salvaron por refugiarse en otros países”, señaló.

Para Leites, una vez más, la presencia de Norma Morroni en la marcha de este año demuestra que “es una compañera entrañable de lucha”. “Tenemos un vínculo muy profundo que nos hace entender lo que han sido todos estos años para ella, afrontando la miseria y la muerte de un hijo que no se la esperó”, añadió.

Con respecto a la LUC, la militante dijo que “es una ley de los de arriba que se derrota solo con los de abajo, en las calles”. “Es absolutamente despectiva de las libertades y me parece que acá hay un debate entre lo legal y lo legítimo. Lo legítimo es que la gente siga ocupando si es necesario, que siga cortando una calle si es necesario. Mi opinión personal es que esto hay que derrotarlo en las calles”, comentó.

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