Suena el timbre y responden “Luana”, seguido de otro timbre apabullante para la entrada de los invitados. Oriunda de Colonia, escorpiana, del 18 de octubre y con tan solo 22 años, fue la última persona que cantó el himno nacional en un partido de la selección y será la artista que llevará la plena a uno de los festivales más grandes de la región, el Cosquín Rock de las Sierras de Córdoba.

La tímida charla inicial entre Luana y los invitados entró en calor con una simple merienda. Estaban Tao, el hijo de la cantante, que jugaba y recorría la oficina de punta a punta, y los jóvenes que iban a compartir un rato entre charlas y canciones en la espaciosa mesa de reuniones de una casona en el casco histórico de Montevideo.

Diciembre inició con una prueba de fuego en el Teatro de Verano con la presentación de “Identidad”, donde la cantante puso toda su artillería artística desde lo más alto al bajar de un arnés que la suspendía sobre el escenario. Pero 2024 la espera con otras perlas que se añaden a su carrera: en febrero, tiene un nuevo destino, uno que se deja ver entre las rocosas pendientes que alojan al Cosquín Rock; Luana dice a Sala de Redacción que cuando se le menciona el show entiende que es la puerta “más grande” que ha tenido hasta el momento, que le permitirá estar en la televisión nacional argentina, donde habrá posibilidad de “compartir backstage” y nutrirse de otros artistas. Será un momento en el que “todo se conecta”, además de la oportunidad de “representar a Uruguay y su cultura”, algo no menor ya que “estamos llevando la plena” a la región.

Luana Persíncula tiene una carrera musical en auge que inició de forma “espontánea y radical”, ya que con un sólo tema -“A ella”, de 2018- “funcionó todo”, “fue de una”. Hace música desde pequeña, y empezó con su padre en una iglesia, pero en términos comerciales lo intentaron “una vez sola y funcionó”, algo que fue un proceso “muy caótico” y de “exposición abrupta”. Los cambios en su vida la llevaron a entender que ya no era una simple “gurisa del liceo”, y aunque aún es una persona joven, ahora se encuentra en esa situación en la que “la gente está trabajando por vos”. La responsabilidad que esto conlleva es “todo un viaje”, además de lo “increíble” de la gente y el sentir “por primera vez el cariño”, una experiencia que “es verdaderamente hermosa”.

Para trazar su camino, hubo quienes la impulsaron a ser la artista que es: mujeres como Soledad Pastorutti o Lali Espósito eran figuras que a Luana la nutrieron en su andar. También Vanessa Britos, la cantautora de plena, alguien que también arrancó con su padre y “desde muy chica”.

Artista y mujer empresaria

La experiencia de vivir de su arte inició como un camino “hacia la exploración”. Para Luana, lo que tiene Uruguay al ser un mercado “tan chico” es que son escasas las bandas que logran sobrevivir de la música. Intentar “sobrevivir de esto” requiere de hacer una investigación del mercado y a la vez buscar respeto y el “lugar de la mujer empresaria”, que aún está conducido casi totalmente por hombres.

En esa barrera de cristal que intenta romper, haber podido armar “un equipo de mujeres” hace que los planes se concreten. Su hermana, Soraya Persíncula, es quien se encuentra encargada de toda la administración económica, y Yuliana Bengoa es parte del equipo de producción, “una muchacha que arrancó desde muy chiquita”, a los 16 años, y que compartió horas de trabajo con artistas como Rada, Fernando Cabrera y Francis Andreu, “de otro palo”, lo que le permitió traer la “profesionalidad al mundo tropical”. Si bien reconoce que hay otros artistas del ámbito que se manejan de manera profesional, para ella los principales han sido Lucas Sugo y Chacho Ramos, mientras que en los espacios “más reducidos” se genera “mucha desprolijidad y no hay un foco de proyección y desarrollo, que es lo que estamos trabajando”.

Con dos años de carrera ininterrumpidos, Luana ha diversificado los estilos y géneros en sus shows y eso lo considera “un gusto” que ella se da por el amor que le tiene a la música. “Me encanta cantar todo lo que pueda cantar”, y en su sinceridad nunca imaginó que las oportunidades “justo iban a ser esas”. “Amigue Remix” fue su primer click, la canción que le sirvió para “ir viendo que los artistas están compartiendo a pesar del género”, y que entre todos “nos estamos animando un poco más a deconstruir y experimentar”.

La vida privada y el público

En 2018 el Instituto del Niño y del Adolescente del Uruguay (INAU) le revocó el permiso de trabajo y quedó sin la habilitación correspondiente para subirse a los escenarios hasta no ser mayor de edad. En esa época, en declaraciones a los medios, sostuvo que atravesó un delicado momento depresivo. Ahora cuenta que lo que la ayudó fue ver el apoyo de la gente, que “estaba enojada con esa decisión”, y sentir que no eran solo “dos canciones”, sino que gustaba como artista.

Un año más tarde, en 2019, salió “Mi primer amor”, el tema con el que Luana acompañó su vuelta a los escenarios, y sintió “todo el apoyo y recibimiento de la gente. Fue ese el motor, más allá de mi familia y mi ex pareja que sostuvieron y me dijeron que no decayera”. Las redes sociales fueron parte de esa contención que recibió, pero a su vez tienden a ser un ambiente hostil y sostiene que “es complicado y hay momentos” en relación al público. Si bien reconoce haber formado una comunidad “super incondicional y fiel que está al firme”, también hay cosas que acarrea la masividad y que ejemplifica a través del día que cantó el himno nacional: “todo el mundo opina, desde el más grande al más chico, y ahí se distorsiona un poco, porque no sabés si te odian o te quieren”, son “polos muy opuestos”.

Además, considera que el estigma “es difícil de definirlo, pero siento que hay aún mucha discriminación por los géneros musicales”, y la plena es “controversial porque se discrimina mucho pero también se goza y se disfruta”. Hay quienes “critican, pero después están tirando el 2 y 1 y la agachadita allá abajo”. El término “terraja” le molesta un montón y se interroga: “¿Qué es lo terraja?”. “Hay una controversia” porque la juventud de ahora “está muy diversa” y si “les gusta, lo escuchan”, pero también están las “mentes un poco cuadradas”. Aun así, cree que el público uruguayo está “adaptándose” y “los hijos enseñándole a los padres las cosas nuevas”.

Una experiencia difícil de describir

“Re quemé etapas, fui mamá a los 18”, cuenta, pero siente que le ayudó a tener la madurez para “enfrentar todas las responsabilidades de hoy”. Asume que “a veces me ataca la pendeja de agarrar y decir ‘me voy tres días de gira’”, una idea que le “encantaría” pero prefiere ser prudente. Pensar tres veces las cosas es un mecanismo que le permite centrarse, porque en este momento “o doy un paso en falso o lo doy seguro”.

Cuando era “más chica” le afectó que ella y sus amigos tenían otro “mood de vida”, y mientras “veía todas las historias de los fines de semana de mis amigas, yendo al boliche, yo que soy re fiestera”, tenía en cambio que ir a Artigas en donde había dos mil personas “esperando para disfrutar el boliche conmigo, con la banda”. A pesar de la determinación con la que hoy Luana cuenta sus andanzas, también aceptó que de chica esa vida convulsionada de estímulos, propios de un artista musical, tuvo consecuencias en los vínculos, ya que “no podía ir a tomar mate a la rambla con mis amigas porque me tenía que venir acá a grabar y a hacer notas”, y eso la “frustraba un poco”, pero a la vez “sabía que tenía que hacerlo”.

Las experiencias de trabajar en boliches del ámbito nocturno es una vivencia que aún la cantante no sabe “cómo describir”, porque si bien se “súper divertía”, las personas “iban a re partirse”, mientras que ella le tocaba vivir “todo lo que sucedía pero re de cara”. Asume que fue “un poco estresante” hacer 10 boliches por noche, con los “gritos, cinchada de pelo, de ropa, toda esa ebullición, ese fervor, yo era muy chica y no comprendía cómo controlar eso”.

Las experiencias fueron diversas, y atravesó cosas que hubiera preferido no vivir, como “caer tan ignorante en la industria musical”. Uno “sueña con ser cantante, subirse al escenario, las luces, ponerse algo lindo, perfume”, pero hay que entender “la economía y la distribución, cómo mantenerla, proyectarla”, todo lo que tiene que ver con “la administración de una empresa”. El mercado tiene dificultades y es un ambiente difícil “porque somos tan pocos, que todo el mundo se pelea por un trozo de la frutilla de la torta”.

Lograr vivir de su arte puede ser considerado un éxito, pero la cantante lo matiza: “éxito es ganar la copa del mundo o ser Beyoncé”, dice y se ríe. En esos pasos que le faltan por dar, luego de unos instantes de silencio, comenta que “nacionalmente” es aceptada, aunque ese camino al éxito tiene otros rumbos como “lanzar un disco, tocarlo por todo el exterior, seguir juntándome con artistas y grabar cosas nuevas, armar un tour, creo que eso. Por ahora estuve caminando y aprendiendo”.

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