Las personas privadas de libertad del Módulo 4 de la Unidad Penitenciaria Santiago Vázquez, ex Comcar, expresaron sus pensamientos y reflexiones a través de un concurso de poesía, luego de varios procesos burocráticos atravesados tanto por alumnos del centro como por docentes y educadores. 

La actividad fue organizada principalmente por uno de los reclusos, Sergio, y también por un grupo de educadores que apoyaron la idea y pusieron en marcha el proyecto. La consigna se basaba en escribir un poema. No importaba su extensión ni la temática escogida. Algunos hablaban de amor y otros de la constante batalla entre la vida y la muerte. 

El sol, la temperatura agradable y los escasos mercados de la zona son lo primero que se percibe antes de la entrada. Pocos pasos después, los colores gris y verde, los enrejados y el silencio pasan a ser protagonistas de una escena que comienza a parecerse más a lo que es esperable encontrar en la visita a un centro penitenciario. 

Los operadores encargados de la seguridad de la entrada del centro saludan amablemente y muestran el camino a los distintos controles y los módulos. Finalizado dicho proceso, se abre el portón que lleva a una realidad no tan distinta a la que se vive a menos de 20 metros puertas afuera.

A diferencia de lo que se podría esperar, el canto de los pájaros, los perros caminando a paso lento y el césped son lo primero que se percibe en el penal mientras se camina hacia la Comunidad Educativa. A pocos metros de la entrada está el primer módulo. Cuenta con una amplia zona verde donde los reclusos cuelgan su ropa y se sientan a disfrutar del sol que la mañana les brinda. Al lado, una zona de visitas con algunos bancos y juegos esperan a los hijos y familiares de los privados de libertad. 

“Son cientos los reclusos que quisieran tener acceso a la educación pero no se les brinda la oportunidad”, comenta un educador. A veces por comportamiento, otras veces por falta de constancia, “es muy difícil tener cierta continuidad con los talleres y cursos”, siguió. “Aquellos viven encerrados, es muy diferente a lo que se ve acá adelante”.

Varios metros antes de chocar con esa realidad, decenas de estudiantes y compañeros esperan ansiosos la lectura de los poemas ganadores. Sergio, recluso que participó de la organización del evento, habló con Sala de Redacción. “Es verdad que el 100 por ciento no mejora, pero algunos mejoramos y eso para mí es re importante”, explicó, haciendo referencia a este tipo de actividades. “Está bien trabajar 8 horas pero lo ideal sería trabajar medio horario y estudiar, para poder salir adelante”, detalló, y continuó contando sobre algunos de los planes y proyectos de cara a los próximos meses.  

Kevin, uno de los tres ganadores del concurso, también conversó con Sala de Redacción. “Yo soy uno de los ganadores, pero me da vergüenza, no lo quiero leer”, comentó tímidamente. Minutos después se animó a mostrarlo al pequeño grupo de personas que estaban en la habitación y con pocas palabras impresionó y cautivó a los presentes. “La vida es el diamante más valioso que existe”, fue uno de los versos que recitó. 

Pocos minutos antes de las 11 de la mañana comenzó la entrega de premios y la lectura de poemas. Dos de los ganadores leyeron sus textos y fueron aplaudidos y felicitados por los presentes. El tercer ganador, que fue representado por uno de sus compañeros, escribió versos como: “Quiéreme como yo quise quererte en un momento de mi vida. Te quise mucho pero me obligaron a odiarte sin ningún motivo.” 

Finalizada la lectura y la entrega de premios en reconocimiento a su trabajo y esfuerzo, uno de los estudiantes ajenos al concurso tomó la palabra. “Le quiero dar las gracias a los profesores. Nosotros venimos a estudiar y ellos nos tratan con respeto, entonces nosotros también respetamos”, expresó, y nuevamente los aplausos se hicieron presentes. 

Una vez más, Sergio se acercó al micrófono: “lo que estamos haciendo es apostar a un futuro, para los gurises, la familia y los niños que vienen acá también (…) Tenemos ideas, proyectos y un equipo de trabajo que se está organizando mucho”. Por último, concluyó: “la idea es que se cumplan nuestros derechos y nosotros cumplir con nuestras obligaciones”.

El micrófono se apagó, el timbre sonó, y los presentes entendieron que era momento de volver a clase. Con un cuaderno y una lapicera bajo el brazo, los reclusos comenzaron a entrar a los distintos salones que componen la Comunidad Educativa. Algunos otros continuaron disfrutando ese ratito de sol que calentaba el patio e incluso dos de ellos se quedaron ultimando detalles sobre los próximos pasos a seguir para continuar sus estudios terciarios con tutores a cargo. 

A pocos minutos del mediodía, los ajenos al establecimiento comenzaron a emprender el camino de vuelta a los módulos. Los reclusos que trabajan en el lugar saludaron amablemente antes de continuar con sus labores y nuevamente el clima de tranquilidad que se sentía al momento de entrar volvió a predominar.

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