Son las seis de la tarde de un sábado ocho de octubre nublado, ventoso, frío, que sugiere tormenta e invita a no salir a ningún lado. Sin embargo, me encuentro en la ruta interbalnearia rumbo al Campus Municipal de Maldonado donde en tres horas y al aire libre La Renga dará un recital y presentará su último disco “Alejado de la Red”, en una gira que ya los llevó a Chile y distintas provincias argentinas. Al mismo tiempo, cientos de personas comienzan a ingresar al Estadio Domingo Burgueño Miguel y la banda local “Viejo Perro” cumple la función de telonera, entreteniendo al público que hace horas -y en algunos casos días-, está en las inmediaciones esperando por el décimo show del grupo argentino en Uruguay y primero desde que tocaron en Paysandú, seis años atrás.

A mi me gusta el rock, el maldito rock pero La Renga nunca había formado parte de mi repertorio personal hasta las semanas previas al show en las que, a sabiendas de que iba a asistir, para evitar la ignorancia total y por respeto a la banda, me sumergí en su discografía. La razón por la que compré una entrada para el recital de una banda que desconocía estaba a mi lado al volante; mi amigo Diego, un tipo nacido en la época incorrecta, que maneja el celular solo para “lo necesario” (enviar y recibir mensajes), nunca te va a responder un mensaje en Instagram y aborrece que la gente use el celular “todo el tiempo”. Le gustan los autos clásicos, “mientras más viejos mejor” dice siempre, y si bien sus gustos musicales oscilan entre Zitarrosa, las cumbias de Chacho Ramos y los clásicos pop de Elton John, el rock guarda un lugar especial por sobre todos los demás.

–Fa si, estoy re manija, al fin vamos a ver a La Renga –respondió cuándo le pregunté si estaba contento de ir a ver a la banda de la que es seguidor hace años, un gusto que heredó de su hermano.

–Me acuerdo cuando Santi se mudó y yo me fui para su cuarto, él tenía pegado en el armario un pegotín de La Renga. Yo los conocía de nombre, pero cuando vi que él los escuchaba dije ta, deben de estar de más –y así fue.

Así como a Diego, la banda argentina ha encantado a miles de personas con su música a lo largo de los años, prueba de esto es el concierto que dieron en el Estadio Monumental de Núñez en 2002 donde cerca de 50 mil almas se reunieron a escuchar a la banda. Este recital, en un contexto tan problemático como el de Argentina a principios de siglo, se transformó en un hito que consagró a la banda en la historia del rock rioplatense.

Veinte años después, alrededor de veinte mil fieles seguidores y algunos pocos curiosos invadimos Maldonado para un nuevo espectáculo de La Renga. Subiendo las escaleras de caracol, la entrada designada termina en la conjunción de la platea norte y la tribuna oeste, en uno de los puntos más altos del Domingo Burgueño, que permite ver el campo inundado por una marea de gente. Las prendas predominantemente negras y grises, muchas vinculadas a equipos de fútbol uruguayos; camperas de abrigo y capuchas son lo único que protege un poco del frío viento y la esporádica lluvia. A nivel de cancha se encuentran los stands de merchandising, de bebida y los baños, que tienen largas colas de gente, algunos haciendo tiempo previo al show y otros dejando todo pronto. En el lado opuesto del campo estaba instalado el escenario, entremedio de dos pantallas gigantes, los colores flúor resaltan en la escenografía de un barco demonizado, con dientes afilados y pupilas en forma de rayo.

Cerca de las 22 horas la red lumínica del estadio se apaga, automáticamente gritos y silbidos de expectativa estallan en todo el Campus, muchos de quienes esperaban en las filas de los servicios comienzan a picar por la cancha para acercarse al escenario en donde Manuel Varela, Jorge Iglesias, Gabriel Iglesias y Gustavo Nápoli tocan los primeros acordes de Buena Pipa, el segundo tema del nuevo álbum, seguido de Parece un caso perdido, otro de sus últimos temas. Si bien la energía del público estaba alta desde el comienzo, al sonar A tu lado, tema del icónico disco Detonador de Sueños, tuve mi primera experiencia real de un toque de La Renga. Saltos, empujones, gritos y lluvia de cerveza a más de veinte metros del escenario. Sobre el centro de la multitud, una bengala roja se enciende.

–¡La bengala che! –mecha entre las letras de la canción “Chizzo” Nápoli, intentando llamar la atención de quienes tienen la pirotecnia. Algunos temas después, el incidente se vuelve a repetir y tras finalizar la canción, en una de las típicas pausas, el líder de la banda se volvió a expresar:

–Por favor no prendan bengalas, ya tuvimos un par de chicos que se quemaron –seguido por un aplauso del público. Años atrás, un fanático de la banda fue gravemente herido por una bengala durante un concierto, lo que provocó su muerte algunos días después. A partir de este llamado de atención, ninguna bengala se volvió a prender y el recital continuó desarrollándose prácticamente en paz y casi que de manera continua.

Durante los primeros minutos del show la lluvia se hizo presente, pero poco importó a músicos y fanáticos que disfrutaban de un gran espectáculo. Sin embargo, pasada la primera hora de recital, unos inconvenientes técnicos en los pedales de la guitarra obligaron a parar por algunos minutos el show, e incluso el tema En Bicicleta, también del nuevo disco, fue detenido y reiniciado por la banda por temas sonoros. Durante la interrupción, Nápoli aprovechó a agradecer la hospitalidad de Maldonado y el amor que siempre recibe la banda en Uruguay, así como para saludar a los fieles seguidores del grupo, causando el alarido de un público que siempre se mantuvo alentando. Por fuera de este inconveniente causado por las inclemencias del tiempo el show ha sido impecable técnicamente, el sonido claro, la iluminación acompaña la música y ayuda a resaltar los detalles de la escenografía, y el arte que se muestra en las pantallas varía entre las canciones –desde castillos prendidos fuego, a imágenes del juego “Guitar Hero” o el tablero de una motocicleta–. Toda esta producción es responsabilidad del grupo de trabajo de La Renga, que se ha mantenido independiente en lo relacionado al sello discográfico, el trabajo en estudio y la producción de espectáculos desde 2002.

Luego de un intenso trabajo del equipo de sonidistas y tras unos temas para acomodar todo y entrar en calor, sonó Panic Show, donde la energía volvió a donde estaba al principio. El Viento Que Todo Empuja y El Revelde –dos clásicos– hicieron estragos en mi sistema aeróbico. La energía que se transmite por esos parlantes hace imposible no fundirse con el pogo, saltar, empujar, ser empujado y cuando llega el final del tema descansar, sonreír y agradecer a los músicos con aplausos.

–Ustedes los argentinos sí que aguantan, que lo parió, eso es lo que tienen, son increíbles –dijo mientras me abrazaba un hombre de unos 50 años, con canas en el pelo y en la barba, algo más bajo que yo y visiblemente cansado, al que nunca había visto en mi vida.

A pesar de que no soy argentino no lo corregí, simplemente le sonreí y le devolví el abrazo, un poco por falta de aire para hablar y otro poco por no querer arruinar esa maravillosa muestra de afecto. Y es que este recital se sintió como una gran juntada familiar con primos lejanos. Las banderas colgadas en el estadio daban cuenta de la presencia de gente de La Teja, Buenos Aires, Rosario, Chaco, Tucumán, Mendoza e incluso Chile, además de banderas de clubes deportivos como Independiente, San Martín, Peñarol y Nacional. Y a pesar de que cada uno tiene su bandera, miles de personas encontraron la comunión en la música de La Renga.

Para cerrar, la banda tocó El Final es en Donde Partí y Hablando de Libertad (ambos temas de su álbum más popular: Despedazado En Mil Partes), que explotaron en el pogo más grande e intenso de la noche, incluso después de más de dos horas de show. En la última pieza, y tras unas cariñosas palabras de Nápoli a todo el público, un video de imágenes tomadas esa misma tarde de los fanáticos llegando al campus acompañó la canción. Lo entendí como un agradecimiento de la banda hacia su público, un detalle formidable para cerrar una noche de recuerdo. Aguante La Renga.

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