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El último adiós al expresidente

José “Pepe” Mujica (1935-2025)


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Una solemnidad melancólica invadió Montevideo este miércoles. Desde temprano miles de personas se arrimaron al centro de la capital uruguaya para asistir al cortejo fúnebre del expresidente José “Pepe” Mujica, fallecido en la tarde del martes. Personas de todas las latitudes, visiblemente conmovidas, se unieron a la despedida que partió en caravana desde la Plaza Independencia hasta el Palacio Legislativo, donde el féretro que llevaba a Mujica fue ingresado al Salón de los Pasos Perdidos para su velatorio.

Sobre avenida Libertador y Venezuela, frente al IPA, un graffiti rezaba “hasta siempre querido Pepe”. Carros de choripán y vendedores de flores hacían lo suyo, mientras una interminable fila se formaba en dirección al Palacio. Banderas del Frente Amplio, del MLN-T, de Uruguay, Argentina, Nicaragua y España abrazaban los hombros de quienes aguardaban, mientras otras bailaban guiadas por muñecas fuertes cortando el aire. Un murmullo colectivo daba la impresión de una tristeza discreta.

El Salón de los Pasos Perdidos es, paradójicamente, un lugar de encuentro. Allí el frío del mármol se aplacaba con el calor de las visitas que, a izquierda y derecha, veían las decenas de ofrendas enviadas a Mujica, mientras la guardia del recinto apuraba el paso. Su cuerpo descansaba contenido por el susurro apaciguante, cual canción de cuna, de quienes iban a despedirlo. A sus pies, una cartita con la letra de un niño, decía: “Grasias (sic) Pepe, hoy tengo un hogar digno”.

De vuelta en avenida Libertador, aquel lugar parecía haber trastocado algunos ánimos que se consolaban en apretados abrazos. Jóvenes vestidos de negro, con camisetas que decían “No me voy, estoy llegando”, ordenaban la salida de las escaleras del Parlamento en dos grupos: uno en el que la gente se iba, y otro en el que, en una nueva fila, esperaban para escribir en un libro de firmas sus últimas palabras para el expresidente.