Un profundo silencio envuelve el lugar. Los espectadores perciben tenues tintineos de una pelota que va de mano en mano y que pretende cruzar la línea del arco. El público, como los jugadores, son conscientes de lo que está ocurriendo. Algunos lo captan a través del sonido, mientras otros lo observan detenidamente. Nadie se atreve a celebrar el anhelado “gol” hasta que el árbitro haga sonar su silbato.

El goalball es un deporte paralímpico que practican personas ciegas o de baja visión, presente en Uruguay desde 2016. El único equipo que entrena actualmente, lo hace en la Plaza de Deportes N°5, donde les brindan el espacio de manera gratuita. Tienen dos grandes objetivos: a nivel nacional, empezar a entrenar en departamentos del Interior para incitar a más jugadores, y en cuanto a lo internacional, gestionar el proceso de una federación específica de goalball para participar en competencias del exterior. Una Federación Deportiva de Goalball es un paso crucial para cumplir la regulación de la IBSA (International Blind Sports Federation), entidad que supervisa los deportes para personas con discapacidad visual en todo el mundo, indispensable para competir en eventos de gran envergadura, como por ejemplo los Juegos Paralímpicos de París en 2024.

El técnico y el árbitro

Para proporcionar la orientación de los jugadores y el bienestar del grupo, es notable la presencia de dos figuras cruciales: el entrenador y el árbitro. Manuel Franco, que tiene el desafío de asumir ambos roles y se desempeña como la pieza clave que orienta, cuenta a Sala de Redacción que en 2018 el deporte experimentó un resurgimiento, gracias a una nueva directiva que retomó lo que se había interrumpido en 2016 debido a la falta de entrenadores. Franco era profesor de educación física y le ofrecieron la oportunidad de entrenar a los jugadores. Inició su aprendizaje a través de cursos en línea y posteriormente realizó varias capacitaciones en Buenos Aires. Desde entonces, desempeña el papel de preparador físico para jugadores con discapacidad visual y auditiva.

El juego se desarrolla en una cancha de 18 metros de largo por 9 metros de ancho. Los arcos, en tanto, ocupan 9 metros de ancho y tienen 1,3 metros de alto. El área de juego se divide en seis zonas y a cada equipo le pertenecen tres zonas de 3 metros cada una. Las áreas más cercanas a cada portería se conocen como zonas de defensa u orientación, seguidas por las zonas de aterrizaje, y finalmente las dos zonas centrales que se denominan neutrales. Dentro de las áreas de defensa, hay seis marcas estratégicas que facilitan la orientación y ubicación de los jugadores, que deben defender su arco y realizar goles. Visten equipos deportivos y lentes que anulan por completo la visión para nivelar las condiciones de quienes juegan y, en caso de ser una persona con baja visión, no jugar con ventaja en cuanto a las personas ciegas. Poco más de un kilo es lo que pesa la pelota que se utiliza para jugar, tiene cascabeles y mediante su sonoridad permite a los jugadores detectar su ubicación y realizar las jugadas. Cada partido se compone de dos tiempos que tienen una duración de diez minutos. Entre el final de un encuentro y el inicio del siguiente se establece una pausa obligatoria de al menos tres minutos.

Enseñar los movimientos en este contexto es un desafío considerable, pero el goalball posee una característica única: está diseñado para que los jugadores sean autónomos en la cancha. Una vez que quienes juegan comprenden la dinámica, la orientación se facilita mediante acciones. Algunas de estas son tomarles la mano o la cintura, realizar giros y enseñarles tres bases esenciales: la posición del arco, las líneas en el suelo y la identificación de la voz de sus compañeros. Con estos fundamentos, la continuidad en el aprendizaje se vuelve más accesible.

Antes de dar inicio al partido, Franco tira al aire una moneda. El equipo ganador podrá elegir la portería que desea defender o decidir si prefiere lanzar o recibir. La elección que descarte será automáticamente asignada al equipo contrario. La pelota debe picar en los sectores definidos. Si rebota más allá, esto constituye un “out”, falta común al principio del juego, ya que “algunos jugadores aún no han internalizado completamente la ubicación de esta línea y la pelota pica más allá de lo permitido”, comenta el entrenador del equipo. 

Al comenzar la segunda mitad, las posiciones y las situaciones de lanzamiento o recepción se invierten. El balón es entregado al equipo que tiene la posesión. Una vez que la pelota se encuentra en el suelo, Franco tiene la autoridad para dar la orden de “play” y poner en marcha el reloj. 

El técnico es encargado de cumplir la estricta normativa que contribuye a la fluidez del juego: si la hinchada, el banco de suplentes o los jugadores generan ruido, se sanciona con un penal. Los jugadores tienen un límite de 10 segundos desde que la pelota les toca para realizar un tiro; de lo contrario, también se sanciona con un penal. Y otra situación de penalización se constituye si la pelota permanece en la cancha durante 10 segundos sin ser devuelta. El juego se desarrolla de manera estratégica, para evitar colisiones innecesarias. A diferencia de deportes de invasión de campo como el fútbol, ​​donde la comunicación constante es esencial, cada equipo en el goalball está delimitado a su lado de la cancha.  

En el equipo hay una participación femenina activa. Tienen alrededor de 10 a 12 jugadoras, aunque la asistencia puede variar en cada ocasión. “A pesar de que no todos participan simultáneamente, este compromiso femenino es motivo de satisfacción para nosotros”, comenta Franco. 

Los jugadores

Micaela Placer tiene 22 años, practica goalball desde 2020 y aspira a representar a Uruguay en una competencia. Además, alienta a quienes estén interesados a unirse al equipo y señala que “se está tratando de llegar al Interior para que se difunda el deporte”. La jugadora destaca la importancia de atraer a más mujeres para contribuir al crecimiento del equipo femenino. 

Anthony Da Luz tiene 34 años, es estudiante del Instituto Superior de Educación Física, juega en el equipo de fútbol para ciegos de Peñarol y forma parte del de goalball desde 2019. Cuenta que lo que buscan es “crecer como equipo y lograr que Uruguay obtenga un reconocimiento internacional”. Los jugadores tienen una camiseta oficial de competición que están estampadas en el pecho y en la espalda con números entre el 1 y el 9. Esto los diferencia como equipos en las prácticas y una vez al mes, realizan una suerte de “torneo externo” para jugar con las reglas oficiales y tener una “sensación de competencia”. Estas prácticas les permiten aprender “a lidiar con las victorias y derrotas, porque más allá de todo, es un deporte y un juego”, menciona Da Luz. 

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