La situación del módulo 8 del ex Comcar -actual Unidad Nº4 de Santiago Vázquez- volvió a adquirir relevancia en los últimos días, cuando el comisionado parlamentario penitenciario Juan Miguel Petit presentó, junto al consultorio jurídico de la Facultad de Derecho, un recurso de habeas corpus ante el Poder Judicial. “Nosotros pedimos que se hagan presente las actividades, se tienen que desarrollar talleres socioeducativos”, dijo Petit a Sala de Redacción. Además, la jueza Blanca Rieiro determinó que se cierren los módulos C1 y C2 y que los reclusos sean realojados en un plazo de 15 días. Consultado sobre a dónde serán enviados, Petit dijo que eso “es materia de la administración”.

En octubre de 2018, el comisionado parlamentario visitó 117 de las 120 celdas del módulo 8 del ex Comcar. Estas, divididas en tres sectores (A, B y C) presentaban condiciones inhumanas, tal como lo plasmó Petit en el informe que remitió al Parlamento y en el que se basó para presentar el habeas corpus.

En el relevamiento realizado se contabilizaron 502 personas, de las cuales 294 no disponen de una cama y duermen en el piso, ya sea en colchones o cartones. Si se calcula el nivel de hacinamiento del lugar según los estándares de las Naciones Unidas -en el entendido de que la cantidad ideal de plazas es 100, y que debe haber al menos una cama por plaza- este sería del 234 por ciento, cuando según dichos estándares un 120 por ciento de hacinamiento ya es considerado una “superpoblación crítica”. En otras palabras, el módulo está desbordado.

La situación de hacinamiento no se da sólo por la cantidad de personas, sino también por el encierro permanente. Si bien todos los sectores están superpoblados, tanto el B2 como el C1 y C2 presentan las peores condiciones. Las celdas son de 12 metros cuadrados (5 metros por 2,40 metros), y están pensadas para una o dos personas; sin embargo, el promedio es de cuatro personas por celda, que conviven allí las 24 horas sin ningún tipo de material para matar el tiempo.

“El problema del módulo 8 es que estás encerrado 24/7. La mente maquina mucho, imaginate estar 24 horas trancado con cinco delincuentes más”, contó una persona privada de libertad, hoy reubicada, pero que supo estar en el módulo. “Empezás a especular que uno u otro te quiere lastimar, y eso te lleva a hacer cuchillos, a enfrentamientos”.

“Es una tumba gigante, el olor a muerte te abraza y se queda en tu ropa”, dijo a Sala de Redacción un recluso de otro módulo. “Los gurises cuando salen del módulo parecen perros encadenados. No saben para dónde ir, qué hacer o con quién hablar”, y coincidió con su compañero que el gran problema es la imposibilidad de salir: “Partamos de la base de que el encierro no es la solución, y sumale la mala alimentación, la mala atención médica, las drogas y la soledad. No va a salir un nene bueno. La mayoría de los presos tienen problemas con las drogas”, y añadió que “la solución es atención psicológica, médica y psiquiátrica. Es claro que acá no hay ganas de rehabilitar a nadie”.

Idealmente, las celdas deberían abrirse al menos una vez por día para limpiarlas y para llevar la comida. Sin embargo, la basura se tira a través de un “ventanuco” que tiene cada una de ellas en el fondo. Los desperdicios van a parar a corredores que limpia una cuadrilla todos los días, lo que no evita la plaga de roedores que asola el módulo. Además, según contó la persona que estuvo en el módulo, “en verano no sale agua de la canilla”. Respecto a la comida, contó que hay dos ollas de 15 litros por día. “En un sector son 10 celdas arriba y 10 abajo, imaginate que hay 80 presos por piso que alimentar”.  

En definitiva, la puerta de la celda sólo se abre si hay visitas y esto genera situaciones de violencia. Como contó uno de los reclusos, “la mayor parte de las veces la visita se termina antes porque se agarran a puñaladas”. Según Petit, las situaciones violentas y el aislamiento al que son sometidas las personas complejizan la reinserción a la sociedad.

“El 8 es algo que hay que cerrar”, zanjó el recluso de otro módulo, y añadió que en las zonas de la cárcel que son “de castigo” se hace difícil asistir a actividades. “Viene gente de (la organización) Nada crece a la sombra y trabajan con nosotros, además, un grupo sale a estudiar”, pero si hay requisa en otro módulo, los restantes no tienen permitido asistir: “Si hay requisa en el 3 no salís, si hay en el 10, tampoco. Los protocolos de seguridad están obsoletos. Sólo salen los módulos de confianza como el 7 y el 9. Vas perdiendo actividades”.

El Ministerio del Interior presentó una apelación al fallo de la jueza Rieiro en el que se indica que la actitud del comisionado Petit “no resulta del todo clara”, y que decir que en el módulo 8 hay una violación sistemática de los derechos humanos es una expresión “totalmente exagerada. No debería ser parte del fallo si se hubiera prestado atención a lo manifestado en la audiencia”, tanto por los representantes del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR), como por el mismo comisionado. Desde el ministerio se sostuvo que el traslado de reclusos es más complejo de lo que parece debido a que en los sectores C1 y C2 del módulo “se encuentran personas que han sido formalizadas con prisión preventiva y son los más peligrosos de acuerdo al perfil otorgado por el centro de diagnóstico”. Además, se indicó que sólo en 2019 se invirtieron 39.412 pesos para el acondicionamiento del módulo y se afirmó que “no hay hacinamiento”.

Cuando Sala de Redacción intentó contactarse con el ministerio acerca de lo expresado en esta apelación, se dijo que las autoridades no hablarán al respecto por tratarse “de un tema complejo y delicado”.

Que la situación del módulo 8 volviera a hacerse pública sirvió para que se retomara la discusión sobre las condiciones que se viven en las cárceles, un debate poco dado sobre una población invisibilizada y que necesita hablar.

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