El ruido del mundo parece cada vez más pesado, más sólido, más real. Se presenta en varios lugares, por no decir en todos, y nos acompaña todo el día, incluso cuando creemos no escuchar. Pero, ¿qué es en realidad el ruido y cómo lo enfrentamos? Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se considera ruido a cualquier sonido superior a 65 decibelios (dB), y este se vuelve dañino para la salud al superar los 75 dB. 

Un sonido puede transformarse en un contaminante para la salud de una persona cuando es sostenido en el tiempo y tiene determinada intensidad, explica Rosana De Boni, responsable de la mediación comunitaria de la Defensoría de Vecinas y Vecinos de Montevideo, a Sala de Redacción. La normativa de la Intendencia de Montevideo (IM) considera como ruidos molestos a “los que superan los 45 dB entre las 7:00 y las 22:00 horas, y los 39 dB entre las 22:00 y las 7:00 horas, medidos dentro de una casa”. Pero existe una definición concreta para esos ruidos, y calificarlos como molestos puede minimizar la importancia de los problemas que generan.

¿Es lo mismo decir contaminación sonora que acústica?

Cuando hablamos de ruidos molestos, hay que tener en cuenta que en su definición existe una diferenciación entre los términos de contaminación sonora y contaminación acústica. “La acústica abarca toda la parte audible y la que no es audible, o sea, también las vibraciones, que no escuchamos con el oído pero sí percibimos con el cuerpo”, explica Elizabeth González, doctora en ingeniería ambiental que desarrolla su actividad docente en el Instituto de Mecánica de los Fluidos e Ingeniería Ambiental (IMFIA) de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República. En tanto, la contaminación sonora se refiere exclusivamente al espectro audible del sonido, que se ubica entre las frecuencias que van de los 20 a los 20.000 hertz (Hz).

Los daños que el ruido puede causar en la salud de las personas son cada vez más conocidos y estudiados, afirman González y De Boni. Más allá de los efectos generados a nivel fisiológico, también existen daños a nivel psicológico, y la generación de agresividad es uno de los principales riesgos. La exposición constante a ciertos ruidos sitúa en un estado de alerta permanente a la persona que los padece, conduciendo a la sobreproducción o subproducción de sustancias químicas por parte del cuerpo y el cerebro. “La liberación de adrenalina y noradrenalina se relaciona en forma directa con el nivel de presión sonora, y se ha visto que ocurre también un incremento en la secreción de cortisol en respuesta al estrés generado por el ruido”, se explica en el libro Derechos Humanos en las Políticas Públicas (2012), basado en una extensa investigación realizada por González junto a la Defensoría de Vecinas y Vecinos de Montevideo. Otros padecimientos para la salud humana considerados como los más importantes a causa del ruido pueden ser: la generación de estrés, alteraciones en el sueño, descenso del rendimiento de la persona a nivel general, pérdida auditiva y efectos cardiovasculares debido a la elevación transitoria que produce en la tensión arterial, entre otros.

Normativa actual

En Uruguay existe desde 2004 la ley 17.852, que busca la “prevención, vigilancia y corrección de las situaciones de contaminación acústica, con el fin de asegurar la debida protección a la población, otros seres vivos, y el ambiente contra la exposición al ruido”. De Boni cuenta que “si bien hay una gran conciencia en este tema, y se ha hablado con diferentes instituciones”, hay leyes que han salido del Parlamento que “no se llevan a la práctica porque hay que fiscalizar” y hay dificultades. En relación a esto, menciona que la IM es quien se encarga de la fiscalización a nivel comercial, industrial y con respecto a las obras públicas, pero muchas veces es difícil hacerlo debido a que algunos espacios en donde se genera ruido también son fuentes laborales. Por lo tanto, la defensoría actúa como agente mediador en muchos de estos conflictos, y los ruidos molestos son actualmente el principal motivo de reclamos que recibe.

Sucede habitualmente que quienes desean realizar una queja no saben exactamente a dónde dirigirse, y les resulta tedioso entenderlo, ya que se les recomienda ir de un lado al otro hasta dar con alguien que atienda su problema. Esto es porque aún existen “zonas grises” dentro de la reglamentación y porque a veces es más fácil actuar “si tenés un boliche al lado de tu casa que si tenés un vecino que toca la batería”, señala De Boni. 

Las principales quejas por parte de vecinos a la Defensoría se deben a ruidos comunitarios como música alta, reuniones, cortadoras de césped, uso de herramientas ruidosas o ruidos de animales domésticos. A estos se suman los reclamos por ruidos de ocio como locales bailables, de esparcimiento, restaurantes o parques de diversiones. También se reconocen como molestos los ruidos por recolección de basura, construcción de obras y otros servicios como las ferias vecinales. “A veces no se les da jerarquía, pero para la vida cotidiana de las personas muchos de estos ruidos presentan realmente una dificultad”, cuenta De Boni.

¿Cómo actúa la Defensoría ante esta problemática?

La Defensoría de Vecinas y Vecinos de Montevideo depende de la Junta Departamental de Montevideo y son los ediles quienes se encargan de votar al defensor. Allí se ocupan principalmente de la mediación en conflictos comunitarios, vecinales, públicos e interculturales. Acerca de las “mesas de diálogo” de las que participan en varias ocasiones, De Boni expresa que “la mediación incita a que las partes afectadas dialoguen; es un procedimiento voluntario, no se obliga a la persona a participar, y es flexible porque el acuerdo por escrito al que se puede llegar no tiene nada que ver con lo legal”, además de que aportan a la construcción de políticas públicas más justas e inclusivas. 

La articulación en la gestión de reclamos genera un acumulado que, aunque en muchos casos no soluciona completamente el tema, lo pone en la agenda pública y ayuda a que se trabaje en conjunto con otras instituciones. Más allá de las mesas de diálogo la defensoría también puede actuar haciendo “recomendaciones” a la IM, las cuales al circular públicamente ponen en evidencia ciertas situaciones problemáticas.

Ante la diversidad de tipos de ruido y las diferentes quejas que se presentan, es difícil llegar a una solución general, ya que las respuestas están muy atadas a cada caso en particular. “No podemos dejar de mencionar que siempre hay un factor subjetivo en todas las quejas, y también factores de intolerancia individual”, apunta De Boni, y agrega que, si bien la subjetividad es difícil de medir, se ve que una amplia mayoría de quejas por parte de vecinos y vecinas responde a una situación de afectación de derechos, con un alto grado de gravedad. Al ser una preocupación para la comunidad en general implica, por un lado, la eficacia en el cumplimiento de derechos y en el cuidado del bienestar, y por otro lado, el diálogo cooperativo para entender que lo que puede no afectar a una persona, a otra puede causarle el efecto totalmente contrario. 

En ese sentido, la ingeniera González repara en la importancia de la educación desde que nacemos, y la conciencia sobre la afectación que pueden generar los sonidos desde una edad temprana, ya que ahí es donde adquirimos las prácticas y hábitos que nos forman como personas. En concordancia, De Boni asegura que “hoy en día el desafío es concebir esto como un derecho humano y educar desde la escuela” y agrega que el hecho de que se apruebe una ley no asegura que el comportamiento cambie. Por eso hay que apuntar a una dimensión educativa y preventiva, y “poco a poco está habiendo organizaciones sociales en el mundo que apuestan a fomentar sociedades menos ruidosas”.

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