Cuando la empresa de tecnología OpenAI lanzó ChatGPT en noviembre de 2022, el equipo de 300 personas, respaldado por Microsoft, esperaba que fuera un experimento a pequeña escala que les ayudaría a construir mejores sistemas de Inteligencia Artificial (IA) en el futuro, no la inmediata repercusión que iba a tener. En cuestión de semanas, la herramienta de esta empresa con sede en San Francisco era utilizada por más de 100 millones de personas en todo el mundo. Basada en un software de modelos de lenguaje grande -en inglés Large Lenguage Models (LLM)-, se está probando en bufetes de abogados, consultorías de gestión, editores de noticias, instituciones financieras, gobiernos y escuelas, para terapia de salud mental y asesoramiento legal, para escribir códigos, ensayos y contratos, resumir documentos complejos y administrar negocios en línea.

Como resultado, instituciones educativas se han visto obligadas a repensar a fondo la forma en que realizan pruebas de ingreso y académicas. Las preocupaciones sobre el plagio han llevado a varias instituciones a optar por una prohibición total de bots como ChatGPT, pero cumplirlo no es una tarea fácil porque hasta ahora no hay herramientas fiables para detectar cuándo se ha utilizado la tecnología. A principios de febrero de este año, el diario estudiantil de la Universidad de Cambridge Varsity publicó una noticia que informaba que la universidad no tenía planes de prohibir el ChatGPT, pero sí advertía a los estudiantes que no lo utilizaran para trabajos de clase y exámenes. El mismo diario también publicó en abril de este año que el 47.3% de los estudiantes admitió haber usado el ChatGPT u otros chatbots de IA similares, y más de una quinta parte dijo que la usa “a menudo” o “siempre” al producir un trabajo. 

Otro ejemplo del uso de IA en la educación es el de la empresa educativa estadounidense Chegg, que se dedica a tutorías académicas en línea y según el portal financiero CNBC perdió un 40% del valor de sus acciones en 90 días luego de que su director ejecutivo Dan Rosensweig afirmara en una reunión con inversores que “el interés de los estudiantes por el ChatGPT está afectando el crecimiento de la empresa”.

Según el diario Perfil de Argentina, una encuesta del Ministerio de Educación de ese país concluyó que el 86,8% de los docentes se “dan cuenta cuando sus alumnos usan el ChatGPT para las tareas”. El relevamiento dirigido a docentes de Primaria y Secundaria de la ciudad de Buenos Aires también destacó que en un 91,4% de los casos se considera que esta herramienta “impacta en la práctica docente”, 43% creen que de “manera positiva”, 15% de “manera negativa” y un 42% “no está seguro de cómo impacta”.

Sobre los cambios que trajo y el uso que le dan los estudiantes, el docente e investigador del grupo Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología de la Facultad de Información y Comunicación, Mauricio Cheguhem Riani, expresó que “la educación se enfrenta a varios desafíos, pero también a algunas oportunidades”. Los modelos de evaluación monográficos quedan en “jaque” porque “estas aplicaciones configuran un lenguaje que muchas veces es sintácticamente superior al de los propios estudiantes”, lo que también lo vuelve un desafío para los docentes a la hora de la corrección. Pero estos efectos pueden ir más allá de las evaluaciones y Cheguhem recomienda “seguir de cerca el proceso cognitivo complejo” relacionado al impacto de las IA. El docente subrayó que el mayor problema reside en que a la hora de investigar, “tenés un aparato tecnológico que procesa por sí mismo toda la información que antes recababas en piezas y eso, más allá de que sea útil, es un desafío para la capacidad de abstracción de un estudiante porque el reto intelectual es mucho menor”. Y agregó: “si dejamos que las máquinas abstraigan la información por nosotros, creo que vamos a estar muy jorobados”. Ante tal situación, afirmó que la solución es apelar a evaluaciones que apunten a “la consolidación de proyectos creativos” y de innovación. 

Esto es parte de lo que Cheguhem menciona como las “dos variables para adaptar”: “pensar la propia facultad” y “reforzar las capacidades cognitivas”. Sobre lo primero, afirma que la facultad tiene una carrera naciente de Ingeniería de Medios que puede desarrollar información sobre todo lo que está pasando, que es “un campo muy grande que va a seguir creciendo”, algo que ya ha ocurrido antes en la historia, pero no como ahora, cuando “la ciencia de la información en poco tiempo nos pateó el tablero“. La otra variable es reforzar las evaluaciones como parte de los procesos de enseñanza, entorno a ciertas capacidades como la creación de conocimiento, ya que con las nuevas tecnologías “ganamos una velocidad enorme en investigación y podemos avanzar un montón”. Para Cheguhem, no debemos preguntarnos “cuál es la tesis o el objeto de investigación, sino qué hacemos con los resultados de esa investigación”.

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