La salud mental es un tema que gana cada vez más espacio en la agenda pública. Un evento tan especial como la pandemia significó un incremento sustancial de las problemáticas psíquicas. Durante ese período quedó en evidencia lo mal que la pasa la gente cuando se aísla. ¿Qué puede decirnos al respecto un artista que, a través del humor, puede incidir en la salud de su público y en su estado de ánimo?

Si escuchamos un piano de fondo y la frase “Gracias, Marcelo”, a muchos se nos viene a la mente una sola persona, Sebastián Almada. Criado desde niño entre la música clásica y los tambores de Barrio Sur y Palermo, simpatizante de Atenas, hijo de un referente en la historia del humor uruguayo como Enrique Almada, Almada conversó con Sala de Redacción sobre su relación personal y profesional con la salud mental.

—¿Crees que el humor puede tener un impacto positivo en la salud mental de la gente?

Creo que sí, y no solo lo creo, sino que lo verifico a menudo. Conozco muchísimos casos que me pasan a mí, que le pasaban a mi viejo y que le pasan a compañeros míos, de gente que está mal y para la que el humor es un cable a tierra. Hemos contribuido y seguiremos contribuyendo a luchar contra la depresión. Constantemente nos escriben diciéndonos “gracias por hacerme reír”, “gracias por despejarme”, “estoy atravesando una enfermedad y el único momento en que la paso bien en el día es cuando los veo a ustedes”, cosas así. Un domingo de lluvia a las siete de la tarde, no es lo mismo ver una serie dramática que ver un programa de humor. Ese es un ejemplo boludo, pero vale.

—¿Alguna vez sentiste que no podías continuar con un show o que no podías subir a dar algún espectáculo por esta problemática?

No, no, jamás. Gracias a Dios, no toco madera, pero no. Y yo no soy de esos que dicen que el show debe continuar. Es una frase hecha que la debe haber inventado algún productor que no quería perder plata, porque hay veces que el show no debe continuar.

Se murió tu madre, tu padre. Andá al velorio y andá a despedirlo como corresponde y después suspendé la función. Vinculado a esto también reflexionaba sobre otros humoristas. ¿Y cuántos humoristas hay que pueden estar con depresión, que no pueden con su vida y encima tienen que salir a hacer reír a un público? Y les pasa. He conocido gente que le da tanta ansiedad antes de subir… Le da tal pánico que no puede subir. ¿Sabés qué feo debe ser sentirse así y tener que subir al escenario y hacer reír? Eso es dificilísimo. Y también pienso en la desocupación de los actores. ¿Cuántos humoristas hay sin laburo y deprimidos por no tenerlo?

—¿Qué opinión tenés sobre el humor que se hacía en Videomatch?

Yo no soy de analizar ni de descontextualizar. Vos no podés analizar con los parámetros de hoy lo que pasaba en los noventa. Porque si no… Don Ramón le pegaba un niño, le decían Don Barriga a un gordo. ¿Lo hacían con ánimo de ofender? No. Y lo mismo nos pasa a nosotros, hacíamos humor con cosas que hoy las ves mal, pero en esa época eran moneda corriente.

—¿Qué representó Videomatch en tu carrera?

Fue el programa más importante de la historia del humor. Por la medición en rating, no por el contenido, porque los programas que hacían mis viejos eran brillantes, pero Videomatch lo que tuvo fue masividad, porque justo empezó en la era del cable. Antes veías cuatro canales, tenías una masividad y te veía gente, pero cuando empezó el tema del cable en los noventa, el alcance se expandió a nivel mundial, porque vos veías Telefé Internacional en Australia. Videomatch a mí me marcó, me marcó, y a todos los que lo hicimos. Es un sello indeleble.

—Por otra parte en el 2012 tuviste pérdidas significativas. La de tu madre y el hijo que perdiste con tu pareja. Fue un año muy complicado para vos. ¿Eso te condiciona a la hora de crear contenido, guionar o salir al escenario?

 No, no. Siempre lo canalicé por otro lado, no por la mente. Obviamente la mente es lo que manda a todo el cuerpo, pero jamás tuve ningún atisbo de enfermedad mental, ni de ataque de pánico, ni de ansiedad o depresión, jamás. Físicamente, sí. Después de que tuve todas esas pérdidas ese año.se me taparon las arterias y me tuvieron que poner unos stent. Lo canalice por el cuerpo.

—¿Sentís alguna responsabilidad a la hora de abordar la salud mental cuando hacés humor?

Hay temas con los que uno no se puede meter. Uno no puede joder con enfermedades de ningún tipo, menos con las que tienen que ver con la salud mental. Es lamentable, pero hay gente que lo hace, hay gente que sube y hace muchas veces cualquier disparate. Sí está el humor negro, que es irónico. También había muchos chistes que eran totalmente machistas en aquella época. Se murió mi suegra… Siempre contra la suegra, era muy común. Era, gracias a Dios. Por eso digo que nos fuimos deconstruyendo y fuimos viendo que la sociedad era muy machista.

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