La causa que investiga el Caso Astesiano comenzó en setiembre de 2022, tras la orden de la Fiscalía General de la Nación de detener a Alejandro Astesiano -“El Fibra” para los amigos-, por la falsificación de documentos para expedir pasaportes a ciudadanos rusos; pero el caso no quedó ahí: destapó la olla de una serie de sucesos que bien podrían marcar las páginas de los libros de historia que analicen a esta administración.
Astesiano era jefe de la custodia del presidente de la República, Luis Lacalle Pou, por lo que la investigación tomó un rol protagónico en los medios de comunicación y causó que los propios periodistas se convirtieran en un haz de luz en la incertidumbre generalizada. Lucas Silva, autor del libro del “El caso Astesiano”, investigó y publicó periódicamente notas en prensa escrita que expusieron cómo se entretejieron los hilos del poder desde el propio poder. Su trabajó derivó en este libro que, lejos de construir una biografía de El Fibra, testifica “Una trama de espionaje y corrupción en la Torre Ejecutiva”, como el propio título anticipa al lector.
Silva tiene un vasta trayectoria en los medios; en los inicios de La Diaria fue editor de Economía y Política y posteriormente ocupó el cargo de director periodístico; también se desempeñó como editor en la Agencia Regional de Noticias y fue director de informativos en TV Ciudad. Actualmente es periodista en La Diaria; tuvo un rol fundamental para el medio en la cobertura de este caso, al que siguió paso a paso y resultó, tiempo después, en este libro. A pesar de su extenso trabajo en los medios, asegura que nunca había trabajado con volúmenes de información tan grandes y que “lo más parecido como investigación a largo plazo fue la de Operación Océano”, un proceso judicial que comenzó en noviembre de 2019 por iniciativa de la Fiscalía General de la Nación y que aún sigue en curso; en ese caso la Justicia indaga la trama de explotación sexual de adolescentes en Uruguay. Sin embargo, en Operación Océano “no había una masa de información” como la del Caso Astesiano.
La búsqueda de esa información supuso desafíos nuevos para el periodismo. Silva requirió ayuda externa para desenredar los nudos de una trama que, de no estar bien expuesta, se hubiera tornado aún más engorrosa. “Me fui vinculando con gente que hace periodismo de investigación y había estado en investigaciones grandes. A alguno que tenía confianza le fui pidiendo orientación”, explicó el periodista. Si bien sus colegas podían ayudarlo desde lo práctico, Silva “no había estado en ninguna [investigación] acá, en clave uruguaya”. Aunque afirmó que “sirve que te orienten, que te digan qué tipo de herramientas tecnológicas se pueden utilizar”, también siente que fue aprendiendo “a la vieja escuela”, porque “para saber quiénes eran” las personas que aparecían en el volumen de datos del celular de Astesiano, al que accedió en octubre de 2022, tuvo que “hacer el trabajo típico de llamar y averiguar el contexto”. Valoró que “cuando sentía que iba manejando más el caso, que lo entendía más, gastaba menos tiempo”.
La sistematización de la información tuvo una “particularidad”: la cobertura que realizó para La Diaria le sirvió para dar forma al libro. “Fui generando una base de información que me facilitó porque quedó en la web. Recurrí a eso permanentemente”, explicó. No obstante, cuando se enfrentó al armado de la estructura necesitó ordenarse y pensar la jerarquización del contenido. La búsqueda por “contar mejor el cuento” fue la que lo ubicó en el rol de “pensar en el lector”; “era un tema que de alguna manera tenía en la cabeza”, acotó, pero le fue “agregando otras capas, tanto de narrativa como de nuevos datos”.
Las investigaciones sostenidas en el tiempo no son para todo el mundo: pueden ser difíciles de seguir o volverse engorrosas para el mismo periodista. Sin embargo, Silva sostiene que no se aburrió del tema, porque le interesa “más allá de Astesiano”. Su exploración “tiene que ver con el poder y cierto mundo oscuro”, aunque afirmó que “llega un punto que tenés que bajar la persiana” y que “en la decisión de sacar un libro de un caso que está en proceso” hay un poco de ese espíritu.
El proceso, de todas formas, fue fructífero. El periodista valora el aprendizaje de esta experiencia, pero también destaca que la labor periodística obliga a buscar estrategias para avanzar en el trabajo. “Lo viví como algo que me iba a servir, de hecho me quedan ganas de hacer otro libro y otra investigación de otro tema”, adelantó.
El proceso del libro le recordó a “la etapa de armado del diario; el valor objeto de tener el primer diario y tener el libro para mí fue algo muy parecido: algo que venía laburando muchos meses y que desembocó en un producto”. Al mismo tiempo, dice haber aprendido que “sigue habiendo un valor del objeto” y sostiene que el libro como producto lo llevó a retomar una comunicación distinta, porque el lector se enfrenta con una predisposición diferente. En contrapartida con su experiencia del periodismo web, donde los lectores “te putean y te aman al toque”, Silva explicó que la dinámica entre escritor y lector le hizo acordar a cuando el diario salía una vez al día en papel y llegaba a las casas. De esa forma, “las repercusiones, las críticas” habilitaban un intercambio que “termina siendo más rico”. Además, dice que “intentó hacer una especie de recordatorio al lector” al final de cada capítulo del libro y entiende que “ahí sí” se tomó “el atrevimiento” de destacar lo relevante: “Hacer ese laburo de intentar ordenar todo lo que había sucedido y poner dónde estaba el foco importante me sirvió”, reflexionó.
-¿Cómo llegaste a la decisión de decir quiero o necesito dejar este recordatorio para que no se pierda la esencia del capítulo?
-En el libro tomé la decisión de no opinar nada, de hacerlo bastante aséptico. Si lo leés, son hechos narrados y no tiene mucha subjetividad. Me tomé dos atrevimientos sí subjetivos: elegir que este es un caso importante y no otro y definir cuáles me parecía que eran los temas más importantes. Más allá de que después aparezca el narrado, lo subjetivo fue tomar la decisión de hacer una investigación sobre el poder y cómo funcionan ciertas lógicas.
–Con respecto a la subjetividad, ¿creés que el periodista puede dejar completamente la subjetividad de lado?
-El peso que le doy a mi opinión va cambiando en la medida que miro para atrás. Cuando tenía 20 años opinaba de una manera y defendía esas ideas. A los 30 eran otras. Esa experiencia más vital te va llevando naturalmente a la conclusión de que tu opinión no vale mucho. Sí el convencimiento de que tenés que esforzarte en el manejo de técnicas de investigación, de narración y esa especialidad no es una cuestión que dependa mucho de tu opinión, depende más de la zona de trabajo, de la dedicación y de conseguir la información. Para conseguirla se utilizan técnicas que nada tienen que ver con el mundo de la opinión, sino que son más del oficio. Creo que a veces incluso puede ser medio contraproducente confiar tanto en tu opinión e intentar plasmarla, porque el alcance es distinto, más en estos temas que siempre está en cuestión las intencionalidades o que sabes que te van a señalar. Cuanto más te cuidás, menos blancos abiertos dejás para esa crítica.
–A través de las publicaciones, fuiste dosificando la información y eso generó suspicacias en el sistema político. Resurgió el discurso de que el periodismo opera en favor de un poder u otro. ¿Cómo interpretás esa lectura?
-Iba sacando notas cuando las podía sacar. Lleva tiempo hacer una nota, terminar de estar conforme, chequear datos, ir contando la historia; no es una decisión ir sacando una por día, es lo que se puede hacer. Esa idea de que se iba “dosificando” tenía intenciones de generar la suspicacia de que había un montaje, una operación, pero fue re incómodo; eso es desconocimiento del trabajo del periodismo, sea el medio que sea. No estás pensando en cuándo lo sacás, lo sacás cuando podés y como podés. Eso fue de la mano del otro relato que se iba generando. Decían: “¿por qué no publican todo junto?”, “¿por qué no se publica en bruto el material?”. Eso habla del desconocimiento de muchos políticos que ocupan lugares de jerarquía y dicen eso sin saber lo que implica. Si medís los riesgos de publicar eso en bruto sin la mediación del periodismo, es tremendo, porque había información de la vida privada, riesgos de la seguridad de la familia, aspectos que son mucho más complejos. El que lo decía para mí quería sacar el foco de lo importante, es como decir que “el problema no es lo que sucedió, sino la presunta operación que se montó alrededor de esto”. Seguro que los usos interesados de ese material iban a ser peores.
-La publicación del libro es un capítulo aparte; sobre la recta final se hizo presente la ansiedad de no saber qué iba a pasar con el producto; el periodista “tenía ganas de que saliera”.
-¿Qué te pasa cuando ves que el libro fue bien recibido?
-Estoy mucho más relajado ahora que cuando recién salió, porque no sabía qué iba a pasar. Estaba nervioso, tenía muchos miedos respecto a cómo iba a ser recibido. Al ser mi primer libro, no tenía referencias anteriores. Ahora sí lo disfruto. De todos los laburos que he hecho en periodismo fue con lo que quedé más conforme. También me pongo a mirar y hay cosas que mejoraría, sobre todo me ha pasado de releer alguna parte que siento que tendría que haber sacado y dejé porque estaba muy metido en lo episódico, o haber buscado lo que podía llegar a trascender más en el tiempo. Eso me sirvió, si hago otro libro, voy a pensarlo más, porque en el fondo un libro tiene que tener eso: no puede ser que lo leas dentro de cinco años y no tenga sentido o no entiendas nada.