En lo que va del año, 23 mujeres han sido asesinadas por cuestiones de género, siete más que en todo 2020. ¿Cómo identificar los factores psicológicos que intervienen en un femicidio y llegar a la raíz del problema para comenzar a prevenirlos? Sobre esto, Sala de Redacción dialogó con Adriana Savio, psicóloga forense y peritante, directora y creadora del Instituto de Criminología y Psicología Forense del Uruguay.

Savio actúa en la resolución de casos y asesora en el ámbito legal para que los fallos sean más justos. Interviene en procesos judiciales para conocer, por ejemplo, en qué estado de conciencia estaba la persona cuando cometió el delito y determinar si cuenta honestamente la realidad o manipula los hechos. Desde el punto de vista criminológico, resuelve por qué el sujeto comete el delito y por qué eligió a esa víctima y no a otra. Estudia por qué un sujeto hace una cosa que no hace la mayoría y en ocasiones en que se detecta trauma psicológico, realiza el seguimiento terapéutico de la víctima.

Según la experta, si se analiza el núcleo familiar de un femicida, se hallan antecedentes transgeneracionales muy violentos que, de alguna manera, forjan al victimario y, paralelamente, a la potencial víctima desde su historia personal. El femicida “es un sujeto que por razones de adulteraciones vinculadas al concepto de poder y de odio, elige mujeres para matar”, puntualizó Savio. 

La psicóloga define el femicidio como una figura del ámbito criminológico que integra dos parámetros centrales: el amor vinculado al odio y a la conducta de poder. Es el ejercicio de poder “desmesurado y totalmente patológico del maltratador sobre la víctima”, dijo. Eligen a su víctima por el simple hecho de ser o haber nacido mujer, algo que no está vinculado únicamente al sexo biológico, sino también a la construcción de lo que implica ser mujer, “a lo que el femicida asocia como víctima potencial”, expresó.

La construcción

El femicidio es un fenómeno multicausal, explicó Savio, que está vinculado a la parte psicopatológica del victimario y de la víctima. La víctima, de alguna manera, tiene una estructura “predisponente a que el victimario la maltrate hasta llevarla a la muerte”. No es culpa de la víctima, “sino del perfil psicológico”, aclaró.

La configuración familiar juega un papel fundamental en la construcción del femicidio. Savio sostuvo que generalmente, es un fenómeno que remite de tres a más generaciones hacia atrás y que “hay una mala costumbre de criar a los varones de una manera violenta”. Las estructuras familiares arrastran transgeneracionalmente el fenómeno de la violencia, están atravesadas por “modelos patriarcales machistas durísimos” en los que se asocia que los males en el amor, “están vinculados a la libertad de la mujer”.

Los vínculos de pareja que derivan en femicidios “vienen de un vínculo familiar tremendamente violento”, en temas de género, dijo la psicóloga y aclaró que lo menciona “sin hacer apología del victimario”. A su entender, el victimario tiene incorporado el odio vinculado al amor y al poder de sometimiento “como algo natural, de cierta forma, inculcado por la madre”, a raíz de lo que ella, como madre y figura femenina vivió e “infundió en su hijo varón”.

Por otra parte, señaló que la víctima del femicidio tiene un pasado transgeneracional con violencia desde el núcleo familiar hacia la figura femenina. Un núcleo en el que la mujer “no tiene autonomía, empoderamiento y libertad sana”, en el que no se respetan “sus derechos fundamentales y humanos”.

Savio observó que tanto en víctimas como en victimarios, es probable que aparezcan antecedentes de abuso sexual infantil y de maltrato.

La elección de pareja está vinculada a la historia de cada uno, que se asocia al concepto de amor que se enseña desde el núcleo familiar, sostuvo la psicóloga. “Desde chiquitos se hacen interpretaciones donde se justifica la violencia” y es donde hay que comenzar a prevenir, recomendó; en primera instancia, dijo que “hay que hacer programas de prevención de violencia familiar”.

Otra razón se halla en el plano neuropsicológico: el cerebro femenino y el masculino no funcionan de la misma manera, planteó Savio, quien dijo que “esto no es menor ante el fenómeno de violencia extrema”, e hizo la salvedad de que la mujer cuando se enamora genera mucha más hormona de confianza, “por lo que cuesta que entienda el peligro que corre”. En cambio, indicó que el hombre segrega más hormona de territorialidad y empoderamiento “del parámetro de poder mal instalado”.

Elegir a una persona para tener un vínculo de amor, “es un elemento mitad consciente y mitad inconsciente que hay que investigar para poder prevenirlo”, insistió.

-El victimario, ¿siente satisfacción al momento de cometer el agravio?

-Puede que haya un pseudo alivio que interpreta el varón cuando está cometiendo el acto. Ese “alivio” está vinculado a una distensión del estrés que le generaba la situación con su pareja. Conduce la violencia de una manera totalmente infundada y explosiva hacia la víctima y después se arrepiente. No estoy justificando, explico el funcionamiento de la mente en ese momento. También, está en ellos la predisposición natural de generar sufrimiento para disfrutar viendo cómo le hacen la vida imposible a la víctima y eso generalmente no está en el plano inconsciente. Por momentos, pueden perder un poco la conciencia cuando entran en las tormentas psicopáticas, de la furia mental, del estupor maníaco, donde queda en un estado de anestesia y bloqueado por unos segundos. Pero en el plano legal no es justificativo, porque nunca pierde el contacto con la realidad cuando comete el acto.

-¿El femicida logra hacer la conexión con que está mal lo que hizo?

Por supuesto, lo que sucede es que partimos de una estructura que tiene un trastorno de personalidad, esto es, una adulteración frente a la forma de mostrarse con los demás, no muestran lo que realmente son. A diferencia del psicótico que no está consciente de lo que hace, en el trastorno de personalidad, hay un nublamiento de la mente y es en esos segundos que comete el desastre. Sin embargo, siempre vuelve a tener contacto con la realidad. Tiene la capacidad de seleccionar a su víctima, en esa hebra finísima está la grieta en la cual hay que caer con todo el peso de la Justicia, porque tuvo la premeditación consciente/inconsciente de poder elegir lo que hizo.

Según la peritante, el femicida es un psicópata y hay distintos niveles de psicopatía. Existen casos en que los agresores medican a sus parejas “para que no se puedan defender de los actos de violencia”, graficó, y en eso  dijo que “hay total conciencia de lo que están haciendo”; en esas situaciones, señaló que les quitan a la víctima el poder de reacción “para atacar más, a su placer y decisión”. Este es un caso de trastorno de personalidad “enorme”.

Lo volverá a hacer

La psicóloga explicó que en el género masculino “es común” encontrar elementos de personalidad del orden obsesivo y trastornos obsesivos compulsivos (TOC). “Son varones que se ofenden muchísimo por lo que ellos interpretan como una falta de respeto, están obsesionados con la norma”, ilustró Savio. Esa postura los conduce a que “en un momento de ira extrema, cometan el crimen”.

En esta línea, dijo que “a estos varones no se los capta a tiempo, desde que comienzan a mostrar indicadores de obsesividad más enferma y se termina transformando en esto”, y explicó que el problema con el obsesivo es que todo el tiempo vuelve a una etapa de su vida en la que busca una solución para algo que en su mente nunca resuelve. “Si vinculamos esto a que su problema es la falta de respeto, claramente va a volver a repetir el acto de violencia”, afirmó. 

El obsesivo tiene esa determinación mental de volver a ese escenario. Interpreta que en el ejercicio de repetición va a encontrar la solución, pero en ese proceso “aumenta la violencia”.

-¿Hay violencia económica?

-Sí, socialmente el varón está educado como el que tiene que proveer. Los problemas de violencia de género y violencia doméstica, muchas veces explotan en circunstancias asociadas a lo patrimonial y económico.

La violencia patrimonial es cuando busca explotar a la mujer y vivir de ella. La violencia económica es cuando buscan desestabilizar y sabotear los medios que una mujer puede utilizar para crecer económicamente. Por ejemplo, apropiarse de herencias que le corresponde a ella o hacerla trabajar todo el día para quedarse con el dinero. Tiene que ver con otro parámetro de poder, donde deja a la mujer en una posición de esclava. Esto tiene que ver con el patriarcado y con la falta de conciencia de los varones de que ellos también acceden a un sistema de explotación mental con este tipo de conductas. Si no consiguen llevar el pan a la mesa, tampoco permiten que lo haga la mujer y le dan una racionalización para que ella no pueda estar mejor “porque yo soy el hombre”. Desde lo neuropsicológico, hacen asociación a la parte del territorio, “esto es mío, me pertenece, yo controlo, yo domino”. Otro elemento presente del trastorno de personalidad es la manipulación: les gusta generar manipulaciones a consciencia de la víctima y manejarla para que haga lo que ellos pretenden, sin considerar los derechos básicos y fundamentales de ella como ser humano.

-Profesionales de la salud mental, ¿pueden identificar a un hombre capaz de cometer un femicidio?

-Podemos acercarnos a identificar niveles de propensión, es decir, qué predisposición puede tener ese sujeto según su aparato psíquico a cometer un acto de esos niveles de violencia. Podemos identificar peligro. Se evalúan varios parámetros, uno de ellos es la impulsividad de la violencia, saber cuán impulsivo puede ser el sujeto en una situación de tensión o estrés extrema. Lo importante es hacer programas de seguimiento que trabajen como estructuras de narcóticos o alcohólicos anónimos donde hay padrinos que orientan. La mayoría de los casos son varones que no tienen referencia de una imagen masculina sana. Por lo general, hay una estructura paterna con un padre ausente. Poder controlar desde ahí sería una buena opción, hacer programas que los capten, hagan seguimiento y apunten a prevenir las explosiones a futuro.

-¿El femicidio es la punta del iceberg del trabajo psicológico que ejerce el femicida sobre su víctima?

-Desde lo clínico forense lo veo como el producto de dos historias de vida no abordadas a tiempo. Dos mitades que se autodestruyen mutuamente y se terminan quedando sin nada. Desde lo jurídico, la mujer pierde más, desde la defensa, [por la] capacidad de fuerza para defenderse, deterioro mental y físico. La mujer está en inferioridad de condiciones frente a la pérdida. Las pérdidas reales son lo que tenemos que proteger, defender y prevenir todo el tiempo. Quizás si agarramos estas historias de vida desde el noviazgo, de la escuela o el liceo, podemos comenzar a bajar niveles.

Comenzar a prevenir

Hay que trabajar en prevención, como sociedad y desde los vínculos familiares. Tomando en cuenta que muchos de los disparadores remontan a la niñez, Savio aseguró que es clave enseñarle a los niños a expresar sus emociones de manera natural a través de lo verbal, promover la expresión emocional y fomentar la confianza en los núcleos familiares.

“El uruguayo es raro en ese aspecto, hay una grieta muy profunda en el núcleo familiar nacional, por naturaleza no hay confianza entre los integrantes de la familia”, consideró. Esto está asociado a muchos factores, entre ellos, antecedentes socioculturales, “eras desgraciadas de oscuridad, como la dictadura”, cuando se instaló la idea de “no te metas, no digas nada, no te involucres y ese germen se inmiscuyó”, expuso, aclarando que lo dijo “sin ánimos de politizar el tema”. Las circunstancias coyunturales históricas, culturales, sociales y políticas, “marcan la forma de ser de la población”, agregó.

En esta línea, explicó que hay niños y adolescentes a los que les cuesta mostrar, dentro de su núcleo familiar, lo que sienten, porque su familia no les genera confianza. Savio señaló que esa falta de confianza “es el primer nivel de violencia”, y “gravísimo” que recibe un niño, niña o adolescente “como ser humano” y que cuando crezca, desencadenará, problemas porque “necesariamente entra en una dinámica perturbada por la violencia”.

La psicóloga dijo que la naturaleza del ser humano es vivir sin violencia, en lugar de terminar naturalizándola. Puntualizó que la agresividad es la fuerza natural para hacer las cosas, y que es algo diferente a la violencia, que es la premeditación de acciones para cometer algo y obtener de eso algo a cambio. “La violencia es intencional y la agresividad no”, distinguió.

-¿Qué papel tiene el machismo inmerso en la sociedad?

-El varón está criado antropológica y culturalmente de una manera centrada en la supervivencia. No puede llorar, no puede sentir, no puede ser emocionalmente sensible, tiene que ser duro y cruento. Eso es lo barbárico que se transfiere culturalmente. Por lo general el varón, que es machista, no interpreta que lo es, no lo asume psicológicamente. El machismo es un extremo, desde el punto de vista emocional responde a algo que falla respecto a la función del varón frente a la mujer. Muchos casos de machistas rabiosos, despliegan odio hacia la mujer porque no asumen que internamente quizá su objeto de amor es el varón. En ese punto, hay consciencia sobre el acto, “exploto sobre vos porque te odio”. No es circunstancial. ¿Cuál es el objeto de la pelea real? Esa pregunta nadie se la hace.

Generar cambios

Los programas de apoyo y seguimiento son fundamentales, tanto para víctimas como para victimarios, el problema es que “con la población victimaria muy pocas personas quieren trabajar, por razones obvias”, dijo la psicóloga.

Trabajar la autoestima de la mujer y la depresión en las poblaciones, es una de las formas de generar cambios, según la especialista. Especificó que muchos de los casos de violencia de género se inician por problemas depresivos, de cualquiera de los dos géneros. Hay que interpretar la depresión como “el dispositivo del que salen los demás males, mentales, físicos y emocionales” y asimilar que una persona depresiva “cuando está mal ataca, no necesariamente se aísla y se bloquea”.

Otra solución, es trabajar en los fenómenos mentales que predisponen a una persona a caer en situaciones de violencia doméstica y violencia de género y que la naturalizan, dijo.

Hay muchos elementos antes de llegar a la violencia, “por lo que hay que trabajar en programas previos”, evaluó.

También se puede comenzar a trabajar desde instituciones educativas, “pero como sociedad cuesta muchísimo tomar contacto con eso”, reflexionó Savio y agregó que “el uruguayo es muy prejuicioso, se muestra abierto pero no lo es”.

Servicio telefónico gratuito de orientación a mujeres en situación de violencia de género:

Desde teléfono fijo: 0800 4141

Desde celular: *4141

Línea de denuncias anónimas: 0800 5000.

El servicio funciona de lunes a sábado de 8.00 a 20.00. Línea Azul – Denuncias por situaciones de violencia y vulneración de derechos de niños, niñas y adolescentes: 0800 5050.

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