—¿Por qué en los concursos nunca me las crucé? ¿Dónde estaban? ¿Qué pasaba que no aparecían en las radios? —se pregunta la cantante montevideana de 31 años Anita Valiente, alias “La Uruguayita”, en relación a la cantidad de cantoras mujeres que hace años luchan por un lugar en la música. 

En Uruguay, el folclore se ha caracterizado por una predominancia de la figura masculina: desde Alfredo Zitarrosa, José Carbajal y Daniel Viglietti hasta Los Olimareños y Larbanois & Carrero. Es más complejo para las mujeres acceder a espacios y obtener reconocimiento público. Según Patricia Robaina, cantautora y guitarrista de Cerro Largo de 39 años, el ambiente de la música en general es “muy machista” y es un “choque” que la mujer ocupe determinados espacios.

—Me he desmotivado un montón de veces intentando grabar y buscando lugares para tocar, me ha sido muy difícil la búsqueda de entender mi arte y de empezar a presentarlo como un trabajo —dice Natalia Tejera, cantautora montevideana de 28 años. 

Foto: gentileza de Natalia Tejera
Foto: gentileza de Maine Hermo

La cantante y compositora Amalia de la Vega, alias La Calandria Oriental, fue una de las primeras que logró destacarse y convertirse en una referente de la música popular uruguaya. Poco se conoce de ella por la invisibilización que han enfrentado las artistas mujeres a lo largo de la historia, pero de a poco algo está cambiando: “Estamos en un momento histórico, hay un montón de mujeres que hacen cosas divinas y estamos teniendo la posibilidad de conocerlas”, concluye Robaina.

El gran enigma es cómo los artistas varones actúan frente a las mujeres que buscan soslayar las brechas de género y ser reconocidas. 

—Creo que todas hemos vivido las dos cosas: apoyo y desprecio. La pregunta que cabe es: “¿Si yo no hubiera nacido mujer, hubiera existido este desprecio?” —cuestiona Maine Hermo, cantautora y profesora de literatura de Montevideo de 38 años—. El micromachismo se ve mucho; por ejemplo, en el Día de la Mujer todos los productores quieren hacer cosas y es cuando hay una convocatoria. 

Valiente dice que tuvo suerte: desde su primer escenario contó con el apoyo de sus referentes. Se dedica a la música profesionalmente hace casi 10 años, pero hace tres que logró ganarse un lugar y “la aceptación del público, los colegas y los músicos”. 

Festivales

Los festivales son uno de los espacios más populares del folclore y a los que la mayoría de los y las artistas pretenden llegar; sin embargo, la participación de las mujeres en los escenarios continúa siendo escasa.

1-Grilla del Festival Nacional de Folclore (Durazno, 2020). 2-Grilla del Festival del Olimar “Maestro Rubén Lena” (Treinta y Tres, 2019).

—A veces choca ver que en las grillas son todos varones, pero entiendo que hay intereses económicos de por medio, motivo por el que dicen: “Vamos a llevar a quien verdaderamente corta ticket”. Si vos no vendés, no tenés reproducciones, no te contratan —cuenta Guadalupe Romero, cantante y compositora de 28 años, oriunda de Canelones—. Hay un doble discurso: por un lado, tengo que vender, y por el otro, ¿cómo hago siendo artista emergente para que me conozcan si a un festival que van 60.000 personas no me dejás acceder ni a 15 minutos? 

Foto: gentileza de Guadalupe Romero

También persiste una cuestión de jerarquía ya que se tiene “muy en cuenta” a los referentes del género a la hora de contratar, comenta Lucía Aramburu, cantora y profesora de música floridense de 23 años, y agrega que si bien “merecen estar ahí”, eso hace que no se preste atención a quienes incursionan. De todas formas, la Rural del Prado les “ha dado un buen lugar a las nuevas generaciones”. 

Foto: gentileza de Alejandra Recoba

Cuando las mujeres logran llegar a los festivales, no se valora el nivel de música que hacen sino el poder de convocatoria, señala Alejandra Recoba, cantante y diseñadora gráfica olimareña de 26 años: “Si tenés convocatoria estás a las 22 horas o a las 12 de la noche, cuando hay más gente”. De lo contrario son convocadas para cantar en horarios en los que suele haber escaso público. 

Con el fin de promover la equidad de género en la música uruguaya, el 15 de diciembre de 2021 ingresó a trámite parlamentario un proyecto de ley de cupo que desde hace algunos años viene trabajando el colectivo de Mujeres y Disidencias en la Música Uruguaya (Mydmus). Se exige un 50% de participación de artistas mujeres y disidencias en los eventos musicales en vivo o mediante plataformas virtuales que sean patrocinados u organizados por el Estado o que utilicen fondos públicos, de forma directa o indirecta. Además, en los espectáculos realizados en el interior del país, “se deberá cumplir con la participación del 50% de artistas mujeres y/o disidencias locales o regionales”, según establece el proyecto. 

En 2018 fue la ex diputada frenteamplista Manuela Mutti quien lo llevó al Parlamento y en 2021 fue Mydmus quien lo presentó frente a la Bancada Bicameral Femenina. Sandra Lazo, senadora del Frente Amplio, y Gloria Rodríguez, senadora del Partido Nacional, lo firmaron. En diálogo con SdR Rodríguez señaló que lo firmó por una cuestión de empatía y porque considera que es “necesario tratarlo legislativamente”, pero no significa que esté “totalmente de acuerdo con todos los artículos”. 

Yo voy a ser sumamente feliz el día que agarre una grilla de festival y lea que somos más de tres o cuatro folcloristas mujeres las que formamos parteAnita Valiente

Pero existen otros inconvenientes. Hay festivales que “no están preparados para recibir a una solista mujer”, expresa Valiente, ya que no tienen un baño en condiciones destinado para ellas y a veces tienen que hacer cola en baños químicos de uso público cuando sus músicos ya están probando sonido. De igual manera, cree que los organizadores “no lo hacen de mala onda”, ya que cuando ha planteado el problema intentan solucionarlo brindándole un espacio en sus hogares.

En relación al presupuesto y los contratos, Romero plantea que cuando no se es una artista conocida y se propone establecer un contrato, “te miran como diciendo: ‘¿y esta quién es?’. Es difícil siendo mujer ir y pelear por dinero’”. Muchas veces Romero tuvo que sacar plata de su bolsillo porque se atrasaron con los pagos y sus músicos debían cobrar. 

En 2017 Recoba fue convocada a participar del festival “A Orillas del Olimar maestro Rubén Lena” en Treinta y Tres. Su actuación comenzaba a las 20 horas, pero a las 19 la llamó el jefe de escenario de manera “prepotente”:
—¿Dónde estás? Ya tenés que cantar —le dijo.
—Pará, vos me dijiste un horario y yo me estoy aprontando — le respondió Recoba.
—No, mirá que está terminando de cantar la mujer anterior a vos, ¡ya tenés que estar acá! —le insistió.
Cuando llegó al festival, el jefe de escenario la empezó a “agredir verbalmente”:
—¡Si tu músico no viene en 5 minutos te vas al carajo! —exclamó.
Finalmente se hicieron las 20 horas y, a pesar de los nervios, actuaron. Más tarde, Recoba se enteró de que el jefe de escenario le dijo al músico que la acompañaba: “Casi hacés bajar a la gurisa por tu responsabilidad”. Recoba considera que ese episodio fue un “abuso de poder”; el horario fue modificado sin haberle comunicado y no tuvo derecho a reclamar por la falta de un contrato.

Exigencias y barreras

—Sin duda se les exige más a las mujeres para llegar a cualquier lugar  —sostiene Robaina. 

Foto: gentileza Patricia Robaina

Una de las principales exigencias es la vestimenta. Para ingresar a este género musical, algunas de ellas suelen utilizar el atuendo tradicional gauchesco propio del hombre de campo: bombacha, faja, chaleco, rastra y camisa. Sin embargo, hay artistas que se han alejado de lo impuesto. 

Valiente cuenta que durante los primeros 5 años de su carrera se vestía de la forma tradicional, pero luego entendió que su talento no dependía de lo que llevara puesto, eligió crear su propio outfit y recibió críticas que le dolieron: “Se olvidó de las raíces”, “le da vergüenza vestirse como gaucho”. En cambio, Lucía Chappe, cantora floridense de 20 años, suele vestirse para los shows con bombacha y alpargatas porque le gusta y no por lo que digan, pero opina que se suele observar si están arregladas o desarregladas y si son “lindas físicamente” porque “es lo que vende”.

Foto: gentileza Lucía Chappe

Otra exigencia es la voz. Cuando Recoba quiso cantar un tema de El Sabalero, le comentaron: “Esto no sé si es para tu voz”, y pensó: “¿Qué hago con eso?, ¿me frustro y no hago la canción?, ¿demuestro que puedo?, ¿o simplemente lo hago y me olvido de ese comentario?”. Al principio se desmotivaba pero hoy lo ve como un desafío. En la misma línea Robaina cuestiona si a los varones se los somete a las mismas exigencias: “¿Todos los varones representan esa calidad que tanto imponen?”. Son cuestiones que se han ido naturalizando y la mujer siempre es “el punto de crítica”, responde. 

Históricamente el lugar de la mujer en la música ha sido el del canto, se las halaga o crítica en función de ese rol, pero según Sandra Costabel, de 53 años y nacida en Colonia, no significa que no hayan mujeres instrumentistas, sino que no adquieren tanta visibilidad. Además, Hermo asegura que hay una lógica jerárquica al determinar “qué instrumentos tocan tradicionalmente los hombres y cuáles las mujeres”. Por lo tanto, es una lucha “dedicarse al folclore siendo mujer y más si se es guitarrista”, porque se tiende a “conservar valores tradicionales y el machismo es uno de ellos”.

Foto: gentileza Sandra Costabel

La maternidad es otra de las barreras. Robaina cuenta que le suelen preguntar con quién deja a su hija cuando tiene giras musicales, y cree que si fuese varón le dirían: “Mirá cómo paga una niñera para irse a cantar, ¡qué buen padre!”. La sociedad las cuestiona y más cuando son madres solteras, plantea la cantautora.

Fusionar géneros musicales es otra barrera. Valiente plantea que le ha costado cantar otro género musical porque recibe críticas: “¡Bue, se fue para la cumbia, abandonó el folclore, qué decepción!”, aunque también hubo otras personas que lo aprobaron. En la misma línea, Romero dice que vio “comprometida” su carrera cuando quiso fusionar géneros porque la gente no lo entendía, mientras que con los artistas varones no ocurre lo mismo: Larbanois & Carrero hizo un rap y “nadie dijo nada, lo aceptaron”.

Medios de comunicación 

“Creo que se han abierto mucho las puertas”, expresa Robaina sobre los espacios que los medios de comunicación le brindan a las músicas, aunque también mencionó que siempre se ha sentido “muy discriminada”: “A veces hay medios nacionales que le dan vida a compañeros que son de la frontera pero a las mujeres no”. A su vez, agrega que le costó entender que era una trabajadora de la música, porque su trabajo “no aparecía nunca”. 

Foto: gentileza Lucía Aramburu

Por otra parte, Aramburu comenta que en sus comienzos le resultó “difícil” el acceso a los medios de Montevideo, aunque desconoce las razones: si fue por ser del Interior o por ser mujer. Comenzó yendo a radios y luego a entrevistas en la televisión y su boom se dio cuando participó en Got Talent Uruguay: pudo llegar a “personas que no conocen el género” y le “sirvió para tener seguidores”. No obstante, reconoce que “hasta que no encontrás un lugar en la capital, estás escondido en tu localidad”. 

A Costabel también le ha costado transmitir su música y promocionar su espectáculo a pesar de que trabaja en la radio, y supone que es porque no tiene representantes. Valiente comenta que tuvo que “golpear puertas a más no poder”, hasta que logró comprender el funcionamiento de los medios. Hoy en día “la llaman de los programas” gracias a los reconocimientos que recibió en diferentes festivales: el “Charrúa de Oro”, que obtuvo en 2018 y la convirtió en la cuarta mujer en recibirlo en 45 años, marcó un antes y un después en su carrera artística. Sin embargo, reconoció que hay artistas del Interior que cuando envían su material a las radios de Montevideo o quieren ir a algún programa, no les brindan el espacio. 

¿Vale todo?

Tras dedicarle una canción a un hombre del público en un festival en Villa de Carmen, Durazno, Valiente vivió un episodio de acoso:

—A ver, levanten la mano a quién le dedicamos esta canción — propuso Valiente.

—Acá, a este —respondió un grupo de amigos. 

—Bueno, para vos va esta canción —finalizó Valiente y empezó a cantar “La Llave” de Abel Pintos. 

Foto: gentileza Anita Valiente

El chico se acercó después del show al escenario para saludarla y pedirle una foto. Al día siguiente fue a verla de nuevo, le enviaba flores y chocolates a los camarines y mensajes vía Facebook diciéndole que sabía dónde estaba. En cada entrevista que tenía para los medios él estaba esperándola, incluso en notas que no tenían difusión pública. Desde ese entonces, “siempre tenía que ir con alguien porque me daba miedo”, cuenta Valiente. 

Romero también sufrió una situación de acoso. A sus 15 años, un muchacho le pidió una foto en un festival y cuando ella se acercó, él y sus amigos, en estado de ebriedad, la “empezaron a toquetear”. A Chappe le pasó que un “fanático” la llamó a su celular “desesperado” y le dijo: “Si fueras mi novia, yo te dejaría ir a tocar y después te mantendría encerrada”. 

“Hay gente que viene y dice que te va a ayudar, pero después te das cuenta de que tiene otras intenciones”, explica Romero, y eso la ha desilusionado y la ha llevado a cuestionarse si “no vale lo que hago” y a sentirse culpable: “¿Qué estoy haciendo yo, qué foto subí?”. Hay algunos artistas que son “súper paternales, protectores”, y otros que “están allá arriba, hablás con ellos, y a la media hora ya te están queriendo levantar”, ejemplifica. Una vez le pasó con un artista argentino que tenía casi 30 años más que ella: “Para mí se acabó el ídolo”, afirma. 

Los productores, técnicos, organizadores, cantantes y músicos varones en ocasiones sobrepasan los límites y recaen en chistes misóginos y sexistas, manipulación psicológica, acoso y abuso de poder. Recoba dice que hay músicos mayores de 30 años que comparten y apoyan ciertas “actitudes y chistes machistas”, y que también divulgan fotos por chats de mujeres jóvenes: ella llegó a recibirlas y decirles: “No hagas esto, es horrible”, y ellos “se lo tomaron como algo gracioso. Hay mucha complicidad, se retroalimentan y se juntan para eso”.

El abuso de poder es una constante. Robaina dice que durante su juventud le pasó que el dueño de cierto bar la contrataba porque “quería otras cosas” con ella y, si no accedía, no la contrataba más. Es un ambiente “jodido”, explica, más allá de que haya cambiado un poco con el tiempo.

En relación a esto, Hermo plantea que los productores son figuras que pueden cometer “abusos de poder” y asegura que en algunas oportunidades se molestan cuando las artistas no están de acuerdo con “el consejo” que les brindan. Ella cuestiona: “Eso no se llama consejo, si vos te vas a enojar porque yo no la cumplo, se llama orden”.

Las artistas que han pasado por estas situaciones aseguran que hoy se plantan desde otro lugar y con mayor fuerza: “Te hace la piel más dura, te pone los pies en la tierra y te permite ubicar a la gente con altura”, sostiene Romero. Por otro lado, Tejera señala que la figura de la mujer folclórica en un futuro “va a empoderarse un montón” y cree que “hay un movimiento que se está levantando y ya no es posible callarlo”.

Ayrton Gallareto / Natalia Sánchez

FacebookTwitter