Las elecciones internas o primarias se llaman así porque no solo se elige la figura del candidato de cada partido, también se elige la integración del Órgano Deliberativo Nacional y los distintos Órganos Deliberativos Departamentales de cada partido, explicó el politólogo Antonio Cardarello, docente de la Universidad de la República. Estos órganos se encargan de elegir el candidato a presidente y vicepresidente de cada partido, y los candidatos a intendentes para las elecciones departamentales y municipales de 2020.

Sobre la participación de la población en las elecciones internas, el politólogo subrayó que al comparar el 38% del electorado que votó en últimas elecciones internas con el porcentaje de elecciones anteriores, se observa una clara tendencia a la baja. Sin embargo, para él, ese no es un porcentaje “despreciable” si se piensa que es una elección no obligatoria, donde no se votan cargos sino autoridades y que se realiza en una “mala fecha” (pues es invierno y un domingo antes de las vacaciones de julio). Para estas elecciones las encuestadoras suponen que el porcentaje de participación será similar al de las últimas elecciones.

¿Y por casa cómo andamos?

Entre los aspectos novedosos de estas internas, el politólogo encuentra que estas elecciones han cobrado un protagonismo mayor que las anteriores, debido a que los tres grandes partidos (Frente Amplio, Partido Nacional y Partido Colorado) tienen internas competitivas. Destaca la presencia de lo que él define como figuras “outsiders a lo uruguayo”, que si bien no parecen ser quienes van a llegar a la presidencia de la República, aparecen como figuras importantes que desafían al tradicional sistema de partidos.

Para el caso del Frente Amplio (FA) destacó que es la primera elección en la que el partido se ve obligado a renovar su liderazgo, ya que sus figuras históricas no estarán compitiendo. Es ante esa necesidad que surgieron cuatro figuras: Daniel Martínez, ex intendente de Montevideo; Carolina Cosse, ex ministra de Industria y ex presidenta de Antel; Mario Bergara, ex presidente del Banco Central, ex subsecretario y ministro de Economía, y Oscar Andrade ex diputado y dirigente sindical. Con esta oferta el FA abre un abanico que cubre un electorado amplio y diverso.

Comentó que la oferta del Partido Nacional (PN), exceptuando mínimas diferencias o nuevas integraciones, ya se encontraba armada desde las elecciones anteriores, con dos figuras principales: Luis Lacalle Pou, favorito en las encuestas, y Jorge Larrañaga, ambos destacados referentes de sus respectivas fracciones políticas. A esa interna se le sumó, como precandidato y novedad Juan Sartori, que lidera ninguna fracción y logró instalarse en el panorama político, sin haber tenido experiencia en él. Ambas características son propias de lo que la politología considera como “outsider”, sin embargo Cardarello, sostuvo que Sartori no entraría en la clasificación de outsider clásico ya que generalmente estos llegan por fuera y buscan desafiar al sistema político.

En cuanto al Partido Colorado (PC), la vuelta de una figura política importante como el ex presidente Julio María Sanguinetti, movió al electorado y aumentó la intención de voto. La otra figura que se destaca en la interna colorada es Ernesto Talvi, que llega desde afuera de la política y que hasta el momento no había disputado cargos electivos, pero que tampoco se lo puede considerar como un outsider porque hace más de 20 años se encuentra en boca del debate público a través de su instituto de estudios económicos.

El politólogo destacó como fenómeno nuevo la presencia de un partido militarista: Cabildo Abierto. Si bien los militares históricamente se han encontrado inmersos en la vida política, no ha habido hasta el momento un partido único que represente el espíritu militar, explicó.

Guido Manini Ríos, su figura principal, llega de forma distinta a como se han adentrado los militares antes a la política: lo hace desde fuera de los partidos tradicionales, busca desafiar el sistema de partidos establecido y lo hace con un discurso nacionalista de una derecha conservadora pero no liberal en términos económicos. Las encuestas colocan a Cabildo Abierto como cuarto partido con mayor intención de voto.

Más de lo mismo

En cada periodo de elecciones los distintos partidos hacen un discurso sobre la necesidad de “cambio y renovación”; estas elecciones no son la excepción. Para Cardarello, es llamativo que prevalezca un discurso de cambio, en un país con características históricamente conservadoras, aunque evaluó que si bien todos hablan de una propuesta de cambio, lo hacen desde la tradición.

El politólogo sostuvo que contar con una sola mujer precandidata reafirma que en Uruguay, al menos en ese nivel, la política todavía es cosa de hombres. Agregó que, considerando que “Cosse tiene un perfil de político tradicional hombre, profesional, clase media, blanca y heterosexual” no hace más que visualizar una desigualdad latente y muestra que falta mucho camino por transitar en cuanto a inclusión.

Sobre la renovación de edad de los precandidatos, el politólogo dijo que se debe a que por parte de determinados partidos hay un intento de renovación. Explicó además que una de las características de líder político del Uruguay es que la figura del líder no se acaba hasta que este muere. En Uruguay los líderes políticos actuales se forjaron a la salida de la dictadura, llegaron al poder ya con una edad avanzada y son los mismos que hoy aún mantienen el liderazgo.

Sentirse parte

Los partidos que dominan el panorama político tienen su tradición: sus héroes, sus mártires y sus hechos de sangre. La tradición juega un rol importante en la política, Cardarello hace referencia a que no todos son argumentos lógicos, referencias a programas políticos y propuestas de gobierno, sino que el contenido emocional y la apelación a la emotividad tiene una presencia relevante a la hora de decidir. Entiende que, como seres gregarios inmersos en una cultura, las personas tenemos la necesidad de sentirnos parte de algo y que en política es posible encontrar un sentido de pertenencia. 

Según Cardarello, en Uruguay el electorado que no se siente representado en la oferta partidaria -que es un porcentaje del electorado muy mínimo- varía, pero lo hace desde la oferta partidaria principal. Para él, es difícil que haya apuesta a la innovación. Explica que históricamente el país se caracteriza por tener baja volatilidad electoral. Esto difiere con algunos países de la región, como Perú o Brasil, donde entre una elección y otra, ocho de cada diez electores cambia su voto. En Uruguay, entre las elecciones de 2009 y 2014 solo 4% del electorado cambió de preferencia partidaria.

El politólogo destacó que algo curioso que pasa en el país es que cuando se pregunta por las instituciones que merecen credibilidad, los encuestados mencionan los medios de comunicación, las iglesias y las Fuerzas Armadas, superando a instituciones que son genuinamente más democráticas, como el Parlamento y los partidos políticos (estos últimos son quienes reciben menor porcentaje de confianza).

Sin embargo, a la hora de votar, el porcentaje de electores que vota en blanco o anulado es mínimo, lo que permite concluir que efectivamente se votan a partidos políticos. Considerando que el voto en blanco puede interpretarse como signo de protesta y descreimiento en el sistema, un porcentaje tan bajo contradice los resultados que arrojan las encuestas y evidencian que el uruguayo mantiene una fuerte credibilidad en los partidos políticos.

Mirame, votame

Cardarello comentó que desde 2004 se aplica una encuesta de tipo panel que registra qué es lo que determina a un elector a votar. El análisis de las respuestas permite observar que en Uruguay las campañas electorales tienen más un efecto de reforzamiento del voto que de determinar un nuevo resultado.

En el país hay una clara predisposición, expresó el politólogo. Citó una encuesta de hace dos años, cuando todavía no se sabía quiénes serían los precandidatos, y más del 75% de los consultados declaró tener claro a qué partido iba a votar, lo que confirma que hay un sentido de pertenencia arraigado en la mayor parte de la población, analizó.

El politólogo sostuvo que el FA ha desarrollado una campaña de baja intensidad de competencia entre sus precandidatos, según dijo la consecuencia visible de eso es que los precandidatos no llegan a diferenciarse. Si bien se puede hablar de un favorito, durante toda la campaña todos mantuvieron una intención de voto estable, que no alejó profundamente a uno de otro. Este es el único partido en el que se vota un programa de gobierno.

El PN, en cambio, ha tendido una campaña más abierta. No tiene un programa, sino que este surge en base a quien sea el candidato, a los apoyos que logre conseguir y al peso que tenga para lograr imponerse. Las diferencias internas del PN son históricamente muy fuertes, y su campaña refleja el intento por mostrar coherencia y unión más allá de la fragmentación interna. La llegada de una figura como Sartori preocupa porque desestabiliza la unidad que el partido necesita para ganar la elección. La incomodidad que generó su presencia se evidenció durante la campaña, donde precandidatos de la propia interna lo criticaron fuertemente, a él y a su campaña política.

Lo de siempre, otra vez

El politólogo encuentra difícil que en un escenario de polarización política, como se perfila el panorama de octubre, haya espacio para los nuevos partidos. Presume que de los 15 partidos que se presentan a las internas, ocho pasarán a competir en las elecciones nacionales. Históricamente hay una tendencia fuerte a mantener a los partidos tradicionales y no desafiar el sistema político.

Cardarello subrayó que la publicidad, si bien incide a la hora de votar, tiene un papel limitado ya que el segmento del electorado donde juega es chico. Las estadísticas demuestran que su posibilidad de incidir es mayor en las elecciones internas, es decir, en la competencia entre candidatos de un mismo partido político, aunque agregó que también podría resultar relevante a la hora de definir que un partido tenga mayoría parlamentaria. Sin embargo cree que el grueso del electorado no se define en la campaña electoral, aunque tampoco se puede estar ausente de ella a la hora de llevar a cabo la competencia.

El politólogo hizo referencia a que la idea de que hay un desgaste en el partido que gobierna se da cuando surge una coyuntura como la actual, donde se evidencia un enlentecimiento de la economía. Sostuvo que el voto económico puede llegar a ser muy importante a la hora de definir una votación, sin embargo explicó que este tiene cierta gradualidad y que no puede presentarse de forma radical de una elección a otra. En cuanto a cómo incide la coyuntura internacional en la campaña electoral, consideró que puede llegar a ser “un arma de doble filo” ya que tanto la oposición como el partido de gobierno pueden desarrollar argumentos que los beneficien en su discurso. Ápuntó que es en la disputa de quién logra imponer su visión de los hechos que los medios de comunicación pueden llegar a jugar un papel importante. Históricamente una característica del Uruguay es que mantiene cierto margen de aislamiento con lo que vive la coyuntura internacional, al menos al compararlo con países de la región.

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