Desde hace décadas, los uruguayos son casi que por tradición los primeros en invadir las playas del estado de Santa Catarina, escapando de los primeros fríos otoñales. Se anticipan a los argentinos, paraguayos e incluso a los propios brasileños, que vienen por menos días en lo que conocen como “feriadón de Pascua”. Los nombres de los destinos son conocidos y basta ver en televisión los fines de semana la publicidad al ritmo de “eu vou, eu vou”: estos son Florianópolis y Balneario Camboriú. Las imágenes de morros llenos de vegetación, torres de edificios y playas en el tape están integrados ya al imaginario colectivo, así como el paisaje de turistas comprando choclos en la playa, agua de coco y pareos con la bandera brasileña.

Si no se hace por excursión, el viaje de 1.200 kilómetros (distancia en promedio desde el sur del país) por tierra puede demandar desde 16 horas hasta un día y medio, dependiendo si se para en el camino para pernoctar o se decide hacer la travesía en una sola jornada. Para el primer caso, las ciudades de Jaguarão, Pelotas, Porto Alegre y Tubarão son las paradas más habituales y conseguir una habitación de hotel para las noches de ida y de vuelta puede ser difícil si no se reserva con anticipación. La libertad de conducir amplía la oferta de destinos a otras localidades, como Garopaba, Bombinhas, o Itapema.

La peregrinación hacia tierras norteñas comenzó el primer sábado de Turismo, aunque algunos habían arrancado, incluso, el jueves o el viernes anterior. En la aduana de Río Branco había, al mediodía sabatino, una fila inusualmente larga, de unos 15 minutos de espera, lo que obligó a los funcionarios a entregar formularios de migración fotocopiados. La demora no era mayor porque la mayoría de los ómnibus de excursión y los habitantes del sur del país habían salido por el paso de frontera del Chuy, en donde la espera llegó a ser de seis horas, como relató una mujer que viajó en ómnibus a Florianópolis por primera vez.

Formularios de migración en la aduana de Río Branco. Foto: Christian Macías.

El tradicional éxodo de Semana de Turismo se vio empañado este año por un accidente fatal en el sur de Brasil: en la madrugada del domingo un ómnibus uruguayo despistó cerca de la ciudad de Pelotas, causando la muerte de dos mujeres, heridos graves y varios lesionados.

El norte de Florianópolis, el lugar predilecto

La particular situación geográfica de Florianópolis, construida a lo largo y ancho de la montañosa isla de Santa Catarina, la convierte en una ciudad donde cada barrio tiene su identidad y su propio público. Las áreas preferidas por los uruguayos son las del norte de la isla, en especial Canasvieiras -que concentra los hoteles donde se alojan los turistas de la gran mayoría de las excursions- e Ingleses, donde predominan los edificios de apartamentos de pocos pisos. La expansión urbana descontrolada en algunas zonas de esta ciudad y de Balneario Camboriú, con largas calles, callejones y pocas intersecciones, explica la expresión “cuadras brasileras”, usada a menudo para referirse a que una distancia no puede medirse en cuadras porque no tienen la longitud típica del damero, de entre 80 y 100 metros.

Las matrículas de los autos delatan que los que predominan en las calles de estos balnearios son mayoritariamente uruguayos, paraguayos y argentinos, por lo que el español se convierte en la lingua franca y muchos comerciantes adaptan sus carteles y sus propuestas a estos visitantes. No faltan, por ejemplo, los restaurantes que ofrecen parrilla. La modalidad gastronómica por excelencia es el buffet o tenedor libre, cuyo precio está siempre en torno a los 30 reales (alrededor de 270 pesos, sin incluir bebidas) y se puede comer hasta el hartazgo carnes, pastas, pizzas, pollo y pescado empanados, y la infaltable combinación de arroz con porotos negros.

La actividad comercial de Canasvieiras deja ver un pequeño crisol de naciones. En ninguna cuadra faltan las voces de trabajadores con acento argentino invitando a entrar a los restaurantes; sin embargo, este año estuvieron casi solos dada la ausencia de sus compatriotas, que ya se había notado en verano, tras la devaluación del peso en 2018. En la avenida principal, dos bolivianos atienden su local de artesanías. Más apartados de los frentes de los negocios, un grupo de haitianas invita a los turistas a hacerse trenzas mientras que un grupo de hombres, probablemente senegaleses, venden carteras femeninas. Los pocos manteros brasileños que hay cambian reales o venden jarras de cerveza de equipos de fútbol, donde no faltan los escudos de Nacional y Peñarol.

Los uruguayos gastan en promedio 60 dólares por día en el destino, lo que los ubica por encima de la media, aseguró al canal local RIC TV el superintendente de Turismo de Florianópolis, Vinicius De Lucca Filho. Afirmó, además, que el grupo etario predominante es el de 32 a 60 años y que se observa el aumento de las reservas de uruguayos en otras zonas de la isla, como Lagoa da Conceição. “Para nosotros el agua ya está un poco fría en abril, pero los uruguayos están más acostumbrados a las aguas más heladas”, concluyó, y puso como ejemplo las de Punta del Este y la costa atlántica argentina.

Uno de los factores que hace a Brasil un destino atractivo es que “la plata rinde más”. El poder de compra de los uruguayos en el país norteño aumentó un 4,7% en los últimos 12 meses según un indicador elaborado por El Observador denominado Índice de Capacidad de Consumo en el Exterior. En materia de precios, por ejemplo, una agencia de viajes de Montevideo ofrecía un paquete de ocho noches de alojamiento en Florianópolis, desayuno, city tour y “tour de playas” desde 500 dólares en base doble. Un paquete similar a Balneario Camboriu costaba 585 dólares. Sin embargo, los operadores coinciden en que la venta de paquetes se mantuvo estable, con un pequeño descenso. La elevada demanda requiere del ingenio logístico de las agencias, que en ocasiones recurren incluso a fletar ómnibus brasileños.

Balneario Camboriú, el segundo preferido

Balneario Camboriú se encuentra a hora y media en auto siguiendo por la costa catarinense hacia el norte. Quienes eligen este destino lo hacen por preferir una mayor oferta de entretenimiento, y eso mismo valoran, en otras épocas del año, los liceales y universitarios en sus viajes de egresados. Camboriú también es preferido como destino de compras y por su cercanía a la playa y otros puntos turísticos como Blumenau, ciudad de estilo alemán.

El miércoles de la Semana Santa, previo al aluvión de brasileños, el balneario estaba dominado por uruguayos y paraguayos. A las 21 horas, más de 100 compatriotas hacían fila en la vereda de la Avenida Central para esperar el ómnibus que los llevara al complejo del Cristo Luz, una enorme estatua, ícono de Balneario Camboriú. A sus pies se encuentra un complejo que incluye mirador y restaurantes en los que se realizan las típicas cena show de las excursiones. Sin embargo, el lugar ya había sido invadido horas antes: bastaba ver en el estacionamiento el aluvión de matrículas uruguayas. Al final del día soleado, algunos turistas aprovechan el resplandor para posar con la estatua, que cambia de color cada pocos segundos gracias a las potentes luces. “¡Yo quiero con el verde!”, grita un niño. Minutos después, le toca a una familia numerosa y un joven arenga: “Yo quiero amarillo porque Peñarol inteligencia”. A costado de esa escena, el restaurante todavía vacío espera a los excursionistas con temas de pop y cumbia rioplatense.

Según el medio Página 3, el nivel de ocupación en Camboriú estuvo en torno al 90%. Allí también conocen muy bien nuestros hábitos: “El sábado (que viene) los uruguayos y paraguayos ya se van, estuvieron la semana entera”, reconoce una empresaria hotelera al portal digital. Sin embargo, este año fue la excepción: el viernes Santo fue 19 de abril, fecha de conmemoración del Desembarco de los Treinta y Tres Orientales, y el feriado se pasó para el lunes siguiente. Este tiempo extra supo ser aprovechado por muchos de los uruguayos que regresaron en auto, no así por las excursiones, que ya partían hacia Uruguay el sábado a media mañana.

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