Octubre trajo consigo un momento histórico que marca a la sociedad uruguaya y la obliga a recuperar su memoria afrodescendiente y originaria: el 11 de octubre como último día de libertad de las personas esclavizadas, traídas del continente africano hacia las Américas. A medio milenio de la esclavización y el traslado forzoso, que en muchos lugares aún se lo mal recuerda como “día de la raza”, Sala de Redacción dialogó con Julio Pereyra y Fernanda Olivar, referentes del Grupo de Estudios Afrolatinoamericanos de la Universidad de la República (Udelar).

Identificado en la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Udelar, Pereyra explicó que actualmente, el grupo desarrolla sus actividades en función de tres líneas de trabajo: la primera tiene que ver con “las formas de visibilización de las poblaciones afro”, la segunda con “la situación de mujeres, niños y jóvenes de la población afrouruguaya —porque son las poblaciones más afectadas—”, mientras que la tercera apunta a “generar dispositivos que avalen, apoyen y alienten esta cuestión de la educación antirracista”.

Según el último censo nacional (2011), la población que se autopercibe como afrodescendiente constituye un 8,1 % del total de habitantes de Uruguay. “En Uruguay lo que sí tiene validez es tu autopercepción, si vos te percibís indígena, blanco, afro, asiático, mi mirada no tiene ninguna validez”, observa Pereyra. Sin embargo, insiste con que más allá de ponderar la autopercepción a la hora de inscribirse como persona afro u originaria, es importante conocer las dimensiones sociales que las miradas sí aportan: “tiene que ver con cómo nos ven, a vos te van a ver de un modo, a mí me van a ver de otro y de ese modo van a actuar en consecuencia”. 

Según datos del Sistema de Formularios Autogestionados de la Udelar (FormA) de la Udelar, un 1,5% de docentes se declara afrodescendiente, lo que para Pereyra, significa una “subrepresentación”. En esta línea, advierte que el racismo no hace distinción alguna según nivel educativo alcanzado, o poder adquisitivo, y resalta que los mismos no ofrecen ningún tipo de “blindaje” contra los efectos que produce el racismo: “podés ser afro, hijo de profesionales universitarios que están instalados en una clase media o alta incluso, pero la panadera de la esquina de tu casa va a tener una actitud racista contigo, el señor con el que viajas en el ómnibus va a tener una actitud racista y el del uber va a tener una actitud racista y tu profesor de universidad va a tener una actitud racista”. 

Para hablar de educación antirracista

Hace algunos días —en el marco del 12 de octubre— la Udelar se declaró antirracista, en un evento público que se llevó a cabo en la Sala Maggiolo y que contó con la presencia del Grupo de Estudios Afrolatinoamericanos, y de diversos referentes de Latinoamérica. Para Pereyra, esta declaración habilita el marco que va a posibilitar el desarrollo de “acciones, políticas, desde una nueva mirada dentro de la universidad”, pero aclara que “para que esas nuevas acciones y políticas sucedan, uno de los elementos que necesitamos es tener una universidad que declare a viva voz esta mirada antirracista”.

Sobre esa mirada antirracista, Pereyra señala que el enfoque que interesa al grupo, tiene que ver con la posibilidad de la interdisciplinariedad, de que la educación antirracista sea aquella que aporte una mirada crítica para entender cómo las desigualdades sociales atraviesan todos los campos de la vida social y educativa: “a nosotros nos interesa la idea de transversalidad, que si estudias medicina tengas que saber sobre cuestiones afro, pero si estudias ingeniería, también”. 

Sin embargo, aunque desde el colectivo aseguran que la universidad debe mejorar sus “condiciones de acceso”, se debe reparar las desigualdades que los y las estudiantes afrouruguayas sufren ya en el contexto de la educación media, en la que para la población afro, “ya existe una brecha previa”. Para Pereyra, cuando un estudiante afro abandona los estudios, no se trata de “un caso más de desafiliación del sistema educativo”: “mientras los docentes te dicen ‘la Dirección no me da lineamientos claros’ y las direcciones te dicen ‘las inspecciones no me dan lineamientos claros’, a los estudiantes afro se les va la vida”. 

Entre múltiples consecuencias que deja el ejercicio del racismo en las instituciones educativas en la vida de las personas afrouruguayas, están las posibilidades de producción de una población que, luego de ser excluida de los institutos de enseñanza, según Pereyra, queda expuesta “a los peores lugares dentro del mercado laboral, y los peores lugares dentro del mercado laboral te dejan dentro del círculo de la pobreza”. 

En esta línea, Pereyra asegura que no se trata únicamente de crear políticas focalizadas que pueden tener que ver, por ejemplo, con la generación de un programa de becas, sino que es una “cuestión de redistribución y reparación”, entendiendo que la historia de la población uruguaya se esgrime sobre “una clara, fuerte y constante acumulación de capital por parte de un grupo en desmedro de otro, sosteniendo a un grupo en la pobreza, destinado a determinadas tareas”.

Sobre las consecuencias de la brecha laboral y educativa que las personas afrouruguayas experimentan, Pereyra cuestiona: “¿Quiénes creen que recogen las manzanas, podan las viñas y juntan las peras para el resto de la población? ¿Por qué vive tanta gente afro en Progreso? ¿Porque les gusta el aire de ahí? No, porque esas personas vivían alrededor de esos centros de producción y eran lugares donde podían vivir”. 

La salud mental en foco

Dentro del marco de acciones afirmativas a implementar en pos de una reparación real para la mejora en la formación educativa de las personas afrouruguayas, está la salud mental, dado que los efectos del racismo sobre la salud mental de la población afro son “devastadores”. Según afirma Pereyra, “si no generamos dispositivos capaces de abarcar a toda la población sobre estas cuestiones, cada vez va a ser peor”.

Como ejemplo, valora la existencia del Servicio Especializado en Atención Psicológica para personas que hayan sido víctimas de Discriminacion Racial, que se lleva a cabo a través de un convenio entre la Facultad de Psicología de la Udelar y el Municipio B. Sin embargo, acota que el campo de acción tiene un límite, dado que “es un municipio, con el presupuesto financiando dentro de la universidad, un dispositivo”, y “es muy necesario que se extendiera también a otros lugares”.

Además, agrega que desde el Grupo de Estudios Afrolatinoamericanos, se elaboró un informe exploratorio sobre la salud mental, con el objetivo de que el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) pudiera tomar conocimiento de los efectos que produce el racismo en la población afro y, en consecuencia, desarrollar acciones, pero apunta que “no fue tomado en cuenta” y que en el Día de la Salud Mental, el Mides “habló de todo, menos de poblaciones afro”.

Finalmente, Pereyra valora la calidad del actual Plan Nacional de Salud Mental uruguayo, que se enmarca en la Ley de Salud Mental 19.529 (de 2017), y agrega que si se le aplicaran políticas focalizadas en la población afro, “se tendrían muchísimos otros resultados”. En esta línea, destaca la lucha que se manifestó a nivel universitario en la última Rendición de Cuentas en cuanto a la necesidad de tener un presupuesto digno que pueda contemplar estas necesidades: “necesitamos poner dinero en esto y nosotros, como universitarios, estamos también peleando por recursos para llevar adelante estas cuestiones”. 

Memoria institucional

Fernanda Olivar es antropóloga especialista en políticas sociales, docente integrante del Colectivo de Estudios Afrolatinoamericanos de la CSIC e integrante del Centro de Estudios Interdisciplinarios Feministas, del Espacio Interdisciplinario de la Udelar. 

Desde sus múltiples lugares de enunciación, Olivar reconoce la importancia de que la Udelar se haya declarado antirracista, como una “responsabilidad ética y política” y como una posibilidad para “observar cuáles son las dinámicas internas de la institución y combatir las desigualdades e inequidades que también producimos, reproducimos y naturalizamos”. 

Para Olivar, la necesidad de rever la matriz de pensamiento desde la universidad es imperante, porque implica reconocer que hay un camino de decisiones a tomar, en pos de comenzar a delinear “cómo cumplir con la normativa nacional con respecto a la promoción de los derechos, laborales y educativos promovidos por la Ley 19.122 —de acciones afirmativas para la población afrodescendiente—, que en el artículo ocho promueve el fomento de la investigación nacional”.

Al observar su recorrido por la universidad, Olivar reconoce que todavía hay condiciones a habilitar para poder hacer del espacio académico un lugar en el que la diversidad adopte una dinámica orgánica: “pocas veces nos nutrimos desde los movimientos políticos de lo que se produce intelectualmente en la universidad, y eso tiene que ver con cuáles son las preocupaciones que nos vamos poniendo en la agenda institucional y cómo nos comprometemos a romper o no esas estructuras y a buscar otros caminos, otras formas alternativas de diálogo, de comunicación”.

En esta línea, Olivar resalta la importancia que cobran las campañas que desde la universidad se desarrollan con el fin de generar un reconocimiento entre la institucionalidad y las personas que atraviesan una identidad afro: “es como algo que se va heredando, esa idea de que hay lugares que no nos esperan, que no nos van a recibir bien, entonces romper con esa memoria institucional es un desafío y tiene que ver con cómo hacemos una campaña donde decimos la Udelar es de todos y todas, y que eso aparezca encarnado”.

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