Cecilia Fagúndez se identifica como una persona asexual y forma parte de esta comunidad. Antes se sentía confundida en sus relaciones: “no entendía nada, sólo que había algo que yo quería que no era lo que todo el mundo quería”, relató a Sala de Redacción. Pero un día encontró en Internet a personas asexuales que contaban su historia y sintió que estaban relatando su propia vida, que su experiencia estaba escrita allí. Por esto, plantea que está “muy contenta” de que cada vez haya más reconocimiento e información, porque son pocas las personas que están al tanto de que existe la asexualidad y “muchas menos lo entienden”. 

Cecilia Ce, psicóloga sexóloga, explica en su libro Carnaval toda la vida que para comprender la asexualidad es necesario entender también el concepto de alonorma: pensar que lo normal es “que las personas sienten atracción sexual y deseo de mantener relaciones sexuales”. En este sentido, añade que “hay otras formas de vincularse” que incluyen a la sexualidad pero “en un sentido más amplio”. Porque se sabe que la sexualidad “no es sólo genitalidad”, se puede pensar en formas de vincularse que “van más allá”, sostiene.

Del mismo modo, el sexólogo Santiago Cedrés aclara que la asexualidad se diferencia del deseo sexual psicoactivo, la pérdida o la disminución del mismo. Añade que no está relacionada con la ingesta de antidepresivos o fármacos para dormir, el estrés, la depresión, la disminución de la producción de estrógenos después de la menopausia en el caso de la mujer o de la testosterona en el caso del hombre. Y asegura que esta orientación es un “desafío importante” para los médicos sexólogos.

Desde un punto de vista biológico

“Hormonalmente se ha descartado que esto responda a una condición biológica orgánica”, dice Cedrés. Además, explica que a una persona asexual no le va a faltar placer ni capacidad de respuesta, por lo que, una mujer va a tener una respuesta sexual operativa al igual que el hombre: una erección “que va a durar y mantenerse”, una eyaculación, un orgasmo. Asimismo, plantea que se comenzará a estudiar desde el punto de vista psicoemocional, ya que quienes se definen como asexuales carecen de descargas positivas inductoras internas o externas: aquellas situaciones que despierten y aumenten el deseo y la respuesta sexual, como puede ser una fantasía o un sueño.

La sexóloga subraya que las personas asexuales se diferencian de aquellas que padecen un “trastorno por deseo sexual hipoactivo” -quienes presentan bajo deseo sexual-, porque no sienten ansiedad, no les produce insatisfacción emocional, tampoco un conflicto. Una persona asexual “puede mantener relaciones sexuales, solo que no es algo en su vida que mueva la aguja”, agrega.

Fagúndez se describe como “heterorromántica”, porque aunque no tiene interés en las relaciones sexuales, sí siente una atracción romántica. Hace hincapié en que hay “muchas partes emocionantes” en una relación además de lo sexual y sostiene que este tipo de atracción se conoce como atracción romántica o estética. Significa que las personas asexuales “buscan una conexión emocional de amor romántico compartido”. “Algunos asexuales buscan una pareja y llegan a amarla”, señala. Expresan su intimidad a través de charlas, “compartiendo sus miedos y secretos íntimos o haciéndose reír mutuamente”, sin necesidad de una intimidad sexual en el vínculo. “Así se sienten más cercanos a esa persona”.

Marcha de la diversidad, 2020. Foto: Rebelarte

Cedrés plantea que en el año 2020 se realizó el Congreso Mundial de la Salud Sexual, en México. Allí se llevó a cabo “uno de los censos más grandes” de personas asexuales que contempló igual cantidad de mujeres y de hombres; la edad comprendida estuvo entre los 20 y 30 años, un grupo etario en el que “se puede identificar mejor”.

Los resultados del censo mostraron que el 50% se definía como asexual “puro”; un 20% como demisexual -un subtipo en el que se genera un enamoramiento de una situación de erotismo y de transferencia emocional, con algún tipo de activación sexual-; un 10% se definía como grisexuales -personas asexuales que en algún momento alcanzan un pico de sexualidad en sus vidas-; y por último, el 20% restante no se identifica como asexual. Además, Cedrés afirma que “se estima que más del 1% a nivel mundial y en nuestro país tiene esta orientación”.

Por otro lado, la sexóloga explica en su libro que la comunidad asexual utiliza el triángulo AVEN para expresar gráficamente la orientación sexual de las personas, según la frecuencia y/o intensidad de atracción. El triángulo se dibuja de una manera invertida, y en la línea superior se encuentra “el espectro ‘alo’ [alosexual o alorromántico], es decir, aquellas personas que sienten atracción sexual y/o romántica”, y en el vértice opuesto se ubica la asexualidad, explica Ce. En el medio de la figura geométrica se encuentra “un gris” que se denomina la grisexualidad: aquellas personas que sienten atracción sexual o romántica hacia otros individuos, “pero sólo bajo unas limitadas y específicas circunstancias u ocasiones”, aclara.

A su vez, menciona el Modelo de Storms, un mapa bidimensional de orientación erótica que muestra cuatro orientaciones sexuales: homosexualidad, bisexualidad, asexualidad y heterosexualidad. Este modelo describe a la “asexualidad” como aquellas personas que no se sienten erotizadas. Añade que existen otras categorías dentro de esta orientación sexual, como por ejemplo quienes se identifican como fraisexuales: sienten atracción por personas que conocen muy poco pero pierden el interés cuando comienzan a conocerlos; aicosexuales: quienes experimentan atracción pero cuando se sienten correspondidos la pierden, y reciprosexuales: “solo sienten atracción hacia quienes los desean”, expresa. 

En este sentido, Cedres señala que así como dentro de la sexualidad binaria -hombre/mujer- existen diferentes orientaciones -la heterosexualidad, la homosexualidad, la bisexualidad, la pansexualidad-, hay otra categoría que es la asexualidad y “es una orientación más”. No es una enfermedad, no es una patología, es una orientación diferente dentro de lo que es la diversidad de la conducta sexual humana. “El movimiento de asexuales viene a reivindicar su identidad, con bandera propia y colores horizontales”, subraya.

La experiencia de Cecilia

“Fue difícil salir del clóset”, manifiesta Fagúndez. Detalla que aceptarse e identificarse como asexual fue un proceso que le costó, dada una sociedad que se comporta como hipersexualizada. “Creo que la parte más difícil de ser asexual es el rechazo instantáneo de la gente”, explica, y agrega que se enfrenta constantemente con la invalidación y la incredulidad ante esta orientación. Expresa que cuando las personas le preguntan si su identidad es a causa de la carencia de una relación amorosa, ella responde: “si sos heterosexual y no tuviste sexo con alguien que es de tu mismo género, ¿cómo podés saber que no te gustará una relación homosexual?”.

En este sentido, tanto Fagúndez como Cedrés afirman que hay ideas erróneas sobre el concepto de asexualidad a las que se han enfrentado y van a seguir haciéndolo. La sexualidad no está definida por la conducta sexual ni la respuesta, sino por la orientación, por cómo uno se define y es. Sin embargo, el sexólogo aclara que estas definiciones respecto a la asexualidad son relativamente nuevas para la comunidad científica. Relata que antes se les inyectaban hormonas a las personas “para despertar el deseo sexual”, o se planteaba que el individuo tenía una disfunción eréctil o una alteración en la lubricación. “Como toda historia científica de la Medicina, lo que se aparta de la norma es condenado o no se entiende”, añade.

“La mayoría de las personas que integran esta comunidad -como las que integran el colectivo LGBTQI+- se sintieron incómodas toda su vida en una sociedad que, no sólo no las representa, sino que las discrimina. Cuando se encuentran con la palabra que refleja su sentir, la magia sucede y es allí que uno tiene que seguir luchando”, concluye Fagúndez.

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