Era una mañana de domingo de fines de abril. Hojas caducas recorrían las veredas del barrio montevideano de Brazo Oriental. En medio de los silencios y ramas que se mecían, un vecino iniciaba su jornada tirando de su carro de feria. El calor de la militancia buscaba imponerse al gris en lo que sería un hito de relevancia en su camino de lucha. La lluvia amenazaba y otro vecino en una bicicleta con un altoparlante, recorría el barrio en convocatoria al encuentro con su historia: “a 50 años del trágico final”, resonaba e interpelaba. Abrazos, reencuentros con el amor, con la memoria. Sonrisas agridulces y ramos de flores que coloreaban un otoño prolongado.

La madrugada del 21 de abril de 1974, las jóvenes Laura Raggio, Silvia Reyes y Diana Maidanik fueron masacradas por 140 tiros de metralletas militares en el domicilio de Reyes. Un escuadrón de las Fuerzas Conjuntas de la dictadura, bajo la conducción del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA), había desplegado un operativo para capturar al esposo de Reyes, Washington Barrios, militante del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T). Barrios fue detenido posteriormente y desde entonces se encuentra desaparecido. En el operativo, las fuerzas represivas asesinaron al policía Dorval Márquez, al confundirlo con Barrios, y a Julio César Gutiérrez, militar que participó de la acción y cayó por ráfagas de “fuego amigo”. El discurso oficial de la época le atribuyó ambas muertes a las Muchachas de Abril. La dictadura y su modus operandi. El horrendo crimen se mantuvo impune por décadas.

El motivo de la actividad del domingo 22 de abril, en el lugar de la masacre de las muchachas, fue materializar una marca de la memoria que diera cuenta sobre el horror que los agentes de la dictadura desplegaron el 21 de abril de 1974, cuando acribillaron a Raggio, Reyes y Maidanik, a quienes luego pretendieron -falsamente- criminalizar e inculpar.

El acto, en palabras de Virginia Martínez, presidenta de la Comisión Nacional Honoraria de Sitios de Memoria, prentendió “reparar la impunidad histórica de este múltiple asesinato. Impunidad que se hizo de falseamiento de la verdad, de ocultación y de falta de investigación. El ocultamiento y el falseamiento de la verdad nació al día siguiente del crimen”.

Este fue “uno de los primeros casos vinculados a la coordinación represiva regional”, recordó el periodista Roger Rodríguez. “La dictadura intentó ocultar el crimen, la democracia lo amparó en la caducidad, la Justicia inicialmente lo archivó, y la impunidad, como siempre, buscó transformarlo en olvido”, sentenció.

Tres mujeres

Mientras colaboraba con la logística para el recibimiento de las decenas de personas que concurrirían al acto, Brenda Falero, de la Comisión Memoria Muchachas de Abril, dialogó con Sala de Redacción (SdR). “Yo estuve detenida con Laura y con Diana. Eran muy alegres, gente joven, simpática. Abiertas. Gente que cantaba, que reía. Muy lindas personas”, afirmó. Valoró que la realización del homenaje configuró “un momento conmovedor, porque se ha recorrido un largo camino, se ha logrado que haya un juicio internacional, se ha logrado que se juzgue, al menos, a uno de los participantes”.

Un paso adelante contra la impunidad

En febrero de 2021, el fiscal especializado en crímenes de lesa humanidad, Ricardo Perciballe, solicitó la imputación del general retirado Gral. (R) Juan Modesto Rebollo y de los coroneles José Nino Gavazzo y Eduardo Klastornick por la comisión de tres delitos de homicidio en reiteración real por su participación en el caso de las Muchachas de Abril. En diciembre de ese año, un fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) condenó al Estado uruguayo por su responsabilidad en la violación de los derechos humanos comprobada en el caso -debieron pasar 36 años para que Uruguay aceptara la competencia de la Corte en el asunto-. El organismo judicial dictaminó, entre otros mandatos, la realización de un acto público de reconocimiento y reparación por la barbarie perpetrada contra las Muchachas de Abril. El máximo tribunal de justicia continental expresó que la matanza se trató de una “ejecución extrajudicial”. En 2022, la jueza Isaura Tórtota imputó con prisión a Rebollo por tres delitos de homicidio especialmente agravado en calidad de coautor; -Gavazzo y Klastornick estaban ya habían fallecidos-.

Falero hizo énfasis en la necesidad de conocer la verdad histórica sobre lo sucedido “para poder pararse frente a lo que está pasando hoy y lo que traerá el futuro”. En el sistema político prevalece “una corriente negacionista muy importante” sobre lo que fue el terrorismo institucional, por ello la convocatoria a 50 años de la masacre se constituye en un hecho “muy significativo”, explicitó.

Las familias de las víctimas, desde hace medio siglo, participan con decisión en la realización de estos homenajes. Ese es el caso de Mónica Wodzislawski, prima de Diana Maidanik, quien compartió con SdR su emoción por la receptividad de la población al llamado al acto de recordación: “se trata de tres mujeres que fueron asesinadas brutalmente”, apuntó, y añadió que “hay 197 desaparecidos que aún no han sido encontrados, y esa parte de la sentencia de la Corte [Interamericana de Derechos Humanos] no se ha cumplido. Por eso la gente sigue en la búsqueda por la verdad, que aparezcan, ellos o sus cuerpos”.

La organización del acto habilitó en esta oportunidad un espacio en la vereda del domicilio de Reyes para que, quien quisiera, registrara un mensaje alusivo a la fecha sobre una tela que lucía un trébol que simbolizaba a Reyes, Raggio y Maidanik (ver imagen de portada). El objetivo fue “que no siempre seamos nosotros los que exponemos una oratoria, sino también las personas que se acercan nos digan cómo viven esta causa, y les digan a Diana, a Laura y a Silvia sus sentimientos que, como tantas mujeres que trabajan y estudian y son cobardemente asesinadas”, resumió Wodzislawski.

Finalizó su reflexión con un mensaje de continuar el camino: “este pasado es una fuente del presente y del futuro, por eso tenemos que conocerlo. Es un derecho colectivo que alienta a la esperanza. Alienta a la vida, al trabajo, al estudio, a la comunidad, a la ciudadanía. Alienta a romper todo resabio de impunidad y construir otra sociedad. A construir humanidad”.

Memoria colectiva

Nélida “Chela” Fontora, representante de la asociación de ex presas y ex presos políticos de Uruguay Crysol, recordó que “no hubo un solo lugar donde nosotras, las mujeres, no asumiéramos de distintas formas el compromiso social, político, con coraje, dignidad y entrega”. Declaró que, mientras los escuadrones de la muerte asesinaban y desaparecían jóvenes, el terrorismo de Estado desarrollaba sus mecanismos de represión y muerte en coordinación con los aparatos policiales y militares continentales. Agregó que, desde altas esferas civiles del poder económico y financiero, se “disponía, con total impunidad, de los medios para ocultar, mentir y manejar la opinión pública en defensa de sus intereses”. “Faltan 198 compañeras y compañeros desaparecidos, que digan dónde están, porque ellos lo saben”, remarcó.

La organización Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos estuvo presente en la actividad mediante una declaración en la que manifestó que los militares habían sido advertidos por los familiares de Washington Barrios de que él se encontraba en Argentina y que procedieran con cautela porque en el apartamento contiguo estaba su esposa embarazada junto con dos amigas. “No les importó. Las acribillaron y robaron todas las pertenencias del hogar”, mencionó el comunicado. En cuanto a la memoria de las víctimas, Familiares expresó: “en la vivienda donde todo ocurrió, las recordamos como tres mujeres que tenían una vida por delante, como hermanas, hijas, vecinas, compañeras, sobrinas, amigas”.

El indispensable papel de la cultura

El acto cerró con la presentación de la compositora, pianista y cantante, Carmen Pi, desde su lugar de artista movilizada por este repudiable episodio de la historia nacional. La participación de Pi supuso una carga emotiva personal muy intensa, según relató a este medio: “ayer, mi mamá me contó que Diana Maidanik fue su primera alumna de piano, cuando ella era una niña de unos diez años. Lo que resultó removedor es que el nombre de mi hija es, coincidentemente, Diana. No es que el nombre haya sido elegido expresamente como homenaje, pero sin dudas que las cuestiones que forman parte de tu vida y tu familia te atraviesan y desde ese lugar te configuran como persona”.

De acuerdo a lo expresado por la compositora a SdR, “no se puede construir memoria sin cultura, por algo en dictadura se silenció toda expresión artística que fuera contraria a lo que el régimen pretendía. La cultura es siempre un emisario y mensajero de lo que sucede en ese momento. Es, de alguna manera, un retrato de una realidad particular y, como tal, era perseguido y censurado”.

Como ejemplo de censura, recordó: “es conocida una anécdota de Sui Generis cuando vinieron a cantar en Uruguay y la dictadura detuvo a todos los integrantes de la banda para interrogarlos sobre qué cantaban. El hecho es que las grabaciones de ese momento eran de calidad tan pobre que los militares no alcanzaron a entender qué cantaban, a lo cual Charly García modificó espontáneamente las letras para que sortearan la censura y logró que los liberaran. Se apelaba a la picardía para poder hacer arte y superar los obstáculos del régimen”. Y complementó: “hay que poder decir las cosas desde nuestro arte, poder pararse desde el lugar que cada uno crea. A mi entender, comprometerse con cosas que te atraviesan. Yo quizá no tenga canciones que hablen expresamente de un montón de cosas, pero mi ser, mi convicción y mi corazón están ahí”.

Perseverar en el 'Nunca más'
El año 2023 volvió a poner al Estado uruguayo frente a frente con su peor historia. El Grupo de Investigación en Antropología Forense (GIAF) exhumó a una persona desaparecida enterrada en un predio militar: esta vez, una mujer. Una víctima más que, a la fecha, no ha podido ser identificada. La perversidad de la desaparición forzada es transformarse en un crimen continuo, que coloniza el tiempo y profundiza la herida por la ausencia en la familia y la sociedad en una espiral descendente.

“Hoy la tierra habló”, cantaba la murga Contrafarsa en 2006. La metáfora buscó ilustrar, con la sabiduría y la consciencia de la cultura popular, los hallazgos de restos óseos de detenidos desaparecidos en 2005. En el lugar conocido como la “Chacra de Pando” -sitio que perteneció al Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros y que fue incautado en 1972 por la Justicia Militar-, se encontraron los restos de Ubagesner Chaves Sosa, militante comunista secuestrado en 1976. En el Batallón de Infantería N° 13 del Ejército Nacional se hallaron los restos de Fernando Miranda, militante comunista secuestrado por el terrorismo de Estado en 1975. Posteriormente se hallaron los restos de otros tres detenidos desaparecidos en 2011, 2012 y 2019: Julio Castro (secuestrado en 1977), Ricardo Blanco (secuestrado en 1978) y Eduardo Bleier (secuestrado en 1975), respectivamente.

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