Roberto vive con su compañera y sus dos hijas en el 4H, un fraccionamiento bastante poblado con calles de balasto y poca iluminación que se encuentra entre los barrios Lausana, La Sonrisa y Altos de la Laguna, al oeste de la ciudad de Maldonado. Roberto trabaja en un hogar del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), estudia Educación Social y Educación Física. Como deportista, ha representado a la Intendencia de Maldonado (IDM). También ha destinado tiempo a la militancia social.

El 27 de agosto, alrededor de la una de la mañana, regresaba a su casa en su camioneta, volvía de juntarse con un amigo con quien había comido unas pizzas. Cuando se disponía a doblar -ignorando totalmente lo que estaba a punto de suceder- se cruzó a un patrullero que le hizo un juego de luces para que se detuviera; Roberto dobló y se detuvo unos 20 o 30 metros después, casi en frente a su casa. “Qué bueno que anden en la zona”, pensó antes de detenerse, porque en el barrio había habido situaciones complicadas. Mientras pensaba eso, el móvil policial giró en forma de “u” para dirigirse de forma inmediata hacia donde él estaba. “Será un control de rutina”, especuló Roberto, que se sacó el cinto y apagó la radio. Cuando se bajó de la camioneta vio que uno de los policías le apuntaba con el arma, mientras le exigía que mostrara sus manos y las apoyara sobre el vehículo. Sorprendido, accedió, pero el policía guardó el arma y lo comenzó a cachear. Roberto se dio vuelta intentando buscar respuesta a lo que sucedía, pero el policía lo ignoró. 

En paralelo, el otro policía ingresó por la puerta del acompañante y comenzó a revisar el vehículo, mientras Roberto les decía “esta es mi casa, yo vivo acá, ustedes están confundidos”, con la intención de que los efectivos policiales entendieran que él no había hecho nada malo. Les decía que era excesivo el accionar e intentaba explicarles sus derechos, pero los policías respondían en tono de burla. 

La violencia fue en progresión, ellos me amenazaban con que me iban a esposar, yo les decía que no podían porque no tenían motivo, y ellos me decían que me iban a llevar detenido”, contó. El argumento de los policías era que Roberto había incurrido en desacato porque no se había detenido inmediatamente cuando le hicieron el cambio de luces. Roberto tenía una indignación que se mezclaba con incredulidad “¿Cómo me voy a dar a la fuga si iba a 20 kilómetros por hora?” exclamó. “Me querían esposar y yo les decía que no lo hicieran, pero me redujeron con violencia, me esposaron, me revolcaron por todo el piso”, continuó. Les decía que su auto estaba en regla, que no había tomado, que tenía su documentación, que no estaba requerido; con todos esos argumentos explica la confusión y la impotencia que le generó el momento ya que entendía que no había tal desacato. 

Jenifer, su compañera, y sus dos hijas estaban durmiendo. Roberto y los policías se encontraban a tres metros de la ventana de su casa, él solo quería irse y que la situación culminara, al menos poder decirle a Jenifer que saliera para que les dijera que él vivía allí, para que los policías se fueran.

Cuando Roberto notó que lo iban a ingresar a la camioneta policial, gritó el nombre de su compañera. En ese momento, uno de los policías se ofreció a llamarla; fue y golpeó las manos. Jenifer se acercó a donde estaba Roberto y preguntó por qué lo llevaban y ellos respondieron que “se estaba dando a la fuga”. Les solicitó información sobre a dónde lo llevaban pero los policías no le dijeron y la amenazaron con llevarla detenida.  “¿Cómo me van a llevar detenida? Tengo dos niñas durmiendo adentro” dijo Jenifer sin entender la situación. A Roberto lo metieron  en la camioneta. “Salieron en la camioneta derrapando, como si hubiesen dado con la ubicación de un delincuente prófugo hace muchos años, una cosa bien de película, una cosa muy violenta, muy sacada” enfatizó.

***

Las siguientes horas Roberto las pasó en la Seccional 1ª de Maldonado. Lo hicieron permanecer esposado en una especie de patio abierto, en donde quedó expuesto a la llovizna. Las esposas le apretaban, pero impávido se acercó a la puerta, la abrió, y ya como plegaria pidió que se las aflojaran.  Dos policías se acercaron, un hombre y una mujer; el hombre hizo ademanes con el brazo y lo señaló con el dedo índice, retándolo, la mujer lo acompañó y Roberto reculó y se quedó sobre uno de los bancos del patio. Ambos policías lo giraron hasta colocarlo mirando hacia la pared. La mujer lo tomó del cuello y apareció otro policía, que acompañó con la mirada lo que sucedía. El otro pasó el brazo izquierdo por delante del cuello de Roberto y cinchó hacia atrás para arrastrarlo junto con su paso, y luego de una entrecortada vuelta en forma de “u” lo sentó en el banco y le dio una cachetada. No solo no le aflojaron las esposas, sino que le agregaron grilletes, que engancharon con las manos a través de una cadena. La funesta noche de Roberto empeoraba. 

El protocolo de actuación policial establece que cuando se detiene a una persona se le deben constatar las lesiones. Con los grilletes puestos, dos policías llevaron a Roberto hacia el móvil que lo trasladaría a la mutualista. Al llegar al hall de la seccional se encontró con una compañera del INAU que iba a denunciar una fuga del hogar. En ese momento se detuvo y le “comentó algo”. La maniobra de los policías para cruzar la puerta fue forzada, uno de ellos pasó su brazo entre los de Roberto, lo tomó de la nuca y lo empujó por la puerta, provocando su caída; inmediatamente lo levantaron, como si fuese un costal. 

Roberto se sentía quebrado emocionalmente, por momentos lloraba, y los policías que lo trasladaban se reían, le decían “nena, dejá de llorar, hacete hombre”. “Era una provocación constante, yo estaba quebrado, lloraba”, relató Roberto, para quien era incómodo ingresar esposado a la mutualista. Seguía sin poder creer cómo había cambiado su noche en tan poco tiempo y de forma tan drástica.

Cuando volvieron a la Seccional, dos policías le dijeron que ya habían ordenado su liberación. Roberto pidió para hacer una denuncia por el trato recibido. Eran las cinco de la madrugada, habían pasado cuatro horas, pero quería hacer algo que enmendara de alguna forma lo que había sucedido. Las respuestas fueron dispares: “se cruzaban, uno me decía que podía hacer la denuncia, otros que no podía, que debía hacerla en Fiscalía”, al pasar del patio -en el que había pasado una buena parte de esa noche- hacia el hall, volvió a ver a los policías que lo habían detenido. “Me miraban desafiantes, se reían”. También estaba Jenifer, esperándolo. Sumido en la bronca de la situación, Roberto les recriminó su accionar a los policías y eso generó una especie de escaramuza que finalizó en la calle. Roberto se fue de la Seccional con una citación para Fiscalía y recibió un “sabemos donde vive” de parte de uno de los efectivos.

El después

Ese día, muchas horas más tarde, Roberto fue a declarar a Fiscalía. Su compañera de INAU y Jenifer fueron sus testigos. A través del abogado que contrató pudo tener acceso a las cámaras de videovigilancia de la seccional, donde encontró un respaldo para llevar adelante su denuncia de lo que había vivido. 

Los policías lo acusaron de desacato, de atentado a la fuerza pública. “Lo mejor que te puede pasar es que esto salga empatado y no te formalicen” le dijo su abogado, Gonzalo Peloche. Roberto es el imputado en la causa que está en Fiscalía pero para él, por lo que sintió esa noche, el mejor resultado posible era injusto. 

Roberto denunció ante la Institución Nacional de Derechos Humanos y el Servicio Paz y Justicia Uruguay lo que había vivido. Por ser un trabajador sindicalizado, logró que Joselo López, presidente de Sindicato de INAU, le coordinara una reunión con el ministro del Interior, Jorge Larrañaga. 

En la reunión, Larrañaga le dijo a Roberto que lo entendía y que veía que él era un trabajador, pero le pidió que entendiera el accionar de la Policía y más durante la noche. Larrañaga le dijo que vio la trascendencia pública que había tenido el hecho y que se había partidizado porque Joaquín Garlo, edil frenteamplista de Maldonado, había intervenido en favor de Roberto. 

Roberto sabía que Garlo había colaborado con dos mujeres que habían sido detenidas en una alerta feminista días antes en Maldonado y por eso se puso en contacto con él; también esperaba que personas vinculadas a la IDM se solidarizaran con él, ya que conoce a funcionarios de la división de deportes. Le respondió al ministro que no había sido su intención inclinarse por una fuerza política u otra, de hecho entendía que lo que le había sucedido trascendía los colores políticos, pero acotó que quienes se solidarizaron con él fueron personas vinculadas al Frente Amplio y a Unidad Popular. 

La reunión alcanzó en cierto modo un punto común, quizá no de la forma que Roberto deseaba: el ministro le propuso frenar la repercusión mediática y se comprometió a hablar con el fiscal para que el caso se frenara y no fuera formalizado. Roberto se fue diciéndole que lo iba a pensar, luego de charlarlo con su abogado le confirmó que saldaban con eso, lo cual surtió efecto, porque desde ese momento la causa no tuvo mayores movimientos. A Roberto no le parecía la mejor solución, “yo quería justicia, no quería transar con nada, había pasado un mal momento, pero también debía entender que esto me servía, incluso mi compañera me dijo que aflojara”. 

***

Peloche ha trabajado en causas de violaciones a derechos humanos cometidos en dictadura, precisamente en las denuncias masivas realizadas en 2011 por torturas en el batallón de Laguna del Sauce, en Maldonado. El abogado tomó el caso de Roberto, que había sido imputado por desacato. Ambos consideraron que el uso de la fuerza había sido excesivo: “fue desproporcionado el procedimiento, podría haberse recurrido a otros mecanismos”, contó Peloche, siguiendo la línea del relato que Roberto dio a Sala de Redacción

Hubo versiones encontradas, no quiere decir que ambas partes estén diciendo cosas falsas: él estaba volviendo a su casa, puede haberse interpretado por parte de la Policía que él se intenta sustraer, el estaba muy cerca de su casa y por lo tanto para ahí” dijo Peloche en relación a la versión de la Policía. 

El abogado aclaró que la razón por la cual no le tomaron la denuncia al salir de la Seccional fue que “el fiscal le dijo a la Policía que Roberto debía ir a otra seccional o en su defecto a Fiscalía para tener mayores garantías, ya que había un conflicto entre ambas partes” y agregó que “hubo intención de hacer una denuncia pero desistimos, mismo Roberto formuló de igual forma una denuncia en Asuntos Internos de la Policía por el procedimiento”. Asuntos Internos es una división del Ministerio del Interior (MI) que se encarga de investigar posibles faltas administrativas cometidas por funcionarios policiales. Por el momento, no hay mayores novedades sobre esta denuncia. Sala de Redacción, intentó comunicarse con autoridades del MI, pero no obtuvo respuesta.

Peloche hace una crítica a la Ley de Urgente Consideración (LUC), sobre todo al marco normativo que permite una “mayor discrecionalidad” por parte de la Policía. “Es aumentar los poderes policiales, la LUC en su filosofía inspiradora tiene otra visión en lo que es el procedimiento policial, tiene una presunción de legítima defensa a la Policía en su accionar, delitos vinculados a la resistencia al arresto, delito al agravio de la autoridad policial. Se buscó cercar a la Policía en su accionar dándole una serie de privilegios, que pienso que no era necesario: la Policía ya contaba con las herramientas y el amparo para reprimir el delito. Está bueno que la Policía pueda accionar, pero con las garantías para todos los ciudadanos”, señaló. 

Roberto y su abogado coinciden en que lo mejor es que la causa se estanque y que en un futuro pueda pedirse su archivo. Peloche expresó que los parámetros normativos de la LUC no han intervenido en el curso de la causa, sólo en el momento de la detención. La causa al día de hoy está suspendida y no se sabe qué rumbo tomará. Parece que el camino a tomar, según como va todo, es el ideal para Roberto. Este caso puede servir para reflexionar hasta qué punto debería dársele libertad de acción a la Policía y qué tan respetados son los derechos de la ciudadanía frente al accionar policial; sirve, también, para discutir los nuevos marcos normativos.

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