Con la intención de transparentar la labor detrás de las publicaciones mediáticas a raíz de la detención del ex jefe de seguridad presidencial, Alejandro Astesiano, la Sección Académica de Periodismo de la Facultad de Información y Comunicación, desarrolló este miércoles la mesa redonda “Caso Astesiano: criterios y dilemas periodísticos”.

Participaron cuatro periodistas que trabajaron el caso, quienes compartieron detalles sobre cómo accedieron a la información, como la relevaron y procesaron, qué criterios utilizaron en su tratamiento y los dilemas ético-periodísticos que se les presentaron.

Un trabajo minucioso

El caso Astesiano captó la atención pública a fines de setiembre de 2022 -cuando la Fiscalía ordenó su detención por entender que estaba involucrado en la falsificación de documentos para emitir pasaportes uruguayos a ciudadanos rusos- pero principalmente en noviembre, cuando la prensa comenzó a difundir los chats de uno de sus teléfonos, con conversaciones del ex custodio con diferentes figuras de interés, como jerarcas policiales. Luego, en febrero, Astesiano fue procesado por el delito de tráfico de influencias, por asociación para delinquir, revelación de secreto y conjunción del interés personal y público. El tratamiento del tema supuso un reto para los comunicadores, quienes se enfrentaron a grandes volúmenes de datos y debieron adoptar estrategias que los convirtiesen en información útil en corto tiempo.

Lucas Silva, periodista de La Diaria y, desde marzo, jefe de informativos de TV Ciudad, fue el primero en acceder a los chats. Recalcó que “el periodismo salió a buscar el material, lo consiguió y lo trabajó como pudo”, incluso cuando la profesión atraviesa problemas de sostenibilidad, entre los que incluyó las redacciones disminuidas y el multiempleo. Por eso, adjetivó de “injustas con la realidad” a las acusaciones de hacer “un periodismo que se mueve al ritmo de ciertos intereses” por el hecho de publicar la información “por goteo”.

El resto de los interlocutores señalaron la diferencia en los tiempos en que accedieron a la información. Martín Natalevich, subeditor jefe de El Observador, alegó que obtuvo los datos semanas después que Silva, por lo que debió hacer una rápida lectura que permitiera sistematizar el material. Ese método, comentó Natalevich, le permitió al equipo de seis personas que conformó El Observador acortar la brecha a través de la realización de artículos periodísticos; entre ellos, destacó un perfil sobre el ex encargado de seguridad presidencial, cuya labor describió como “amateur, exponiendo -paradójicamente- la seguridad e intimidad del presidente”, y un artículo que revela estrechas vinculaciones entre el ex jefe de custodios y la cúpula de la Policía Nacional.

El editor de Política de Búsqueda, Guillermo Draper, coincidió con sus colegas y recalcó la importancia del caso; afirmó que “lo que no estuvo en discusión en Búsqueda” fue “que esto era de interés periodístico”. “Acceder a la carpeta fiscal y a toda la documentación que pudiéramos sobre el caso Astesiano era importante para nosotros”, dijo, y agregó: “Creo que a todos los periodistas que nos corre el oficio por las venas, cuando vemos un caso tan relevante como este, de tan claro interés público y periodístico, queremos ser los que demos la información primero. Queremos la información mejor, y si es mejor y primero, es ideal”.

Rosario Touriño, editora de Política del semanario Brecha, describió un método diferente y, aun así, similar. Según dijo, “sin tener el cuerpo de los chats” pero ante la potencial “bomba” del caso y sus derivaciones, se buscó “tirar de la piola” elaborada por sus pares con el objetivo de producir artículos a partir del cruzamiento de datos. De todas formas, así como los interlocutores que le precedieron, Touriño reveló ciertas dificultades a la hora de procesar los chats, cuando los obtuvo, por el reducido tamaño de su equipo de investigación, compuesto inicialmente por dos personas.

Contradicciones

Una de las interrogantes de mayor peso en el intercambio fue la del “goteo mediático” y la periodicidad con la que los diferentes medios publican noticias en torno al caso.

La respuesta fue unánime: en ningún momento se consideró publicar la información “en bruto” por parte de ningún equipo de redacción. Según Silva, esto hubiera sido “un error”, dado que gran parte del material no tenía relevancia periodística, al mismo tiempo que hubiera violado el derecho a la privacidad de múltiples involucrados.

Natalevich continuó esta idea. Consideró el carácter “extraño, poco menos contradictorio” de pedir la publicación total de la información, puesto que los chats “tenían innumerables datos sobre la vida privada del presidente, de su familia y de muchísima otra gente”. A su vez, reprochó planteos de que cierta información no debía de ser publicada por referirse a la vida privada de ciertos individuos –algo que su propio equipo hubo de confrontar.

Además, el periodista de El Observador introdujo el concepto de economía editorial al momento de publicar porque, según planteó, “el cómo, el cuándo y el por qué se discuten de acuerdo a criterios periodísticos y digitales”. A su entender, publicar múltiples notas simultáneamente afectaría su atractivo, puesto que “competirían entre ellas”, e influirían en la forma en la que los potenciales lectores se aproximarían a ellas.

Transparencia ante todo

A fines de diciembre, TV Ciudad difundió que Astesiano había vigilado a Lorena Ponce de León, ex pareja del presidente de la República, al averiguar a través de jerarcas policiales a dónde viajaría, algo que ella había solicitado mantener en reserva. Tras el anuncio en TV Ciudad, varios periodistas de El Observador difundieron a través de sus cuentas de Twitter una nota que detallaba cómo se había hecho esa vigilancia pero que no habían podido publicar debido a la negativa del medio. La iniciativa de los periodistas, y la publicación de esa y otras notas, motivó la discusión en torno a los límites del interés público y su relación con la vida privada.

Natalevich fue uno de los periodistas que tuiteó la nota; aseguró que “determinar que pertenece a la esfera privada o la pública no siempre es estrictamente sencillo de determinar, se determina caso a caso tomando en cuenta sus particularidades”. Sobre el criterio que aplica El Observador para establecer el límite con la esfera privada, señaló que lo que se publica “es de relevancia e interés público”. “No avanzamos en la vida privada a no ser que ellos quieran contar su historia o irremplazable en una trama de innegable interés periodístico”, subrayó.

Touriño añadió que “todo lo que incumbe al Estado es de interés público”. Sin embargo, no se refirió únicamente a dicho caso al argumentar que “todo lo que rodea al poder es relevante informárselo al público”. Para ella, es importante exponer cómo opera dicho poder, algo que recomendó no limitar únicamente a las instituciones públicas, sino considerar, también, la esfera privada. En ese sentido, planteó que Astesiano representaba algo así como un “puente al gobierno”: “Se sabía. Por algo, todos iban a Astesiano. Los intereses privados, por determinadas razones, iban a recurrir al tráfico de influencia que representaba Astesiano y toda su red”, afirmó.

Joaquín Ludzcanoff

Franco Piedra Cueva

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