“Esperá que ando en la calle, pero me acomodo en una placita y arrancamos la entrevista”. Fiel a lo que parece ser su estilo, la actriz uruguaya Fiorella Bottaioli se sentó en un banquito al sol de una plaza bonaerense para dar inicio a la charla. Sus trabajos en publicidad, sus desafíos personales y el personaje de Magalí “Guerra” Zabala en la película La Uruguaya son algunos temas de los que habló la actriz con Sala de Redacción.

“Conquistar otros terrenos” fue su lema al mudarse a inicios del año pasado a Argentina. Cuando ya estaba completamente instalada, se estrenó el largometraje, del que participó tras varias instancias de casting por zoom en las que 1.961 productores asociados fueron descartando actores y actrices. Ella y Sebastián Arzeno se consolidaron como la pareja protagónica del filme. Fiorella Bottaioli está “en un buen momento”, mientras se encuentra rodando en Chile el papel protagónico de una nueva película. 

¿Por qué decidiste emigrar a Argentina? ¿Fue a partir de la falta de oportunidades, querías dar un salto en tu carrera?

—Sí, ambas. Es que en Uruguay me quedaba en la publicidad que me salvaba el mes, en alguna película que venía de afuera, pero ya iban con un 70% del equipo resuelto entre actores principales y secundarios. Entonces te prueban para personajes que no tienen ni nombre, que todo es experiencia y todo es trabajo, pero me parece que una también tiene que mirar el proceso y decir: ¿hasta cuándo sigo aceptando esto? Porque cuando estás empezando sos el “che, pibe” o la “che, piba”, estás ahí para curtirte y generar experiencia, pero llega un momento en el que te das cuenta de que tu camino también vale y que querés empezar a conquistar otros terrenos. Ahí fue cuando dije, “bueno, creo que me tengo que ir a Buenos Aires”. También el avant premiere de La Uruguaya fue como un motor, porque yo sabía que a mitad de año me mudaba e iba a tener un estreno y para mí eso era una motivación muy grande, así que me ayudó también a sentar cabeza del otro lado.

Mencionaste en una entrevista con la revista Marie Claire que en las publicidades te daban roles que cosificaban a la mujer. ¿Cómo lo describirías?

—Cosificación hubo, hay y habrá. La industria es hostil y siendo mujer ni que hablar. En su momento yo tenía 18 años, no estaba en el proceso personal que estoy ahora y como mujer no era tan consciente como lo soy ahora. Te van llegando estímulos diferentes desde la publicidad y no te vas dando cuenta que van formando tu personalidad porque en ese momento estás absorbiendo todo. Y es el trabajo, o sea gran parte de tu día y de tu rutina te estás juntando con gente que te hace comentarios y que te dice: “mirá, pensé que eras más alta”, “estaría bueno que tengas un poco más de tetas”, todo el mundo opinando de tu cuerpo de una manera impune. 

En La Uruguaya interpretaste el personaje de “Guerra”. ¿Considerás que ese papel fue un salto en tu trayecto profesional?

—Creo que sí, el carácter de “Guerra” va muy de la mano con lo que es mi personalidad. De hecho por eso también creo que quedé, porque había algo de la esencia que estaban buscando, de la impronta y de lo que [la directora] Ana García Blaya quería contar, el discurso y desde la perspectiva de la mujer en vez de la del hombre. Fue súper nutritivo el aprendizaje en esa peli, encajó todo perfecto, como un puzzle.  

¿En qué se notó la diferencia de tener una directora mujer?

—Confianza absoluta, de una te entregás a la piba, con un director varón no te entregás, yo me siento más cómoda con una mujer. Cuando apareció Anita García Blaya, me habló de las escenas que tenía, porque el libro era bastante picante. Había momentos en el libro que yo pensaba: “¿cómo vamos a hacer esto?”. Escenas de sexo muy arriba en la playa, que al final después se adaptaron por locación y por logística, pero que ella fue la primera en aclararme: “vamos a trabajar con Seba (Arzeno), nos vamos a juntar, nos vamos a conocer, vamos a charlar, va a quedar todo acordado y coreografiado”. Esas sutilezas de ella, de adelantarse ante mis posibles inseguridades y miedos, es la diferencia con un hombre. Capaz que para el hombre es “bueno, vamos con la escena 15, arrancamos”. Y no por malo ni nada, pero quizás no lo tiene en cuenta porque no le pasa y como no le pasa, no puede ponerse en tu lugar.

El método de financiamiento a través de 1.961 productores asociados es algo bastante particular. ¿Qué te llevaste de valioso si lo comparás con otros rodajes que has tenido?

—Había muchas personas para ayudar, los socios productores de la película e inversores estaban todos muy dispuestos a que todo salga bien. Salió la guita de su bolsillo y todos iban votando semana a semana en reuniones por Zoom de 500 personas. Ellos iban votando si querían que los protagonistas sean conocidos o no conocidos, cuáles eran las ventajas, las desventajas. Armaban las parejas a la hora del casting final y conseguían también muchas cosas. Algo muy positivo es que habitualmente en una producción hay dos personas a cargo de la música y de conseguir los derechos, acá había 1.500 personas, y al ser Uruguay un país chiquito, en dos patadas se llegó a Jaime Roos, Ruben Rada y Diane Denoir. Entonces surgieron también muchas cosas buenas, de locaciones y de actores, que también quisieron participar. Estaba el saxofonista de La Vela, el “Coli” Quijano, que hizo un papel en la peli. Estuvo muy bueno, se sintió el equipo. Esa es la diferencia para mí, trabajar en equipo tirando para el mismo lado es muy gratificante y muy potenciador.

¿Qué impacto has notado en el sector audiovisual argentino a partir de la Ley de Cine del gobierno de Javier Milei, el cierre parcial del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y su plan de reestructuración?

—Se respira tristeza, todo pasó muy rápido a partir del cambio de gobierno. De la nada no hay financiación, un montón de cineastas se quedan sin poder hacer sus películas porque no hay guita y la realidad de lo que está pasando es que las plataformas, que son quienes tienen el dinero, están al mando. Obviamente se hace casting para Disney+, para HBO, para Amazon, pero son “tres gatos locos” los que tienen el privilegio de poder mandar su guión ahí. O sea, ya deben tener un nombre, mucha gente que viene trabajando en un texto hace 10 años para presentar al INCAA ahora no puede hacer su película. Se respira crisis. Aún así te digo, como uruguaya, que igual hay más oportunidades. Al menos en este rubro, si te movés encontrás gente con la que podes hacer equipo y empezar un guion. Siento que algo positivo que trae la crisis también es la capacidad de salir adelante ante cualquier adversidad. Y ellos son muy “manijas” con lo que quieren. Por ejemplo, si alguien quiere abrir un cafecito, te dice “voy a abrirlo y voy a ser auténtico con mi impronta y la voy a romper”. Lo mismo si salís a cenar de noche, capaz yo me voy sola a tomar una cerveza en una esquina y termino conociendo a un español, dos españolas y dos argentinas que estaban ahí y que justo eran actrices, porque me invitaron de la mesa de al lado. La ciudad es muy grande y pasan cosas que te motivan, que hacen que tengas otro ritmo. Quizás muchas veces en Uruguay yo siento que va todo un poco más lento, que no es mejor ni peor, solo que va un poco más lento. Si estás en una etapa productiva y efectivamente querés laburar, vas a buscar oportunidades, yo prefiero el movimiento y a Uruguay lo dejo para cuando sea viejita, que tenga mi casita y volver a conectar con la naturaleza.

En una entrevista comentaste: “ojalá pueda hacer personajes que luchen, que militen y que cambien algo”. ¿En qué pensás exactamente cuando proyectas ese deseo? 

—Tengo grandes referencias como los personajes que eligen Cate Blanchett o Meryl Streep, con mucha profundidad. Me gustaría salir de lo que ya conté con mi imagen durante tantos años, laburando en publicidad de repente. Ni que hablar de proyectos propios que pueda tener, empezar a escribir cositas y aprender a estructurarlo en un guion. “Militar” en lo que la palabra significa, generar un “pienso” en el otro. Que te vayas del cine o de la obra con cosas, que hayan pasado cosas. Que te sientes y que vuelvas a tu casa y que charles con tu pareja, con tus amigos, con tu familia. Que te vayas con preguntas, que te vayas incómodo, que se hable de cosas que son tabú. Mover y sacudir, en definitiva.

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