Era 8 de mayo de 1945, Miriam Bek, de nacionalidad israelí, se encontraba internada en un hospital de las afueras de Berlín, mientras cumplía 18 años. “Tenía fiebre tifoidea, el virus le causó fiebre altísima, hasta soñaba con colores”, relató Miguel Kertesz, hijo de Miriam, periodista y escritor uruguayo, a Sala de Redacción. Su madre estuvo inconsciente esos días por lo que “no supo exactamente lo que había pasado hasta después”.

Un día antes, el 7 de mayo de 1945, Alfred Jodl, oficial de la Wehrmacht, la fuerza de defensa alemana, estampó su firma en un documento de dos páginas y 234 palabras que implicaba el acta de rendición incondicional: el nazismo había caído y la guerra en Europa había terminado. La capitulación fue firmada en Reims a las 21:45 horas en una ciudad francesa, frente a representantes de las potencias aliadas conformadas por Estados Unidos, la URSS, Gran Bretaña y Francia.

Un año después de firmar el documento, el 16 de octubre de 1946, Alfred Jodl fue colgado, tras ser declarado culpable por crímenes de guerra, contra la paz y contra la humanidad en los juicios de Núremberg. La rendición no lo eximió de la responsabilidad por las atrocidades cometidas. 

El Día de la Victoria se celebra en varios países de Europa el 8 de mayo y el 9 en Rusia, por la diferencia horaria respecto al resto; sin embargo, en Estados Unidos no se considera un día festivo. “En Uruguay se hicieron festejos en todo el país”, señaló Santiago Tricánico, historiador y escritor, en conversación con Sala de Redacción, y agregó que aquí éramos “pro aliados” y habíamos declarado la guerra a los alemanes tres meses antes de que se rindieran, en febrero de 1945.

El historiador explicó un hecho que empañó los festejos: cuando los aliados se declararon vencedores, el diario El Día, a través de César Batlle Pacheco, “un tipo muy especial, totalmente anticlerical y anticomunista”, según Tricánico, cometió el error de no incluir la bandera de la URSS. Solamente expuso la bandera de Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Eso generó un enfrentamiento entre el Partido Comunista del Uruguay y el diario, además de una reacción muy dura de la embajada de la Unión Soviética en Montevideo hacia el gobierno de Juan José de Amézaga, presidente uruguayo en ese entonces.

La liberación

Miriam Bek, nacida en Israel y capturada junto a su familia por los nazis en abril de 1944 en Hungría, había sido liberada exactamente un año más tarde, tras haber pasado por 11 campos de concentración: Rechlin, Ravensbrück, Oranienburg y Malchow, entre otros, incluido Auschwitz, campo de concentración y exterminio, ubicado en Polonia, en donde murieron el 90% de las personas que ingresaron como prisioneros; sólo en Auschwitz se estiman un millón de muertes. 

“La noche anterior habían visto que unas cuantas de las integrantes del cuerpo femenino de las SSque cumplían el trabajo de cuidadoras dentro del campo Malchow- tenían ropa de civil debajo de los uniformes”, narró Miguel, y contó que a la mañana siguiente, su madre y los compañeros del campo habían amanecido temprano, dispuestos a formar la fila habitual para ser contabilizados, cuando se dieron cuenta de que “no estaban vigilados”.

Según el relato, algunos de los prisioneros se animaron a salir y enseguida se encontraron con soldados soviéticos. Los judíos que se encontraban allí hablaban húngaro, por lo que no podían entender lo que los militares les decían. Encontraron el punto de contacto a través del ídish, un idioma antiguo derivado del alemán, y así los soldados les pudieron explicar que estaban ganando la guerra, la frontera se estaba corriendo y los estaban liberando. 

Después de que evacuaron el campo, llevaron a los ex reclusos a hospitales y centros de redistribución para que pudieran volver a sus países. Miriam estuvo todo el tiempo con sus dos primas, quienes después la llevaron a Neubrandenburg, unos meses antes campo de concentración, y una organización internacional judía decidió internarla cuando se enfermó. 

Las primas se quedaron juntas hasta el final de la guerra. Después volvieron por largos caminos, cruzándose con otros que también volvían a sus casas desde toda Europa, caminando y en trenes. Según relata su hijo, una de las cosas de las que se acuerda Miriam es de que “pasaron mucha hambre” y vieron también a mucha gente en la misma situación, recorriendo esos caminos para volver a su casa: se “abalanzaban sobre cualquier alimento que pudieran encontrar”.

El Tercer Reich

Adolf Hitler asumió el gobierno de Alemania en 1934 después de la muerte de Paul Von Hindenburg, el presidente del país hasta entonces. La guerra comenzó en setiembre de 1939, cuando Hitler invadió Polonia, y continuó por seis años. Es considerado el mayor conflicto bélico de la historia; en él participaron la mayoría de los países europeos agrupados en dos alianzas militares: las potencias del eje, bloque integrado en un principio por la Alemania nazi, Italia y Japón -más tarde se unieron Hungría, Rumania y Bulgaria, entre otros-, y las potencias aliadas, bloque conformado por Gran Bretaña, Francia y Polonia, al que un tiempo más tarde se unieron Estados Unidos y la URSS, entre otros.

El final de la guerra significó la culminación de todas las atrocidades cometidas: la ocupación de países y la muerte de miles de civiles, la persecución, el aprisionamiento y la ejecución de aproximadamente 11 millones de personas que componían distintos grupos étnicos y otras personas combatidas por el régimen nazi como testigos de Jehová, personas con discapacidades, homosexuales, prostitutas, comunistas, prisioneros soviéticos y toda persona, alemana o no, que se resistiera. Se estima que la guerra y los campos de concentración y de exterminio cobraron la vida de entre 50 y 60 millones de personas.

Cuando Miriam pudo por fin regresar a su hogar en Hungría, se encontró con que había sido ocupada por una familia alemana que, según señaló Miguel, “le devolvió las fotos de ella, un álbum y su bicicleta, pero se quedaron con la casa”, y agregó que la misma organización judía que les brindaba apoyo económico, también las ayudó a realojarse. Dos años después del final del conflicto y a los 20 años de edad, Miriam decidió viajar a Uruguay, ya que gran parte de su familia había emigrado a nuestro país antes de que la guerra iniciara. Ella es hija única y a su madre la había perdido apenas llegaron a Auschwitz, entonces “sus primos eran como sus hermanos”. 

En Uruguay existe un Memorial del Holocausto del Pueblo Judío, ubicado en el barrio Punta Carretas de Montevideo, sobre la rambla Presidente Wilson. Fue construido por los arquitectos uruguayos Gastón Boero, Fernando Fabiano y Sylvia Perossio, tras haber ganado el concurso propuesto por la Intendencia de Montevideo en 1992. La obra consiste en un muro de piedra de 120 metros a lo largo de la rambla, que representa la historia del pueblo judío, y en el centro se interrumpe con un hueco emplazado entre dos bloques de granito que aluden al Holocausto. Cada 27 de enero se conmemora el Holocausto a nivel internacional. Sin embargo hay muchas personas que creen que los campos de concentración “no existieron” y que toda la información acerca del Holocausto es una mentira. Es por esto que el memorial ubicado en Montevideo ha sido vandalizado en varias ocasiones con grafitis que aluden, entre otras cosas, a que “los judíos” murieron de tifus y no en cámaras de gas.

Una voz para la memoria

Miguel explica que cuando Miriam se estableció en Uruguay y formó su familia, no hablaba de todas las atrocidades que había pasado desde que los nazis la capturaron. “Contaba pequeñas anécdotas”, pero decía que no la había pasado “tan mal” y aseguraba que “había otros que la habían pasado peor”, por lo que no quería profundizar en el tema. Por otra parte, Miriam estuvo muchos años en tratamiento psicológico y fue a los 25 años de edad la primera vez que Miguel escuchó su testimonio a través de un cassette que ella le grabó a su sobrina. 

“Al principio fue una sorpresa, después sentí una gran sed de venganza, luego el ‘no perdonar’ pero tampoco querer ejecutarlos”, explica sobre sus sentimientos al escuchar el relato de su madre por primera vez, y asegura que no cree en la pena de muerte ni en la solución de conflictos por medios militares: “la diplomacia es la mejor forma de ayudar a cualquier pueblo”. 

Miguel tiene 67 años, vive en Montevideo y en 2012 escribió junto a Miriam el libro Una voz para la memoria, donde narra la historia de su madre, quien en la actualidad tiene 94 años. En 2016 decidió mudarse a Estados Unidos y reside allí con su hija Jenny, hermana de Miguel. La protagonista de Una voz para la memoria ya está vacunada contra la covid-19, usa Facebook y se fue a festejar su cumpleaños al oeste de Florida, en la Costa del Golfo. Su pasado es el de muchas otras sobrevivientes del Holocausto, personas que lo perdieron todo y volvieron a reconstruir sus vidas. 

Miguel asegura que no quiere que lo que pasó se olvide: “primero por mis hijos, después por mis nietos y con el tiempo, por los jóvenes interesados en el tema, para que aprendan y entiendan que nadie es superior o mejor que otro ser humano, que tenemos que convivir y que esta es una nave en la que viajamos todos juntos”, concluyó.

Las últimas comunicaciones del ejército alemán antes de rendirse reportan la llegada del ejército británico al último puesto de resistencia en Cuxhaven, ubicado en la costa alemana del Mar del Norte. “Cerrando para siempre -los mejores deseos- adiós”, fueron las últimas palabras escuchadas el 7 de mayo de 1945. El mensaje fue interceptado por Bletchley Park, el centro de decodificación ultra secreto británico durante la Segunda Guerra Mundial ubicado en Buckinghamshire, según informó la BBC.

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