Las campañas electorales movilizan la opinión pública y, desde hace algunos años, intentan incidir en ella a través de las redes sociales. Las fotos y videos se propagan sin límites desde todos los celulares. Las últimas elecciones en Brasil y Estados Unidos son el ejemplo más claro de un uso de las redes sociales para la fermentación de noticias malintencionadas y colmadas de mentira, que diluyeron la verdad y propagaron la falacia. 

Uruguay elegirá este año a sus futuros mandatarios, y para llevar adelante una “campaña limpia de noticias falsas” es que la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) y los partidos políticos firmaron en abril un pacto de ética. Además, y tomando como ejemplo experiencias de otros países, algunos medios de comunicación uruguayos ensayarán una experiencia para chequear informaciones que se sospecha que son falsas. 

Verificado, que se presentará en rueda de prensa el lunes en la Facultad de Información y Comunicación (FIC), es una coalición entre medios nacionales y las agencias de verificación Nadie Chequea Nada y UyCheck, la agencia de noticias francesa Agence France-Presse (AFP) y el Centro de Archivos y Acceso a la Información Pública (Cainfo), que cuenta con el apoyo de APU. 

El proyecto, que se gestó a comienzos de año, está conformado por periodistas, editores y estudiantes de todas las universidades, que bajo una mesa coordinadora verificará la información propagada y publicará luego un informe en su página web. 

Avalancha de falacias

La desinformación en Brasil tuvo a Whatsapp como principal vía de circulación y al candidato Fernando Haddad como principal perjudicado. El país vecino sufrió una “guerra sin cuartel” entre Jair Bolsonaro y su contrincante de izquierda, al punto que ya nadie, incluso la prensa, tenía claro en algunos casos qué era real y qué no. 

Las fotos de Haddad fueron compartidas sin filtro. Desde el supuesto kit gay con mamaderas de genitales masculinos que había impulsado para las escuelas -una información que fue considerada como real por el 83,7 por ciento de los electores que la recibieron-, hasta un supuesto libro escrito por el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) que impulsaba la pedofilia y el incesto. El público, según la redactora en jefe de América Latina de AFP, María Lorente, con el afán de ser parte de las conversaciones públicas, “no presta atención”. Pueden llegar incluso a confundir a la reconocida actriz Beatriz Segall con una mujer presuntamente violentada por seguidores del PT, o creer que la ex presidenta de Brasil Dilma Rousseff bailó junto a Fidel Castro, y nunca reparar en que la foto que se usaba para “probar” ese encuentro fue tomada en un evento de los años cincuenta, cuando la ex mandataria tenía apenas 11 años. 

La construcción de fake news implica una distorsión intencionada de los datos para confundir a la población, orientar la opinión pública bajo un interés o causar daño. Estas, mal calificadas como noticias, están manipuladas y forman parte de un ecosistema mayor. Son sustentadas por un mercado de fabricación de información, en el que las empresas son contratadas especialmente para producir textos, fotos, videos o contenidos humorísticos. O en general son catalogadas de este modo, como hizo mayoritariamente Donald Trump, por los mismos políticos cuando cierta información no les es conveniente o no les satisface.

Una delgada línea las separa de la desinformación, la cual puede sustentarse en datos falsos o simplemente verdaderos pero descontextualizados, o contenidos satíricos que son divulgados erróneamente como reales. Sin embargo, explica la gerente de producto digital de El País, Ana Laura Pérez, es factible hacer una campaña política sucia también bajo la desinformación. Mediante la selección de canales de difusión especializados y el pago de pautas en redes, se direcciona a un público específico, con foco en ciertos intereses, para llegar a una mayor audiencia. Publicaciones que se mezclan entre las reales, como sucedió durante este año en las redes sociales de El sol del sur o Latin Blog, medios digitales creados específicamente para difundir información falsa.

Se da así una creciente marea de noticias falsas, en la que las agencias de chequeo operan como botes salvavidas. Las alianzas se consolidan entre diferentes medios, colectivos y entes públicos con el fin de verificar y desmontar noticias, dejar en evidencia dichas mentiras y “contar sobre los falsos”, explica a Sala de Redacción Lorente, ya que resultan “claves” en los procesos de decisión electoral. AFP se asoció con medios de Francia bajo Crosscheck, para verificar datos y discursos durante la campaña electoral francesa. Hoy, desde su plataforma web Factual, editores y redactores verifican y monitorean el contenido de las redes sociales, su origen y veracidad.

Este tipo de alianzas se formaron con rapidez en la región durante 2018, como Reverso en Argentina o Comprova en Brasil. Este último reúne a más de 20 medios y organizaciones brasileñas que aún hoy continúan trabajando y han recibido más de 20 mil denuncias. 

Caldo de cultivo 

Los mayores de 65 años y los grupos familiares en Whatsapp son quienes más difunden este tipo de mensajes, a los que se le suman los bots o cyberbots, “granjas” de celulares donde se propaga información en promedio 20 veces más rápido y de forma automatizada. El conflicto es que Whatsapp, además de ser económica y permitir mayor circulación, es hermética e impenetrable: no tiene límite de circulación de mensajes o de creación de grupos y no es posible identificar la fuente primaria de la información. 

Es la mayor red de mensajería potenciadora del filtro burbuja, una burbuja globalizada en la que, según Pérez, todos estamos inmersos. En las redes sociales de las que formamos parte nos conectamos continuamente con el mismo círculo de personas, con quienes compartimos los mismos intereses. Por ende, leemos, comentamos y divulgamos información siempre bajo la centralidad de los mismos temas y posiciones ideológicas y políticas, que difícilmente contraponemos. En esta burbuja, las opiniones se polarizan, y esto es perjudicial, argumenta Pérez, también para los periodistas, ya que es difícil detectar los mensajes que circulan y que deslegitiman los datos brindados por ellos.

Desde datos erróneos sobre políticas sociales del Frente Amplio, sobre todo en cuanto a migración, salud, vida de las personalidades y violencia, son los temas que más atraen a estos “fabricantes de mentiras” en Uruguay. “Sobre todo la última”, explicó a Sala de Redacción Lorente: “es la más recurrente previo a campañas electorales, como nuevos tipos de robos o alertas a la población, que circulan por Internet generando temor”. 

Previo al pacto ético se divulgó un texto que se presentaba como un fragmento de la obra biográfica de Luis Lacalle Pou, en ese momento precandidato a la presidencia de la República por el Partido Nacional, en el que se describía cómo habría atropellado y matado a una mujer, y luego se habría librado de la condena penal gracias a que su padre, Luis Alberto Lacalle, era el presidente de la República en esa época. Tiempo después llegó al Whatsapp de muchos uruguayos, de un número proveniente de India, una serie de caricaturas contra el mismo precandidato. A medida que las elecciones internas se acercaban, los datos erróneos o descalificadores comenzaron a multiplicarse.

El precandidato nacionalista, Juan Sartori, fue el principal acusado de generar “campaña sucia” y a quien se denunció reiteradas veces por sus promesas sobre la tarjeta Medicfarma, la apropiación del eslogan de la campaña Vivir sin miedo, las llamadas telefónicas a nombre de sus competidores y las encuestas falsas, hasta el reciente conflicto con empleados del portal Ecos, del que es dueño, a los que invitó a retirarse si no estaban de acuerdo con que se convirtiera en un medio de propaganda de su sector. 

Si bien esta nueva articulación uruguaya no trabajó durante la jornada de junio, pudieron constatar, especificó su coordinadora y vocera Ana Matyszczyk, que la desinformación “se instaló y tomó protagonismo, algo que nos preocupa como ciudadanos y periodistas” y que no parece que vaya a apaciguarse previo a las nacionales. Ante este escenario es que se consolidó la coalición de chequeo. 

Verificado.uy analizará mensajes que circulan tanto en redes sociales como la publicada en sitios web. Por su parte, cada medio integrante difundirá los resultados de los chequeos que considere relevantes para sus lectores. De este modo se abordarán dos campos: todo aquello difundido mediante redes sociales, incluido Whataspp, y el contenido de los discursos políticos. 

Lorente enfatizó que, si bien hay que solicitarle al Estado que establezca sus propios mecanismos de control, la presión debe venir de los ciudadanos que manifiestan que “no quieren participar de conversaciones donde se propaguen noticias falsas”. Se vuelve, afirma Matyszczyk, “más que necesario que un grupo como Verificado exista. Es una alianza histórica, un grupo interdisciplinario que abarca a todos los tipos de actor social” y demuestra que chequear no es tan trabajoso. Se trata de herramientas simples que se pueden aprender en pocos minutos y que luego permiten comprobar la veracidad de lo que el celular cuenta, para que la falacia no se meta en las urnas de octubre.

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