La Avenida Libertador estaba repleta. Una multitud de todas las edades caminaba en dirección a la Plaza Primero de Mayo, con banderas LGBTQ+, de la bisexualidad y muchas otras de la comunidad que llevaban en bandanas, pañuelos, colgadas de la espalda, pintadas en carteles y en los rostros. El movimiento era lento, a pasos cortos por la amplia cantidad de personas que desbordaban la calle; cantaban al unísono los clásicos del pop como “Born this way”, de Lady Gaga, “Fireworks”, de Katy Perry o la que sonó en las primeras marchas, “Solo se vive una vez”, de Azúcar Moreno que salían de una chata (un camión) de la que colgaba una pancarta amarilla que en letras negras decía: “Nuestro derecho a ser sigue siendo urgente”.

Esta nueva edición de la Marcha de la Diversidad se caracterizó por la asistencia de alrededor de 150 mil personas y por cumplirse 30 años de la primera -en 1993- que, lejos de ser colorida y diversa, fue de semblantes tapados por temor a la represión. “En aquel momento reclamábamos que no queríamos seguir viviendo encerrados entre cuatro paredes, no aceptábamos más el rechazo. Exigimos y seguimos exigiendo que nuestro derecho a ser, a sentir, a amar, a expresarnos sean respetados, valorados”, comenzó la proclama de este año, como recuerdo de la primera marcha.

En el trayecto, se dio una ovación cuando frente a un colegio católico, algunos de los integrantes de la comunidad posaron en sus escalones con grandes abanicos y con carteles que exponían: Libertad sin vuelta atrás.

Más allá, entre la multitud, sobresalía otro que decía: “Si tu familia no acepta tu orientación sexual o identidad de género, entonces ahora yo soy tu familia, te quiero mucho”. Hacia el final del recorrido, la música se detuvo y sobre la chata y las veredas de la calle se divisaron carteles con las fotos de detenidos desaparecidos que hicieron alzar los puños de los presentes al grito de “nunca más”.

La última parada fue delante del Palacio Legislativo, que se encontraba decorado con banderas de la diversidad. Gente en grupos tomaba, bailaba y cantaba, llevaban carteles, se sacaban fotos y pedían por más canciones.

Ya en la plaza se agradeció inicialmente a la amplia cantidad de colectivos que integran la comunidad y ayudaron de distintas formas a concretar la marcha. Algunos de ellos, reunidos sobre el escenario, leyeron la proclama de este 2023.

Celebraron 30 años de la marcha, diez de la Ley de Matrimonio Igualitario y cinco de la Ley Trans. Sobre esta última, hicieron algunos reclamos: “No se cumple el cupo laboral para personas trans, afro y con discapacidad, porque no hay voluntad política para hacerlo. La ley cumple 5 años y tenemos que salir las organizaciones sociales a denunciar los llamados que ignoraban el cupo, tuvimos que hacernos cargo con el cuerpo, con el tiempo, litigio y militancia que los compañeros dijeran: así no”.

Hicieron hincapié en el “abandono” por parte del Estado para con las personas de la comunidad y aquellas de bajos recursos durante la crisis hídrica: “Durante casi cien días tuvimos que elegir entre tomar agua potable, o cubrir otras necesidades, porque el Estado no se hizo cargo”.

Se manifestaron en contra de la invisibilización de la diversidad de las familias en las escuelas y cuestionaron que se quitará la educación sexual de las instituciones, lo que generará mayor ignorancia, aseguraron. “Nuestras familias diversas siguen siendo invisibilizadas, se sigue enseñando en las escuelas que madre o padre hay uno solo, y si algo ha pasado toda la vida es que eso no es así. Hay familia de dos padres, de dos madres y más. La ley nos ampara, que no nos digan lo contrario”, expresaron. Argumentaron, además, que el gobierno prometió no quitar derechos y esto es hacerlo.

Al finalizar la lectura proclama, se presentaron en el escenario Vulvax, Ballroom, Kevin Royk y Kumbiaracha, con la musicalización de Dj Yaru.

Diversidades parlantes

Sofía, argentina de 40 años, ha asistido a marchas de la diversidad por todo el mundo. Comparó a Uruguay con otros países y dijo que “al final sí se protesta en todos lados y sí se pide lo que se pide en todos lados, porque somos iguales en todos lados”. Agregó que lo que enoja es “tener que seguir reivindicando algo que ya tendría que ser natural” y sugirió: “darlo por naturalizado; no tenés que salir a protestar, hagámoslo como un día de festejo, pero no por una protesta”.

Reflexiva sobre el por qué de las marchas, finalizó: “Nunca me tuve que pensar a mí en una casilla, pero entiendo perfectamente quienes lo necesitan, porque nos da identidad. Creo y veo que esto es algo que la gente necesita y que si se acepta y se abarca completamente por todos y lo tomamos con el corazón, creo que todo va a estar bien”.

Rosina, también de 40 años, ha vivido mucho tiempo fuera del país y no ha podido asistir a todas las marchas, pero señaló un cambio: “ahora es súper masiva, es diferente, es la bomba”. Para los próximos diez años, tiene la expectativa de que “siga existiendo, pero que no se sigan reivindicando las mismas cosas; hacemos de cuenta que todo está bien, se hacen leyes pero no se cumplen, o la gente después en la forma de vida, en el cotidiano, no trata. Más allá de lo que veo en las marchas, veo una cuestión social” finalizó.

Federico, de 23 años, viene a la marcha desde 2018 y dice estar encantado con cómo se junta toda la comunidad. “Somos muchos más de los que creés que somos”. La primera vez que fue, le “voló la cabeza” por la cantidad de personas que eran y cómo “sentís que capaz no pertenecés y ves tanta gente que es idéntica a vos, en formas distintas pero a la vez comparten el sentimiento”, comentó, emocionado. Él espera que cada vez asistan más personas, y que se celebre más la diversidad: “no es gays, lesbianas y trans, ser diverso es mucho más”, reflexionó.

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