Una gran cantidad y diversidad de especies, principalmente perros de raza y aves, son traficados al territorio uruguayo anualmente. La situación se agravó en 2023 y 2024, debido a la diferencia cambiaria con Argentina que hace más barato adquirir animales en el país vecino y luego ingresarlos a Uruguay a través del contrabando. El ingreso de animales adquiridos en otros países es ilegal, aunque se cuente con los papeles sanitarios correspondientes.

A su vez, persiste la preocupación por el tráfico ilegal de animales desde el territorio uruguayo hacia otros países; es algo que genera inquietud en las autoridades y expertos veterinarios, ya que nuestro país es considerado un punto de salida importante por traficantes de países vecinos.

En el marco del lanzamiento de una campaña de educación en bienestar animal y tenencia responsable, la presidenta del Instituto Nacional de Bienestar Animal (INBA), Marcia del Campo, dijo en rueda de prensa que en la mayoría de los casos los animales son “ingresados en condiciones deplorables, vienen escondidos debajo de los asientos o en las (ruedas) auxiliares”. Remarcó que muchos de ellos llegan muertos. 

En conversación con Sala de Redacción, el equipo de veterinaria del ex zoológico de Villa Dolores, conformado por los veterinarios César Echaides, Ana Pérez y Victoria Rohrer señalaron que la problemática se explica gracias a una serie de factores multicausales. El grupo de expertos cuenta con experiencia en el cuidado de especies incautadas por el contrabando tanto en el Parque de Villa Dolores como en el Parque Lecocq. Sin embargo, a raíz de una decisión del Ministerio de Ambiente estos centros dejaron de recibir animales a fines de 2020. En ese entonces recepcionaban más de 100 ejemplares por año.

El proceso de cuidados, intento de salvación, rehabilitación y reingreso a la naturaleza de estas especies cuenta con muchos componentes y complejidades. “Lo primero que se hace es determinar la especie. Lo segundo es determinar a grandes rasgos el estado del individuo. Y el tercer paso es sacar los cadáveres” de los lotes que reciben, resumió Echaides, ya que muchos de los animales ingresan muertos o mueren en las primeras horas de llegar al centro que los acoge. Luego de la clasificación de los animales que continúan con vida, el siguiente paso es dar el primer alojamiento, proveer agua, comida y un lugar tranquilo y lo más cuarentenado posible. “La idea es tratar estos ejemplares de manera independiente porque tienen distinas características y la mayoría viene de la naturaleza”, continuó Echaides.

Otro aspecto que se tiene en cuenta es el de las enfermedades y parásitos; se intenta evitar su propagación y se realizan autopsias para identificar causa de muerte o posibles tratamientos sanitarios de amplio espectro en los primeros días. Después de esta primera gran etapa, queda mantenerlos en el lugar hasta lograr un estatus estable y determinar si el animal fue sacado de la naturaleza o si era mascota. Además, se evalúa si la especie es nativa del Uruguay o no. “Si es nativa, se te abre una puerta, una posibilidad de salida y reinserción rápida acá. Cuando no son nativas el problema es mayor”, explicó el veterinario.

Por su parte, Pérez expresó que “los centros que rehabilitan fauna tienen que tener claro qué especies pueden albergar y cuidar y, en el caso de recibirlas, ver qué posibilidades de supervivencia y reinserción tienen”. Elementos básicos como lo edilicio, herramientas y alimentos requeridos varían según el tipo de animal, lo que dificulta el proceso si no se cuentan con las condiciones necesarias.

Concientización y legislación

Todos los especialistas hicieron hincapié en que Uruguay debe mejorar de manera sustancial como sociedad en la educación y concientización de la temática. Echaides, en particular, manifestó que el país tiene “tres grandes patas”: la educación, la comunicación y la difusión. “Uruguay tiene, desde mi punto de vista, un debe muy importante en cuanto a conocer la biodiversidad y su valor”, señaló. A lo que Pérez agregó que actualmente es un país que reúne todas las condiciones apropiadas para un tráfico importante: “Si no hay algo que apoyen socialmente los gobiernos, es imposible. Esto de que no se conozca y no se difunda la importancia es muy favorable para el tráfico. A eso sumale la legislación laxa y a esa legislación, la incapacidad de control y fiscalización de la misma”.

El equipo mantiene un vínculo y trabaja mucho en lo educativo con la división de Fauna del Ministerio de Ambiente y con la Unidad de Bienestar Animal de la Intendencia de Montevideo, junto con la que participa en talleres educativos sobre convivencia con vida animal doméstica y silvestre. También colaboran cuando el Ministerio necesita apoyo de mano de obra o de herramientas en zonas urbanas como Montevideo y su periferia. Rohrer explicó que “con estudiantes de la Facultad de Veterinaria presentamos un proyecto de investigación a financiar sobre el impacto de la educación ambiental y el bienestar animal y la necesidad de implementarla en la educación formal a nivel escolar en todo Uruguay”. Agregó que los talleres son muy buenos pero que debería ser una política “macro”. 

En Uruguay, a diferencia de otros países de la región, no hay condena penal por contrabando de animales. Los veterinarios explicaron que solamente hay multas e incautación de bienes, las cuales son “irrisorias” en comparación con la ganancia del tráfico. La arista lucrativa de esta red resulta preocupante para los expertos: “hay una parte socioeconómica importante, desde el que compra al animal al que lo saca de la naturaleza local y lo vende al comprador de afuera”, añadió Echaides. A modo de ejemplo, mencionaron el tráfico de arañas que viven en el norte del territorio uruguayo como punto de salida hacia Europa y Asia. Incluso fueron testigos de cómo se utilizó a niños locales para su captura que luego recibieron una recompensa en dinero como forma de compensar la situación económica de sus familias. 

Los tres veterinarios estuvieron de acuerdo en que, en el corto plazo, se necesitan normativas más rígidas y eficaces, mayor fiscalización y una mayor cantidad de centros especializados. Pero de poco o nada serviría esto sin buenos cimientos para el largo plazo y estos solo se obtendrían gracias a “la educación, difusión y concientización en la sociedad uruguaya de la situación”, concluyó el conjunto de expertos.

Números fríos

El director del Parque Villa Dolores, Gabriel Weiss, dijo en diálogo con Sala de Redacción que durante años el zoológico recibió animales incautados de los traficantes. Observando la experiencia actual de 220 animales alojados desde el parque concluyen que los loros Amazonas, los guacamayos, los manos caí y las tortugas son los más traficados en el país. El jerarca afirmó que en Uruguay se trafica internamente una cantidad importante de tortugas: “si ves a una tortuga caminando por algún lugar, es un animal que entró traficado ya que la tortuga de tierra no es un animal de nuestro país”. Por la misma línea que los veterinarios, el director agregó que la mayoría de los animales llegan en condiciones “lamentables”. 

Weiss destacó la alta tasa de mortalidad que inflige el contrabando de animales y expresó que “hay mucha mortalidad cuando se extrae a un animal de su hábitat. Por ejemplo, si comprás un mono caí, tenes que saber que en ese lugar de extracción seguramente murieron nueve”. Al mismo tiempo, remarcó la dificultad de que el animal vuelva a encontrarse en su hábitat natural luego de ser extraído, ya que “hay una cifra internacional que de 100 animales extraídos, 60 mueren al intentar que vuelvan a vivir en su hábitat debido a que entran en contacto con los humanos y pasan a ser dependientes de ellos por comida, entre otras cosas”. Weiss recalcó que es un proceso difícil: “el tráfico ilegal de animales y plantas es la tercera forma de tráfico más grande del mundo por la cantidad de dinero que maneja”.

En junio el INBA reportó que unos 600 animales de compañía, producción, exóticos y fauna silvestre fueron incautados en el primer semestre de 2024. En esa instancia la máxima autoridad del INBA, Del Campo, dijo a El Observador que “no son mascotas y deben estar en su hábitat”. 

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