La semana previa a la que un caballo corre es especial, para propietarios, cuidadores y para el jockey. El entrenador Nicolas Navatta explicó a Sala de Redacción el proceso diario de cuidado de un caballo: la jornada “comienza a las 6:00 de la mañana en donde se limpia el caballo, orín, bosta y se cepilla; luego se entrena y después se raciona, y aproximadamente a las 10:00 de la mañana, se larga”. En la tarde, el proceso es similar y comienza a partir de las 15:00 pero sin entrenar, y también allí se limpia y alimenta el caballo y, si lo requiere, se le da su medicación o vitaminas y masajes.

Aunque los días de carrera normalmente son de jueves a domingo, para llevar una vida al galope, el jockey Eric “Nano” Acosta, al igual que todos sus colegas, tienen trabajo con los caballos de lunes a lunes. “Nosotros los jockeys en esta época del año comenzamos a varear a partir de las 06:30 de la mañana hasta las 10:30, que es la hora que Maroñas tiene abierta la pista y es el horario en el que podemos trabajar”, explicó Acosta para describir el entrenamiento diario con el caballo.

Lo normal es que un caballo corra cada 21 días o una vez por mes, pero puede variar según el organismo de cada animal, detalló Navatta. La semana previa a la que se corre es distinta: “se realiza un entrenamiento más intenso, en términos de turf se conoce como floreo, que es sobre la distancia que va a correr el caballo y luego una partida final que es cuatro o cinco días antes del día de carrera”, señaló el entrenador.

Domingo de carrera

El primer domingo de setiembre es una fecha que resalta en el calendario del turf porque se corre la primera gema de la Triple Corona en el Hipódromo de Maroñas. El programa de la reunión número 66, que tenía como atracción principal el Clásico Las Piedras, el Gran Premio Polla de Potrancas y el Gran Premio Polla de Potrillos, marcaba 12 carreras.

Se acercaba el comienzo de la primera carrera y Acosta hacía un rato que estaba en el hipódromo, a la espera de obtener alguna victoria. Los días de carrera concurre normalmente una hora y cuarto antes del inicio de cada corrida.

La balanza y los kilos son de vital importancia a la hora de la carrera. Acosta explicó que “cada carrera tiene un programa oficial con el peso, esto depende de la edad del caballo y la categoría”. “En los handicap, hay jockeys que van con 60 kilos y otro con 50 kilos, esto lo hacen para equiparar a los caballos que tienen más chances con los que tienen menos chance”, agregó.

Entre semana, el peso habitual de Acosta es de 51 o 52 kilos; cuando el programa marca que tiene que llevar más peso, se suman kilos colocando plomo en la montura. Acosta aclaró que hablaba particularmente de su caso, ya que no tiene problemas con el peso, algo fundamental en esta profesión. Durante las jornadas de carrera, que son muy largas, no suele comer nada, solo alguna naranja y toma mucho energizante, producto del desgaste que genera la cantidad de horas y muchas veces las altas temperaturas.

Por una cabeza

Pasadas las 14:50 se disputó la primera carrera, en la que Quilero, conducido por Vagner Leal, se impuso cómodamente. Era una tarde muy inhóspita, la lluvia fue el actor principal de la jornada con una incidencia trascendente en el desarrollo de las carreras, con una pista que empezaba a quedar cada vez más fangosa a raíz del agua que se iba acumulando con el pasar de las horas.

Desde el momento en que sonó la campana de largada, el silencio invadió los palcos, producto del nerviosismo: los más veteranos miraban la carrera con sus binoculares para no perderse detalle alguno, mientras que otros estuvieron atentos a los primeros metros en la pantalla principal hasta que los caballos ingresaron en la recta principal. Todo ese silencio terminó cuando faltaban 200 metros para cruzar el disco, alguno ya rezongaba porque su caballo no fue de carrera y rompía “los boletos”, al tiempo que otros explotaban en el grito de festejo.

Con más de 3.000 personas en el hipódromo, se esperaba por la quinta carrera, el Clásico Las Piedras sobre 2.100 metros sobre el césped, en el que se impuso el favorito Papa Mim con la conducción de Carlos Lavor.

Se acercaba la hora 18:00, sinónimo de una de las atracciones de la tarde dominical: se venía el Gran Premio Polla de Potrancas sobre 1.600 metros, en la que competían 16 yeguas en busca de cruzar primeras el disco.

El hecho de ser una de las atracciones de la tarde, debido al prestigio de esta carrera, explicaba el aumento del nerviosismo, sobre todo en propietarios y allegados a los participantes. Las filas de las ventanillas de apuestas se hicieron más largas de lo normal producto de “algún boleto” que jugaron quienes fueron al hipódromo por su pasión y gusto por el turf.

El número 15, La Firmante, con la monta de Yair Pereira era la favorita para esa competencia y lo demostró en la pista, ganando cómodamente lo que permitió el festejo en quienes estaban presentes en el hipódromo cuando aún restaban 150 metros de carrera.

La décima competencia fue el Gran Premio Polla de Potrillos, otras de las atracciones de la tarde, que también se disputaba sobre 1.600 metros con 13 competidores. En las conversaciones predominaba el análisis de la carrera para tratar de descifrar quién ganaría eran una constante en el hipódromo.

Era una carrera importante, se acercaba el final de la reunión y los que no llevaban una buena tarde desde lo económico trataban al menos de empatar, en medio de dividendos altos y parejos producto de una competencia pareja; las filas en ventanillas para jugar se hicieron más largas y los que se encontraban en los últimos lugares pasaban a estar nerviosos no solo por la carrera sino para que les diera tiempo a jugar un boleto.

En un final para el infarto y sobre el disco, Rock Walk, con la monta de José Da Silva, se impuso por una cabeza en un final de película, en donde la distancia a recorrer eran 1.600 metros, pero los últimos 50 marcaron el ganador.

Al finalizar esa carrera, la gente comenzó a retirarse. El frío y la lluvia no fueron el mejor condimento para acompañar la tarde en la que los platos principales ya habían pasado, después de un día al galope.

FacebookTwitter