Lo económico condiciona lo político: bajo esta ley de hierro los imperios y estados han demostrado su poder a lo largo de la historia y posicionado a su sistema monetario como el mejor para que otros lo usen. Algunos ejemplos son el denario del Imperio Romano, el real de a ocho del Imperio Español, la libra esterlina británica o el dólar estadounidense. Este último se impuso como moneda de referencia internacional relacionada con el patrón oro en 1944 en la Conferencia de Bretton Woods, lo que marcaría el orden económico mundial posguerra, luego de la Segunda Guerra Mundial. Pasada la Guerra Fría y la caída del bloque socialista, no había quien pudiera hacerle frente; el convenio de Washington y la tesis del “fin de la Historia” de Francis Fukuyama parecían declarar que la unipolaridad había llegado para quedarse. 

Pero este orden unipolar que tenía a Estados Unidos como única potencia mundial de primer nivel comenzó a cambiar desde inicios de este siglo, un mundo “posoccidental”, como lo define Oliver Stuenkel en su libro “Mundo Occidental: cómo las potencias emergentes están rehaciendo el orden mundial”. El académico establece que el orden unipolar fue sustituido por un sistema de potencias de primer y segundo grado -o potencias globales y regionales- que cooperan o se causan tensiones en base a sus intereses. 

Este cambio también se ve en el uso de otras monedas como forma de reserva y de intercambio comercial. Según Carlos Luján, politólogo y profesor de Teoría de las Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar, “el yuan aparece sexto a nivel mundial”, luego del oro, el yen, la libra esterlina, el euro y el dólar. Este cambio monetario “seguramente va transcurrir durante años o décadas”, algo que se “aceleró” luego de la invasión rusa a Ucrania y las sanciones económicas a este país, que incluyen congelar los bienes del Banco de Rusia y la expulsión de otros bancos de este país del sistema de comunicaciones bancarias SWIFT, analizó el politólogo.

El desarrollo y la expansión económica de China a nivel mundial tuvo ahora su mayor repercusión en Medio Oriente al intermediar y lograr el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Irán, dos países productores de petróleo y gas. Luján sostuvo que el poder de la potencia asiática en el continente llevó a un alto al fuego en la Guerra Civil en Yemen, donde los grupos están apoyados justamente por Irán (islam chiita) y Arabia Saudita (islam sunita). A nivel económico, la mayor repercusión fue que Arabia Saudita, histórico aliado de Estados Unidos y creador del petrodólar, aceptó comenzar a comercializar y recibir yuanes como forma de pago con China, lo que es importante según el profesor porque “todo el comercio de petróleo en su momento se regía por dólares”.

Por su parte, el politólogo e investigador asociado de Asuntos Asiáticos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Andrés Raggio, destacó que el impacto político y geopolítico es “significativo”: China “hace 10 años es el principal comprador y vendedor del mundo” y su política comercial “apunta a desdolarizar”. Destacó, a su vez, que este hecho “de ninguna manera” hará que el dólar deje de ser una moneda importante, e incluso “la dominante”, pero tal vez deje de ser “la moneda hegemónica”. 

“China está vendiendo sus bonos del tesoro estadounidense para salirse de esa dependencia, que es su talón de Aquiles”, continuó Raggio, y agregó que la reconfiguración política en los sistemas de estos países también repercute en el ámbito económico, pero aún así no cree que haya un cambio en el orden internacional. A nivel geopolítico, la tendencia de “la desdolarización de la economía”, a la que India e Indonesia se le unen a China, cobra vital importancia ya que permite “romper ciertos hilos comerciales que aún quedaban entre oriente y occidente o el norte y el sur”, expresó Raggio. Los indonesios eliminaron incluso las tarjetas de créditos internacionales Visa y MasterCard para promover tarjetas locales y así evitar que en algún momento sean usadas en su contra al aplicar sanciones económicas que dificulten o impidan el comercio o los servicios financieros basados en el dólar. 

En América del Sur, el fenómeno del yuan también está creciendo, con Brasil como integrante del grupo BRICS, junto a Rusia, India, China y Sudáfrica. El grupo posee el 42% de la población mundial, el 26% del PBI total del mundo y el 20% de las exportaciones e importaciones a nivel global, según el Banco Mundial y el informe “Perspectiva Económica Mundial” de 2021 del Fondo Monetario Internacional (FMI). Luján cree que el comercio brasilero será cada vez más fuerte en yuanes, como parte de su pertenencia a este grupo, algo que “ya estamos viendo también en Argentina”, donde se pagaron con esta moneda “miles de millones” de deuda. Esto “marca una nueva tendencia” ante la dificultad de ese país de obtener dólares para pagar sus obligaciones y recurrir al yuan para ello, además de aceptarla como pago de sus exportaciones de materias primas a China. El pasado 3 de junio durante un foro en la embajada argentina de Beijing, el ministro de economía y precandidato a presidente Sergio Massa destacó al yuan como “instrumento de inversión”, según la agencia argentina de noticias Télam.

Respecto a la oferta de nuevos mecanismos de pago y financiación por parte de organismos económicos chinos, Raggio consideró que esta situación puede ser positiva para los países latinoamericanos que “necesitan financiamiento y encontrar nuevas alternativas”, lo que no significa abandonar o rechazar las instituciones financieras occidentales, sino ”algo complementario a los bancos de crédito como el FMI, el BID y el paquete de bancos de Bretton Woods”. Destacó además la importancia de que los países tengan una estrategia “para afrontar la complementariedad de nuevas alternativas de acceso a crédito”. 

En las próximas décadas se verá la incidencia de un sistema internacional en el que un país no pone las reglas a nivel mundial, sino que varias potencias de primer nivel (Estados Unidos, China y Rusia) deberán articular sus necesidades e intereses con varias potencias regionales (Francia, Reino Unido, Alemania, Turquía, Brasil, India, Indonesia, Japón, Australia, Egipto, Israel, Arabia Saudita e Irán, entre otras) para lograr consensos a nivel político y económico. De esta forma, podría verse un ascenso de las monedas nacionales y la desdolarización como manera de obtener mayor autonomía y evitar sanciones económicas. 

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