El club Neptuno fue fundado el 9 de diciembre de 1912. Se ubica en la zona de la bahía de la Ciudad Vieja, circundado por las calles Piedras y Lindolfo Cuestas a un lado, y por la rambla portuaria del otro. Debe su nombre al dios romano del mar y luce en el escudo su tridente. Como la gran mayoría de los clubes deportivos, el suelo en el que se construyó su sede quedó en manos del club mediante una concesión de la Intendencia de Montevideo (IM).
El colosal edificio de cinco niveles, aunque derruido, impacta por su tamaño, más aún cuando se conoce su contenido. Dentro de los infranqueables muros, reposan esperando volver a ser utilizadas varias canchas de fútbol de césped sintético, una cancha de básquet con piso flotante, y dos piscinas (una de ellas olímpica, la única de Montevideo). Custodian su interior, las veinticuatro horas, tres centinelas contratados por la Intendencia, en turnos de ocho horas.
En sus más de cien años de funcionamiento el Neptuno se destacó en varias disciplinas como vóleibol, remo, natación y básquetbol, aunque su misión siempre fue más allá de los títulos: brindar un espacio al barrio en el que la gente pudiera practicar deportes, jugar y encontrarse con sus vecinos.
Tras varios años de mala gestión, el club cerró en 2019, luego de dar quiebra, y el suelo y el edificio pasaron nuevamente a manos de la IM. Desde entonces este gigante, al igual que varios edificios de la zona, ve pasar el tiempo sin que se le dé uso.
En mayo de este año, la IM presentó en la Junta Departamental un proyecto que propone demoler el 80% del club y privatizar el 65% del suelo, para construir allí una torre de estacionamiento de diez pisos y una torre comercial de 45 pisos, algo que excedería los 36 metros de altura máxima que se permite edificar en la Ciudad Vieja según la normativa vigente. Sala de Redacción intentó comunicarse con referentes de la IM para consultar acerca del proyecto, pero prefirieron no hacer declaraciones.
Los edificios vecinos también sufrieron procesos similares. Piedras mediante, se encuentra el antiguo Hotel Nacional, que pasó luego a manos de la Universidad de la República y que se cerró durante la última dictadura cívico militar para, más tarde, ser vendido a una naviera multinacional. Por el otro lado, Lindolfo Cuestas de por medio, también se ve un viejo edificio descuidado, en el que Juan Carlos López Mena propuso construir una terminal de Buquebus y tres puentes que pasen por encima de la rambla para conectar la terminal con el puerto.
Néstor, un vecino del barrio, comenta al señalar una terraza ubicada en el primer piso del club: “antes desde ahí se veía el agua”. Mientras habla, observa la muralla de contenedores que separa al dios Neptuno de su reino. “Se veía hasta el Cerro, pero lo han tapado todo” cuenta, con una mezcla de enojo y tristeza por el silencioso avance que ha tenido la zona portuaria, casi hasta llegar a la escollera.
Néstor colabora en el merendero “Las Bóvedas” y forma parte del colectivo “Abriendo el Neptuno”, que integra a más de 25 colectivos de distinta naturaleza, desde clubes deportivos, hasta escuelas y grupos culturales, entre otros. Esta organización, que nuclea a más de 1.000 vecinos de la zona, desde 2020 busca revitalizar el club, utilizar su infraestructura para fines comunitarios. Su consigna “suelos públicos, usos comunitarios”, pintada en los muros del Neptuno, ilustra a la perfección su objetivo. Gerardo, que también integra el colectivo, explica que la realidad del barrio es que hay un montón de necesidades insatisfechas, y que el edificio del club, podría ayudar a solucionar muchas de ellas.
Gerardo señala que Abriendo el Neptuno no plantea que el club se reabra como era antes, sino que se reacondicione el edificio y se lo utilice para fines comunitarios tan distintos como los colectivos que lo integran. Comenta además, que los proyectos de privatización y megaconstrucción encarecen la zona y tienden a profundizar un proceso de gentrificación. “Por eso nosotros esta lucha siempre la enmarcamos en lo que está pasando en la Ciudad Vieja en general y en esta zona en particular”, explica.
El colectivo se ha reunido en varias oportunidades con representantes de la IM. Néstor le critica al gobierno departamental que “siempre habla de la participación de los vecinos y demás” y opina: “Yo creo que está bien planteado eso, el tema es que después, ¿cómo lo aterrizás?”. Señala que desde Abriendo el Neptuno están haciendo lo posible para ver cómo configurar las distintas propuestas e inquietudes de todos y sostiene que “eso es construir, lo otro es venir con un proyecto y ‘si estás de acuerdo, vamos, y si no estás de acuerdo, da igual'”.
En su Instagram @abriendoelneptuno, el colectivo mantiene una participación activa: informa sobre asambleas y demás eventos e invita a quien quiera sumarse a llevar sus inquietudes, a participar de las reuniones o, simplemente, asistir y mostrar su apoyo. El club Neptuno, que fue durante mucho tiempo insignia del barrio, es ahora un bastión de lucha y un ágora de construcción comunitaria.
En la asamblea del sábado 11 de noviembre se siguió trabajando en pensar un sistema que integre las necesidades de los distintos colectivos. Se acordó además reunirse periódicamente los viernes, y pedir autorización a la IM para realizar una recorrida por el interior del club el 9 de diciembre, fecha en que el club cumpliría 111 años.
Hace ya cuatro años que Neptuno dormita, privado incluso de ver el mar. Hoy en día, sus adeptos siguen fieles a lo que representa: comunidad, cultura de un barrio, Ciudad Vieja, que se resiste con la rebeldía de su tridente y la vehemencia de las olas a ser aplastada por la opulencia y la lógica del que más tiene.