Una mirada, el nuevo disco de Rubén Olivera, salió a la venta en agosto, en el marco de los 50 años del golpe de Estado. En diálogo con Sala de Redacción, el artista de música popular con más de 25 años de trayectoria, contó que la dedicación a sus hijos y dar clases particulares, además de responder a las frecuentes invitaciones que lo convocan a dar charlas en ollas populares, escuelas y liceos, lo habían llevado a distanciarse de sus proyectos más personales como músico. Sin embargo, hace dos años decidió comenzar a “inventar algo”, motivado por una “actitud” de inspiración que lo reunió con “todas las miradas” de su cotidianidad. Los intercambios con sus alumnos, los integrantes de su familia, y las personas que conoce en eventos vinculados a derechos humanos, le han servido para sentir que “compone gente”.
—Sos coordinador, docente particular, músico, te invitan a talleres y ahora a escuelas. ¿Decís que no alguna vez?
—¡Antes decía más que sí! Pasa que con las escuelas no quiero decir que no, porque todos los que alguna vez recibimos en la escuela la visita de alguien que fue importante, sabemos lo lindo que fue. Si nos toca este lugar no podemos decir que no: a mí me llaman a veces por cuestiones de derechos humanos, a veces como “referente” de cosas [se ríe], a veces para tocar, como músico. Por lo general, el que te llama, lo hace para una actividad que es su vida; vos podes decir: “Estoy complicado, no dormí, vienen mis hijos”. Y te responden que es para una olla popular, o para un coro para hacer fondos para poder viajar. Y ahí, en esos momentos, es difícil decir que estás cansado. Las personas no saben que te llamaron 20 veces en la semana.
—¿Cuál fue el motivo de tu inactividad en estos años?
—Por un lado tuve hijos, a los que tuve que dedicarme, y fijate que este año hace 45 años que empecé a dar clases. Es muy difícil cuando el mercado es chico y los discos prácticamente no se venden en formato físico. Empezás a dejar que pase el tiempo y terminás organizándolo siempre en relación con las actividades de clase. A veces estoy ensayando, sale algo interesante para componer y digo: “¡Ay! ¡No preparé tal clase!”, “¡Uh! ¡El martes tengo una charla!”. Por eso, para hacer este disco dije: “Bueno, voy a inventarme algo”, y ahí empecé a ir tres horas por semana a la casa de Riki [Ricardo Musso], músico que, entre otras cosas, integró el Cuarteto de Nos. Durante dos años fui a grabar tres horas por semana, y bueno, salió ahora. En el transcurso, mientras ensayaba para grabar, compuse tres canciones más. Hacía mucho que no dedicaba tiempo a componer, cuando era adolescente podía, el tema es estar en actitud de, pero cuando uno es padre tiene que dedicarse a componer hijos, que también es una tarea creativa.
—¿Qué sentís ahora, viendo que se concretó?
—Siento estar un poco en el ruedo todavía, aunque nunca dejé de tocar… siempre estoy tocando, cada tanto hacemos algún recital chico con mi querido Ernesto Díaz, cantor de Artigas, pero nunca organizado por mí, ni pensando en una cosa continuada. Igual, sacar el disco me complica, ahora tengo que poner un día para presentarlo, eso implica hacer prensa y me es un caos teniendo la rutina habitual de las clases, se me hace un entrevero, pero está bien, porque es todo dentro de lo mismo. Estoy recontento que haya salido el disco y con todas las actividades que son afines a mi música. Ahora me están invitando también a una escuela donde están trabajando dos canciones mías.
También quedé muy contento con el resultado del video que hicimos sobre la canción que le da nombre al disco. Una mirada es un homenaje a los fotógrafos y hace unos días me invitaron a pasarlo en un homenaje a Aurelio González, ya que la canción menciona una de sus fotos.
—Contame un poco más de esos niños que están trabajando en tus canciones.
—Una vez me presentaron diciendo: “Bueno, acá tenemos un referente”. Yo dije: “¡Pa! Un referente, ¡sonamos!”. Pero bueno, las canciones son un bichito muy particular. Una canción condensa muchas cosas y permanece en el tiempo, no es como una obra de teatro o hasta un libro, que lo leés y te queda en la mente: vivís con la canción, suena en los auriculares o en la casa. Y hay canciones que, si lográs condensar ciertas temáticas de la vida y de momentos históricos y que queden a través de la melodía y la letra, lográs que se reciclen y tengan una permanencia en el tiempo.
Cuando visité la escuela, un chiquito de sexto año me dijo: “¿Y cómo es el tiempo para vos?” yo le dije: “¿Con eso que me querés decir?”. Y me respondió algo así como: “Cuando hay sufrimiento, ¿cómo se vive eso en el tiempo?”. Fue una muy buena pregunta, yo le respondí: “Bueno mira, las grandes alegrías y los grandes sufrimientos no por casualidad vuelven a los sueños, por eso siempre son presente.
—¿Qué implica para vos, como artista, estar tan vinculado con temáticas tristes como la represión durante el golpe de Estado y la dictadura? Que este “bichito” salga de ahí.
—Hay un poema turco que dice “no reniego de mi tiempo”. Todos los tiempos son complicados, todas las épocas, generaciones y siglos tienen sus catástrofes y sus luchas, generalmente en torno a lo mismo: mejorar o hacer que la humanidad sea más humana, y [hay] gente que tira para atrás. A mi me tocó eso: mi adolescencia fue de militancia, a los 17 años ya estaba en Argentina, a los 23, en el año 78, volví por la desaparición de mi hermano Raúl. Ahí estuve seis años con mi sobrino, haciendo de padre sustituto, y todo fue muy condicionante para mi. El otro día cuando fui a la escuela, los de tercer año trabajaban una canción mía que se llama Urugua y que son palabras en guaraní, mientras que los de sexto trabajaban una canción que se llama Visitas, que está relacionada con mi hermano. Me extrañó, tan chiquitos, pero bueno, eso… lamentablemente es una canción que nunca hubiese querido componer.
—¿Y cómo es este dolor que está presente? ¿Cómo se vive con él día a día?
—Yo siempre digo que con el tema de los detenidos desaparecidos, los torturados y los asesinados en la dictadura, existe un duelo privado y un duelo social. El privado es el decir: “mi dolor yo lo saco cuando yo quiero”. Pero después te preguntan sobre el tema: lo comentás y mantenés esa herida abierta por este duelo social. Es parte del asunto, somos testigos de la época y tenemos que dar testimonio. Aparte es un tema vivo y la memoria es un terreno de conflicto cada vez que aparecen restos, como ahora con el nieto 133 en Argentina. Es un tema siempre presente y hay que tratar de profundizarlo y explicarlo en cada vuelta del espiral. La meta no es solo encontrarlos, hay que buscarlos a ellos y buscar lo que ellos buscaban. Me he cruzado con gente que piensa distinto. Y se da esa dialéctica: “Ah pero todos sabemos quién empezó esto”, me dijo alguien una vez. Yo le dije: “Sí, todos sabemos quién empezó: el hambre, un mundo desigual e injusto”. Mientras ese origen exista, el tema va a ser retomado y va a haber que charlar.
—Volviendo al disco, ¿qué nos encontramos en él?
—Es un disco basado en guitarra y voz, con algunos colegas que participan. Hay algunos aportes que son con lenguaje de texto, como esta canción (Una mirada) que es un homenaje a los fotógrafos. Hay algo que tiene que ver más con lo estético, también. Colaboré con Fernando Cabrera, él me había invitado a cantar una milonga en un un disco y yo lo invité en este, pagué la deuda de invitarlo a cantar yo también. Después [participó] Diego Kuropatwa, que compusimos una canción juntos, además de colaborar en discos de él, aunque no canté, varias veces hicimos coautoría y era natural que lo invitase. Con Ernesto Díaz colaboré porque él hacía de guitarra en una canción dentro de estas actuaciones a dúo en vivo y me gustaba, le terminé diciendo para colaborar. Y con Gonzalo Victoria fue curioso, él me había mandado una serie de piezas de guitarra y me gustó una. Le pedí permiso de volver canción esa pieza instrumental, la junté con un texto de una poeta, Circe Maia, se inventó una melodía basado en su guitarra y quedó tremendo. Es un disco de sonoridad mía, con mis guitarras, austero y de pocos elementos. Soy un cantante que se basa mucho en la guitarra y quería un disco con esa sonoridad, lo que sí espero que haya una cuestión estética más madura en este disco.
—¿Cómo es el Rubén de hoy?
—Soy como cualquier persona, solo que ya tengo una edad avanzada, soy un hombre mayor, tengo 68. Intento gestionar mis tiempos y mis aportes, distribuyo mis energías en lo que es útil y en lo que me da la vida, equilibrando mis cansancios. Son muchos años de laburar cosas, teniendo una misión política, cultural y artística.
—Cuando decís una mirada: ¿una mirada hacia dónde?
—El disco es una foto de mi momento, la canción que le da inicio es hacia la fotografía, hacia los fotógrafos y hacia ciertas fotos emblemáticas. A partir de ahí el disco va jugando también con cuestiones personales como la relación con mi pareja y todas las miradas importantes que uno tiene en su vida, que podés ignorar o darle importancia, recogerlas, valorarlas y celebrarlas.