Al salir del nido, los pichones no tienen tiempo para practicar el vuelo: se tiran y ya está, nacen sabiendo volar. Yohnatan Da Cunha no nació sabiendo, pero controla la bicicleta como si fuera una extensión más de su cuerpo. Se lanza rampa abajo, sortea la curvatura con el impulso inicial y, en el aire, se levanta de la bicicleta -una de ruedas chiquitas, como de niño, sin frenos ni cambios- y la hace girar. Más tarde, explicará que estos trucos son muy simples comparados con los de los profesionales, pero que impresionan a los que no están metidos en el Bicycle Motocross, más popularmente conocido como BMX.
Da Cunha compitió este año en los Juegos Suramericanos (Odesur) que se llevaron a cabo en Asunción, Paraguay, en la categoría BMX freestyle y llegó a la final junto a otros ocho participantes. En esta edición de los juegos Odesur, el campeón de BMX freestyle (o estilo libre, cuyo objetivo es realizar acrobacias sobre las rampas) fue el cordobés José Torres, alias Maligno, y en el podio lo siguieron el venezolano Daniel Dhers, que fue segundo campeón olímpico en los juegos de Tokio 2020, y el brasileño Gustavo De Oliveira, con apenas 21 años. Da Cunha quedó en el séptimo puesto, con 56.33 puntos.
—Estaba compitiendo con deportistas que viven de esto: van al gimnasio, andan en bici todos los días y comen sano. Yo sabía que era difícil —recuerda con una sonrisa Da Cunha, y agrega: antes de la final un amigo me dijo: “Ya estás entre los mejores de Latinoamérica, saliste en la tele, ya está”. Cuando subí a la rampa me empecé a reír, no me quedaba otra; no me pude concentrar bien en las rutinas.
Entre semana trabaja en Montevideo rural, donde nació y se crió, cosechando árboles frutales, y los fines de semana trabaja en el Modelo Abierto (ex Mercado Modelo), reparando las rampas y construyendo otras nuevas. Su pasión por el BMX surgió a los 13 años, cuando empezó a practicar junto a su hermano, quien luego terminó dejando. Si le preguntan a Da Cunha qué lo motivó a seguir, no encuentra una razón específica: simplemente no pudo dejar de andar en bicicleta.
También da clases de BMX los domingos de 10.00 a 12.00 en el Modelo Abierto junto a Diego Tischeler. El domingo 16 de octubre fueron 11 niños, todos varones menos una niña que conducía orgullosa una bicicleta de color celeste y rosada. Están en un circuito bajo, adecuado para principiantes, con dos rampas de madera en la punta izquierda, una en el medio y otra más alta, en la punta derecha, que tiene al lado un trampolín, la atracción favorita de los niños cuando se aburren de pedalear. A veces se caen de las bicis, pero no pasa nada: el profesor siempre está cerca para ayudarlos a levantarse o atajarlos cuando se caen. En general, es Tischeler el encargado de darle clase a los más chicos, mientras Da Cunha está con los adolescentes y adultos en el circuito de rampas altas: “No tengo mucha pedagogía con los niños”, confiesa.
—Lo primero que les enseñamos es a calentar, a mover las articulaciones y a estirar. Si hacés un truco sin calentar te podés torcer o fracturar, es peligroso —explica Da Cunha con seriedad, al mismo tiempo que mira las rampas–. Después se enseña el compañerismo. Son muchos, hay rampas diferentes, y siempre tenés que avisar que vas a la rampa; ir en fila y en orden, porque si se chocan se pueden lastimar.
¿De dónde surge el BMX?
Las dos historias sobre el origen del BMX tienen una cosa en común: jóvenes que querían imitar a sus ídolos de Motocross, pero no tenían ni el dinero ni el permiso de los padres como para comprarse una moto. Las primeras carreras de BMX en los años 50′ las corrieron jóvenes de los Países Bajos con bicicletas de calle, con rodados de 26 y 28 y retoques en los marcos, para que pudieran resistir los golpes del circuito. Luego, en California en los años 70′ surgió el BMX que conocemos hoy en día, con bicicletas más chicas que las normales y manubrios grandes, que permiten un mayor control de la bicicleta. Este deporte es disciplina olímpica desde los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y tiene dos modalidades: carrera y freestyle, que incluye acrobacias y es en la que participó Da Cunha en los Juegos Odesur 2022.
Da Cunha trabajó en un circo en Harbin, la capital de Heilongjiang, en China, en tres ocasiones: 2017, 2018 y 2019. Siempre que volvía a Uruguay le pasaba lo mismo: no tenía espacio para practicar y las rampas de la Plaza Seregni y del Buceo le quedaban chicas, así que decidió construir sus propias rampas en su casa en La Paz, Canelones. Al estar al aire libre se empezaron a pudrir y, además, nadie venía a practicar porque quedaba lejos. Un día se contactaron del Comité de Skate para hacerle una propuesta: llevar las rampas que había construido al ex Mercado Modelo. Da Cunha aceptó encantado y en abril de 2022 comenzó a funcionar la escuela de BMX.
—Trabajar en China fue una experiencia inolvidable —dice, y se ríe antes de continuar—. Fue el peor invierno que pasé en mi vida; pasaba encerrado.
En Harbin se llega a los 40 grados bajo cero en enero, pero cuando Da Cunha fue en noviembre ya había 20 grados bajo cero. A su vez, cuenta otras anécdotas de ese momento sin perder la sonrisa: la primera vez que fue no sabía nada de inglés, entonces, iba a todos lados con un amigo que sabía el idioma. Un día en el circo cenaron un arroz en mal estado y junto a otros 60 compañeros terminó intoxicado en el hospital, tratando de hacerse entender con los doctores chinos, ya que su amigo estaba trabajando.
—De chico me creía interesante por no estudiar, sin embargo, en ese momento [cuando estaba en China] necesitaba saber inglés y no lo podía hablar. Eso es algo que le queremos inculcar a los niños: por más que hagan BMX, o cualquier otro deporte, tienen que estudiar —sostiene Da Cunha.
La última vez que viajó a China, en 2019, vivió de cerca el inicio de la pandemia de covid-19. Al principio no se podía salir a ninguna parte sin autorización, pero cuando vieron que la situación empeoraba y había gente enferma en el edificio fueron para Rusia con otro contrato. Cuando llegó a Rusia se engripó y tuvo que hacer cuarentena por 10 días. Ni bien terminó el aislamiento volvió a Uruguay, mientras los demás países cerraron sus fronteras.
Escuela de BMX freestyle en el Modelo Abierto. Foto: Agustina Pérez / Sala de Redacción.
Los juegos Odesur
Viento, lluvia y rampas más grandes de las que estaba acostumbrado: con todo eso se encontró Da Cunha al llegar a los juegos Odesur en Asunción, Paraguay, pero pese a eso mantuvo el entusiasmo. El primer día lloviznaba y la pista estaba resbalosa; cuando vio que ni los profesionales querían andar dejó el entrenamiento para el día siguiente. El segundo día salió el sol y pudo estudiar con detenimiento las rampas: cada una tiene su curvatura particular y hay que analizarla antes de realizar cualquier truco. Si bien no iba con una rutina planeada prefirió apegarse a los movimientos que ya conocía y sorteó con éxito la fase clasificatoria, en la que había 14 participantes.
—Una vez que fuiste y volviste por el mismo lado y tenés mentalmente la línea marcada, podés ver qué truco hacer según la rampa —explica Da Cunha.
Aunque ya se había cruzado con la mayoría de los competidores en otros viajes, porque la comunidad de BMX es chica, no conocía todavía a Daniel Dhers, quien recibió la medalla de plata en la competencia de Odesur 2022. Dhers es venezolano pero vive en California, tiene su propio complejo deportivo y desde hace 20 años que vive de esta disciplina.
—Dhers tiene 36 años. Cuando él estaba ganando campeonatos yo todavía estaba en pañales, fue lindo poder verlo —cuenta Da Cunha, ya que conocer al venezolano fue una de sus partes favoritas de los Juegos Odesur.
A Da Cunha no le gusta mucho competir, a veces hasta le da miedo, en especial cuando le toca ir primero. Sí le gusta el clima de compañerismo que se genera en estos eventos: todos se apoyan entre sí y se alientan para seguir adelante. A futuro le gustaría participar de los Juegos Panamericanos, aunque reconoce que todavía no tiene la plata para ir, intentar profesionalizarse y dedicarle más tiempo al BMX. Pero, por otra parte, ya está cansado de tanto viaje: si ese proyecto no sale, va a continuar con las clases de los domingos en el Modelo Abierto y construyendo rampas. “Hay mucha gente en el BMX uruguayo que no está acá, capaz porque piensan que algunos se creen mejores que otros”, dice, y finaliza: “No es así, estamos todos para lo mismo y este es el único lugar para practicar que tenemos. Cuanta más gente se acerque y apoye, mejor para todos”.