Fernando Frontán, de 56 años de edad, es pastor, activista por los derechos de la diversidad, panelista en Polémica en el bar e integra el Coro de Hombres Gays de Montevideo. En 1997 debutó en el programa El reloj, de Canal 10, y más tarde integró el panel de Debate abierto y Esta boca es mía, y fue el primer panelista televisivo en Uruguay que habló públicamente de su homosexualidad. Actualmente es capellán (cuidador espiritual) en un centro de rehabilitación para personas con adicciones y días atrás fue declarado ciudadano ilustre de Montevideo, en el marco de las actividades por el mes de la diversidad que realiza la comuna. En diálogo con Sala de Redacción, Frontán habló sobre su sexualidad, el rechazo que sufrió de parte de la Iglesia Católica y los cambios por los que todavía luchan desde la comunidad LGBTQI+.
—Te dedicás a la rehabilitación de personas que tienen consumo problemático de drogas, ¿cómo es el proceso que llevan a cabo?
—El modelo de abordaje de esta comunidad está conducido por adictos, con un equipo profesional y técnico que apoya, están en una comunidad rural alejados de la ciudad [en Juanicó, Canelones] por un periodo de nueve meses. Durante ese periodo de tiempo van aprendiendo a vivir sin la droga, reaprendiendo y atravesando los procesos correspondientes [su abordaje combina el programa de los 12 pasos de la fundación uruguaya Alcohólicos Anónimos]; el equipo técnico se especializa en el área de la salud mental y todo lo que tiene que ver con la psicología y la contención.
—¿Y cómo es tu rol de pastor?
—Me ordené pastor en el año 2006 y siempre tuve vocación, pero en la Iglesia Católica fui rechazado severamente hasta el día de hoy. Retomé mis estudios y me conecté con una iglesia protestante, de mentalidad muy abierta, en la que me aceptaron tal cual soy. Me dieron la oportunidad de terminar mis estudios en la Facultad de Teología en la Universidad de Buenos Aires y finalmente me dieron la ordenación pastoral para poder ejercer.
—Sos activista por los derechos de la diversidad. ¿Actualmente militás?
—En este momento no milito, soy un referente de la comunidad LGBTQI+. Durante 15 años fui el líder del movimiento en una etapa en la que no había grandes colectivos. Entre mi liderazgo en el movimiento, mi visibilidad pública y los espacios a los que accedía trabajando en los medios de comunicación, se me habilitaron otros espacios; desde ese lugar pude incidir favorablemente para acompañar la causa. Por ejemplo, antes de la visibilidad pública nosotros recorríamos el Parlamento tratando de que algún senador o diputado nos diera bola y escucharan nuestras reivindicaciones, pero nadie nos daba bola. Una vez que estuve en televisión y empecé a ser considerado alguien mediático, nuestros pedidos de audiencia a los señores representantes empezaron a tener mucha más receptividad.
—Asumiste tu sexualidad a los 28 años, ¿Por qué a esa edad?
—Los de mi generación prácticamente vivíamos en el armario, teníamos una sociedad severamente hostil y una discriminación absolutamente avalada: rechazar, burlar, excluir y segregar a las personas por su orientación sexual. A mí me llevó mucho tiempo hacer ese cambio, de hecho, mucha gente de mi generación se asumió tarde; no es que no supiera que era homosexual, sino que no tenía referentes que me ayudaran a pensarlo de otra manera. No creía que dos hombres podían amarse y generar un proyecto de vida, sin embargo, cuando tuve la oportunidad de conocer a alguien que me enamoró, me di cuenta de que todo lo que había creído era una mentira y a esa altura tenía 28 años. Pasaron muchos años de mi primer accionar público y mi vinculación con la comunidad LGBTQI+, podemos decir que tenemos una sociedad distinta y tengo el orgullo de decir que hice mucho para que esta sociedad sea diferente y tengamos más derechos.
—Si bien tu mamá falleció antes de que asumieras tu homosexualidad, ¿lo intuía y te dijo algo? ¿Y con tu papá cómo fue?
—Mi mamá murió diciéndome que me aceptaba, me decía que si ella tuviera un hijo gay lo amaría, me estaba dando todo para que yo me asumiera, pero no estaba listo en ese momento. En cambio, mi padre, una vez que asumí mi homosexualidad, me apoyó cuando me hice públicamente visible. Él también se hizo visible, fundó el primer grupo de padres y madres de gays, lesbianas y trans en Uruguay; accionó junto a mí hasta que falleció y eso fue un orgullo.
—Fuiste el primer panelista homosexual en salir en televisión, ¿cómo viviste esa experiencia?
—Fue difícil, yo salía del estereotipo asignado de los varones heterosexuales; empecé en Debate Abierto en 1998 y en 1999 en la revista Sábado Show del diario El País. El público organizó una campaña de firmas para que me sacaran del programa [Debate Abierto], porque consideraban que era una mala influencia para los niños y que no estaba bueno para la sociedad que nos dieran un lugar a quienes éramos homosexuales. Ahí hubo un paso interesante, la dirección de Canal 10 decidió que yo continuara y saldó el reclamo popular, mostrándose a favor de que yo estuviera allí. Lo tomé como un pasaporte, para saber que ya estábamos prontos para dar un paso más en el movimiento.
—¿Actualmente sentís rechazo de parte de la sociedad?
—En la sociedad no, siento un rechazo en la comunidad gay. Yo uso las redes sociales de contacto, la más común ahora es Grindr, y obviamente que las redes de contacto son espacios impunes, entonces, cualquiera puede decir cualquier cosa. Me han llegado a preguntar la edad; si sos menor de 40 años no pasa nada, podemos tener una historia, pero si sos mayor de 40 años, sólo por dinero; la idea que está detrás de todo, es una idea cruel, perversa y negadora de todos los derechos. Tuve dos parejas gay, una durante cuatro años y otra durante 11 años, mi proyección era envejecer al lado de alguien que ame y me ame, pero la vida no quiso que fuera así. Entonces, entré en la ruta de los solos y una vez que entras en ese grupo es muy difícil salir. Construí una vida, valores, proyectos, me edifiqué como un hombre gay, me he mantenido con mis propios recursos, pero no estoy de acuerdo con la idea de que por compañía debo sostener económicamente a otra persona. Hay mucha gente que la soledad los ha dejado tan mal que ceden a este tipo de chantajes; por suerte, mi tiempo de amar lo tuve; si tuviera otra oportunidad no la desaprovecharía, pero no pienso pagar por sexo.
—¿Qué derechos pensás que hacen falta para la comunidad LGBTQI+?
—Legislativamente habría que revisar mucho el tema de la discriminación, profundizar mucho más en ese tema y también en lo penal. Por otro lado, la educación sexual es un debe que está desde que volvimos de la dictadura; es fundamental la prevención, hablar de la sexualidad adolescente, de prevenir las infecciones sexuales o el embarazo. Si yo tengo mayor conciencia de mi cuerpo, de mi sexualidad y de mi erotismo, puedo tener mayores elementos para tomar decisiones y orientar mi vida, pero también hay que hacerlo para prevenir el suicidio adolescente, en Uruguay son disparadas las cifras en relación con otros países vecinos y una de las mayores causas que están detrás del suicidio adolescente tiene que ver con la orientación sexual. Creo que la educación es un elemento clave.
—Como activista, ¿qué grandes cambios has visto desde que asumiste tu homosexualidad hasta ahora?
—Muchos. Que la sociedad fuera un poco más tolerante en la convivencia; para nosotros era impensable darnos la mano y caminar, y ahora lo ves y la gente lo disfruta. Que haya un matrimonio igualitario y no haya un matrimonio para homosexuales fue unos de los logros más revolucionarios. Se logró que cambiara la comprensión y la ley en torno a una nueva forma de contraer matrimonio en el país: no hay varios matrimonios, hay uno solo que encasilla a las parejas del mismo sexo; que suceda eso es increíble. En nuestra generación hubo gente que se suicidó, que se amargó y que se casó para cumplir con el estatus. La idea es dejarle a las nuevas generaciones una sociedad nueva, en la que puedan proyectar los sueños en otros que van a venir, para mí es una gran satisfacción. Capaz las generaciones de ahora no me conocen y no tienen por qué conocerme, pero hemos hecho algo para que los chicos y chicas que son heterosexuales puedan convivir en una sociedad diversa, sin que se tengan que estar cuidando y afirmando todo el tiempo: “Soy varón”. Yo nunca pude confesarle a mis amigos que me gustaban, era algo íntimo, una guerra interna, y era impensable conversarlo con ellos.
—¿Qué significó ser nombrado ciudadano ilustre de Montevideo?
—Pocas son las personas que inician y son parte o pioneras de una lucha y pueden ver los resultados, yo soy uno de ellos: lograr generar cambios, poder empezar a gozar y ser testigos de esos cambios y de esas transformaciones. Entonces, cuando la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse, me nombró ciudadano ilustre, obviamente que fue una gran alegría y fue como decir: “Estoy cumpliendo un sueño, algo por lo que dediqué horas y horas de mi vida y sacrifiqué otras tantas”. Hace un tiempo atrás, en la marcha [de la diversidad] de 2019, fui invitado a subir al escenario y me permitieron decir unas palabras y ahí parafraseé a Martin Luther King [activista por los derechos civiles estadounidense] en su discurso de “Yo tengo un sueño”, pero lo conjugue de esta manera: “Yo tuve un sueño y en ese sueño estabas vos, cuando empezamos aquellos puñados de activistas, soñábamos que podíamos construir y transformar una sociedad y un Uruguay, que fuera diferente y más incluyente”. Ni se me hubiera pasado por la mente que me iban a dar este reconocimiento, pero sí creía que era posible. Cuando vos tenés un sueño, lo que tiene que estar al lado de ese sueño es una acción, sueños sin acciones son pompas de jabón.