No es novedad que los clubes del fútbol uruguayo atraviesan grandes dificultades económicas. Ello es aún más notorio en la Primera División Amateur, más conocida como “divisional C”, que no está profesionalizada. La categoría, que se rige bajo las reglas y políticas de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), afronta situaciones críticas a nivel deportivo y económico, y no recibe el apoyo suficiente para desarrollarse profesionalmente. Así lo sienten los clubes, dirigentes, entrenadores y jugadores que integran esta divisional.
Leonardo González, gerente deportivo del Salus Football Club, explicó a Sala de Redacción que el apoyo que reciben de la AUF es para “cubrir el gasto de los jueces en cada encuentro, la seguridad que se les brinda a los árbitros y al personal de recaudación que trabaja en boleterías”. Por lo tanto, lograr una estabilidad económica para estos equipos es muy difícil. “Los clubes no recaudan por boletería, todo el dinero que se genera por venta de entradas va directamente a la asociación”, comentó González, y señaló que ello explica los principales problemas que se generan.
Las dirigencias de los equipos amateurs se ven forzadas a realizar un gran sacrificio para lograr apenas la sustentabilidad y así poder participar de la competencia. Ello se logra gracias a la colaboración de socios, simpatizantes que aportan dinero y donaciones de allegados al club. Sus principales ingresos provienen de sponsors que no siempre pueden aportar y que tampoco son fáciles de encontrar debido a la poca visibilidad que los clubes ofrecen.
Otro problema es la salud e integridad de los deportistas. “Al no tener contrato, no nos ofrecen una cobertura médica, si nos lesionamos o fracturamos el tratamiento corre por nuestra cuenta”, sostuvo a Sala de Redacción Nicolas Rijo, jugador del El Tanque Sisley. Tal es así que los propios futbolistas son quienes deben hacerse cargo de su recuperación, para lo que aportan dinero de su bolsillo y se atienden en la mutualista que les corresponde por su actividad laboral.
Si bien el mayor porcentaje de instituciones no cuentan con una sociedad médica que los respalde, sí deben presentar un cuerpo médico especializado en deportes, lo que está determinado por el artículo 18 del estatuto de AUF, que establece obligaciones para los clubes. Según expresó Rijo, el cuerpo médico está presente al menos dos veces a la semana: “Vienen los lunes o martes luego de los partidos y, además, un día antes de cada encuentro”.
Trabajar para comer
En esta divisional, ser jugador de fútbol no es sinónimo de “vivir del fútbol”. Eso se debe a que, en su mayoría, las instituciones que la integran no ofrecen un contrato a los jugadores, a excepción de las nuevas sociedades anónimas deportivas que se están instalando en el país. Los clubes no son capaces de pagar un sueldo mínimo y, por lo general, “la ayuda es un viático o boletos”, señaló Rijo. Además, agregó ”se juega por amor al fútbol y al deporte”.
Debido a que la mayor parte de los jugadores no perciben prácticamente ingresos provenientes del deporte que practican, deben tener un empleo para poder vivir y mantener su economía. Por lo tanto, adaptan su vida para cumplir con las dos obligaciones: aquellos que entrenan en el horario matutino deben buscar un empleo en el horario de la tarde y viceversa para quienes practican en de tarde o a la noche.
Con la excepción de algunas pocas instituciones, los directores técnicos, ayudantes, profesores físicos, médicos y kinesiólogos tampoco perciben una remuneración mínima por su labor. A muchos de ellos se les otorga “un aporte, una ayuda, no es un sueldo grande, es más que nada un incentivo, una motivación para ir a trabajar todos los días”, expresó Gonzalez.