En la adolescencia, Ximena Echevarría descubrió que su pasión estaba dentro del teatro; en aquel momento soñaba con ser actriz de la Comedia Nacional, pero luego tomó otros rumbos. Es egresada de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD), actriz independiente, fundadora y directora artística de Implosivo Artes Escénicas. Es la presidenta de la primera Cámara de Escuelas de Educación Artística del Uruguay (CEEAU) y a lo largo de su carrera ha participado en numerosos proyectos como actriz y directora. Entre otros, es una de las impulsoras de Primer Ensayo, un colectivo de artistas independientes y militantes que realiza intervenciones artísticas en espacios públicos.

El diálogo con Sala de Redacción se dio en Implosivo. Allí contó qué representa el arte en su vida y reflexionó acerca de la visión de la sociedad sobre la cultura. Habló de la evolución del teatro, de la situación de los artistas en Uruguay y de la falta de apoyo. También detalló en qué trabaja actualmente y sus próximos proyectos. Abordó la evolución del teatro y la falta de apoyo a los artistas.

Sus comienzos

La actriz viene de una familia de artistas, su papá era músico y su mamá escribía poesía. Sin embargo, no sintió que le inculcaran el gusto por el arte. Lo descubrió a los 14 años junto a su papá, cuando presenció la obra Paquete de mentiras de la Comedia Nacional y le despertó el deseo de estar sobre el escenario. 

-¿Cómo supiste que el teatro era tu lugar?

-Me gustó el ámbito del teatro y me acerqué desde el lugar que conocía, que es ser actor o actriz. Ahora entiendo que me gusta el espíritu del teatro y, en particular, me gusta más dirigir y ser docente que actuar. Lo super disfruto, pero para mí es mucho más rico crear un espectáculo o dar clase que solamente actuar. 

-¿Tuviste un referente o una inspiración?

-Cuando quería entrar a la EMAD el objetivo era ser actriz de la Comedia Nacional, esa era la referencia que tenía a esa edad. Me gustaba mucho Jorge Bolani [actor uruguayo], porque era lo que íbamos a ver, pero no seguía a alguien al punto de decir: me gustaría ser como fulanito. En el proceso de formación, tuve docentes como María Azambuya que me marcaron. Al día de hoy la tengo como referente, pero no soy muy fanática de nada ni de nadie. 

-¿En qué momento consideraste la docencia y la llevaste adelante?

-Di tres veces la prueba en la EMAD. La primera a los 17 años cuando salí del liceo y al año siguiente, en ninguna de las dos quedé y dije: “no es por acá”. En ese momento no había opción de formarse en otros lugares, como ahora. Estudié otras carreras, me anoté en el Instituto de Profesores Artigas (IPA), hice educación, un poco de derecho y comunicación. A los 22 años intenté de nuevo en la EMAD y entré. En el último año dejé porque tuve a mi hija y transité un embarazo complicado. Con una hija chica y un trabajo de ocho horas, tomé la decisión de terminar la carrera pero después no me dediqué a eso. Estuve 12 años de mi vida trabajando como jefa de Recursos Humanos en una constructora vial. A los 35 entré en una crisis, me gustaba mi trabajo, me llevaba bien con mis compañeros, era una empresa linda, pero me faltaba algo. Me faltaba mi vocación y decidí que quería trabajar ocho horas de lo que me gustaba hacer.

-¿Te proyectaste donde estás ahora? 

-No, cuando decidí dejar mi trabajo tenía para cubrir seis meses sin generar ingresos. Junto a mi pareja Germán Weinberg y una pareja de amigos nos tiramos al agua y abrimos el primer Implosivo. Ellos al año decidieron abrirse, fue muy difícil, pasamos de trabajar ocho horas a 15 y por un rédito reducido. En ese momento fue complicado, pero siento que fuimos creciendo y logramos un montón. No tenía tan claro qué iba a pasar, pero no le tengo miedo a correr riesgos, si no arriesgas es difícil ganar. 

En 2016 Echevarría le dio vida a Implosivo Artes Escénicas, un espacio de formación, investigación y creación actoral. Implosivo cuenta con la carrera de Actuación Profesional. Allí se desempeña como directora artística, gestora y docente. 

Sus creaciones

-¿Qué significa Implosivo en tu vida?

-Para mí la realización personal es realizarme dentro de mi vocación. Desde ese lugar, Implosivo es una parte de mí. No creo que Implosivo y yo estemos separadas en algún punto, siento que tiene mucho de mí y me aporta un montón, me ayudó a explotar un montón de cosas que tenía guardadas. Generamos un espacio creativo en el que volcamos lo que sentimos que nos faltó en nuestra formación. Me formé muy bien técnicamente, pero no me ocupaba de saber quién era como creadora, qué quería transmitir. Esto cambió en tercer año de la EMAD cuando la profesora María Azambuya me preguntó: “¿qué querés contar?”, “¿querés dirigir?”. Vio en mí esa veta de dirección y me hizo descubrirme. Vio algo que yo no estaba viendo y que ahora es parte de Implosivo. 

Me formé muy bien técnicamente, pero no me ocupaba de saber quién era como creadora, qué quería transmitir.

-¿Cómo surge Primer Ensayo? 

-Surgió en pandemia, cuando vimos la situación de emergencia económica a la que nos estábamos enfrentando los artistas. No teníamos un resguardo y nos trancaron nuestra fuente de trabajo. Nos juntamos con otros artistas que estaban pasando por lo mismo y vimos que nuestra forma de visibilizar y mostrarnos era salir a la calle y desde un lugar artístico plantear lo que nos estaba pasando. Así surgió Primer Ensayo y estuvo buenísimo porque intercambiamos con gente que solo conocíamos de nombre. También nos hizo crecer mucho como grupo humano. 

-Acabas de estrenar una obra, Shejitá, en la sala principal del Teatro Solís. ¿De qué trata?

Shejitá es una obra de la dramaturga uruguaya Analía Torres. Habla de tres mujeres -abuela, hija y nieta- que viven en el campo y se quedan solas cuando el hombre proveedor muere. Cuenta la idiosincrasia de cómo es quedarse sola siendo mujer, cuando te dan a entender que no podés salir adelante sin la presencia y compañía de un hombre proveedor. Me gustó mucho la obra, por eso decidí llevarla a una puesta en escena y jugar con esa idea de quiénes nos dicen quiénes somos o cómo podemos actuar, según el contexto donde nacemos, que también se nos marca. Decidí que la escenografía sea una maqueta de la casa del campo y los personajes una especie de marionetas manipuladas por alguien, por lo que no pueden ni siquiera controlar sus movimientos. 

¿En qué te inspirás para hacer una obra?

-Todas las obras que hacemos, las elegimos porque creemos que socialmente pueden aportar un punto de vista subjetivo. La idea no es adoctrinar, no creo en el arte que adoctrina, sino en contar una realidad y entender que esa realidad tiene otras aristas que tal vez no son las que yo creo, desde ese lugar trabajo. Cuando busco un texto me tiene que impactar y llegar por alguna razón. Pienso mucho en imágenes, si leo un texto y mi cabeza explota en imágenes es porque quiero hacerlo. 

-Tu foto en el escenario principal del Solís dice: “para vos papá”. ¿Cuál es la historia detrás de eso? 

-Él siempre me decía que me iba a ver actuar, por esto de que en principio mi objetivo era ser actriz de la Comedia Nacional. Llegué a dar algunos de los concursos que se hicieron hace unos años y no quedé. En ese momento, hasta me sentí frustrada y ahora estuve ahí pero con una obra de mi creación, el valor es muy superior. Siento que todo tiene un por qué: si hubiera sido actriz de la Comedia Nacional no sería quien soy hoy, no estaría en este espacio y no sería generadora. Mi misión es esta, más que estar ahí. 

-¿Qué le dirías a alguien que no se anima, por la razón que sea, a dar el salto para perseguir lo que le apasiona? 

-El miedo a lo desconocido es parte de la vida. Hoy vivo con mucho menos de lo que vivía antes, pero soy mucho más feliz. Muchas personas creen que una hace esto porque tiene un sostén económico o una familia rica. Cuando abrimos Implosivo no teníamos para cubrir el primer mes de alquiler, todos nuestros ahorros se fueron en estas paredes. Arriesgamos todo lo que teníamos porque confiamos en esto. No fue fácil y pasamos incertidumbres. El año pasado fue muy complicado, por suerte tenemos un grupo de alumnos que son muy militantes del espacio y nos dieron una mano fuerte. Eso también lo hace el arte, te sostienen. Hay que arriesgar, porque la vida es corta y no sabemos si mañana no estamos o nos pasa algo que nos imposibilita hacer lo que nos gusta. Nos enseñan que tenemos que tener ciertas cosas para ser felices cuando en realidad la felicidad está en cosas más pequeñas. Hacer lo que a uno le gusta, es dejar de trabajar aunque lo hagas más horas, pero que eso te llene. 

Nos enseñan que tenemos que tener ciertas cosas para ser felices cuando en realidad la felicidad está en cosas más pequeñas. Hacer lo que a uno le gusta, es dejar de trabajar aunque lo hagas más horas, pero que eso te llene.

-Sos la autora de Metamorfosis, una obra que cuenta la historia de una mujer transgénero que vivió buscando la aceptación de los demás. ¿Cómo te acercaste a ese tema? 

-Me acerqué a una chica trans que me habló de la lucha por ser y eso me tocó. Me sentí identificada, ¿por qué me tienen que juzgar por quién soy? Desde ese lugar entendí que quería contar esa historia y fue re difícil. Fue un proceso largo, es un tema en el que me apropio de historias que no me pertenecen. Hice entrevistas, hablé con ellas, me sensibilicé con sus historias y también traje las mías. Así surgió Metamorfosis. Representó una apuesta estética para mí, saber qué quería contar. Con esta obra entendí que quería buscar otros mecanismos para contar esto y lo que soy. Me interesa mucho el arte visual, lo performático, la música, lo sensitivo; eso muchas veces en un teatro convencional no entra. En el ambiente artístico hay un juzgamiento de cómo haces las cosas y cómo deben ser. Los paradigmas van cambiando y vamos evolucionando; no podemos hacer teatro como se hacía en 1950. 

-Hablas de la lucha por ser. Vos, ¿quién sos? 

-Soy creación. Mi cabeza está todo el tiempo inventando, tratando de generar algo, pensando en qué más hacer. Me gusta pensar en utopías, todo lo que pensé que era utópico con trabajo se va cumpliendo. Me gustaría que hubiera un enfoque profesional de lo que es el trabajo artístico y nos puedan ver. Nos pasó con Primer Ensayo, salía una nota y en los comentarios ponían: “vayan a trabajar ocho horas”. Yo trabajo 16 horas para generar mucho menos de lo que genera otra persona en ocho. Mi trabajo está desvalorizado, no se considera importante. Tenemos que cambiar esa idea de que el trabajo artístico es un hobbie o un extra; es una profesión. 

-¿A qué se enfrentan los y las artistas independientes en Uruguay? 

-A la incertidumbre. La mayoría de los que nos consideramos [parte del] teatro independiente no tenemos a quién recurrir. Hay fondos puntuales, que son muy poquitos. No tenemos un subsidio o un fondo, como en otros países donde el arte y la cultura son valorados porque es importante el aporte que hacen a la sociedad. No hemos llegado a eso acá, mucha gente vive de otras cosas, como hice yo, y en sus tiempos libres sigue su vocación. Implica un esfuerzo enorme. Esa idea de que lo hacemos por amor al arte, es nuestro trabajo, somos profesionales, estudiamos un montón, aportamos mucho a nivel social y generamos trabajo. Hay que cambiar la concepción de que está mal que el artista cobre por lo que hace, tenemos derecho a vivir de nuestra profesión. 

Hay que cambiar la concepción de que está mal que el artista cobre por lo que hace, tenemos derecho a vivir de nuestra profesión.

-Un sueño por cumplir. 

-Sentir el reconocimiento es algo que me queda pendiente. Como sueño, me encantaría generar un espacio creativo en un galpón enorme, con mucho espacio y piso de hormigón lustrado donde se pueda ensuciar, mojar, lo que sea. Tener ese espacio cultural en grande y un equipo de trabajo que gane lo que merece por generar ese espacio. Ese es mi próximo gran objetivo. 

Lo que viene

En este momento Ximena Echevarría trabaja en la asistencia de dirección de la ópera María de Buenos Aires que se estrenó el 11 de noviembre en el Sodre. También está creando, junto a otras artistas mujeres, un proyecto llamado Ana nosotras, sobre Ana Mendieta, una performance cubana que buscan instalar en un museo, en lugar de hacerlo en un teatro. 

En marzo de 2022, parte del equipo de Implosivo, estrenará Castillo Inflado, dirigida por Bruno Acevedo, que fue alumno suyo y ahora forma parte de su equipo de trabajo. 

Actualmente la formación en Implosivo dura tres años con una carga horaria de ocho horas semanales. El objetivo para el próximo año es igualar el nivel terciario, por lo que la duración se extenderá a cuatro años con 20 horas semanales. La finalidad es que los artistas “salgan de Implosivo con un montón de información y herramientas más consolidadas”, explicó la directora y agregó que en Shejitá tres de los cinco actores son egresados de allí. 

“Nos enseñaron que hay que cumplir con ciertas normas sociales y lo otro lo hacemos por fuera, un ratito. Eso que hacemos un ratito capaz nos hace mucho más felices que en lo que ocupamos el resto de nuestras vidas. Vivir es sentir que vibras con lo que haces”, concluyó la artista. 

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