¿Qué pensamos cuando pensamos en una persona? Pensamos que tiene dos manos, que tiene dos piernas, dos ojos que ven, dos oídos que escuchan , que tiene una voz que habla… –
María Ortega del Grupo de Estudio sobre Discapacidad de la Facultad de Ciencias Sociales
Año tras año, miles de estudiantes ingresan a la Universidad de la República (Udelar) con ilusiones y metas bien marcadas. Sin embargo, 3% de quienes estudian en la institución presentan algún tipo de dificultad severa para hacerlo, ya sea a nivel motriz, de visión, escucha o para aprender. En conjunto con la Udelar, diversos colectivos han emprendido un largo recorrido hacia la inclusión de las personas en situación de discapacidad, pero aún queda camino por andar.
Los Derechos Humanos han progresado; el artículo 72 de la Constitución de la República actúa como una ventana hacia los tratados internacionales, con la finalidad de perpetuar los derechos de todo individuo. Por su parte, en 2006 se aprobó la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad en la Organización de las Naciones Unidas, que fue ratificada por 182 países entre los que se encuentra Uruguay. El artículo 24 de dicha convención habla de la conformación de un sistema educativo inclusivo en todos los niveles, para que individuos en situación de discapacidad puedan acceder a enseñanza de calidad, gratuita y obligatoria, en igualdad de condiciones con el resto de las personas. Recién en 2008 se reglamentó en Uruguay y se ajustó a las especificidades propias del contexto del país.
En 2010, bajo la ley 18.651 de Protección Integral de Personas con Discapacidad se incluyó a la educación y se subordinó al Estado a facilitar y suministrar a personas con discapacidad todos los elementos para el desarrollo máximo de sus facultades en el ámbito educacional.
Consultadas por Sala de Redacción, María Ortega y Ana Paula Gómez, integrantes de Grupo de Estudios sobre Discapacidad (GEDIS) de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS), señalaron que estos marcos normativos son muy importantes, pero a su vez reveladores, ya que se construyen porque la inclusión no está garantizada en los contextos educativos. En un devenir histórico, la exclusión o segregación eran el denominador común en los procesos de integración y en la actualidad “estamos en un proceso de inclusión educativa”, señalaron.
En la práctica
Para Ortega, las normas ayudan y potencian la construcción de políticas educativas, pero no lo son todo. Los procesos de orden cultural, social y político llevan su tiempo y “debemos tensionar y construir espacios de reflexión de esta temática. La universidad está, no digo que en la cresta de la ola, pero vamos subiendo, estamos ahí”, agregó.
Hablar del tema se hace difícil cuando se hace referencia a instituciones complejas que desde su génesis presentan prácticas exclusoras, en particular para las personas que tienen dificultades para alcanzar determinado nivel de comprensión. Entonces, cambiar esa lógica y tratar de generar otros procesos se vuelve complejo, señaló Ortega.
“Muchas veces las situaciones de exclusión son tan mínimas, cuestiones que aparentemente pasan desapercibidas”, agregó Gómez. A nivel normativo existe el derecho de personas con discapacidad, pero hay que preguntarse cómo hacer para que se ejerza en la práctica. Las entrevistadas señalaron que “en sociedad hemos construido históricamente un lugar para ese otro u otra en situación de discapacidad” y que ello se hizo desde el lugar del “no poder”, o la asignación de sitios específicos bajo el supuesto de que “ahí van a estar mejor”. “Esos lugares no están en consonancia con nosotros”, sentenciaron Gómez y Ortega, que explicaron que ello transcurre bajo la “ideología de la normalidad”. Para las integrantes del GEDIS, esta se manifiesta en el contacto o en las miradas hacia el otro y la educación también materializa este tipo de concepciones.
Cuando hablamos de procesos de inclusión, la construcción se da en todos los espacios; en el caso de la Udelar, también es entre los funcionarios técnicos, administrativos y de servicios generales. Pero hay “un retruco” entre pares, según explicaron las entrevistadas. “Desde la educación primaria nos han construido en espacios distintos, sin tener intercambio con el otro en situación diferente, por ende, hace que cueste cambiar estas estructuras”, señalaron.
En cuanto a los recursos económicos para afrontar esa situación, Ortega mencionó que, por definición, siempre van a ser escasos, pero “más allá de la carencia, es una pelea que tenemos que darla todos”.
En acción
El GEDIS brinda cursos sobre la construcción social de la discapacidad y aborda cómo se ha reforzado y posicionado socialmente. Además, Ortega y Gómez dictan clases de una unidad curricular optativa de la FCS que corresponde al último semestre de la carrera de Trabajo Social: “Las devoluciones que hemos recibido de los alumnos son súper lindas. La intención es ir generando un cambio en su mirada hacia el otro sujeto. Trabajamos un montón de cosas y a partir de allí, desde sus distintas profesiones, ellos y ellas pueden generar también prácticas de intervención distintas”, contaron. Pero todo es parte de un proceso y “después tenemos que deconstruir todo lo que fuimos adquiriendo desde siempre”, afirmó Gómez.
No obstante, las dificultades no invisibilizan las herramientas que poco a poco generan mejoras. Desde el Servicio Central de Bienestar Universitario (SCBU) de la Udelar también se apunta a transformar los obstáculos en oportunidades y hacer de la carrera universitaria un recorrido más placentero para los estudiantes en situación de discapacidad. Se trata de un servicio que trabaja en el diseño e implementación de políticas a nivel de toda la comunidad universitaria, es decir, estudiantes y trabajadores de la institución. A través de la solicitud de apoyo de intérpretes de lengua de señas, estudiantes sordos se han vinculado con el SCBU, ya que esta área brinda ese tipo de apoyo a estos alumnos en las clases o en otras actividades que dentro de la Universidad en su trayectoria educativa.
Esta asistencia profesional no se limita al tiempo estricto de clases, ya que el SCBU trabaja para acompañar al estudiante sordo durante la realización de trabajos en grupo o actividades de cogobierno, entre otros espacios fuera del aula. En tiempos de presencialidad, el intérprete debía concurrir al servicio universitario donde se dictaban las clases y se trabajaba con el docente de la unidad curricular para ayudar al estudiante en la comprensión de todos los contenidos dictados. Sin embargo, la pandemia, la virtualidad y las clases por la plataforma Zoom llevaron a repensar este modo de asistir al estudiantado.
Graciela Sosa, referente de Trabajo Social del SCBU, dijo a Sala de Redacción que con la modalidad virtual se encontraron dificultades de conexión a internet y agregó que “el tema de lengua de señas es que, si la imagen queda congelada, el estudiante se pierde sobre lo que se está interpretando”. Es por ello que el docente graba la clase en su domicilio, para lo que hay que tener en cuenta factores como el fondo del vídeo, la colocación del celular o los colores, entre otros.
En pandemia
La pandemia evidenció las desigualdades que ya existían en las trayectorias educativas de los estudiantes y las personas en situación de discapacidad tienen múltiples barreras. Por ejemplo, no pueden acceder en todo momento a la interpretación de lenguaje de señas en la plataforma, o se encuentran con terminologías propias de determinadas carreras que incluyen palabras que no forman parte de la lengua de señas. Entonces, “hay que trabajar sobre eso, como para ir enriqueciendo e incorporando el lenguaje académico específico de cada carrera. Eso es un tema que también hay que trabajar con las intérpretes”, señaló Sosa.
Afortunadamente, en 2015 se formó el Núcleo Interdisciplinario de Recursos Abiertos y Accesibles en el Espacio Interdisciplinario de la Udelar. Dicho núcleo está conformado por docentes y responsables del Programa de Entornos Virtuales de Aprendizaje (ProEVA) de la Comisión Sectorial de Enseñanza de la Udelar, así como investigadores de los diferentes servicios universitarios que integran el Espacio Interdisciplinario. El objetivo de este equipo es eliminar las barreras del entorno EVA y hacer más accesibles los materiales allí alojados para los estudiantes en situación de discapacidad visual. Con este propósito surgió el EVA Accesible, creado para que todos sus contenidos se ingresen en formato accesible y que cuenta con una herramienta multimedia que permite la visualización del texto escrito y simultáneamente su traducción a lengua de señas.
Sin embargo, allí no terminan los desafíos que la Udelar tiene por delante en materia de inclusión y accesibilidad. Todos los estudiantes que ingresan a una carrera universitaria sueñan con algún día ejercer la profesión para la cual se preparan. La dificultad de la tan ansiada inserción laboral varía en función de múltiples factores, pero en el caso de los estudiantes en situación de discapacidad muchas veces puede resultar en una quimera.
La competencia del mundo laboral es dura y exigente. La Udelar puede y debe asegurar una educación inclusiva y de calidad para todos y todas, pero fuera de la academia se presenta un abanico más amplio de desafíos que interpela a la sociedad en su conjunto.
-¿Es posible pensar que podemos tener en la Udelar una médica o un médico sordo? ¿Que pueda egresar un cientista o una cientista con cuadriplejia? ¿Un laboratorista con parálisis cerebral? ¿Qué movimientos se tienen que dar en la Udelar para que eso suceda? Primero, que pensemos que es posible, y reflexionemos sobre el cómo ejercemos las profesiones. ¿Por qué pensamos que un laboratorista sí o sí tiene que mover las manos? Cómo los sujetos deben ser para el ejercicio de estas profesiones es lo que debemos tensionar y estamos tensionando. ¿Qué sujeto o sujeta tenemos en el pienso?- afirma al respecto Ortega.
Informe escrito por Benhail Giménez y Milene Breito, en el marco de un trabajo colectivo del que también participaron Mateo Galván, Victoria Cabrera y Nicolás Fonseca.