Poetisa premiada en el país y en el extranjero, amante de la pintura en acuarela, diseñadora de moda, creadora. Así es la maragata Irma Álvarez, personalidad destacada de San José por su creatividad, ingenio y talento. Tiene 30 años en la industria e historias para dibujar y retratar.
Irma Álvarez abre la puerta de su taller, que parece salido de una novela parisina de época. Está lleno de sus creaciones: cuadros de la ciudad de San José, vestidos de novia y quinceañera, tocados, coronas, retratos y bocetos. Todo está en su lugar, todo tiene un lugar, todo tiene su lugar. Si no fuera por el tapabocas, podría afirmarse que el lugar huele a flores, a esas que suele pintar y que la retrotraen a su infancia. Y en ese despliegue de telas y bordados está ella. Irma tiene puesta una campera verde, color que le fascina por la multiplicidad de tonalidades que tiene.
-¿Cuándo descubriste tu vocación?
-Desde muy chica. Mis padres tenían mucho talento, aunque no era por el lado de la pintura, porque mamá era costurera y a papá le gustaba improvisar, era como un payador. En casa de alguna manera siempre se vivió la parte artística. Y si bien vivíamos en el campo, recibíamos material para leer y estábamos preparados en ese aspecto.
La escuela me ayudó mucho. Yo fui pupila del colegio Nuestra Señora del Huerto, porque no podía ir y venir del campo a la ciudad. Allí empecé a aprender diferentes cosas que me llevaron a la pintura y a la escritura. Incluso aprendí manualidades en algunos talleres. Todo eso me ayudó a desarrollar este gusto por el arte.
“Mañana correré por esos charcos
donde has quedado un poco aprisionada
y he de sentirme niña nuevamente
si salpicas los bordes de mi falda”
Pasaje de su poema “Agua de lluvia”, de 1998.
-¿Cómo definirías tu vocación?
-Yo soy diseñadora de moda, me inclino a la alta costura y lo ligado al rubro fiesta: 15 años, bodas. La alta costura tiene que ver con aquello que se hace a mano, por lo que cualquier modista que trabaje en un vestido específico para una persona hace alta costura. En mi caso, todo es hecho único y exclusivo para un determinado cliente, porque trato de que mis diseños sean irrepetibles.
-¿Cómo desarrollaste tu carrera?
-Una vez que empecé el bachillerato, en un principio quise ser arquitecta y eso me ayudó porque estudié la historia de la pintura, la escultura y la moda; notaba que una cosa se unía a la otra. Pero no me llevaba bien con la matemática, por lo que me pasé a Medicina, que me ayudó a entender la morfología, a cómo está constituido el cuerpo, y eso también tenía relación con la historia de la moda. Ahí aprendí un poco de cada cosa, pero no fui médica ni arquitecta. A los 19 años empecé a trabajar en tocados de novia, hacía detalles para la decoración de tortas, tarjetas para cumpleaños, arreglos florales… Hice muchas manualidades. Estaba trabajando desde lo artesanal, pero con toques artísticos.
Luego empecé con la pintura, que siempre me gustó. Pinté por muchos años, y de ahí salieron mis primeras obras. A la vez empecé con la literatura e hice muchos talleres literarios durante años. Creo que la moda está relacionada con el arte, porque es una forma de crear, de expresarse, de sacar el estilo propio que cada uno lleva adentro. Y pienso que todas estas herramientas me fueron ayudando a desarrollar mi sello personal.
-¿Y cómo definirías tu estilo propio?
-Lo definiría como clásico pero a la vez con un toque hippie chic, tiene algo así como bohemio. No es la típica forma estructurada de la mujer, porque a mi me gusta que tenga aquello que juegue con la asimetría y con el color.
-¿Qué prima en vos, la artista plástica o la diseñadora?
-Las dos cosas, no puedo definir cuál de las dos cosas es más importante, ni separar una de otra. Cuando yo diseño para un cliente uso mucho el dibujo. Para tener una entrevista de moda con la persona, yo puedo expresarme y mostrarle que lo entendí por medio de dibujo. Ahí uso mi trabajo como artista plástica, mientras desarrollo el lado de diseñadora.
-¿Qué es lo que te inspira a crear?
-La naturaleza. Viví muchos años en el campo, por lo que en época de clases yo sólo podía ir los fines de semana a mi casa, y ahí estaba en pleno contacto con la naturaleza. Y si hay una cosa que me llama mucho la atención es la variedad de verdes que hay en el campo. Toda la vida observé lo relacionado al campo: las plantas, los animales. Los días de lluvia incluso hacía esculturas con la tierra. El campo ha sido mi fuente de inspiración, y todavía lo es. Uso mucho las hojas, las flores.
-¿Qué caminos has encontrado para seguir creando?
-A mí la pandemia me ha afectado mucho. Mis rubros han sido de los más afectados, y creo que es gracias a mis 30 años de profesión que tengo la ventaja de contar con una clientela que me ha seguido por años. Eso hace que aunque no haya fiestas, la gente siga haciéndose vestidos, y el hecho de que yo permita que me paguen por adelantado el vestido hace que la gente siga planificando su boda, su cumpleaños, cosa que me ha ayudado a mantener abierta la empresa.
Pero por supuesto tuve que mandar a seguro de paro a todo el personal, y tuve que reinventarme. Ahí empezó el tema del gusto por la lana, que es algo que también viene del campo. A raíz de esto, he hecho muchas cosas con seda natural, que es hecha por los gusanos, que también me recuerdan al campo, y todo eso ha hecho que yo me renueve y experimente con cosas que no había probado ni descubierto. Nunca pensé que con la lana se pudieran crear cosas casi artísticas, que se pueda pintar con ella. En estos días estoy haciendo un vestido que está hecho con seda natural y lana merino, y ahí veo una nueva tendencia que tiene buen recibimiento.
Tapado de encaje y lana; en el fondo hay más creaciones y un cuadro de la artista. Foto: Guadalupe Geninazzi.
-¿Tenés algo pendiente por desarrollar?
-Los talentos se descubren día a día, y a veces por la necesidad. Como esto de la lana, que surgió por la necesidad de seguir creando. Yo empecé de cero, no tenía nada. Tenía tres niños para criar, me había quedado sola. Empecé con todo lo que era manualidades, y ahí comencé a descubrir talentos que no sabía que tenía. Pienso que al ser tan inquieta, si bien no tengo planes concretos a futuro, estoy renovándome constantemente en la pintura, en la escritura. En todo lo que tenga que ver con el arte trato de sentir y descubrir cada día algo diferente, porque nunca se termina de descubrir y aprender.
-Dentro de la pintura, ¿cuál sería tu preferencia?
-Me gusta mucho el retrato, la figura humana, también pinto lugares de San José. Pinto mucho en acuarela, y me gusta pintar lugares que sé que van a desaparecer, como la casa de Bacigalupe, donde estaba la sala velatoria, y la pinté porque me encantaba su estilo y sabía que algún día no iba a estar más. Yo quiero, a través de la pintura, retener y retratar la historia de la ciudad.
“Galería Angulo” – autora Irma Álvarez – Foto: Guadalupe Geninazzi
-¿Qué te llevó a fusionar la pintura con la moda?
-Desde que en la peatonal del centro de la ciudad se organizaron las ferias en el día de la mujer, para mí siempre era como una carga de adrenalina. Cuando venían y me invitaban a la peatonal para poner una mesa y pintar en vivo un vestido frente a personas, eso era adrenalina pura. Agarraba el amarillo, el azul, el rojo, el blanco y el negro y en el momento, como si fuera un lienzo en blanco, tenía que pintar ese vestido adelante de tanta gente, saliera lo que saliese. Trabajaba la moda y a la vez pintaba, y no lo pensaba. Salía lo que sentía en el momento. Una vez pinté la cara de Juana de Ibarbourou, y por lo general hacía flores y hojas. Las hojas siempre están presentes en mí, creo que es por el contacto con el campo. Incluso cuando voy caminando por las calles que están llenas de hojas de plátano, miro sus formas porque no lo puedo evitar, es algo que me encanta.
“Margaritas” – autora Irma Álvarez. Foto: Guadalupe Geninazzi.