Con aproximadamente 10 kilos anuales por persona, Uruguay es el país con mayor consumo de yerba mate per cápita del mundo. No obstante, gran parte de su población desconoce que existen varios yerbales autóctonos, aunque se trate de contados ejemplares de pequeños productores nacionales en la zona que va desde las Sierras de Maldonado y Rocha, pasando por Lavalleja hasta llegar a Treinta y Tres y Cerro Largo. 

La yerba mate es un árbol -no un arbusto- de ambientes selváticos que se ha adaptado muy bien en Uruguay, donde se desarrolla al abrigo de las sierras y montes de quebrada. Su presencia indica ecosistemas sanos y en equilibrio y buena calidad ambiental. Alberto Demichelli, tercera generación de la familia pionera en la investigación y plantaciones de yerba mate en Sierras del Yerbal, en la Quebrada de los Cuervos, departamento de Treinta y Tres, explicó a Sala de Redacción que estos árboles llegaron a territorio uruguayo debido a un cambio climático, no fueron plantados por personas y hace muchos miles de años que están aislados genéticamente. En suma, se encuentran por fuera de las condiciones climáticas que la yerba necesita para vivir y soportan un clima mucho más riguroso que el brasileño o el paraguayo.

Uruguay es el territorio ubicado más al sur que cuenta con plantación de Ilex paraguariensis, mejor conocida como yerba mate. Existe un inventario de registros realizado en 2018 por Ambá, organización civil sin fines de lucro que se encarga de la preservación, promoción y concientización sobre el valor de la flora y fauna autóctona, junto al Centro Universitario de la Región Este de la Universidad de la República (Udelar), en el que figuran nueve puntos de registro de yerba mate en el país, con algunos ejemplares de más de 100 años. Este árbol, que puede alcanzar entre 15 y 20 metros de altura y hasta 80 centímetros de diámetro, representa parte del patrimonio natural y cultural. 

Son raíces

El mate no es uruguayo, como los más patriotas sostienen, ni tampoco propiedad paraguaya o argentina, sino originario de las ancestrales poblaciones guaraníes que habitaban esta región del continente antes del surgimiento de los Estados independientes. Lo llamaban “caá”. Demichelli lamenta que “Uruguay, el gran consumidor de yerba mate, no sabe nada acerca de ella”. Según contó, la historia de la yerba mate comienza a escribirse con una expedición española al Alto Paraná desde Asunción del Paraguay, donde se encontraron con una tribu algo diferente a las que habían conocido antes. Eran más saludables y alegres: “Ahí se dieron cuenta de que tomaban un beberaje, una infusión que los españoles empezaron a tomar y quedaron encantados. Se llevaron cantidad de yerba mate a Asunción y se estableció un sistema de encomiendas por el que los indios cargaban fardos durante cientos de kilómetros para que los españoles de Asunción tomaran mate. Empezaron a plantar para que los indios no se vayan, esos fueron los primeros plantíos artificiales”, señaló. 

El interés de Demichelli surgió mientras estudiaba en la Facultad de Agronomía de la Udelar, donde decían que en Uruguay no crecía yerba mate. Según dijo, atribuye el hallazgo a la curiosidad que da estar en una universidad y hacerse preguntas sobre los temas que se abordan. Le llevó años aprender y reconocer cuál es el árbol, ya que había muy poca información en Uruguay, pero una vez que apareció internet las cosas se pusieron un poco más fáciles gracias a informes de argentinos y brasileños sobre el tema. “Tienen mucha más experiencia, hice algunos viajes para ir aprendiendo. Tuve que aprender desde cómo cosechar la semilla hasta armar los almácigos, trasplantar las plantas, rustificarlas, también a secar y estacionar la yerba. En Argentina y Brasil hay muchos expertos en todos estos pasos, acá no encontré expertos en ninguno y tuve que aprender a los ponchazos”, recordó.

La idea es que la gente conozca el árbol, cómo se produce y elabora la yerba mate y reivindicar las virtudes del monte nativo, que, según Demichelli, están muy poco estudiadas. “Si fui pionero en algo fue en tratar de despertar un poco de conciencia. Tiene mucho que ver con nuestra historia, el pueblo guaraní y lo que nos enseñaron; es un ritual maravilloso. Se seca idéntico a como lo hacían los guaraníes. Voy por el lado de educar que el monte produce cosas valiosas”, explicó.

Mauricio Silvera, aprendiz de Demichelli y emprendedor del Vivero Turístico I Porá en la ciudad de Aiguá, en Maldonado, está de acuerdo con que en Uruguay no hay un conocimiento profundo del manejo de la yerba mate. Él tomó contacto con las culturas guaraníes de América hace ya 15 años y desde allí se inició en este vínculo tan estrecho que comparte con “la medicina bandera de la cultura”.

Vivero I Porá realiza el procesado de yerba mate en Uruguay desde hace cinco años, y desde hace tres son productores, siempre abocados a la investigación. Con el paso del tiempo, celosamente abrieron sus puertas para exhibir las plantaciones y generar conciencia en cuanto a su valor de conservación y sistema de cuidado. El vivero se auto sustenta con actividades como jornadas de plantaciones, charlas y recorridos.

Ambá apoya estas actividades que apuntan a recoger las tradiciones guaraníes, que entiende necesarias antes que la producción de yerba para consumo. Inti Carro, biólogo y coordinador de la sección de restauración del bosque nativo y reinserción de yerba mate de Ambá, dijo a Sala de Redacción que la ignorancia de la sociedad uruguaya respecto a esta planta es paradójica. Al respecto, explicó que resulta curioso que en casi todos los paquetes de yerba mate aparece ilustrada la hoja, pero los uruguayos no saben reconocerla si la encuentran en el monte. “Es una locura que andemos con el mate para todos lados y, como pasa con otras cosas muy de la tradición nuestra, haya cierto desarraigo”, consideró. Carro valoró que se trata de unos árboles “majestuosos”, con una hoja parecida a la de algún cítrico, pero con coloración violeta en algunas partes y con un olor característico muy fuerte: “Los pájaros eligen mucho sus frutos y para el ganado es como una golosina, siempre se comen las hojas”. 

Yerba mate 100% uruguaya 

El año pasado, I Porá inició el proyecto “Más Yerba”, que busca armar una red de productores de las Sierras del Este: “una producción familiar, asociativa, colaborativa”, que se encargue de plantar, cuidar, cultivar, cosechar y procesar ejemplares de yerba mate con la genética de esa zona (las plantaciones de Treinta y Tres, por ejemplo, tienen otra genética), para generar finalmente un producto. “El producto tendría dos ramas, el consumo familiar y la venta. La idea es que sea un producto súper exclusivo, innovador, porque no hay en la historia una yerba de producción uruguaya. Pero uno tiene que esmerarse en hacerla crecer”, explicó Silvera.

“La yerba mate o como nosotros la llamamos, ‘la vedette del monte’, es difícil de encontrar, habita en pocos lugares de Uruguay: microclimas de buen estado, sitios donde el humano no pudo entrar a cortar. Si encontramos un foco hay que agrandarlo, pero desde ese lugar, porque a pocos kilómetros de ahí están las plantas madres, a una distancia que un pájaro perfectamente haría todos los días”, describió Silvera. Por otra parte, María Victoria Pereira, de Sustentabilidad en Acciones (SEA) explicó a Sala de Redacción que el ser humano forma parte de la naturaleza, pero la cuestión está en cómo generar instancias para cuidar determinados tipos de especies: “Hay que buscarle provecho, pero desde un manejo que tenga en cuenta criterios de conservación”. 

Por su parte, Carro detalló que el trabajo de Ambá es de restauración y desarrollo, lo que fortalece y completa los ecosistemas. Sin embargo, y en la misma línea que SEA, piensa en integrar el bosque al sistema productivo de una manera inteligente, “no solo cortando leña o ganándole terreno con otras actividades o el avance urbano, sino como verdaderos galpones verdes”. Para Pereira, siempre hay que respetar a los ecosistemas tal como son y destacó lo maravilloso de tener a algunas especies cuya desaparición traería consecuencias negativas. “Sería un plus muy grande que Uruguay tuviera determinado tipo de producto con su denominación de origen y que eso tega un valor especial”, opinó.

Desde el punto de vista cultural y turístico, para Carro también hay un producto muy interesante y una industria redituable. Ambá confía en una producción de pequeña escala, pero de un producto orgánico, regenerativo, que cuide al bosque, además de producido en Uruguay y con formato P1, el que que consumen los uruguayos: un poco más fuerte, amargo, con el grano más chico y sin palos. 

El objetivo final es un producto de triple impacto: social y cultural; ambiental, por lo orgánico; y económico para pequeñas localidades. Por ejemplo, podría transformarse en un elemento de identidad territorial para el este del país, además de las playas y otros puntos turísticos importantes. Pero sería muy difícil competir, puesto que Uruguay es un pequeño país entre dos grandes potencias, y Argentina, Brasil y Paraguay son los grandes productores de yerba mate.

En particular, Demichelli habló de lo difícil que es competir con la yerba comercial que entra desde Brasil. Él se dedica al tema sobre todo para aprender sobre el árbol y asegurar el recurso genético nativo de su territorio, pero no le encuentra un fin comercial, excepto que se haga un trabajo muy costoso en tiempos y recursos. “Yo no sé si Uruguay puede plantearse sustituir la importación de yerba, pero sí está bueno asegurar lo que tenemos”, manifestó.

Un compromiso con la naturaleza 

En todos los casos, la plantación de yerba tiene dos sentidos. Uno productivo y también uno de repoblación y regeneración. “Donde nosotros plantamos no es netamente para cosechar, sino que hay un manejo más ecológico. Al plantar vamos generando focos de dispersión, donde estos árboles van a dar semilla y a ser naturalmente sembrados de nuevo por las aves y los cursos de agua“, explicó Silvera.

El bosque nativo ha sido muy castigado a lo largo de los años, principalmente por la tala y la ganadería, en particular por la sobrepoblación de ganado. “Es sumamente importante preservar lo que ya hay, los bosques de quebrada con nacientes de agua donde crece la yerba mate son esenciales para la biodiversidad general: fauna, flora, agua”. Para Silvera, usufructuar lo que el bosque nativo ya tiene instalado es casi un delito: “Yo sé que dan ganas de ir y cosecharse toda la yerba que hay, pero sería un desastre. En todo este tiempo que venimos laburando ha habido intenciones que no están buenas. A veces por el dinero, por hacer algo industrial, se pueden generar cosas muy destructivas”, lamentó.

El vivero cuenta que afortunadamente hay muchos renuevos en relación a la yerba mate, y los entusiasma mucho ver que el bosque nativo se regenera solo. “No precisa del humano, precisa que el humano se frene un poco”, explicó Silvera, para lo que se necesita materializar fondos, personas, instituciones o empresas que entiendan y apoyen la causa. “Esperamos que haya una ética y una moral que comprenda cómo y por qué lo estamos haciendo y, en consecuencia, que esté el apoyo económico”, concluyó.

“Se tienen que poner”

En uno de sus viveros, Demichelli llegó a tener armados 5.000 árboles de yerba mate. “Le agarramos la mano muy bien. Después se precisaban recursos y ahí patinábamos un poco, todas las pruebas cuestan muy caras. Los errores se pagan”. De los 5.000, al monte llegaron solamente 1.400 árboles a lo largo de tres años de plantaciones. Hoy quedan sólo 200.

Demichelli contó que una vez recibieron el apoyo del Ministerio de Ganadería cuando su titular era Wilson Ferreira Aldunate, a través de un proyecto de producción responsable. “Nos vino bárbaro para comprar equipos de riego para algunas pruebas, después en cuanto recursos muy poco más”, resumió. Además, agregó que la participación en proyectos con los vecinos de la Quebrada de los Cuervos ayuda económicamente al proyecto con pequeñas donaciones, pero con eso no es suficiente. “Se tienen que poner, pero no sé cuánto interés hay”, remató.

Demichelli insistió en la dificultad de que su emprendimiento tome un giro comercial y empiece a competir con productores de yerba que hace 400 años que están vinculados al sector. “Nosotros recién nos estamos desayunando. Venimos muy atrasados”, indicó. Por su parte, manifestó que después de 15 años algunos de sus árboles siguen siendo de 50 centímetros porque demoran mucho en crecer y mostrar sus virtudes. Según contó, plantar requiere de mucha paciencia y recursos, por ejemplo, por el proceso de selección en el que se tienen en cuenta aspectos como la calidad de la hoja o la velocidad de crecimiento, y luego es necesario volver a plantar. “Está fuera de mis recursos. Lo podrá hacer un privado con mucha plata o el Estado a través de sus institutos. Uruguay manda todos los años entre 85 y 90 millones de dólares a Brasil para que nos manden yerba, es un montón de dinero como para no poner nada en investigación”, sentenció.

Carro piensa que Uruguay es un país que tiene una economía basada en sus recursos naturales y con pocos niveles de industrialización, pero celebra que están surgiendo cada vez más actividades vinculadas no sólo a conservar los recursos sino a producir activamente. Para él, no existe aún una industria de los recursos naturales en el país, pero sí algo incipiente en lo que se debe ahondar, sin olvidar que los servicios ecosistémicos tienen la necesidad no sólo de conservar sino de fortalecer, producir y multiplicar los recursos.

“Veo un gran cambio desde hace 20 años para acá, hay una toma de conciencia importante”, aseguró Demichelli. “Las generaciones jóvenes saben mucho y se preocupan, pero la vida misma nos ha ido apartando de la naturaleza”, completó. De todas formas, es poca la gente trabajando en el tema y, según Demichelli, “hay un atraso tremendo”. “El país necesita hacer mucho más por sus áreas protegidas, pero es un error sólo cuidar esas áreas, tenemos que cuidar el territorio entero. Es una responsabilidad de todos los ciudadanos, porque si maltratamos a la naturaleza se nos viene encima”, advirtió.

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