El lugar que alguna vez fue considerado como una región solitaria y desolada se ha transformado en estos últimos años en una zona de interés primordial dentro de un marco de grandes tensiones internacionales. El aumento de las temperaturas globales ha abierto las puertas a un sinfín de recursos naturales, así como también a nuevas rutas económicas.
Según un informe de National Snow and Ice Data Center (NSIDC) el Ártico se está calentando aproximadamente cuatro veces más rápido que cualquier otra región del planeta, con una inminente pérdida de hielo marino. Además, la extensión máxima del hielo en el mar es la más baja desde hace 47 años, situación que elimina una barrera natural y permite la navegación en áreas que antes eran inaccesibles por las condiciones climatológicas.
El territorio que cambiará el rumbo del siglo XXI
El paso del noroeste y la ruta transpolar, que atraviesan el norte de Rusia y Canadá, son conocidos por su gran conectividad entre los continentes; solían ser navegables solamente durante el verano, en los meses de julio y agosto, pero el deshielo ha aumentado la capacidad de los barcos para recorrer el mar en cualquier momento. Leo Harari, periodista y licenciado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales explicó a Sala de Redacción que el comercio naval representa 80% del comercio mundial. En este marco, las rutas por el polo norte significan un ahorro esencial de combustible, que cada vez es más caro. Según el periodista “conectan Asia y Europa de manera más rápida y eficaz que el canal de Suez (actual centro del comercio global), quitando casi diez días de viaje”. Advierte que están “cambiando las reglas de juego rápidamente por el calentamiento” y que está “aumentando la capacidad de explotación de la zona, dentro de un contexto de convenciones internacionales que están obsoletas“. El tránsito naval se encuentra en un constante crecimiento, específicamente sobre el Paso del Noroeste. Un informe del grupo de trabajo Protección del Medio Marino Ártico del Consejo Ártico reveló que “entre 2013 y 2024, el número de buques que ingresan al área polar aumentó un 37%, y el recorrido total un 108%”.
Más allá del tránsito, según un estudio del Servicio Geológico de Estados Unidos publicado en 2009 en la revista Science, el Ártico posee vastos recursos naturales aún sin explotar. Se estima que pueda haber aproximadamente 412 mil millones de barriles de petróleo y gas natural no descubiertos en la región, lo que representaría el 22% de las reservas mundiales. Según el estudio, si se consigue explotar esta cantidad de combustible, el Ártico podría posicionarse entre las regiones con mayor potencial hidrocarburífero, comparable con países de Medio Oriente.
La NSIDC advierte que la zona también es rica en minerales esenciales para la electrónica, así como en oro y piedras preciosas. La extracción de estos recursos significaría un impacto al clima aún más grande del que ya existe, puesto que la actividad extractiva en el Ártico, como la minería y la explotación petrolera, podría acelerar el calentamiento regional, al generar calor y alterar el permafrost, lo que libera metano, un gas de efecto invernadero muy potente que amplifica el calentamiento global.
La carrera global
Estas grandes oportunidades han atraído la atención de Estados Unidos, Rusia y China, que buscan generar un control, tanto militar como político, sobre la zona. Según Harari, no existe voluntad de Estados Unidos de “arreglar las cosas en el marco de la legalidad internacional” y en el Ártico ese país está pensando una política de “el más fuerte, gana”. El entrevistado añadió que, si no hay espíritu de cooperación, Estados Unidos intensificará aún más la tensión militar que ya existe en el territorio. En ese marco, señaló que la declaración de interés del presidente estadounidense, Donald Trump, de comprar Groenlandia se encuentra dentro de un marco imperialista, por considerar a la isla como una oportunidad para el control y la explotación de recursos naturales, además de verla como un punto estratégico clave. Harari afirmó que en ese sentido la administración Trump “rompió un sistema internacional”, por haber terminado con acuerdos y tratados de libre comercio generados desde la Segunda Guerra Mundial.
Según el periodista, Rusia también toma muy en serio el norte, porque históricamente no tenía salida hacia los mares cálidos excepto por Sebastopol, en la península de Crimea, que fue anexada hace 11 años y pasó a ser la única salida desde el Mar Negro al Mediterráneo y desde ahí al Atlántico. Hacia el norte, Rusia posee una enorme costa sobre el Mar de Bering y sobre el Mar Ártico, lo que significa una fortaleza desde el punto de vista militar. Moscú es en este momento el actor más activo en la región: ha reabierto antiguas bases soviéticas y las ha transformado en puntos de control importantes, incluyendo instalaciones de mantenimiento para submarinos nucleares. Harari aseguró que Rusia se beneficia, también, de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, que le otorga control sobre áreas cercanas a su plataforma continental que permanecen congeladas la mayor parte del año, estableciendo zonas económicas exclusivas de hasta 200 millas desde la costa.
Por otro lado, también afirmó que China mantiene acuerdos estratégicos con Rusia, y que este es su principal camino hacia el norte. Según el periodista, el gigante asiático no tiene grandes facilidades para salir al resto del mundo, porque del Mar de China pasa al Mar del Japón y de ahí al Océano Pacífico, lo que representa un viaje largo y para ir a Europa tiene que llegar hasta el Mar Rojo y subir por el Canal de Suez. Aseguró que “para comerciar con el resto del mundo, el norte representa una oportunidad única” para China, que se encuentra cada vez más activa en la zona y “le interesan tanto recursos como sus rutas estratégicas”.
En la actualidad la actividad militar y las tensiones están latentes; la guerra de Ucrania significó un antes y un después en el ámbito diplomático internacional, y afectó directamente a las decisiones de las potencias y de los países implicados. En 2024 la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) realizó el mayor ejercicio militar desde la guerra fría, llamado “SpreadFast Defender”, con el objetivo explícito de mostrar el poderío aéreo y la capacidad de desplegar tropas rápidamente sobre varios territorios, entre ellos el Ártico. A su vez, medios internacionales han reportado que aviones bombarderos de Rusia y China patrullaban la zona.
Harari afirmó que “estamos en un momento prebélico. Hay fábricas que están dejando de hacer lo que hacían para fabricar pólvora y drones. La economía europea se está transformando en una economía del armamento”.
¿Cómo impacta en Uruguay?
El científico Juan Cristina, ex decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República e integrante del Scientific Committee for Antarctic Research, comentó a Sala de Redacción que el Ártico, en particular, juega un papel crucial en la regulación del clima terrestre, porque influye en los patrones climáticos globales y afecta las corrientes oceánicas. La reducción del hielo marino afecta la circulación atmosférica global e impacta en climas en regiones distantes: “los cambios en el Ártico no se limitan al norte, tienen repercusiones para el hemisferio sur, incluyendo Uruguay y la Antártida” aseguró el científico.

Afirmó, a su vez, que en sus últimas visitas a la Antártida ha podido observar cambios sustanciales a niveles climatológicos, específicamente en el glaciar de Collin, que se ubica al lado de la base Artigas. Puntualizó que se puede ver a simple vista cómo se está retirando lentamente el glaciar. Por último mencionó que “estos cambios impactan en la temperatura, salinidad y concentración de dióxido de carbono, afectando la biosfera y zonas importantes de pesca”.
A su vez destacó su preocupación por la creciente presión de países vecinos, como Argentina y Chile, sobre los recursos naturales en la Antártida: “Uruguay, como miembro del Tratado Antártico, a pesar de no tener reclamos territoriales, considera extremadamente importante su participación diplomática. La preocupación es que la escalada de actividades y reclamos territoriales en el norte podría desencadenar acciones similares en el sur, desafiando potencialmente el principio del Tratado Antártico que la considera como una tierra de paz y ciencia”.