Sócrates y Cervantes vigilan el cruce de Tristán Narvaja y 18 de Julio en un contraposto impávido, mientras hombres de la calle y fumadores descansan sobre unos escalones de un beige olvidado. Al subir, una serie de columnas de reminiscencias clásicas auspician de barrera contra el vértigo apurado del tiempo, que naufraga a la sombra de un pórtico que le sucede. Allí, entre ventanales enormes, una puerta monumental de hierro, coronada por el escudo nacional de Uruguay, anuncia la entrada a la Biblioteca Nacional. Parece haber caído como un gigante dormido. Y no se sabe cuándo ni cómo va a despertar.
La institución se encuentra en una “crisis multidimensional”, explicaron Rocío Schiappapetra, directora de la Biblioteca Nacional de Uruguay (BNU), y José Carlos Mahía, titular del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), en la conferencia de prensa el 26 de mayo, cuando anunciaron el cierre de la atención al público. Personal reducido, con funcionarios próximos a jubilarse, problemas edilicios —que incluyen la falta de protocolos de seguridad—, carencias en la política de conservación del acervo, ausencia de iniciativas de digitalización y democratización de la Biblioteca, y una “desconexión” de la institución con la ciudadanía, fueron algunos de los puntos esgrimidos por las autoridades para tomar la decisión.
Luis Bazzano, vocero del Sindicato de Funcionarios de la Biblioteca Nacional, declaró a Sala de Redacción que no hubo comunicación previa por parte de las nuevas autoridades, aunque contó que ya les habían trasladado sus reclamos por las problemáticas de larga data que tiene la institución. Bazzano señaló que la situación es caótica desde hace años, aunque negó que las instalaciones supongan un riesgo para quienes concurren al recinto; estableció que la falta de personal es el principal problema de la institución y puntualizó que se agravó durante la administración de Valentín Trujillo, quien ocupó el cargo de director durante el gobierno de Luis Lacalle Pou. “No dan abasto, por ejemplo, en el depósito de diarios o libros hay una sola persona para atender, la primera medida que deberían tomar es contratar personal”, y afirmó que esto podría empeorar ya que la BNU cuenta con 41 trabajadores a cargo de las tareas, y que 40% de ellos tiene causal jubilatoria.
Consultado por Sala de Redacción Trujillo, declaró que todo lo que tenía para decir sobre el tema puede leerse en una carta que publicó en Facebook el mismo 26 de mayo. En ella, sostuvo que la crisis mencionada por Schiappapetra “apunta directamente contra su gestión” y compartió que durante la transición de gobierno no recibió ningún reparo por su labor. Expresó preocupación por la falta de una fecha para la reapertura y, en contraste, explicó que estuvo “todo el quinquenio en la búsqueda de soluciones a los problemas que tiene la BNU, pero con la institución abierta”, a pesar de una serie de problemas que tuvo al asumir —que resumió como “un verdadero caos”—, que incluyeron a la pandemia por covid-19. En el texto referido, Trujillo concluyó que el cierre de la BNU es “una decisión más que negativa, que indica una ausencia de rumbo y de criterio. Un acto que demuestra inoperancia. Un experimento improvisado”.
La importancia del espacio
Entre 2017 y 2019, Alejandro Varela, arquitecto e investigador de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad de la República (Udelar), realizó su tesis de grado en torno a una reactivación y remodelación de la Biblioteca Nacional. En él, espacio y arquitectura se plantean como una cuestión necesaria de abordar para resolver algunos de los mismos problemas que las autoridades indicaron como causas de la “crisis multidimensional” que llevó al cierre de la BNU.
Varela contó a Sala de Redacción que su interés surgió de la comprensión de la Biblioteca Nacional como “un problema que no tenía solución: el patrimonio arquitectónico y el patrimonio del libro”, subordinados, a su vez, a “un problema ontológico”, con raíces en el diseño que hizo Luis Crespi en 1937, arquitecto responsable de la sede de la BNU. Tras la muerte de Crespi, que ocurrió cuando la obra estaba sin finalizar, el sentido original con el que fue concebido el edificio se fue distorsionando a lo largo del tiempo: el acervo —que está siempre en crecimiento— se esparció en lugares inadecuados para su conservación, sin la luz ni circulación de aire requerida, y disminuyó el carácter museístico del recinto.
Uno de los ejes de la propuesta que formuló Varela incluye la construcción de una torre a modo de depósito en los fondos de la ex casa del pastor de la iglesia, que actualmente son propiedad de la BNU, para utilizar el edificio actual y sus aledaños como un espacio público, con programas de lectura y actividades socioculturales. “Mi planteo es sacar el libro: la única manera de conservar el archivo es construir una arquitectura nueva que funcione como depósito; que esté presurizado, que tenga buena condición de humedad, buena condición de temperatura, que tenga acceso restringido, que esté bien catalogado. El problema de la biblioteca, que dicen que no tiene espacio, es mentira, está mal organizado”, afirmó.

Plano de la planta baja de la Biblioteca Nacional (y conjunto) realizado por el arquitecto Alejandro Varela, para su propuesta ReActiva BibNa. En rojo: las intervenciones, agregados y anomalías a demoler. En azul: la propuesta de proyecto que recupera el sistema de organización de tipo central, que invierte el orden programático con el acervo al centro, salas de lectura al este y nuevos programas en torno a la Biblioteca.
El proyecto de Varela no requiere el cierre de la institución; consultado acerca de la medida de cierre adoptada por la actual administración, el arquitecto respondió que la entendía, ya que asumir la dirección de la biblioteca es enfrentarse a “un monstruo que está lleno de problemas”. Además del deterioro edilicio sufrido hace décadas, mencionó el rol que tiene la institución dentro del medio de la ciudad y hacia la sociedad que, a su entender, está desaprovechado en función del potencial que guarda como espacio abierto y democrático.
En este sentido, opinó que la BNU, de cierta forma, ya se podía considerar cerrada, hecho que fundamentó en la poca concurrencia que tiene desde hace años. Así, sostuvo que, si bien la falta de personal es un problema real, es el más resoluble: “La gente no va porque el edificio no invita a entrar. La pregunta no es: ¿qué hacés si cerrás la biblioteca? La pregunta es, ¿qué hacés si no cerrás la biblioteca?”, formuló, y agregó que la cuestión presupuestal es el elemento principal sobre el cual deben hacerse los reclamos. “Habría que hacer un informe interdisciplinar que tiene que buscar fondos a nivel internacional con el argumento de una construcción de un depósito y con la construcción de unas bases que tengan sentido. Un equipo interdisciplinar constituido por alguien que haya estudiado este edificio, personas que lo conocen, que conocen la obra del arquitecto y bibliotecólogos”, concluyó.

“Lógica general de actuación” para la propuesta presentada por el arquitecto e investigador Alejandro Varela en su trabajo ReActiva BibNa (2019).
El papel de la información y la comunicación
El Consejo de la Facultad de Información y Comunicación (FIC) de la Udelar emitió el 29 de mayo una resolución en la que mostró preocupación por la crisis institucional de la biblioteca y se dispuso a darle seguimiento a la reorganización, al tiempo que manifestó que en la transformación se debe incluir la incorporación de profesionales “formados en las disciplinas de bibliotecología, archivología, comunicación y preservación del patrimonio documental, entre otras”, en relación a las carreras que dicta. Además, el Consejo le pidió a las autoridades del MEC y al sistema político que en la elaboración de la ley de presupuesto quinquenal prioricen el fortalecimiento de la Biblioteca Nacional y se puso a disposición para colaborar.
El día anterior a la resolución del Consejo de la FIC, la decana Gladys Ceretta, bibliotecóloga de profesión, se reunió con Schiappapetra. En diálogo con Sala de Redacción, Ceretta destacó a la BNU como un “baluarte del registro de la producción nacional”; consideró que el deterioro del servicio y de lo edilicio se veía desde hace más de treinta años, y a ello le sumó la falta de personal, agravada por la disminución de concursos de ingreso. Además, expresó que, al igual que los funcionarios, el anuncio la tomó por sorpresa, a pesar de conocer la situación de la institución.
Tal como indicó Bazzano, vocero del Sindicato de Funcionarios de la Biblioteca, para Ceretta, una de las causas más grandes de la crisis institucional es la falta de personal que derivó en un horario reducido —apenas seis horas por día— y un servicio deficiente. La decana detalló que hasta marzo del 2020, cuando asumió Valentín Trujillo, la FIC tuvo un convenio de pasantías, que incluían las tres orientaciones de la Facultad (Bibliotecología, Archivología y Comunicación). Según ella, la anterior dirección argumentó el cese de estos programas por condiciones económicas que impedían la financiación de pasantes; fue entonces cuando ya no hubo más episodios de diálogo fluido y de trabajo en conjunto entre las instituciones.
Previo a los últimos anuncios, la comunicación entre autoridades de la biblioteca y de la FIC se había reanudado; la decana detalló que “el diálogo se retomó con la última dirección” y expresó que confían en que “se puede trabajar en forma conjunta, en lo que es nuestra área”. Además, expresó que, al fin y al cabo, se necesita un presupuesto para tomar distintas medidas en la biblioteca.
La decana concluyó que “no hay que perder de vista los objetivos de la Biblioteca Nacional, que es preservar el patrimonio documental del país”, además remarcó que la FIC ofrece formaciones del nivel de maestría y especialización que perfectamente pueden colaborar con la biblioteca.
Ceretta subrayó que para que la biblioteca funcione en un “estado basal”, con las condiciones mínimas para abrir sus puertas al público general, necesita un presupuesto acorde. Así como Alejandro Varela, entiende que para que haya cualquier reforma, o proyecto edilicio, lo más importante es una inyección mayor del dinero que destina el Estado a la Biblioteca.
Sala de Redacción intentó comunicarse con Schiappapetra pero fuentes de su entorno indicaron que no prestaría más declaraciones “por estar 100% a la mejora y reapertura de la BNU”. De momento, la directora se prepara junto a Mahía para asistir, este miércoles, al llamado a sala que realizó el diputado colorado Felipe Schippani tras conocer el cierre de la institución. Funcionarios de la BNU, Alejandro Varela, Gladys Ceretta y autoridades del nuevo gobierno, acuerdan todos en que el anuncio puso el tema sobre la mesa, así como la necesidad ineludible de un aumento presupuestal para reabrir la institución.