Los recorridos de todos los que salen de Venezuela son diferentes, porque no todos los países americanos tienen políticas favorables para la obtención de papeles legales, ya sean ciudadanías o pedidos de refugio. Esto implica que no todos puedan legalizar su estatus y trabajen en la informalidad, una solución a medias porque pueden vivir del día a día pero sin una proyección real.
En diálogo con Sala de Redacción (SDR), Andrés Rosales, doctor en Ciencias Políticas y especialista en procesos migratorios, comentó que “hay una expectativa de un incremento significativo” de migrantes, pero es difícil saber la cantidad. Desde 2013 hasta hoy, se estima que migraron siete millones de venezolanos a distintos lugares de América, la mayoría a Colombia por la cercanía y la posibilidad de llegar por vía terrestre. Luego de ciertos eventos, como las últimas elecciones, la hiperinflación de 2018 o el cierre de fronteras con Colombia ordenado por Nicolás Maduro en 2015, ocurrieron picos de migración que se denominan “olas migratorias”. Ante la “poca expectativa de cambio” es que se dan estos movimientos, aunque es difícil que se dé un “éxodo total”: migrar no es fácil y no todos tienen los recursos para hacerlo.
Vanessa Sarmiento, presidenta y cofundadora de la fundación Manos Veneguayas, agregó que “son muchos años, la gente está cansada y evidentemente son como cíclicas las olas”. Luego de las elecciones nacionales del 28 de julio aumentó la cantidad de personas que migran por tierra a Brasil o Colombia por “el temor a ser detenidos”, ya que “en este momento en Venezuela ni siquiera hay que ser muy activo políticamente para poder ser objeto de detenciones arbitrarias”, dijo a Sala de Redacción, y coincidió con Rosales en que “después de cada proceso o de algún hecho político hubo una fuga importante de la población venezolana”.
Esta migración es una de las más caudalosas del mundo y se da de manera compleja. Con el correr de los años, los venezolanos han huido de su país por tierra o por aire en la búsqueda de nuevos horizontes. En Uruguay encontraron un país “que favorece la inserción en la sociedad, pero por la distancia y el costo de llegar, no es sencillo para el inmigrante”, explicó Rosales. Muchos llegan por tener familiares acá, luego de haber recorrido varios países, o por haber averiguado que casi todos los inmigrantes están regularizados. Aunque han llegado cerca de 40.000 venezolanos a Uruguay, es una cantidad pequeña en relación al número total de migrantes venezolanes en otros lugares.
A diferencia de los demás países de América, en Uruguay el régimen migratorio es favorable y se puede acceder a un documento de identidad mediante el pedido de refugio o la solicitud de residencia del Mercosur. Esto es algo importante porque los venezolanos que llegan “buscan una identidad, una identificación que los pueda respaldar”, ya que en Venezuela “es difícil obtener el pasaporte por el control que quieren tener sobre la salida de la población”, sostuvo Rosales. Incluso varios periodistas, como Nerio Fuenmayor y Jefferson Díaz, o activistas que se manifestaron en contra del gobierno sufrieron la cancelación de sus pasaportes de manera arbitraria sin notificación alguna, según contaron ambos a la cadena internacional CNN.
Para que la inserción y evolución puedan ser posibles, hay fundaciones que se dedican a trabajar con los inmigrantes. Manos Veneguayas fue creada en 2016 por venezolanos que estaban en el país, empezó con la recolección de abrigos y alimentos pero con el crecimiento de la población los objetivos y funciones cambiaron. La organización sostiene ferias de empleo, charlas y asesorías en derechos laborales, cómo buscar trabajo y prepararse para las entrevistas. También tiene un programa de formación de emprendedores donde se brindan herramientas de formación, networking, monitoreo de los avances y un club de emprendedores para personas migrantes y refugiadas.
La llegada de inmigrantes a Uruguay es beneficiosa para el país por “la falta de mano de obra en edad laboral”, ya que muchos “son licenciados y tuvieron un proceso de instrucción profesional”, cree Rosales. Acceder a documentos les permite desarrollar sus actividades de manera libre y “se incorpora un nuevo elemento que viene a mejorar la competitividad y las especializaciones del mercado”. Además se generan nuevos puestos de trabajo, capitales y empresas que aportan impositivamente.
Pero no todo es trabajo y economía: lo cultural es una pieza importante para la organización y por eso el nombre Manos Veneguayas. Se explica porque “somos venezolanos y uruguayos viviendo en un mismo país y nos unen mutuamente nuestras culturas, gastronomías, emprendimientos y nuestra fuerza laboral”. Una muestra de esa mezcla cultural es la Banda Infantil y Juvenil Latinoamericana, ya que “a través de la música llevamos el mensaje de integración con niños de más de seis nacionalidades entre los 9 y 18 años”. Esta banda utiliza instrumentos hechos con materiales reciclados y es dirigida por un músico que fue parte del Sistema de Orquestas de Venezuela. El repertorio de canciones varía año a año por la diversidad de nacionalidades “para que los jóvenes puedan estar más cerca de sus raíces y también conocer su música”, agregó la presidenta de la fundación. Este año se preparan para su primer concierto, ni más ni menos que en el Sodre en diciembre, junto a dos bandas del departamento de Canelones que también son dirigidas por el mismo director. Todas juntas forman la banda Mundo Migrante.
No pasar página
La situación en Venezuela es compleja. El candidato opositor Edmundo González se exilió a España, vía salvoconducto aprobado por Nicolás Maduro, “en aras de la tranquilidad y paz política del país”, según la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez. En cambio, la líder de la oposición, María Corina Machado, continúa en su país “luchando hasta el final” y con la esperanza de que “el 10 de enero de 2025, el presidente electo Edmundo González Urrutia será juramentado como presidente constitucional de Venezuela y comandante en jefe de la Fuerza Armada Nacional”, como publicó en sus redes sociales.
Para Rosales, la presencia de Corina Machado representa “la esperanza de un cambio” del pueblo venezolano, mientras la declaración de Maduro sobre su contrincante en el sentido de “que le vaya bien dónde esté”, marca que desde el oficialismo “se intenta dar un carpetazo” para “calmar las aguas y desviar la atención”. En ese sentido, es importante el trabajo de la líder opositora de mantener el tema en la agenda internacional por la magnitud e implicancia que tiene.
Uruguay y Argentina no han reconocido el resultado de las elecciones y consideran que no se respetaron los procesos. El embajador uruguayo, Washington Abdala, durante un congreso de la Organización de Estados Americanos, valoró que “lo peor que le ha pasado al continente en mucho tiempo” y enfatizó que el resultado “es evidente, empírico, fáctico” y es que “ganó Edmundo González Urrutia”. A pesar de ser una asociación civil sin fines de lucro fundada por venezolanos que por estatutos no puede involucrarse en temas políticos, Sarmiento planteó que “la situación que está ocurriendo en Venezuela va más allá de un tema político, es una afectación directa a los derechos humanos”, por lo que celebra “cualquier tipo de apoyo”.
Por otro lado, México, Colombia y Brasil optaron por “tratar de mantener el vínculo o el diálogo que hay con Maduro y con sus dirigentes”, a opinión de Rosales, “no porque estén a favor, si no como estrategia de negociación para buscar una posible salida”. Hasta el momento, “hemos visto un poco de inacción o del retraso de medidas más invasivas”, se ha limitado a restricciones comerciales, aislamiento y declaraciones del resto de las naciones, debido a que “una respuesta inmediata o intromisión de los Estados a Venezuela está en contra de los principios internacionales” y también porque “puede generar un vacío de poder”. El proceso de cambio “tiene que salir desde el propio país para que funcione”, concluyó el politólogo.