Son las cuatro de la tarde de un viernes climáticamente inestable y es sabido que el viento y la Plaza Independencia no combinan muy bien. Detrás de una cortina metálica semiabierta una persona está actualizando las consolas de videojuegos que, dentro de una hora, cuando el local abra, se convertirán en fuente de entretenimiento para quienes se atrevan a cruzar el umbral hacia una nueva dimensión. El colorido del lugar contrasta con el gris que invade la tarde y allí dentro parece haber dos cosas que sí combinan muy bien: la comida y los videojuegos. Gaming Zone nace de unir esos dos elementos: parte de la simple premisa de brindar el espacio perfecto para comer rico, jugar en colectivo y pasarla bien, y persigue el gran objetivo de transformarse en un centro icónico para la cultura gamer en Uruguay. Así resume el espíritu del proyecto Facundo Santo Remedio, uno de los creadores de este nuevo universo que se abrió en un punto clave de Montevideo.
Facundo es actor y desde la llegada de la digitalidad a su vida, que ubica entre los años 2006 y 2008, se convirtió en Facu Santo Remedio, nombre artístico que utiliza hasta el día de hoy y por el que es identificado en sus redes sociales. En su biografía de Instagram se define como influencer, productor y creador de contenido, y acumula casi 80 mil seguidores. A sus 37 años dice estar haciendo sus primeras armas como empresario gastronómico porque a principios de agosto inauguró junto con un grupo de socios amigos el primer resto-bar temático de videojuegos de Uruguay.
De su vínculo con el mundo de los videojuegos, de su llegada al proyecto, del peso que tiene ser la cara visible del primer lugar de estas características en el país, del proceso creativo que hubo detrás del armado del local y de lo que significa para la cultura gamer en Uruguay la aparición de un espacio y un servicio como el que brinda Gaming Zone, habla en esta entrevista con Sala de Redacción.
—¿Cuándo surgió la idea de abrir un resto-bar temático de videojuegos?
—Fue como una transición. Sabía que algo con videojuegos quería hacer en algún momento porque me rateaba del liceo para ir a jugar Mortal Kombat y gastaba mi plata en meter fichines. Fui probando diferentes lugares. Primero empecé a stremear en Play 4, hacía mis streams en Twitch y si bien me gustaba y me sentía cómodo, sentía que la parábola de crecimiento era muy lenta y mi ansiedad de repente no daba. Pero por dentro sabía que algo relacionado a los videojuegos iba a hacer, pensaba que podía llegar a hacer un evento y otras cosas. Y ahí, en ese cruce de tener ganas de hacer algo, viene la otra parte de esta sociedad, que es Jorge Larrea, que ya venía con la experiencia de la venta de videojuegos con su local Chito Games y con la idea de venir a hacer un bar de este tipo acá en Uruguay. Entonces, se junta conmigo, que tenía un montón de ganas de ocupar el rol que me toca ocupar hoy aquí, y fue como fusionar toda la experiencia en lo gastronómico que tenía él y su know-how de ser un empresario de los videojuegos con mi parte más comercial, de imagen y de jugador de videojuegos.
—¿Qué significa y qué peso tiene para vos que sea el primer resto-bar de estas características en Uruguay?
—Me parece que al uruguayo y creo que hasta al ser humano le gusta ser como el que trasciende, el de la vanguardia y el que está en la punta de la flecha para muchas cosas. Pero ser el que está en la punta a veces tiene su peso y su riesgo. Con esto me refiero a que sos el más visible y todos los haters empiezan a pegarte por eso. Desde que yo tengo noción, hay bares para jugar en Uruguay. Me acuerdo del bar Fénix, que tenía sus arcades, y yo iba mucho a Cuchilla Alta donde existía el tema del bar y de jugar. Con esta idea, lo que se propone es el primer bar gamer que tematiza todo por el lado del videojuego o por el lado del mundo geek, friki y del cómic. Desde el detalle de que el vaso y el lugar para colgar la cartera estén tematizados hasta que el baño también lo esté. Por ser los primeros recibimos un montón de ciberacoso pero creo que es parte de trascender y de armar cosas nuevas, de lo que implica molestar a muchos que están en lo tradicional, y creo que eso me gusta también. Moverles un poco el avispero a mucha gente que está acostumbrada a que en Uruguay haya determinado tipo de servicios y lugares y se haga de determinada forma. Y venir con un lugar que tiene un montón de otras formas de dar un servicio, de dar una experiencia, me parece interesante.
—¿Notás un crecimiento de la cultura gamer en estos últimos años o es algo que siempre estuvo y ahora capaz que por la existencia de la redes sociales se empezó a visibilizar mucho más?
—Creo que siempre estuvo, pero jugar videojuegos en los noventa y en los dos mil era de ñoño y de freak que no quería tener contacto con el exterior. Vos veías a los personajes en el cine, que fue muy estigmatizador al contar diferentes roles, y el que jugaba videojuegos era un gordito de lentes con granos que no salía de su casa. Creo que últimamente está cambiando muchísimo la forma de ese estereotipo que había de jugador. Internet popularizó y masificó mucho el tema de los juegos online y el tema de que hoy en día haya muchas personas que tengan ingresos muy altos solamente por jugar y porque eso genera audiencias hizo profesionalizar el juego y ser visto de otra forma. También creo que series como Stranger Things, que recrean de manera romántica todas las cosas lindas de aquellas épocas, lo puso de repente en un lugar más pop y hoy en día en vez de ser un ñoño friki, sos un cool que podés jugar.
—Abrieron hace muy poco tiempo pero en estas primeras semanas, ¿qué has podido observar del público que ha visitado el lugar? ¿Es gente aficionada al mundo de los videojuegos o también ha venido gente no vinculada al gaming pero curiosa por conocer un lugar de estas características?
—Creo que la masividad con la que se expuso esto -a los diez días de subir nuestro primer reel ya teníamos 10.000 personas siguiéndonos- hizo que primero se interesaran los del nicho, los geeks, los que alguna vez se sintieron discriminados por no poder ir a lugares con sus cosplays y sentirse cómodos. Ese público se acercó enseguida y dijo “¡qué bueno!”. Pero a su vez, en esto de hacerlo masivo, la mayoría de la gente que viene de repente es curiosa. Muchos vienen a festejar el cumpleaños de los niños y termina pasando que los padres y adultos juegan más que los propios niños. También se acercan niños muy copados, como ahora, que estaban golpeando para entrar. En la práctica, por los precios que son accesibles y por lo llamativo de la oferta, el público es muy diverso. Hasta han venido abuelas con sus nietos, que nunca habían jugado y acá se pusieron a jugar, que nunca habían tenido ese momento de compartir con su nieto y se tomaron el tiempo de aprender y compartir desde otro lado. Es re lindo eso.
—El espacio también genera ese tipo de experiencias de que convivan generaciones distintas
—Ayuda, porque en vez de jugarlo en tu casa solo, acá es colectivo. Estás jugando vos con otro y todos estamos viendo cómo jugás. Ayer había alguien acá re divertido, eran tres amigas, y una cada vez que perdía pegaba unos gritos, pero gritos bien, te colocaba al bar con una energía de juego y una tensión del propio juego amateur, porque no están compitiendo por nada, están disfrutando nomás. Que ella estuviera en ese contexto ayudó a que todo el bar entendiera por donde tenía que vibrar, que si pierdo no me enojo, si se me tranca la consola, que son emuladores que pueden fallar, apago, prendo y sigo. Se trata de entender que la energía va por ese lado y que la idea de Gaming Zone es que se arme una energía colectiva y que sea todo más interactivo.
—¿Pensás que el lugar también puede ser una puerta de entrada para personas que no están vinculadas al mundo del gaming y que a partir de vivir una experiencia acá adentro puedan interesarse más?
—Pienso que sí porque el lugar está pensado no solo para el público que juega, sino para aquel que nunca jugó y se está ganando hoy en día la oportunidad de conocer un mundo nuevo donde nadie los va a juzgar por nada.
—En relación a la propuesta gastronómica, en la carta puede verse que cada plato tiene el nombre de un videojuego o de un personaje. ¿Cuál fue el criterio para definir esas relaciones?
—Fue una búsqueda. Después de definir que íbamos a hacer hamburguesas porque Jorge [Larrea] ya venía de tener éxito en ese negocio y de verdad tenía su fórmula que funcionaba muy bien, nos unimos con Jesús Graña, chef de restaurantes, para diseñar una carta que fuera variada y a su vez simple de producir, con elementos que no se pudran para tener una conciencia de trabajo y del uso de los materiales. Y para el trabajo de los nombres fue como buscar… yo jugué a un montón de juegos y hay mucha referencia que hace referencia a mí, es muy personal, capaz que alguno lee la carta y dice: ¿qué quiere decir con esto? Pero por ejemplo, hay referencias muy específicas en una hamburguesa que lleva huevos revueltos, palta y un tipo de queso, y como lleva huevos revueltos el nombre de esa hamburguesa es la Zangief, porque es un luchador de la [saga de videojuegos] Street Fighter, que su poder es girar. Entonces, para el que tiene la imagen de Zangief girando es buenísima la hamburguesa de huevos revueltos.
—Hay un pienso y un sentido en todo…
—Hay un sentido en todo que a veces es muy fino, como para un friki que mire ese detalle tan específico, y a veces es medio genérico, como una hamburguesa que se llama Super Mario porque es Super Mario y algo tiene que haber de Super Mario. Así como hay cosas muy específicas para nichos muy específicos, hay cosas genéricas para que la gente se sienta incluída.
—Al ingresar al local son varios los estímulos visuales, desde pinturas, cuadros, maquinitas, un gran Iron Man y hasta las escaleras están intervenidas. ¿Cómo fue pensado todo ese armado?
—A nivel de remodelaciones edilicias no se tuvo que hacer prácticamente nada. El local ya venía con esa barra hermosa. Después fue hablar y conseguir gente que ploteara y después fue decir “no queremos solo ploteo, queremos algo de graffiti, de impresión 3D”. Y por suerte Uruguay tiene profesionales muy capaces en cada área. Todavía faltan muchos detalles pero lo bueno de un lugar tan grande es que ya hay gente que vino más de dos veces y no deja de sorprenderse porque cada vez encuentra un detalle nuevo.
—¿Cómo es la dinámica de funcionamiento del lugar?, ¿se puede venir solo a jugar o solo a comer, o la idea es que la gente venga a vivir la experiencia completa?
—Pueden venir solo a comer pero no solo a jugar. Por eso es un bar donde se juega y no un bar donde se viene a jugar. El sistema de uso de cada mesa está hecho para que la persona que esté utilizando su mesa, esté consumiendo, y no solo venga a tomar un café o a tomar una cerveza, sino que esté consumiendo a nivel restaurante. No buscamos un público que viene a jugar cuatro horas y darse vuelta un juego, no es un lugar para venir a viciar. Y justamente por eso estamos implementando un sistema en el que de lunes a jueves las consolas que vienen incorporadas en las teles, no tienen costo por los primeros 90 minutos. Pasado ese tiempo, si la persona quiere seguir jugando, se activa un sistema de recargas cada media hora. Los viernes, sábados y domingos, que son los días con mayor demanda, la persona tiene 45 minutos gratis, en vez de 90, y el sistema de recarga funciona igual, cada media hora.
—¿Con qué equipos y consolas va a encontrarse la gente que visite Gaming Zone?
—En cada mesa hay una tele de 50 pulgadas con emuladores que emulan desde Atari hasta PlayStation 1. También tenemos cinco Xbox S que tienen los últimos FIFA, Fortnite y Call of Duty, cuatro PlayStation 5 y dos Xbox Switch. Esas son las consolas de última generación que tienen un costo extra.
—Recién hablabas de los cumpleaños, ¿está pensado hacer otro tipo de eventos?
—Sí, vamos a implementar un tipo de campeonato que consiste en una experiencia gastronómica gamer para 40 personas con previa inscripción que va a llamarse “Los juegos sin hambre”. Va a ser una parodia de Los juegos del hambre y de El juego del calamar, donde 40 personas desconocidas entre sí se van a encontrar en una jornada gamer que va a estar acompañada de distintos pasos a nivel gastronómico y distintos juegos divididos en siete etapas, en las que se irán eliminando entre ellos y habrá solo un ganador que se llevará una Nintendo Switch. Estamos pensando en varios juegos pero la idea es desarrollar campeonatos que no sean el típico campeonato de FIFA. De ese tipo campeonatos más comunes también va a haber, pero la idea es poder abordar a otro público con otro tipo de juegos y encontrar espacios de jugabilidad que no se están ofreciendo hoy en día.
—Si tuvieras que elegir un juego y un plato de Gaming Zone, ¿cuáles elegirías?
—Uno de los juegos que reviví y que me gusta mucho porque es muy básico y lo jugué un montón es el Pepsi Man, un juego creado en 1999 sobre un robot grandote de Pepsi que corre. A nivel comida, recomiendo la hamburguesa Kratos Criolla, que está hecha con una carne premium de selección y salsa criolla. Me cuesta quedarme con uno solo. Por ejemplo, el sushi que tenemos me tiene encantado. Todos los sushis que ofrecemos se pueden reversionar y hacerlos con panko, que es el apanado que lleva por fuera y queda muy bueno.
—¿Cómo definirías la experiencia de venir a Gaming Zone?
—Gaming Zone busca brindar el espacio perfecto para comer rico, jugar y pasarla bien. Parece simple la premisa pero para lograrla con la efectividad que queremos tiene que tener la cantidad de detalles que estamos tratando de hacer lucir. Queremos que sea un centro icónico de la cultura del gaming en Uruguay y se instale de a poco como una referencia en esto de compartir la cultura del jugar.
Gaming Zone abre de lunes a jueves de 17 a 00 horas y de viernes a domingo de 18 a 02 horas. Está ubicado en Plaza Independencia 1358.