Norma Morroni se secaba las lágrimas con ambas manos mientras la obra “Filtro” recreaba el asesinato de su hijo, Fernando Morroni. A las 20.30 del último día de agosto en Sala Verdi, el temporal de Santa Rosa acompañó el estreno de la obra documental, dirigida por la vasca María Goiricelaya. El desánimo del sábado húmedo invitó a la audiencia a ser los primeros en revivir una serie de acontecimientos históricos catastróficos. “Filtro” revela instancias diversas de forma dinámica; dos países conectados por el dolor y la lucha, madres que se quedaron sin sus hijos, la democracia confusa y la presencia performática de las figuras de poder.
Cuatro actores trabajaron de manera coordinada para interpretar alrededor de 100 personajes distintos y opuestos. Con el fin de aceptar la realidad: “acá están, acá está: la impunidad”, afirmó uno de los cuatro actores al finalizar el estreno. Las personas muertas, las que mataron, las que no hicieron nada, las que tiraron piedras, las que manejaban las patrullas y disparaban sus escopetas, todas las identidades son conocidas, son registradas, y entonces: ¿qué pasa con la impunidad?
Ese animal que devora y devora
Una semana antes, el pueblo uruguayo marchó para conmemorar y tratar de evidenciar el trauma que dejó aquella manifestación, en solidaridad y resistencia ante el desamparo político del gobierno de Luis Alberto Lacalle de Herrera, que no brindó el derecho a asilo a Mikel Ibáñez, Jesús Goitia y Luis María Lizarralde, tres vascos acusados de ser parte de la unión terrorista ETA y que, luego de ser encarcelados, habían sido trasladados al Hospital Filtro por su frágil estado de salud, ocasionado por la huelga de hambre y la falta de líquidos. Felipe González, presidente de turno español, solicitó la extradición de los tres vascos, pero ellos preferían morir en tierra uruguaya a ser entregados al gobierno español, que acusaban de realizar todo tipo de violaciones a los derechos humanos.
En la madrugada del 24 agosto de 1994, un cordón de policías comenzó a avanzar para poner “orden” y liberar el paso para trasladarlos hacia el aeropuerto de Carrasco. Los manifestantes resistieron con lo que encontraron a su alcance, como piedras o baldosas rotas. Policías a caballo, con perros y gases, se presentaron en el lugar y la noche se fundió entre las balaceras. Esteban Massa, un enfermero del Semm que auxiliaba a un herido, fue asesinado por las balas de la Policía, así como Fernando Morroni, muerto por doce balazos en la espalda a menos de tres metros. Roberto Facal, quien había registrado con su cámara todo el suceso, fue brutalmente apuñalado y arrastrado hasta su casa. En la represión hubo más de 80 heridos.
Marcelo Rossi, estudiante de la Facultad de Artes, contó a Sala de Redacción que asistió a la manifestación de 1994. Él tenía 21 años en ese entonces, y fue acompañado de una amiga militante. Comparó el comportamiento de los manifestantes con la Policía con lo que sucede a veces en la entrada del estadio, previo a algún partido importante. Pero el ambiente comenzó a caldearse y el rumor de que los iban a sacar empezó a correr. Marcelo y su amiga quedaron acorralados en un muro y fue allí que recibió un “palazo” en la cabeza: “era algo que le tocaba a todos”, aseguró. Marcelo quedó confundido y en silencio por unos segundos, no escuchaba nada, hasta que de a poco comenzó a sentir los gritos de la gente. La sangre comenzó a correr por su cara y manos hasta llegar a su buzo verde. Luego comenzaron a correr hacia donde ahora se encuentra el shopping de Tres Cruces. “Volaban piedras, pasaban caballos corriendo, milicos por todos lados dando palo”, recordó.
Cuando el estudiante logró salir de la concentración, tiró una piedra por la “bronca e impotencia que generaba ver ese hecho”. Enseguida se arrepintió porque “era más peligroso para las personas que para la Policía”; en un momento, alguien lo puso en un taxi y lo llevó hasta el Casmu de 8 de Octubre. Allí lo llevaron a la enfermería, nunca lo registraron, le pusieron anestesia, lo cosieron y se fue sin tampoco registrar su salida. El barrio había quedado a oscuras por el corte del alumbrado público y Marcelo no pudo llamar a su casa porque no funcionaba la red telefónica.
Un puño y un canto vibrante
Guillermo Torija, docente y director del documental que se lanzó hace un año “Norma: el valor de la memoria”, comentó a Sala de Redacción que desde 2013 concurre a la marcha y el documental es una consecuencia de poder “relatar la historia desde otro punto de vista, buscar la manera de que Norma vaya narrando y así humanizar la figura de la madre de Fernando Morroni”. La idea surgió en un curso que brinda Torija en la UTU: un estudiante demostró interés por realizar un documental pero fueron censurados por la directora de la institución. Al año siguiente, el docente retomó la idea en el colectivo La Senda. “A Norma ya la conocía porque militamos juntos de 2014 a 2018”, comentó Torija.
Los archivos adquiridos para el documental son material solicitado a canales de televisión, que ya habían sido utilizados por un audiovisual previo llamado “Guernica ‘94, la represión del Filtro”, realizado por Plenaria, Memoria y Justicia en 2014. Torija comentó que el documental estaba “muy enfocado en lo represivo y el operativo político, más que nada para señalar a los responsables”, y agregó que con La Senda buscaron “nutrir toda esa historia y evidenciar la impunidad”, por lo que se incluyeron entrevistas.
El documental se presentó el año pasado en la sala del FUCVAM y asistieron unas 200 personas. Según Torija, en el País Vasco tuvo repercusión, y comentó que están a la espera de poder “moverlo más” a nivel social, a fines de este año y el siguiente. Con respecto a la nueva película, Torija comentó que “está bueno que surjan nuevas miradas y no quede el tema guardado en un cajón; es necesario que se siga denunciando año tras año”, concluyó.
¿A dónde van?
Claudia Sánchez, diseñadora, iluminadora y escenógrafa en la obra documental Filtro, dijo a Sala de Redacción que en el teatro documental la dimensión audiovisual es importante y de este hecho en particular hay mucho material de video, ya que “la información llegaba a través de la televisión, entonces tiene un tratamiento distinto”, expresó.
Según Sánchez, adentrarse en este suceso en particular requiere sobre todo respeto por la información y por lo que le sucedió a otras personas. La directora y dramaturga, María Goiricelaya, posee, según la escenógrafa, cierto sello personal que consiste en involucrarse con temas políticos actuales o históricos desde puntos de vista que hoy “nos tocan de forma particular”, afirmó. Sánchez también reflexionó sobre el teatro vasco y el uruguayo, y comentó que Goiricelaya tiene “un mecanismo de trabajo para abordar estos temas que desde Uruguay no tenemos. En el teatro uruguayo son pocas las obras que tienen que ver con nuestra realidad cotidiana”. Con la obra Filtro se busca poner el tema nuevamente sobre la mesa, reflexionar y dialogar sobre ello con una perspectiva más “amplia” y con otros puntos de vista, comentó Sánchez.
La idea de la obra documental surgió gracias a que María Goiricelaya vino a Uruguay con la obra Altsasu, que tuvo lugar en la Sala Verdi y, allí, en conjunto con los vascos presentes, dialogaron sobre lo que sucedió en 1994. El director de la sala, Gustavo Sea, le propuso a Goiricelaya realizar una obra sobre el tema. “Es poca la información que hay en el país para todo lo que sucedió”, indicó Claudia Sánchez, y comentó que Goiricelaya realizó una ardua investigación que involucró a ambos países. “Cuando María llega con el texto, tenía mucha más información de la que nosotros teníamos del Filtro y sobre todo del País Vasco, que es lo que implicaba ETA, esa fue la pincelada que trajo María en contraposición de lo que nosotros manejábamos desde el imaginario popular”, reflexionó Sánchez.
El pasado sábado 24, el elenco de la obra Filtro asistió a la marcha. “Fue súper raro ir mientras estábamos preparando el estreno de la obra, sentís mucha responsabilidad, te estás metiendo en hechos de la vida de personas”, mencionó la escenógrafa. Las expectativas de Sánchez con respecto a la audiencia fueron reencontrar una instancia de diálogo entre pares y que lo que sucedió aquel día frente al Hospital Filtro sirva de motor para cuestionar los actos de violencia y rearmar la historia con todos los subjetivos puntos de vista. Sánchez piensa que “cada uno de nosotros puede tener una miniversión que aporte a la posibilidad de que no haya una historia unívoca” y repensar la violencia como algo más grande que lo que pasó en la manifestación.