Son muchos los relatos en los que el personaje principal arroja un mensaje al agua dentro de una botella que puede recorrer kilómetros y llegar a destinos impensados, completamente fuera de su control, cuyo contenido y su destino ya no le pertenecen. Es así cómo Julio “el Pata” Eizmendi describe su arte. Y como la botella atravesando continentes, tras casi tres días de viajes y escalas a causa del bloqueo impuesto contra Rusia por la guerra, llegó junto a su pareja a la capital del país. Fue recibido por la gestora cultural Eleonora Rodríguez y su esposo, el embajador uruguayo en Rusia, Daniel Castillos.

En noviembre Rodríguez era una persona desconocida para él, que lo contactó a través de su cuenta de Instagram. Así fue que recibió la propuesta de realizar una muestra fotográfica sobre el carnaval uruguayo en Rusia. Entusiasmado, y aún sin saber de quién se trataba, no dudó en aceptar. En la siguiente comunicación, tomó sentido la magnitud de la propuesta. En el marco del intercambio cultural entre Rusia y Uruguay, ambos acordaron presentar en Moscú, en febrero de este año, una exhibición de 15 imágenes del carnaval uruguayo, casi todas inéditas, y un video documental de 12 minutos de duración que realizaría el fotógrafo especialmente para la ocasión.

Cámara en mano

Eizmendi recibió a Sala de Redacción en su hogar para conversar sobre la experiencia. Cuenta que no acostumbra a cubrir este tipo de eventos, sino que suele enfocarse en problemáticas sociales, por lo que este proyecto “lo sacó de su zona de confort”. Durante enero y febrero recorrió ensayos, tablados, desfiles y visitó varias veces el Teatro de Verano buscando la esencia de la fiesta más larga del mundo. De allí surgirían 14 de las 15 fotografías seleccionadas para la muestra. Para la elección tuvo en cuenta las tradiciones culturales del país que lo recibiría, a la vez que la identidad de nuestro carnaval. 

La fotografía número 15 cuenta una historia especial. Fue tomada en 2022 cuando la murga La Gran Muñeca fue al asentamiento Nuevo Comienzo. Según añade el Pata, muchos vecinos nunca habían asistido antes a un tablado. Era la primera vez que veían una murga en vivo, lo que fue un hecho muy significativo para él y quedó registrado en esa fotografía, que completó la muestra que viajaría a Rusia.

Con el afán de que un extranjero lograra comprender el sentir de nuestro carnaval, el fotógrafo tuvo la iniciativa de grabar un video documental. En primera instancia el objetivo era recoger testimonios de figuras carnavaleras, “en la que un candombero explicara, por ejemplo, qué es una cuerda de tambores”. En el proceso creativo, su hija Melisa, estudiante de la Facultad de Artes y con quien realizó luego la edición del video, identificó que este tipo de material de archivo podría “resultar muy pesado” para un público ajeno a nuestra cultura e idioma. Es por ello que le sugirió “comenzar con lo más básico, con lo que significaba el candombe, de dónde había venido o qué son y qué representan los tres tambores”. También buscaron incorporar información sobre la murga, “su origen de Cádiz y de cuándo fue la primera”, recuerda.

De acá para allá

La muestra tuvo como primer destino una de las principales universidades de Moscú: la Academia Presidencial Rusa de Economía Nacional y Administración Pública. Allí brindó una master class híbrida -es decir, virtual y presencial- para estudiantes universitarios de distintas ciudades y nacionalidades. De esta instancia, el artista recuerda gratamente que tanto la traductora como los estudiantes tenían conocimiento previo de su trabajo. Tanto es así, que le consultaban sobre sus experiencias en los asentamientos uruguayos, su trabajo sobre el VIH o sobre el cáncer de mama. También pudo expresar temas vinculados a su otro oficio, el de operador terapéutico de adicciones, y recuerda que cuando finalizó la charla dos estudiantes fueron a hablar con él sobre el problema del consumo de sustancias: “nada que ver a lo que fui, o sea, sí algo que ver, pero no era lo que me llevaba ahí. Fue algo maravilloso, eso fue divino divino”, comenta.

Eizmendi recuerda a los estudiantes que respondían sus preguntas y quedó encantado de cómo daban ejemplos sobre lo que representa el carnaval en sus pueblos o ciudades. También pudieron expresar, luego de haber observado la cultura uruguaya, los puntos de contacto que encontraron. Eso, para él, generó una gran retroalimentación cultural, de historias y vivencias humanas. En los intercambios, una estudiante de una universidad cercana a Estonia le recomendó viajar a la zona rural de Rusia para fotografiar ese entorno, lo que significa que “ella vio, entendió cuál es mi perfil y lo llevó a su realidad”. En este sentido, destaca lo que la experiencia le dejó: “salió una mezcla de ahí, a veces hablaba de fotografía, otras veces hablaba de lo humano, de cómo la vida nos lleva a diferentes cosas y después de cómo cambiarlas, salir adelante y elegir una profesión”.

La segunda exposición se llevó a cabo en la Biblioteca Estatal de Literatura Extranjera Margarita Rudomino, donde permaneció un mes. La inauguración contó con la presencia de diplomáticos de distintos países y personas vinculadas a la cultura en Rusia. Al igual que en la universidad, el público fue receptivo y se mostró abierto al intercambio. En esta oportunidad el embajador Castillos tomó la palabra y resaltó la importancia que tiene para los países la confluencia de la cultura y la diplomacia. El Pata comenta que el embajador mencionó que a veces se comete el error de asociar una embajada sólo con generar nuevos negocios para el país, abrir mercados, generar importaciones o exportaciones. Sin embargo, también la función implica lograr que se conozca la cultura de un país, su gente, sus gustos.

De allá para acá

En 1993 el Pata conoció Rusia con apenas 20 años, cuando viajó con el Club Platense para jugar al fútbol sala. En ese momento, recién finalizada la Guerra Fría tras la caída del Muro de Berlín, las cosas eran muy diferentes. En 2024 se encontró con un pueblo “súper cálido y amable, lejos de lo que Occidente solía meternos todo el tiempo. Es un pueblo que ha evolucionado mucho, muy moderno”. En este sentido, le impactaron los cambios que tuvo el país a nivel cultural y el incremento de los establecimientos, como teatros, con variada oferta.

En este viaje, Eizmendi tomó alrededor de mil fotografías. Tiene retratos con su característico estilo, de ciudadanos capitalinos realizados en la Plaza Roja, de los personajes que viajaban en el subte o en tren. También registró varias capturas de los edificios históricos, lugares y situaciones de la vida cotidiana, de la principal ciudad rusa. Un día viajó, junto a su compañera, ocho horas en tren hasta San Petersburgo, al estilo de la escritora Agatha Christie: “con dos literas, nieve afuera, como en los años cincuenta, pasillo chiquitito y una señora de época que te corta el pasaje”. Agrega que fue increíble la cantidad de fotos que pudieron tomar y que la cámara no paraba de sonar.

Durante su estadía, el embajador ruso en Uruguay, Andrey Budaev, lo contactó para invitarle a realizar en setiembre una muestra sobre Rusia en Uruguay, para lo que Eizemendi ya se está preparando. En este sentido, adelantó a Sala de Redacción que ya realizó una preselección de 50 fotografías para presentar ante la embajada. Luego se seleccionarán 30 imágenes para la muestra. La fecha y la duración de la exposición abierta al público aún no están definidas. Al fotógrafo le gustaría que “Daniel y Eleonora pudieran asistir a la muestra”. 

Si bien al Pata lo incómodo es lo que lo hace sentir más cómodo, haber salido de su zona de confort le permitió realizar no solamente un viaje que lo llenó de historias y de anécdotas, sino también la posibilidad de llevar el carnaval uruguayo a una sociedad y a una cultura muy distante, que gracias a la diplomacia logró acortar fronteras. 

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