En el camino de los perros está compuesto por poetas de 15 a 20 años y surgió de los talleres que Hoski coordinaba con orientación a la poesía. Los poemas son editados y publicados en el blog En el camino de los perros y, además, en 2018 publicaron un libro con una antología que lleva el mismo nombre. El colectivo también participa en diversas actividades, por ejemplo ferias de libros, actividades académicas, ciclos donde los poetas leen sus poemas al público.

-¿Cuál es la relación entre los jóvenes y el sistema literario?

-El panorama hoy es un poco más interesante porque hay algunas editoriales independientes funcionando y hay un saber sistematizado del libro independiente. También, me parece, hay menos hipocresía: de la década del 90 para acá, se empezó aceptar cuál es el estado de la poesía en Uruguay. Durante mucho tiempo, y la academia todavía sigue con esa postura, se tenía una pretensión aristocrática, que la cultura del Uruguay no puede tener. No podemos pensar como pensaba la gente de la generación del ’45. Hay que asumir lo que tenemos y pensar desde ahí. Cómo funcionan las cosas hoy, lo que se puede hacer, y desde ahí construir contenidos.

-¿La cuestión generacional tiene que ver con estos cambios de entender a la poesía?

-Nosotros, a diferencia de las generaciones anteriores, nos fumamos la crisis de 2002 pero no nos fumamos un Estado paranoico represivo. El problema con Uruguay a nivel cultural excede lo generacional. Es una especie de amalgamiento de generaciones que ninguna logró eclosionar. Ninguna llegó a poder decir: “estos tipos lograron publicar y ser conocidos”. De los ochenta para acá, estamos todos como en un limbo. Entonces, yo siento que el cambio que se ha dado es que hay un interés en romper esa lógica paranoica, de la competencia entre artistas, de la trampa, la endogamia.

Durante mucho tiempo, y la academia todavía sigue con esa postura, se tenía una pretensión aristocrática, que la cultura del Uruguay no puede tener. No podemos pensar como pensaba la gente de la generación del ’45.

Creo que hay una impronta, por lo menos en el campo de la poesía, de pensar la producción de contenidos de calidad pero también la inclusión. Uno puede pensar en incluir y al mismo tiempo en la calidad. Y eso es algo que la gente que tiene 55 o 60 años, que están en la cumbre literaria, no comparten. Dan por supuesto que si uno abre las puertas de un proyecto, lo que va a salir es malo. Me parece que es generacional romper esa visión aristocrática. Y tiene ver con que nosotros vivimos en condiciones más amigables que la gente que nos precedió.

-¿Cómo llegaron a la idea de publicar un libro?

-Lo del libro tiene que ver con otra falsa oposición que la posmodernidad nos heredó. Está la idea de que tenemos a las nuevas tecnologías y a la oralidad como lugar central, entonces no hace falta sacar libros. Creo que las dos cosas coexisten y que ser inteligente en este sistema es ser ecléctico. Es pensar qué formatos hay y tratar de ser creativo. Entonces, el libro es necesario, le da jerarquía al proyecto, fija, es como una fotografía. Cuando armé el libro esa era mi idea, quiero hacer una fotografía de gente que tiene 19, 20 años, y que está escribiendo. Hay cosas muy interesantes y como buen fotógrafo voy a hacer que el marco y la edición sean buenos. Estaba muy interesado en mostrar algunas estéticas que nadie va a editar en la vuelta. Poetas como Juan Manuel Martínez, Gastón Alf, tipos que construyen personajes que comen orejas o hablan como un metalero de Canelones; eso no lo edita nadie. Es gente que está escribiendo en unos formatos que muchas veces no respetan la ortografía ni la sintaxis. Por lo tanto, vamos a agarrar eso, a ponerlo con un ensayo crítico, en un lugar que sea interesante y quien lo pueda leer, que pueda tener un acercamiento amigable a estas estéticas.

-¿El portal y el libro tendrían diferentes alcances?

-Sí, tienen diferentes alcances porque el portal da cuenta de lo que el poeta está haciendo en el momento. Para el libro les pedí más textos e hice muestras independientes. El blog te da esa instantaneidad, que también está buena. El libro nos permitió llegar a espacios que no llegaríamos nunca.

-¿El libro impreso abriría puertas a estos poetas jóvenes?

-Sí, abren puertas a los poetas y a la idea de un colectivo, que además han sido parte de otros colectivos, han estado en festivales. Gente que ha ganado becas para ir a festivales afuera. Y estar publicado genera toda esa bola.

-Existen prejuicios sobre los adolescentes: que “los adolescentes no hacen nada”, que “los adolescentes no leen”…

-Esos prejuicios tienen que ver con una desconexión entre lo que se pretende de los adolescentes y lo que la cultura y las instituciones les ofrecen. Por lo tanto, lo que hay es una incomunicación bastante grande. Hay muchos adolescentes que escriben, que leen y hay muchos que no. Como profesor de literatura veo el vaso medio lleno y el vaso medio vacío. Por ejemplo, en un escrito tuve sólo un 30 por ciento de aprobados. Obviamente, yo trabajo para que eso a fin de año no pase, pero, a priori, es complejo. También puedo decir lo contrario: puedo decir que los pibes están escribiendo. El discurso reaccionario de que los adolescentes no leen ni escriben, es un discurso desde el prejuicio y desde el consumo cultural de alguien que no entiende, y al que probablemente no le interesa saber, cómo es el consumo cultural de un joven. Yo trabajo con muchos adolescentes que escriben.

El discurso reaccionario de que los adolescentes no leen ni escriben, es un discurso desde el prejuicio y desde el consumo cultural de alguien que no entiende, y al que probablemente no le interesa saber, cómo es el consumo cultural de un joven.

Muchas veces el problema de los adolescentes es sostener los procesos. Un ejemplo bien concreto -yo trabajo en Toledo, Canelones, la localidad donde nací- y en ese lugar veo escritores todo el tiempo. Trabajo, los sostengo, los llevó a leer a lugares. Tengo gurises que con 14 años tienen un poder de simbolización que vos te quedás pasmado. Cuando quiero moverlos para hacer algo, no puedo. O no me contestan los mensajes porque probablemente no tengan conexión a Internet, o los padres no les dan el permiso. Para los padres no tiene ningún sentido eso y tampoco para las instituciones. Un adolescente o un joven que escribe es un tipo que está jugando con un mecanismo narcisista fuerte y probablemente está lidiando con una pesadilla interior. La exposición que genera el proyecto muchas veces es positiva, pero otras veces los gurises optan por no continuarla, o ven su poema publicado y dicen: “Pah, mejor no”.

-¿La forma de leer de los jóvenes cambió con las nuevas tecnologías?

-Sí, claro que cambió. El objeto libro a veces es como un fetiche, es un lujo. Y es ajeno a los pibes, en general, más cuando son pobres. Ellos leen en el celular, si se cuelgan, o en la biblioteca del liceo. Entonces, también hay que fomentar las vías de acceso, que no sean sólo desde el libro. O por lo menos si uno quiere reivindicar el valor del libro -que obviamente lo tiene-, primero hay que pensar desde dónde consumen la cultura los gurises. Los gurises leen en pantallas generalmente.

-¿La forma de escribir también cambió?

-Hay cosas que se repiten en toda la poesía joven. Un viaje romántico, a veces la primera poesía tiene que ver con lo catártico, sacar cosas que duelen. Pero también hay estéticas que tienen que ver con otros lenguajes. Por ejemplo, Federico Machado, uno de los poetas que editamos primero, tiene todo un viaje con construir ambientes que son como apocalípticos o caóticos, pero al mismo tiempo genera una referencialidad que es bien uruguaya. En poesía hay también autores que han jugado con eso, pero como lo hace Federico es una cosa innovadora. Tiene que ver con una lógica de Legend of Empire, un juego de computadora. Juan Manuel Martínez, que es un poeta de Las Piedras, tiene toda una impronta narrativa y a él no le importa ese purismo de los géneros. En los poemas de Juan Manuel vos ves que hay todo un viaje con eso de la ciudad de Las Piedras, como periferia, como ciudad dormitorio, con todo lo plancha. Aparece eso en sus poemas y hay un cuelgue con lo narrativo, incluso con la ciencia ficción. Y esas estéticas que fluyen libremente, para mí, tienen que ver con que hay una nueva forma de escribir. ¿Por qué? Porque ahora esos textos pueden circular mucho más fácil. Y porque también hay un interés de incorporar esas estéticas subalternas, que si bien siempre existieron, hay que incorporarlas al sistema literario. Capaz que la forma de escribir no cambió tanto, pero sí la forma en que las producciones escritas se vinculan y se publican.

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