Lorena Graña juega al fútbol en Peñarol y acaba de salir campeona con el club de sus amores, con un gol a su tradicional rival, de visitante y al lado de la tribuna donde estaba la hinchada aurinegra.

Los primeros días después de la victoria vivió, junto a sus compañeras, la locura de los medios. Hasta ahora, nunca había estado frente a una cámara. En el camino que recorrió para formarse, sin el apoyo que hoy poco a poco comienza a recibir el fútbol femenino, pasaron muchas cosas que la hicieron dudar si seguir o no con su carrera.

Lorena nació en el Empalme Nicolich y dio sus primeros pasos en el fútbol en el Baby de Santa Teresita, donde fue la primera niña de la institución en jugar.  Su técnico, Ruben Ferreira, vio cómo jugaba y, aunque era un año más chica que sus compañeros, no dudó en quererla en su equipo.

Al principio, su madre no quería verla jugar al fútbol y pretendía que se enfocara en el estudio. Pero Lorena seguía con sus ganas de jugar. A raíz de algunas notas bajas en el liceo, su madre le prometió que si pasaba de año la dejaría jugar, y fue ahí cuando Lorena subió las calificaciones y aprobó el año sin problemas.

En el baby fútbol forjó un gran carácter, pero en el mano a mano y fuera de la cancha es una mujer tímida, sencilla y amable. Ferreira fue una inspiración para ella, hasta hoy recuerda que él le pedía a su madre que “por favor” la llevara.

Luego de una etapa de baby exitosa pero luchada, Lorena no sabía para dónde ir y durante un año dejó de jugar. Al tiempo su padre, a quien identifica como uno de los pilares fundamentales para que ella juegue al fútbol, le comentó que Peñarol femenino estaba aceptando postulaciones. Lorena no quedó en esa práctica, y pensó que el fútbol en su vida había llegado al final.  Tres años después, su padre volvió a insistirle que probara, porque había cambiado el técnico. Sin pensarlo dos veces fue y quedó seleccionada para jugar en el club del cual es hincha gran parte de su familia. Su hermano Damián también empezó a tener éxitos en el mismo club, donde empezó a jugar en las formativas. Lorena lo idolatra y dice que le da “orgullo como persona y como jugador”.

Pese a estar en la gloria, otra vez tuvo un golpe de realidad cuando, a fines de 2013, por distintos motivos, Peñarol se desafilió del fútbol femenino. Lorena no quería dejar de jugar y recibió una oferta de Colón, que aceptó luego de pensarla. Varios partidos y dos años después de vestir una camiseta distinta, Peñarol volvió a afiliarse y ella, sin dudarlo, volvió a su club.

Clásico soñado

Nacional y Peñarol definieron este Campeonato Uruguayo femenino en el Gran Parque Central, y las tricolores llegaron con ventaja: si ganaban o empataban, salían campeonas.

El día empezó como cualquier otro, Lorena se levantó -ya tenía el bolso preparado desde la noche anterior- y siguió sus típicas cábalas: desayunó lo mismo de siempre y después se puso a escuchar las canciones de la barra brava de Peñarol, que siempre la inspiraron y le dieron suerte.

Se tomó el ómnibus y tenía la sensación de que ese día iba a ser distinto e imborrable. La ida al estadio no fue la habitual, ya que por temas de seguridad las carboneras tuvieron que reunirse antes en el Palacio Peñarol. Luego de muchas charlas, mates y música, llegaron al Gran Parque Central, donde según Lorena las “abrazó un frío” particular.

La salida a la cancha y las primeras pelotas que jugaron estaban cargadas de nervios y ansiedades. Con “las primeras seguras” poco a poco Peñarol fueron ganando terreno en el estadio de Nacional.

En la jugada del gol ella vio venir una situación que había preparado en una práctica y terminó definiendo de cabeza por arriba de la golera, ya había estudiado que salía bastante y era baja. Lorena cuenta que había soñado esa jugada, ella sabía que iba a meter el gol en ese arco, con la hinchada de Peñarol atrás y de esa forma. Ver un sueño hecho realidad la erizó, a ella que siempre dio todo para poder jugar al fútbol.

El encuentro terminó 2 a 1 a favor de Peñarol, que sufrió un poco con un gol de Juliana Castro de penal, pero luego cerró el encuentro con un golazo de afuera del área, ni los relatores pudieron creerlo.

Una verdadera fiesta se vivió en el Parque Central donde se vio un gran espectáculo de fútbol. Respecto a los incidentes que ocurrieron en las inmediaciones del estadio, Lorena cuenta que las pusieron nerviosas, porque varios familiares y amigos estaban entrando al estadio cuando sucedieron. Pero le resta trascendencia porque “es gente que daña el fútbol y está para eso”.

Luego del encuentro sólo había que festejar y disfrutar. Lorena se consagró campeona con su amado club. Valoró el apoyo que recibió y el gran camino que hizo: no es fácil trabajar varias horas, ir a entrenar y tratar de rendir como profesional, teniendo que vivir como amateur, explicó.

El prejuicio hacia el fútbol femenino de a poco va desapareciendo, pero los apoyos que recibe todavía no son suficientes. La firme confianza de su padre, la inspiración de su primer técnico y el cariño de una madre que después aceptó su vocación, fueron indispensables para que alcanzara sus metas, pero este apoyo no lo tienen todas las jugadoras.

Una luchadora, una soñadora y sobre todo una gran futbolista, son las características que mostró Lorena Graña, la ahora un poco más conocida futbolista uruguaya.

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