En los últimos años, las tecnologías digitales han adquirido un papel importante en la política a nivel mundial. El triunfo del Brexit en las islas Británicas y la victoria de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos de 2016 son ejemplos de campañas basadas en el data mining (en castellano, minería de datos) y la difusión de contenidos de desinformación, también conocidos como fake news (en castellano, noticias falsas). En ambas campañas estuvo involucrada la empresa Cambridge Analytica, que recopiló datos de las actividades en redes sociales de los usuarios. Esta información fue luego utilizada para dirigir a los usuarios propaganda a favor del Brexit o de Trump, pero difundida en forma de contenidos noticiosos.

Consultada sobre este fenómeno, Ana Laura Pérez, periodista de El País especializada en este tema, afirmó que los grupos de personas más propensos a creer en contenidos falsos son dos: por un lado, las personas de estratos socioeconómicos bajos, analfabetas, con problemas de comprensión lectora o con escasos conocimientos digitales. “A menor formación, mayor riesgo y mayor vulnerabilidad”, resumió, y afirmó que las personas de este grupo son mayoría en países como Brasil e India. El otro grupo del que habló Pérez es el de las personas mayores a 35 o 40 años que, a pesar de tener una mejor formación que el primer grupo, también creen en los mensajes de desinformación por motivos generacionales. Según explicó, la población de esta franja etaria se crió en una época en la que sólo los profesionales podían publicar mensajes en medios de comunicación; por lo tanto, estas personas razonan que “si está escrito, es verdad”. La periodista aseguró que otro factor que hace posible que la gente crea en mensajes con contenido falso es que, a pesar de que sea crea racional, el ser humano toma decisiones basándose mayoritariamente en criterios irracionales.

Mariana Fossatti, socióloga e investigadora de Datysoc, coincidió con Pérez en que la gente mayor es vulnerable a las campañas de desinformación por depositar su confianza en la palabra escrita. Además, destacó que niños y niñas son otra población vulnerable porque en esa fase están en desarrollo sus capacidades intelectuales y tienden a ser atraídos por contenidos sensacionalistas. Como los niños y las personas mayores son vulnerables a la desinformación y al data mining por no saber cómo funcionan los algoritmos de recomendación de Google o Youtube, estos algoritmos influyen en el contenido que se ve y generan un sesgo importante en las opiniones de las personas. Pérez se refirió a este sesgo como “la burbuja” y lo comparó con estar encerrado en un cuarto con gente que piensa igual. Por otro lado, Fossatti destacó que hay personas que son más escépticas frente a los contenidos compartidos en redes sociales y se preocupan por verificar si son verdaderos o falsos.

Cómo opera la falsedad

Respecto a los métodos que emplean las personas u organizaciones que difunden contenidos falsos, Pérez aclaró que se utilizan distintas herramientas digitales porque cada plataforma tiene una utilidad específica a la hora de llevar a cabo una campaña de desinformación. En referencia a Facebook, un medio muy usado tanto en Estados Unidos como en Uruguay, destacó su capacidad de llegar a grandes audiencias y colectivos específicos por medio de su algoritmo, que sugiere contenidos a los usuarios a través de su actividad en la red social. Según agregó, este algoritmo recopila datos clave como edad, género, país de origen, ideas políticas o intereses, entre otros. Pérez explicó que antes Facebook prohibía la difusión de contenidos falsos, sin embargo, esa prohibición fue retirada.

Sobre la red de mensajería Whatsapp, también propiedad de Facebook, la periodista afirmó que este medio es muy usado en Sudamérica y, por ejemplo, mencionó que esa plataforma fue decisiva en la campaña electoral de Jair Bolsonaro en Brasil. En referencia al punto fuerte de Whatsapp, la especialista señaló que, al funcionar a través de mensajes privados entre sus usuarios, es más fácil difundir rumores entre grupos de personas más íntimos, donde el componente afectivo tiene mayor peso que el pensamiento crítico.

Sobre Twitter, indicó que se trata de una plataforma que generalmente se utiliza para poner temas en agenda, ya que en dicha red social tienen presencia periodistas, profesionales y políticos. En ese sentido, explicó que una forma habitual de hacer llegar un contenido falso a la prensa en Uruguay es etiquetar a las cuentas de varios periodistas hasta que haya alguno que responde al llamado de atención.  

Además, se refirió a algunos sitios y aplicaciones que permiten falsificar publicaciones de personalidades públicas en Facebook, Twitter u otras redes sociales. La periodista también se refirió a una técnica habitual de las campañas de desinformación en política, que consiste en sitios que aparentan tener una ideología, cuando en realidad tienen otra contraria. Al respecto, Pérez explicó que esta técnica es utilizada de dos formas: para generar inestabilidad en partidos contrarios o para perjudicar a una persona o sector del mismo partido sin que nadie se dé cuenta.

Según Fossatti, es posible que la mayoría de las personas no esté al tanto de las repercusiones que tiene el data mining en la privacidad de los usuarios. Sin embargo, explicó que la gran mayoría tiende a reaccionar de forma exagerada o a mostrarse indiferente antes que a informarse del tema. La socióloga explicó que en Uruguay este tipo de reacciones se da por falta de “alfabetización digital”, que no consiste en una instrucción sobre cómo utilizar los dispositivos sino en fomentar el pensamiento crítico sobre el uso de las tecnologías digitales. Desde su punto de vista, la alfabetización debería ser “sin paranoias ni exageraciones distópicas” y tendría que dar a los usuarios “herramientas concretas para que pueda elegir en su día a día”.

Desinformación en Uruguay

Pérez dijo que no hay forma de determinar qué influencia puede tener una campaña de desinformación en la política uruguaya, sobre todo en un año electoral. Según explicó, investigar los efectos de la desinformación es complejo, incluso en países como Reino Unido, donde todavía tratan de entender el triunfo del Brexit, que es visto como el primer caso de difusión masiva de desinformación a través de plataformas digitales. Según contó, el caso fue descubierto por una periodista que encontró que en un pequeño pueblo de Gales que votó a favor de salir de la Unión Europea, los habitantes acompañaron la iniciativa “porque los inmigrantes les querían quitar el trabajo” y porque “Turquía va a venir a la Unión Europea y se va a llenar de inmigrantes”. La periodista corroboró que en ese pueblo no había casi inmigrantes y que lo de Turquía no era cierto; luego descubrió que los lugareños leyeron esa desinformación en Facebook. Pérez agregó que eso sucedió en una época en la que Facebook no almacenaba esos avisos políticos, pero ahora sí lo hace, lo que facilita el trabajo de quienes investigan estos temas.

Sin embargo, la periodista afirmó que en Uruguay los avisos políticos en Facebook no están indexados en la categoría de “avisos políticos” y por ello no se puede almacenar la propaganda política o electoral de Uruguay en la red social. Al respecto, agregó que este problema es difícil de solucionar debido a que en Uruguay no hay oficinas de Facebook en las que los usuarios puedan reclamar. No obstante, los fenómenos de desinformación también ocurren en el país. Por ejemplo, en la pasada campaña electoral las miradas se dirigieron al electo senador y ex precandidato a la Presidencia de la República por el Partido Nacional, Juan Sartori, quien fue sospechado de generar campañas de desinformación dirigidas a sus adversarios. Al respecto, Pérez señaló que se generaron ocho denuncias contra el empresario y político que fueron presentadas ante Delitos Complejos.

Por su parte, Fossatti coincidió en que no podría determinar con precisión qué efecto tuvo en 2019 la desinformación a través de plataformas en la política uruguaya. Sin embargo, cree que la desinformación con fines políticos existió siempre y que la gran diferencia en la actualidad es la existencia de las tecnologías digitales de comunicación, que permiten que se propague con mucha más rapidez.

No obstante, la socióloga también destacó la importancia de las plataformas digitales como herramientas contra la desinformación y como alternativas a los medios hegemónicos. A modo de ejemplo, recordó la reciente filtración de audios del intendente de Colonia Carlos Moreira, de la que extrajo dos conclusiones: no todo lo que circula en las redes y plataformas digitales es desinformación, ya que los audios fueron difundidos por una fuente directa; y que, al enterarse de este hecho, varias personas hicieron el esfuerzo de verificar que los audios eran verídicos. La socióloga vio este esfuerzo como una toma de conciencia por parte de la opinión pública ante el problema de la desinformación.

No caer en las redes

Fossatti aseguró que si se busca evitar el uso de los datos personales por parte de terceros para fines comerciales “habría que dejar de utilizar Twitter, Facebook o Instagram” y, en caso de seguir usando dichas redes, tener más cuidado con lo que se comparte o los datos que cada usuario brinda. La socióloga está de acuerdo con la gente que prefiere utilizar perfiles anónimos para cuidar su privacidad, dado que los usuarios no están obligados a dar su nombre, apellido y documento a las empresas. También dijo que se debe tener cuidado con el uso de los teléfonos celulares, ya que son vulnerables a amenazas como el phishing (en castellano, suplantación de identidad), el spam o las llamadas constantes de los call centers; por este motivo recomendó no dar el número de teléfono a terceros si no es necesario.

También aconsejó tener una cuenta de correo electrónico que sea “descartable” para registrarse a determinadas plataformas o juegos y navegar sólo por sitios web que tengan el protocolo https, ya que ahí los datos circulan encriptados. En suma, alentó a utilizar siempre bloqueadores de publicidad como AdBlock Plus durante la navegación. En cuanto al uso de redes como Instagram, sugirió evitar la instalación de aplicaciones no oficiales, dado que extraen grandes cantidades de datos de los usuarios.

Respecto a formas de prevenir la desinformación, Pérez afirmó que es posible comprobar que algo es 100% falso, pero no que algo es completamente verdadero. Por ejemplo, dijo que es difícil detectar si un audio de Whatsapp es falso, debido a que la desinformación en este formato es más efectiva por los vínculos más íntimos y afectivos que se dan en la comunicación por ese medio. Sin embargo, aclaró que con una escucha atenta es posible determinar si el contenido de esos mensajes es falso. En concreto, recomendó prestar atención al acento o léxico de la persona que habla en ese tipo de audios, ya que al distinguir acentos o expresiones extranjeras se puede comprobar si se trata de algo que está pasando o ya ocurrió en otro país.

En el caso de sitios web que difunden contenidos falsos, alentó a revisar la actividad previa de la página para confirmar que no sea un contenido satírico que esté siendo tomado como informativo. Otra posibilidad es copiar la dirección url de ese sitio y chequearla en un sitio llamado “Who is?” o “Whois”. En algunos casos, este sitio puede aportar información importante sobre la dirección sospechosa, como nombres, direcciones o números de teléfono. Sin embargo, Whois no es muy efectivo cuando el sitio es pre registrado y no está a nombre de nadie.

En cuanto a las capturas de pantalla de redes sociales o sitios web, Pérez recomendó dudar siempre de ellas, dado que son muy fáciles de falsificar. Según dijo, ante la duda se debe revisar directamente la cuenta original de la persona u organización implicada. En caso de que la publicación haya existido y se haya borrado se puede utilizar la herramienta “Wayback Machine”, que registra la actividad de varios sitios web, sin embargo, no siempre se encuentran resultados. Además, la periodista sugirió desconfiar cuando se recibe información desde números de teléfono con características de otros países, dado que es habitual que se difundan mensajes falsos desde otras partes del mundo. Frente a ese tipo de desinformación recomendó buscar en la propia web si ya se habló del tema en otros países y si se comprobó su falsedad.

Una de las respuestas que ha encontrado la desinformación son las organizaciones que se dedican a chequear si los contenidos son falsos o no, como fue el caso de Verificado en Uruguay. Al respecto, Fossatti dijo que aprueba el trabajo de los fact checkers, ya que es algo que deberían hacer todos los periodistas. Sin embargo, manifestó que tiene “ciertos reparos ante la idea de que alguien pueda verificar completamente algo o establecer cuál es la verdad”.  También criticó que alguien decida qué es relevante y qué no y dijo que no alcanza sólo con verificar la información, sino que también se debe analizar que detrás de ella siempre hay una lectura ideológica de los hechos. Por ejemplo, mencionó el enfoque y el tiempo que los medios dedican a tratar el tema de la seguridad ciudadana y los hechos delictivos. Otro problema del que habló es el de la concentración en la propiedad de los medios de comunicación, lo que influye en el tipo de información que llega al público, según planteó. Fossatti afirmó que es necesario que haya mayor pluralidad en los medios y que las audiencias accedan a distintas miradas de la realidad.

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