La marea avanza junto a ellas: ¨Dios ha permitido que la Biblia vuelva a entrar al Palacio. ¡Que Dios los bendiga!¨, grita Jeanine Áñez con la Biblia a lo alto y voces que resuenan: ¨¡Gloria a Dios!¨, hasta entrar al Palacio de Gobierno. 

Desde el 12 de noviembre Áñez es la presidenta interina del Estado Plurinacional de Bolivia, autoproclamada en una sesión del Congreso sin quórum: sólo estaban presentes integrantes de la oposición. Anteriormente fue presidenta de la cámara alta por la ausencia de Adriana Salvatierra, titular del órgano y, por la ausencia de Rubén Medinaceli, primer vicepresidente de la cámara de senadores. Antes, era senadora en representación del Departamento del Beni por la alianza opositora al Movimiento al Socialismo (MAS), Unidad Demócrata.

La capital de Beni es Trinidad, que refiere a la Santísima Trinidad: Dios, el Padre y el Espíritu Santo.¨Bolivia: fin de una era¨ titulaba la CNN junto a la afirmación “Áñez se declara presidenta”. El domingo 10 de noviembre Luis Fernando Camacho, presidente del Comité Cívico Santa Cruz, entró al Palacio de Gobierno también con una Biblia, pero esta vez, con la carta de renuncia que, junto a la “sugerencia” de las Fuerzas Armadas, consumaban el golpe de Estado. 

Evo Morales renunció a la presidencia de Bolivia en un contexto de amenazas y quema de casas de integrantes del MAS, en un contexto de descontento y desconfianza ante los resultados de las elecciones presidenciales, en un contexto de manifestaciones oficialistas, opositoras y defensoras de la insignia wiphala que representa a los aymaras, quechuas y otras naciones indígenas y originarias que habitan la cordillera de los Andes. Algunos de ellos afines al MAS y otros no, pero que salen a las calles para defender sus derechos y creencias.

“¡Nunca más volverá la Pachamama, hoy Cristo está volviendo al Palacio de Gobierno! ¡Bolivia es para Cristo!”, rugían a la salida de Camacho. Después se quemarán banderas wiphalas y muchos las sacarán del uniforme de las Fuerzas Armadas. Y los militares serán eximidos, por decreto, de consecuencia penal cuando actúen en “legítima defensa o estado de necesidad y proporcionalidad” en los operativos “para el restablecimiento del orden interno y estabilidad pública”. En este nuevo mandato, a los grupos opositores y a la prensa nacional e internacional los catalogarán como “subversivos”, negando coberturas y pidiendo órdenes de captura.

Áñez asumió la Presidencia con la excusa de llamar a elecciones lo más pronto posible. 12 días pasaron para que promulguen una ley de urgencia para convocar nuevos comicios. Dentro de la ley se establece que “las y los ciudadanos que hubieran sido reelectos de forma continua a un cargo electivo durante los dos períodos constitucionales anteriores, no podrán postularse como candidatos al mismo cargo electivo” . De esta manera, ni Morales ni Álvaro García Linera, el ex vicepresidente por el MAS, podrían participar de las elecciones. La promulgación se aprobó por el Congreso con una negociación previa que, además de la Organización de las Naciones Unidas y la Unión Europea, involucró a la Iglesia Católica local. Mientras tanto, las manifestaciones y represiones siguen su curso. 

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dio a conocer, hace menos de dos semanas, el número de heridos y fallecidos luego de las protestas que comenzaron a partir de las elecciones del 20 de octubre: 23 muertos y 715 heridos. Antes de que Morales renunciara a la Presidencia los fallecidos eran solo tres. En una de las últimas marchas de cocaleros, que pedían la renuncia de Áñez, murieron nueve personas en manos de la represión de las fuerzas de seguridad. Pero el número de heridos y fallecidos continuó en aumento: la Defensoría del Pueblo boliviano sistematizó 30 muertes desde las elecciones -27 desde el golpe-. La última manifestación contra el gobierno de facto y la represión, ubicada en Senkata, de la ciudad de El Alto, culminó con nueve muertes y 40 heridos por acción policial y militar. 

Estas fuerzas de seguridad, luego de consumado el golpe de Estado y de que aún hubiera un vacío de poder, aclamaban en un acto: “Hoy reivindico a mi institución, a la policía boliviana para Jesucristo, sometiéndonos bajo su soberanía y su autoridad. Por gracia de Dios hoy somos parte integrante del Ejército más grande. Somos soldados de Cristo”. Bolivia, desde hace 10 años y hasta el momento, sigue siendo un país laico. 

En el nombre de

“Bolivia es una nación mayoritariamente católica“, dice a Sala de Redacción Carlos Cordero, politólogo boliviano y estudioso de las religiones. Según Cordero, las encuestas afirman que el 82 por ciento de los bolivianos pertenecen a la Iglesia Católica o, según las estadísticas más bajos, un 72 por ciento lo hace. A las Iglesias Evangélicas, en cambio, pertenece entre un 10 por ciento y 15 por ciento de la población boliviana.

En 1826 el país tuvo la posibilidad de separar a la Iglesia del Estado, pero en la Constitución se estableció que la religión católica, apostólica y romana era la religión oficial del Estado. Hasta 1960 y durante cuatro siglos y medio, el catolicismo popular prevaleció en Bolivia: un catolicismo que se entreteje con creencias originarias. 

El Alto, Bolivia. Foto: Pedro Ugarte / AFP

A partir de la imposición de la religión católica, Cordero cuenta que hubo “una especie de persecución a los rituales y cosmovisiones de las religiones ancestrales e indígenas”, porque el Estado había elegido al catolicismo como interlocutor para su relacionamiento con el mundo indígena. 

Para Nicolás Iglesias, teólogo y trabajador social, dentro de las religiones de los pueblos originarios, las cosmovisiones indígenas ancestrales son las más transversales e históricas pero “luego de la colonización que sufrieron los pueblos latinoamericanos, fueron sometidas, sintetizadas y camufladas, aunque también como forma de resistencia”. El sincretismo es lo que caracteriza a este entretejido, a través del que la Iglesia Católica le reconoce a los pueblos indígenas la “inculturación”, un concepto que según Cordero habla de una retroalimentación cultural.

Llegados los ’60 comenzaron a desembarcar los movimientos evangélicos conservadores desde, principalmente, Estados Unidos. Estos movimientos de corte pentecostal y neopentecostal se instalaron en Bolivia y en América Latina “como formas de consolidación de un modelo económico y de favorecer los intereses norteamericanos en la región”, dice Iglesias. 

Los grupos evangélicos pudieron inmiscuirse en las comunidades indígenas porque les permitían a los líderes locales un papel importante: llevaban a cabo procesos más participativos que el catolicismo. En 1982, a la salida de la democracia, la Iglesia Católica continuaba teniendo protagonismo en la política, vinculada sobre todo a corrientes de izquierda y a la teología de la liberación, corriente latinoamericana que busca un diálogo con la población originaria, y que utiliza no sólo la teología sino también las ciencias humanas y sociales para pensar y actuar en la realidad social de los pobres. 

Llegamos al siglo XXI. El evangelismo conservador ha venido creciendo en toda América Latina y, tanto en Bolivia como en otros países de las regiones andinas, “nos encontramos con un protestantismo histórico progresista muy disminuido”, dice Iglesias, y agrega que quienes mantienen a las clases poderosas de Santa Cruz son estos grupos, alineados con el catolicismo tradicional. Iglesias se refiere a ellos como la “oligarquía boliviana”, quienes también han crecido en conjunto con el Opus Dei, los movimientos neocatucumenales y los legionarios de Cristo. Estos tres últimos grupos han reformado el proyecto católico colonial y, según explica, ¨tienen un fuerte componente racista y colonialista, en oposición a la teología de la liberación¨

Cuando habla de la situación actual de Bolivia, Cordero no habla de golpe de Estado, habla de “crisis”. En este marco, asegura que la irrupción reciente de las iglesias evangélicas se da porque las católicas han cumplido el rol de mediador y han pedido, a través de obispos, la pacificación. Lo cierto es que el sincretismo, ahora, va más allá de la fusión católica y originaria. 

Quién es quién

El discurso de Áñez y de Camacho confunde las convicciones católicas y las evangélicas. Hay una confluencia teológica de las vertientes católico tradicionalistas conservadoras con la perspectiva pentecostal y neopentecostal. En esta confluencia se ve a las religiones originarias como “un enemigo a atacar, un otro distinto con otro dios u otros dioses que conforman religiones politeístas y para ellos representan los poderes del mal: Satanás, o el demonio”, sostiene Iglesias. 

Áñez sostiene una Biblia luego de autoproclamarse presidenta de Bolivia. Foto: Jorge Bernal / AFP

Camacho apela a la Virgen de Cotoca. Un evangélico, sin embargo, se aleja de la veneración de imágenes, vírgenes y santos. Tampoco usan rosarios, como sí lo hace Camacho. Áñez, por su parte, ha mostrado las biblias evangélica y católica. Según Cordero, no sólo sus acciones confunden sino también sus discursos. Pero si algo tienen en común ambos derechistas es la creencia irreversible de que la Biblia debe volver a la política y que se fue desde el momento en que Morales se catalogó como ateo e instaló a la wiphala como símbolo patrio. 

“Morales ha reivindicado a los comunistas, socialistas, marxistas, y cuando le preguntan dice que no cree en Dios sino en sus ancestros”, dice Cordero, y afirma que a los ojos del fanático religioso, como cataloga a Camacho, a Áñez y a sus respectivos discípulos, esa reivindicación significa que Dios ha sido reemplazado por la ideología. A esta ideología, dice, no la ven como una amenaza sino como un reemplazo al que hay que reaccionar con fe, ya que consideran que en el transcurso del gobierno de Morales hubo“una manipulación de la religión”

Anteriormente, los senadores y diputados tomaban posesión de sus cargos jurando frente a los evangelios y la cruz, junto a una oratoria de lenguaje colonial escrita en reglamentos internos. Ahora sólo lo hace la minoría. En abril de este año Morales promulgó la Ley de Libertad Religiosa, Organizaciones Religiosas y Creencias Espirituales para intentar garantizar la igualdad de derechos religiosos en la Constitución. Cordero, en cambio, cree que sólo ha generado un vínculo más fuerte entre el ex presidente y ciertas iglesias, además de profundizar las divisiones al interior de las iglesias evangélicas: “es que aquí no hay tres o cuatro corrientes, hay mil. La fragmentación está en el ADN de las iglesias evangélicas; un pastor es una iglesia¨.

En las cuestionadas últimas elecciones de Bolivia, Chi Hyun Chung, pastor evangélico y conocido como el Bolsonaro boliviano, se consolidó como el precandidato a la Presidencia de la tercera fuerza política, con un 8,77 por ciento de los votos. Víctor Hugo Cárdenas, ex vicepresidente y pastor, se presentó a las elecciones acompañado de otro pastor evangélico, pero no llegaron al 1 por ciento de los votos. A su vez, muchas iglesias evangélicas han estado en oposición a Evo Morales pero no apoyando a Camacho, sino al Consejo Nacional de Defensa de la Democracia (CONADE). “Lo que uno entonces puede resumir es que los evangélicos estaban en todos lados: en el gobierno, en la oposición emergente de Camacho, en la oposición institucional con los partidos políticos y, también, en las organizaciones sociales supuestamente interdependientes¨, concluye Cordero.

Todos estos grupos se manifestaron con un fuerte discurso antiderechos. El catolicismo tradicionalista y conservador junto con el fundamentalismo evangélico mantienen la defensa de la familia tradicional y van en contra de la agenda de derechos. Según Nicolas Iglesias, se han ido articulando a nivel regional y están actuando conjuntamente. 

De aquí para allá

“El elemento común que podés encontrar en toda América Latina, inclusive en Uruguay, es que los grupos evangélicos neopentecostales más fundamentalistas eran contrarios a la política hasta los años 80¨, explica Miguel Pastorino, filósofo y docente estudioso de las religiones. En aquel entonces, en lugar de considerar a las religiones originarias y a la agenda de derechos como lo demoníaco, toda la política lo era. La consideraban corrupta y estaban convencidos de que su función era la dedicación a lo espiritual. 

Pero con el avance de derechos a los sectores y colectivos que habían sido más vulnerados a lo largo de la historia, los grupos evangélicos “se dieron cuenta de que si no estaban en los lugares de decisión perdían la batalla de los valores que ellos defienden”, dice Pastorino. Así fue como, de a poco, el fundamentalismo religioso se fue inmiscuyendo en la política latinoamericana. 

“En Uruguay solemos pensar a todo en izquierda y derecha, pero es mucho más complejo cuando entra lo religioso”, afirma el filósofo, y considera que el cristianismo fundamentalista lo que quiere es “gobernar con la Biblia”. Para ellos, dice, no existe el mundo laico sino sólo el religioso por lo que “hay que llevar el evangelio a la política de un modo fundamentalista. No es que tengan un tema ideológico”. Cuando un grupo político sintoniza con los valores éticos y morales que defienden y pregonan, “son seducidos”

Si nos remitimos a Uruguay, Cabildo Abierto (CA) tiene una narrativa similar pero no quiere decir, según Iglesias, que sea un partido confesional. Si bien hay estudios que demuestran la inexistencia de la relación entre fieles, iglesias evangélicas y el voto confesional -salvo Brasil y Guatemala-, Pastorino afirma que es “obvio y entendible que gente de creencia cristiana se haya ido detrás de Cabildo Abierto porque ha sido el único partido que explícitamente se ha pronunciado en contra de la ‘ideología de género’, tema clave y atrayente para el evangélico sobre todo pentecostal¨. Pero es un mito, dice, la creencia de que los creyentes votan linealmente lo que los pastores o fundamentalistas religiosos en la política les dicen: mito utilizado como estrategia de marketing para que los partidos políticos “vayan por ellos porque les suman votos”.

Según Iglesias, el discurso y la narrativa de CA es similar a la que usaron movimientos fascistas europeos en tanto que defienden a la familia tradicional y reafirman el poder de una oligarquía. En 1960 en América Latina esto se veía representado en el movimiento católico conservador “Tradición, familia y propiedad”. Estos tres elementos del catolicismo como valores centrales estaban insertos “en el modelo fascista latinoamericano. No tanto el alemán sino en el franquismo y el movimiento de Mussolini¨

El conservadurismo religioso y el anticomunismo: los discursos y las acciones que prevalecen en el contexto regional. El politólogo Gabriel Delacoste asegura que hay una coordinación en la derecha continental que tiene un componente militar y un componente que le recuerda a la Guerra Fría por el fuerte discurso anticomunista y que permite, dice, entender los niveles de violencia que azotan Sudamérica. “En muchos lugares del mundo está el discurso de la incorrección política que hace que se pueda decir cualquier cosa en cualquier momento y que si alguien lo critica lo está censurando”, explica Delacoste, y concluye: “cuando una corriente empieza a crecer en las zonas centrales del mundo se extiende a las zonas periféricas porque tienen apoyos, y creo que algo de eso es lo que estamos viendo”. 

FacebookTwitter