Los lentes de Juan Carlos Onetti sobre una novela policial, cuando fueron expuestos en el Centro Cultural de España, en Montevideo. (Archivo, marzo de 2005). Foto: Iván Franco. la diaria.

Juan Carlos Onetti, poco reconocido por la crítica de su país y de difícil llegada al público masivo, es, sin embargo, considerado por muchos el escritor uruguayo más importante de todos los tiempos, y uno de los creadores más significativos de la narrativa castellana del siglo XX.  A 20 años de su muerte (30 de mayo de 1994) y a 105 de su nacimiento (1° de julio de 1909), exploramos su particular mundo narrativo.
Tanto en sus novelas como en sus cuentos, las temáticas se reiteran: la soledad, la miseria, la tristeza, la frustración, y en general, la decadencia de la vida. Esto genera un clima de opresión y angustia que muchas veces aleja a lectores desentrenados o altamente sensibles. Sin embargo,  este factor es matizado por un estilo narrativo excepcional, en el que el autor construye las oraciones con una alta concentración de palabras en que cada una dice mucho, y con una combinación de las mismas que no sólo logra eficazmente el efecto buscado, sino que, además, le otorga una alta calidad literaria a la narración. Esto, sumado a la construcción de imágenes que logra el autor, hace a su narrativa tan particular y destacada. Como resume el suplemento Ñ del diario argentino Clarín: “El talento de Juan Carlos Onetti consistió, sobre todo, en combinar una mirada profundamente existencialista de la vida en las ciudades rioplantenses (Montevideo, Buenos Aires, Rosario) con una sutil técnica narrativa”.
Su vida. Poco conoce el lector medio sobre la vida de Onetti. Nació en Montevideo en 1909, época de estabilidad y modernización en el país impulsada por los gobiernos de José Batlle y Ordóñez. Su padre era funcionario de Aduanas, y su madre era brasileña, hija de hacendados gaúchos. Estudió Derecho, pero no llegó a terminar la carrera. Desde muy joven le gustaba frecuentar las salas de redacción de periódicos y revistas, tanto de Montevideo como de Buenos Aires. Cuando se fundó el semanario Marcha, en 1939, fue nombrado secretario de redacción, y en 1941 se trasladó a Buenos Aires donde trabajó para la agencia Reuters, y donde vivió hasta 1955. Tras retornar ese año a Montevideo comenzó a trabajar para el diario Acción. Años más tarde, también fue director de bibliotecas municipales, y  miembro de la junta directiva de la Comedia Nacional. En 1974 fue encarcelado, en el marco de la dictadura uruguaya, por ser jurado de un concurso de cuentos considerados subversivos. Un año más tarde se exilió en Madrid, donde  vivió hasta su muerte, en  1994.
En cuanto a su obra, “El pozo” (1939), es considerada por Mario Vargas Llosa, la primera novela moderna latinoamericana.  Carlos Fuentes y Julio Cortázar , por su parte, también coinciden en que las obras de Onetti fueron fundadoras de nuestra modernidad literaria. Algunos de sus cuentos destacados son: “Un sueño realizado”, “Bienvenido, Bob”, “La casa en la arena”, “La cara de la desgracia”, “El infierno tan temido” o “Jacob y el otro”. Muchos de ellos fueron publicados por primera vez en  diarios como La Nación, o La Prensa de Buenos Aires, e incluso en Marcha, y luego fueron compilados en libros de cuentos. Entre sus novelas se destacan:  “La vida breve” , “Los adioses”, “Para una tumba sin nombre”, “El astillero”, “Juntacadáveres”, “Dejemos hablar al viento”, “Cuando ya no importe”, entre otras. Algunas de ellas se desarrollan en Santa María, ciudad imaginaria que el autor creó al estilo de escritores como William Faulkner (uno de sus más admirados) que ideó la ciudad de Yoknapatawpha;  de Gabriel García Marquez, que creó a  Macondo, o de Juan Rulfo con su Comala. En Santa María, que simboliza una típica localidad del Río de la Plata, se reiteran, además, los personajes en las diferentes obras.
Si bien muchos consideran que no obtuvo en vida las distinciones que su calidad literaria ameritaba, sí fue merecedor de numerosos premios, como el Premio Nacional de Literatura de Uruguay, en 1962, el Segundo Premio Rómulo Gallegos de Venezuela en 1967; fue electo el Mejor Narrador Uruguayo de los últimos 50 años en un sondeo realizado por Marcha en 1972,  ganó el Premio Miguel de Cervantes en España en 1980, siendo, ese mismo año, uno de los candidatos al Premio Nobel de Literatura, y sus novelas “El astillero” y “Dejemos hablar al viento” obtuvieron el premio a mejor novela en Italia y España, respectivamente.
Se casó cuatro veces y tuvo dos hijos. Su última esposa, Dorothea Muhr (más conocida como Dolly), lo acompañó los últimos cuarenta años de su vida. Durante los años cincuenta fue amante de la poeta Idea Vilariño quien, como manifestación de su amor sufrido, le dedicó uno de sus más conocidos poemas, “Ya no”.
Su personalidad. Los periodistas y, en general, todos quienes lo trataron, conocían muy bien su laconismo, su carácter solitario, a veces  antipático (no solía acudir a las entregas de sus premios, por ejemplo), así como su aversión a las entrevistas. Como publica Luis Harss en el suplemento Ñ: “Onetti es un hombre de pocas palabras, hosco de mirada, parco de gestos. Se sienta, hundiendo los hombros, en la orilla de la cama, el ceño tormentoso. Fuma un cigarrillo tras otro, con amargo desconsuelo”.  Fue significativo, por ejemplo, el hecho de que pasara los últimos cinco años de su vida recostado en su cama, sin salir prácticamente de ella, leyendo, fumando y bebiendo. También fue llamativo que, después de su exilio, no volviera más a su país. Al retornar la democracia en 1985, el presidente Sanguinetti lo invitó a la ceremonia de asunción del nuevo gobierno, lo cual fue rechazado por el escritor.
Su narrativa. Su obra es considerada una de las fundadoras de la literatura existencialista, que predominó en la década del cuarenta, y que se caracteriza por enfocarse en el sujeto, en el análisis de la condición humana, y en el significado de la vida. Como el propio Onetti reconoció en una entrevista en 1961: “Yo quiero expresar nada más que la aventura del hombre”.  Vargas Llosa, en una entrevista concedida a la AFP consideró a Onetti uno de los más grandes escritores debido a su exploración del mal. “Quien se mete al mundo de Onetti queda, al muy poco tiempo, fascinado por su riqueza, su sutileza, por la maestría técnica con la que están construidas sus historias, porque pocos escritores de nuestro tiempo han descrito con tanta lucidez y tanta penetración el fenómeno del mal, entendido no en un sentido religioso, sino laico. Ese mundo de crueldad, de maldad, de soledad, de ruindad, que forma también parte de la experiencia humana, y que Onetti, que no era nada de eso, sin embargo tenía una sensibilidad muy especial para captarlo y escribirlo“.
En entrevista con Sala de Redacción, la docente y editora Carmen Galusso definió a Onetti como “el  punto mas alto de la narrativa uruguaya”. Al preguntarle por qué, en contraste con esa imagen, no es un escritor popular cuya obra se haga visible como fenómeno en librerías, la docente afirmó que el motivo es que “su narrativa es elaborada y  requiere un lector entrenado. Sus obras tienen más de una lectura, depende de cuanto conozcas el resto de su obra. Cuando lees algo que no conocías de Onetti se resemantiza la lectura anterior. Pero mas que el tema de la complejidad, creo que Onetti no es mas leído porque  te desmoraliza, te agobia. Muestra personajes en decadencia,  muchos de ellos se suicidan. Un gran  talento al servicio de la derrota. Antes de dar un texto de Onetti en un Taller,  pregunto si la gente está bien anímicamente. Porque para peor es muy auténtico, por esa razón te pega más fuerte”.

Su mundo y su influencia. En cuanto a la “mala imagen” que el público general tiene del autor como persona “antipática” o “antisocial”, Galusso señaló: “Para empezar está esa relación complicada con Idea Vilariño. Ella declara en una entrevista a María Esther Gilio refiriéndose a sus desencuentros que `Él explicaba con palabras que tornaban todo más incomprensible. Pero era así. Éramos unos monstruos. Yo también´. Pero a Idea la adora todo el mundo ¿dónde está el monstruo entonces? Por otro lado, está su ambigüedad en lo político. Su viuda Dolly, dijo textualmente `Juan era de izquierda pero votaba a la 15´. Además fue invitado a retornar a Uruguay una vez restablecida la democracia y lo rechazó. Su compromiso era con la Literatura. La mujer ocupa un espacio importante en la obra onettiana, pero en un mundo muy machista. Y convengamos que estoy siendo muy discreta con la visión decadente que da de nosotras”.
Al consultarle sobre la influencia de su obra, sobre todo pensando en las nuevas generaciones, la docente opinó que “a  Onetti  hay que abordarlo plantándonos en la ficción. Su obra va a perdurar en  el tiempo definitivamente.  Y tal vez en el futuro afloje la mala imagen y se lea sin prejuicios  a este gran escritor. Siempre en el caso de estar muy equilibrados emocionalmente (es broma, claro)”.
En definitiva, habrá que “buscarle la vuelta” a este escritor si se quiere disfrutar de su particular y enorme calidad literaria. Si Carlos Fuentes dijo que “a todos  nos dio una lección de inteligencia narrativa, de construcción sabia, de inmenso amor a la imaginación literaria”, y si Julio Cortázar lo llamó “el más grande novelista latinoamericano”, seguramente vale la pena entrar en ese mundo oscuro pero tan humano y tan nuestro que es la narrativa onettiana, lleno, a su vez, de tan grande riqueza.
Natalia Macedo
 
 
 
 
 

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